Los Premios Stella, las demandas judiciales más absurdas

El 27 de febrero de 1992, una mujer llamada Stella Liebeck llegó al McAuto de un restaurante McDonald de Nuevo México. Su sobrino Chris conducía el coche. No sabemos qué pidió el sobrino, pero sí sabemos que la buena señora (de 79 años) pidió un café. El caso es que, mientras se alejaban de allí, Stella puso el vaso entre sus piernas para poder echarle el azúcar y la cápsula de leche, con tan mala suerte que el café caliente (a unos 85 grados centígrados) se derramó sobre su pantalón y le provocó quemaduras en piernas, ingles y nalgas. La pobre Stella tardó dos años en curarse de todas sus lesiones, por lo que demandó a la cadena de comida por daños físicos y morales y pidió una indemnización de casi tres millones de dólares. El juez falló a su favor, aunque sólo le concedió 480.000 dólares. Desde entonces, los vasos de la empresa incluyen una leyenda sobre la posibilidad de que el líquido que contiene puede quemar.


Este episodio provocó que en el año 2002 se crearan los “Premios Stella”, unos galardones que premian las demandas judiciales más absurdas y ridículas que se presentan ante los tribunales de Estados Unidos. Estos premios, que sólo estuvieron vigentes hasta el año 2007, son un compendio de hasta dónde pueden llegar la codicia y la estupidez cuando se unen. Asimismo, han dado lugar a una fértil serie de leyendas urbanas que se repiten cada cierto tiempo sobre demandas absurdas en los tribunales de justicia. Y no menos importante es el corolario de que algunas empresas incluyan en sus productos advertencias que parecen dirigidas a retrasados mentales en un intento de evitarse este tipo de juicios (como en el caso de la fabricante de mecheros BIC, que incluye en sus productos el mensaje “Cuidado, no encender cerca de la cara”). Veamos algunas de estas locas demandas.

Las ganadoras

Para hacernos una idea de lo divertido que puede llegar a ser el sistema judicial norteamericano, sólo hemos de echar un vistazo a las demandas ganadoras de los Premios Stella a lo largo de sus 6 años de existencia. Así, por ejemplo, nos encontramos el caso de las hermanas Bird, que demandaron a un hospital porque los sanitarios corrieron a atender una urgencia de su madre, creándoles una “negligente e innecesaria angustia emocional”, o el de Mary Ubaidi, que se vio envuelta en un accidente de coche y demandó a Mazda por “No dar instrucciones precisas de cómo colocarse el cinturón de seguridad”. Estos litigios fueron los ganadores del Premio Stella en los años 2002 y 2004, respectivamente.

Pero no se crean que son sólo los particulares los que se entregan a esta orgía de estupidez y codicia, también las propias autoridades lo hacen. Por ejemplo, el juez Roy L. Pearson Jr. demandó a una tintorería por la pérdida de un par de pantalones. Alegó un “grave daño psicológico” y pidió una indemnización de ¡más de 65 millones de dólares! La demanda, ganadora en la edición de 2007, no sólo fue desestimada sino que Pearson fue inhabilitado para seguir siendo juez. No menos delirante fue la demanda que venció en la edición de 2003. El agente de policía Noriega, de la ciudad de Madera (California), intentó reducir a un sospechoso usando su pistola Táser; sin embargo se equivocó de arma y sacó su pistola reglamentaria, con lo que el sospechoso resultó muerto. En lugar de expedientar al agente, el Departamento de Policía de Madera entabló un litigio contra la empresa que fabrica las pistolas Táser por hacerlas tan parecidas a las pistolas de verdad, ya que según ellos, esa similitud puede dar lugar a que “cualquier oficial de policía razonable pudiera disparar una pistola de verdad por error en lugar del dispositivo Táser”.


¿Los casos anteriores les parecieron absurdos? Pues no son nada comparado con el ganador de la edición de 2006, Allen Ray Heckard. Este hombre sostenía que guardaba un gran parecido físico con el jugador de baloncesto Michael Jordan (a pesar de que era 8 años mayor, medía 10 centímetros menos y era 12 kilogramos más ligero que la estrella de la canasta), por lo que lo confundían a menudo con él. Heckard alegó que esta situación le producía “gran sufrimiento y dolor emocional”, por lo que demandó a Jordan por un total de 416 millones de dólares. No contento con eso, pidió la misma cantidad a la empresa Nike, patrocinadora del deportista. Naturalmente, ambas demandas fueron desestimadas. En cuanto a si Heckard es parecido o no a Jordan, juzguen ustedes mismos por la foto.

Pero sin duda alguna mi favorito es el ganador de la edición de 2005. Al parecer, un tal Christopher Roller se sentía desconcertado por las actuaciones de los magos profesionales. Estaba convencido de que violaban las leyes de la física y que por tanto usaban poderes sobrenaturales que “sólo podían venir de Dios”. Y ahora viene lo bueno: dado que Roller se considera a sí mismo dios, concluía que los magos le estaban robando sin permiso dicho poder. Con esta base, demandó a David Copperfield y a David Blaine por el 10 por ciento de sus ganancias a lo largo de su vida (unos 52 millones de dólares en total). Claro que en su demanda puso que se conformaba con que ambos magos le revelaran sus secretos, algo que naturalmente no pasó.

