Las luchas de gladiadores suponen una parte importante del
imaginario colectivo que asociamos con los romanos. De hecho, una de las
primeras cosas que nos imaginamos cuando pensamos en la Antigua Roma es un
anfiteatro (preferiblemente el grandioso Coliseo, con una capacidad de 80.000
espectadores) lleno de una multitud enfervorizada y gritando mientras señalan
con sus pulgares hacia arriba o hacia abajo. Y en la arena, repleta de cuerpos
inertes y sangre, los dos últimos luchadores batiéndose a muerte ante la atenta
mirada del Emperador. Algunos puede que se acuerden de Espartaco y afirmen que
el famoso tracio fue el primero en rebelarse contra la esclavitud de su
condición (algo que no es verdad, ya que hubo otras dos rebeliones anteriores).
Representación de un combate de gladiadores |
Lo malo es que casi todo lo que conocemos de la vida de los
gladiadores es, como mínimo, exagerado (si no directamente falso). En ocasiones
la confusión se debe al efecto embrutecedor de Hollywood o de la televisión (en
especial, de algunas series muy populares como “Spartacus”), en otras a tópicos repetidos hasta la saciedad que han
llegado a convertirse en “conocimiento
popular”, e incluso en otras a la errónea interpretación de un cuadro. Al
igual que ya hicimos antes con algunas mentiras sobre los romanos, les propongo ahora un recorrido por las mentiras y mitos que jalonan lo que creemos
conocer sobre los combates de gladiadores.
El origen de las
luchas de gladiadores
En un principio, las luchas singulares ante el público no
tenían una función recreativa, sino religiosa. Hay constancia de que se
desarrollaron por gran parte del mundo mediterráneo como tributo a los muertos
importantes. Aunque podemos encontrar este tipo de luchas funerarias en lugares
como España o Grecia (existen vasijas que representan las luchas funerarias en
las exequias por Patroclo, amigo y amante de Aquiles, en la Guerra de Troya),
las más elaboradas de las que tengamos noticias se producían en los complejos ritos
funerarios de los etruscos. Estos combates formaban parte del tributo al fallecido,
junto a otros rituales como banquetes e incluso sacrificios humanos (aunque en
esto hay controversia).
Mosaico con gladiadores |
En esta cultura, los contendientes (llamados bustuarii) podían ser soldados
voluntarios o prisioneros de guerra. Los luchadores ejecutaban un combate
ritual más coreográfico que real, donde el ruido de las armas servía para
honrar al difunto y a la vez ahuyentar posibles demonios que dificultaran el
tránsito del alma hacia el más allá. No obstante, en ocasiones los combates
eran a muerte. Existen evidencias de que estos rituales se producían ya desde
el siglo VI antes de Cristo. De los etruscos pasaron a los romanos, también
como parte de las exequias de los fallecidos. El primer combate de este tipo
que recogen las crónicas data del año 264 a.C. en los funerales del padre del
patricio Marco Décimo.
El Coliseo, en Roma |
En principio el combate se realizaba en el mismo funeral,
pero a medida que se fueron añadiendo luchadores se fue separando del acto
funerario en sí. Con el tiempo, estas luchas perdieron su carácter religioso y
se convirtieron en un espectáculo de masas. Los contendientes recibieron el
nombre de “gladiadores” por el gladius,
una espada corta que era el arma más utilizada (aunque disponían de muchas
más). Augusto dictó una regulación de estos espectáculos, estableciendo quién,
cómo y cuándo podían organizarse (entre otras cosas, prohibió que hombres y
mujeres pudieran sentarse juntos). Naturalmente, los juegos que organizaban los
distintos emperadores eran los más destacados, durando varias jornadas (Trajano
organizó unos que se alargaron durante 123 días).
No todos eran
esclavos
Existe la creencia general de que los gladiadores eran
esclavos, criminales o prisioneros de guerra a los que se les obligaba a luchar
entre sí. Esto no es del todo cierto. Si bien muchos respondían a esta
condición, existían luchadores voluntarios que se vinculaban a un entrenador
(llamado lanista) por un contrato,
generalmente de cinco años y renovable. Estos gladiadores voluntarios (llamados
autoracti) solían combatir sólo unas
cuatro veces al año, ganaban por combate más que un soldado del ejército en un
año (a lo que había que añadir los regalos de sus admiradores), comían bien y
tenían cuidados médicos sólo reservados para los ricos. Como eran con
diferencia los que mejor luchaban, estos gladiadores libres se convertían en
auténticos ídolos de las masas.
Mosaico de Zliten |
Algunos de los gladiadores más célebres eran autoracti. Uno de ellos fue Marco
Atilio, nacido ciudadano romano pero convertido en gladiador en un intento de
saldar sus numerosas deudas, y cuyas hazañas fueron inmortalizadas en mosaicos
descubiertos en 2007. O Tetraites, un gladiador que luchaba con un casco semejante
a la figura de un pez, una espada corta, un enorme escudo rectangular, protectores
de brazos y espinilleras, y del que se descubrieron cerámicas con ilustraciones
suyas en lugares tan lejanos como Francia e Inglaterra. Y no olvidemos
mencionar a Spiculus, al que Nerón concedió enormes riquezas y del que se
cuenta que el emperador solicitó su presencia tras ser depuesto, pues quería
morir por su espada (desgraciadamente para Nerón, Spiculus no fue encontrado y
se tuvo que suicidar con otra arma).
Spiculus |
No obstante los ejemplos anteriores, la vida de los
gladiadores no era fácil. Pese al dinero y la admiración que despertaban (sobre
todo entre las mujeres), estaban situados en lo más bajo de la escala social,
junto a actores y prostitutas. De hecho, su testimonio no era válido en los
juicios. A todo ello había que añadir el riesgo propio de los combates, pues
aunque muy pocas veces las luchas acababan en muerte (Augusto llegó a
prohibirlas) siempre existía el riesgo de morir por las heridas recibidas. Solo
después de una dura vida de combates los gladiadores esclavos ganaban el rudis, una espada de madera que se les
otorgaba como símbolo de su jubilación. Normalmente nadie pensaba en volver a
esa vida, pero existió una excepción en el caso de Flamma, un esclavo de origen
sirio que ganó cuatro veces el rudis,
pues rechazaba siempre la libertad y optaba por seguir peleando.
Espartaco, uno de los gladiadores más célebres |
Como curiosidad, decir que la imagen de que las luchas de
gladiadores estaban reservadas a hombres rudos no es cierta, pues también
existían mujeres gladiadoras. Algunas de estas gladiatrix eran tan célebres y ricas como los mejores autoracti masculinos. Sus combates eran
tan demandados que se celebraban justo después de la caída del sol, en el
momento más esperado por los espectadores. Las luchas se desarrollaban de la
misma manera que los combates masculinos, con las mismas reglas y las mismas
armas. Y finalmente, mencionar que también existieron gladiadores homosexuales,
que vivían apartados y que luchaban entre sí, pues sus compañeros heterosexuales
se negaban a luchar con ellos.
La mayoría de las
luchas no eran a muerte
En efecto, durante la República y el Alto Imperio menos del
10% de los combates se saldaban con la muerte de alguno de los contendientes.
Esto era así tanto en combates entre autoracti
como en luchas entre esclavos. La razón era el alto coste que comportaba
entrenar y mantener a los gladiadores, de modo que Augusto llegó a prohibir las
luchas a muerte. Además, reguló la compensación que debían recibir los lanistas
en caso de muerte de alguno de sus pupilos.
Así pues, la mayoría de los combates eran a primera sangre y ambos
contendientes abandonaban la arena por su propio pie. Sólo por accidente o por
cobardía manifiesta uno de los luchadores moría.
Mosaico con gladiadores (MAN) |
El objetivo del espectáculo era conseguir combates
equilibrados. Para ello, se enfrentaban un luchador ligeramente armado y
protegido pero rápido contra otro más pesadamente equipado, pero más lento (no
en vano podía llevar encima hasta 20 kilos más). Ambos saltaban a la arena
descalzos y con el torso desnudo, con protecciones en cintura, brazos y piernas
(dependiendo del tipo de gladiador). La lucha contaba con dos árbitros
(llamados suma rudis) y duraba lo que
uno de los contendientes tardaba en rendirse, normalmente unos 15 minutos.
Aunque había combates más largos, como el que enfrentó a Vero y Prisco en el
siglo I en el Coliseo; tras varias horas de reñido combate, ambos contendientes
se rindieron el uno al otro bajando la espada en señal de respeto mutuo. El
emperador Tito, que presidía la lucha, concedió a ambos la libertad y la
jubilación.
Cómodo, el emperador gladiador |
Después de Augusto, los combates sine missione (sin perdón, es decir, a muerte) se fueron imponiendo
poco a poco, lo que llevó a la degeneración del espectáculo y la búsqueda sólo
de sangre como diversión. Esto llevó finalmente a la prohibición de los juegos
con gladiadores, auspiciada por la cada vez mayor influencia del Cristianismo.
Como curiosidad, decir que cuando un gladiador moría el encargado de retirar su
cuerpo de la arena iba vestido como el dios etrusco del infierno, blandiendo un
gran martillo.