Los finalistas

Los casos anteriores ganaron los Premios Stella tras una dura pugna con otros casos que en nada tienen que envidiarles en cuanto a estupidez. Así por ejemplo, una mujer se asustó al ver a dos adolescentes llamando a su puerta, así que los demandó por los consabidos daños emocionales; lo malo es que dichos adolescentes eran sus vecinos que venían a regalarle galletas caseras como gesto de bienvenida al vecindario. O el caso del hombre que fue alcanzado por un rayo en el aparcamiento de un parque de atracciones, y lo demandó por “no haber advertido a sus clientes de que no deben estar fuera durante una tormenta eléctrica”. O un caso parecido, cuando una mujer fue “atacada” por un pájaro fuera de una tienda y demandó a dicha tienda por permitir que las aves silvestres volaran por los alrededores. Idéntico es otro caso, en que una mujer se asustó al ver una ardilla fuera de la tienda en la que acababa de comprar, y la demandó porque no advertía a los clientes que había ardillas viviendo entre los árboles del exterior.


Estas demandas no tuvieron éxito, pero hubo algunas que increíblemente sí lo tuvieron. Como el caso de Wanda Hudson, una mujer con problemas mentales que se quedó dormida dentro de un trastero que tenía alquilado y el dueño, inadvertidamente, cerró la puerta. Estuvo dentro varios días, pero en todo ese tiempo no golpeó la puerta ni pidió ayuda por ningún medio. A pesar de que el jurado la consideró a ella totalmente responsable de haberse quedado encerrada, le otorgó una indemnización de 100.000 dólares. Pero el que más me gusta es el de Michelle Knepper, que eligió en la guía telefónica a un médico para hacerle una liposucción. Como sea que el médico elegido no era cirujano plástico sino dermatólogo, la cosa no salió bien. Sin embargo, la señora Knepper no demandó al médico, sino ¡a la compañía telefónica! Sostenía que no daba suficiente información. Un comprensivo juez le otorgó más de un millón y medio de dólares como compensación.

Y no quisiera terminar este apartado con uno de mis casos favoritos, el de Robert Paul Rice. Este hombre estaba cumpliendo condena en la prisión de Utah y la demandó porque dicha prisión no le permitía practicar su religión: Vampirismo Druídico. Al parecer, Rice sostenía que se le debería permitir acceso sexual a una “vampiresa” y que se le suministrara sus “necesidades dietéticas vampíricas” (es decir, que le debían servir sangre como comida). La demanda fue desestimada ya que en Utah no se permiten las visitas conyugales a los reos y además Rice se registró como católico cuando fue encarcelado.

Y las falsas

Como es natural, un tema tan jugoso como el de los Premios Stella ha dado lugar a un gran número de leyendas urbanas. Casi todas se repiten cada cierto tiempo cambiando el nombre de los protagonistas, el año en que ocurrió o las circunstancias concretas del caso, y nunca faltan quienes las van repitiendo en la gran plataforma que es internet. La propia organización de los galardones lleva un registro de estos casos, pero ni por esas se logra atajar la difusión de estos mitos. Algunas de estas leyendas son las que reseño en este apartado.

Una de las que más se repiten es la una tal Kathleen Robertson. El bulo cuenta que un jurado le concedió una indemnización de 780.000 dólares después de romperse el tobillo al tropezar con un niño que estaba correteando dentro de una tienda. Lo insólito del caso es que ese niño era el propio hijo de la señora Robertson. También es muy popular la leyenda de Carl Truman, al que se le concedieron 74.000 dólares más gastos médicos cuando un vecino le pasó encima de la mano con su coche; y todo eso, a pesar de que el hecho sucedió porque Truman estaba intentando robar los tapacubos de dicho coche. Y cada cierto tiempo se repite la historia de Terrence Dickson, que se quedó encerrado en el garaje de la casa que estaba robando. Al parecer, los dueños de la casa estaban de vacaciones, por lo que Dickson tuvo que sobrevivir 8 días a base de Pepsi y una gran bolsa de comida para perros. La leyenda acaba con la afirmación de que un jurado condenó a los dueños de la casa a pagar a Dickson medio millón de dólares. Ninguna de estas historias ocurrió realmente.


Como tampoco ocurrió el caso de Jerry Williams, que fue indemnizado con 14.500 dólares más gastos médicos tras ser mordido por el perro de su vecino. Al parecer, el jurado no vio relevante que Williams le estuviera disparando repetidamente al perro con una pistola de balines. Ni el caso de un restaurante de Filadelfia que tuvo que indemnizar a una cliente por resbalarse con un refresco derramado (refresco que al parecer había derramado ella misma durante una discusión con su novio instantes antes). Ni el caso del club nocturno que se vio obligado a pagar a una mujer que se cayó de la ventana del baño, rompiéndose varios dientes (la leyenda acaba contando que dicha mujer resbaló porque pretendía colarse por la ventana para huir y no pagar la cuenta). Repito, nada de esto pasó realmente; son leyendas urbanas.

Pero sin duda hay dos reinas dentro de este tipo de leyendas urbanas. Una es la del Sr. Grazinski, que compró una autocaravana nueva y se fue de viaje. Cuando estaba en la autopista, Grazinski puso el control de velocidad a 120 kilómetros por hora y se fue tranquilamente a la parte de atrás a tomarse un café. Por supuesto, la autocaravana se estrelló, y Grazinski demandó al fabricante de la autocaravana por no haber advertido en el manual que eso no podía hacerse. La leyenda cuenta que la indemnización alcanzó los dos millones de dólares más una autocaravana nueva. Y espero que nunca más se repita el bulo de que una señora tuvo que ser indemnizada por un fabricante de microondas por poner a secar a su perro en él, con el resultado de la trágica muerte del animal. Estos casos nunca pasaron, a pesar de que se dan por ganadores de los Premios Stella en muchos sitios de la red. Así que recuerden, no todo lo que aparece en el muro de Facebook es real. Tengan sentido crítico.
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