Saludos y gestos
Uno de los tópicos más famosos de las luchas de gladiadores
era el gesto con el que los espectadores pedían la muerte o la vida del
gladiador vencido. A cualquiera que se le pregunte dirá que la muerte se pedía
con el pulgar hacia abajo mientras que la vida se pedía con el pulgar hacia
arriba. Lo malo es que todo esto es falso. La confusión se debe a la mala
interpretación de un cuadro del pintor francés Jean-Léon Gérôme realizado en
1872 y titulado “Pollice Verso”
(Pulgar al revés). En este cuadro se observa un gladiador vencedor esperando la
decisión del emperador mientras el vencido pide clemencia extendiendo dos
dedos. La multitud enfervorizada pide su muerte con el puño cerrado y el pulgar
hacia abajo.
"Police verso", de Jean-Léon Gérôme |
El gesto con el que se pedía la muerte del vencido era con el
pulgar hacia arriba o hacia un lado (pues el pulgar fuera simbolizaba la espada
desenvainada) a la vez que se gritaba “Iugula!”
(“¡Degüéllalo!”), mientras que el gesto para pedir el perdón del vencido se
hacía con el pulgar dentro del puño, representando la espada envainada. De
hecho, en 1997 se descubrió en el sur de Francia un medallón romano del siglo
II o III, en el que aparece representado un tribunal con el dedo pulgar
introducido en el puño cerrado, cerca de dos gladiadores, con la inscripción “los que estaban serán liberados”. Los
gestos con el pulgar hacia arriba o hacia abajo provienen del Cristianismo y
simbolizan, respectivamente, ir al Cielo o al Infierno.
Naumaquia |
Pero sin duda el rey de los errores en el tema de los
gladiadores es el famoso saludo al emperador antes de iniciar los combates. El
origen de la confusión está en un texto del historiador Suetonio, quien al
narrar una naumaquia (recreación de un combate naval) organizada por el
emperador Claudio con condenados a muerte en el lago Fucino, para celebrar el
inicio de los trabajos de drenaje, escribió lo siguiente: “Se presentaron los condenados ante el emperador, dispuestos a luchar
hasta quedar solo uno en pie y pronunciaron con voz fuerte y grave: ¡Ave,
César, los que van a morir te saludan!”. Sin embargo, no existe ningún otro
texto donde se mencione este saludo. No obstante, la expresión queda tan bien
que no hay película sobre los romanos en la que no salga, lo que ha hecho que
se dé por sentado que todos los gladiadores saludaban así antes del inicio de
los combates.
El último combate
Según la tradición, la última pelea de gladiadores tuvo lugar
el 1 de enero del año 404 en Roma. Parece ser que Telémaco, un monje que
provenía de Asia Menor, saltó a la arena a separar a dos gladiadores que
estaban combatiendo, consiguiendo parar la pelea. Sin embargo, los espectadores
no se sintieron muy satisfechos, por lo que empezaron a apedrear al pobre monje
quien acabó muriendo. La Iglesia lo canonizó y lo declaró mártir. La muerte del
desdichado San Telémaco sirvió de excusa al emperador Honorio para prohibir las
luchas entre gladiadores, cosa que se había intentado hacer antes sin éxito.
Telémaco deteniendo el combate |
En realidad existen dudas de que esto realmente fuera así, ya
que en el posterior Código Teodosiano del año 438 no está recogida dicha
prohibición. Asimismo, ya existía con anterioridad un edicto de Constantino que
prohibía y abolía las luchas entre gladiadores. En cualquier caso, sí que es
cierto que durante el siglo V no se produjeron peleas de gladiadores en el
mundo romano. Y es que la cada vez mayor influencia del Cristianismo en Roma
hacía difícil que este tipo de luchas pudieran continuar. Con la desaparición
del Imperio Romano de Occidente en el año 476, los gladiadores pasaron a ser un
recuerdo y entraron definitivamente en el campo de la leyenda.
Muy buen artículo!!
ResponderEliminarGracias
EliminarHola, Juan Manuel
ResponderEliminarSan Telémaco debería ser proclamado el santo patrono de los árbitros de fútbol (al menos en categorías regionales).
Excelente, como todos tus artículos
Jajaja. Gracias
EliminarTe lo digo porque algunos leones son más amistosos que las aficiones en algunos pueblos. Por cierto, yo diría que tu blog es un chute para los que nos gusta la Historia. Se lo voy a recomendar a mis alumnos. Cuídate y sigue brindándonos tu buen hacer con más temas.
Eliminar¿SE admiten "peticiones del oyente"? Hay un famoso "partido de la muerte" que daría pie a un artículo que combinara mis dos grandes aficiones. Un abrazo.
Muchas gracias Por supuesto que se admiten peticiones, y esa en concreto la tengo en pendientes. Un abrazo
EliminarBuen trabajo, buena informacion. Un saludo y sigue asi.
ResponderEliminarGracias
EliminarExcelente.
ResponderEliminarGracias
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