Mayerling, la tragedia que hizo tambalear un imperio

El 30 de enero de 1889 tres personas derribaron nerviosas la puerta de un dormitorio situado en un pabellón de caza en Mayerling, a pocos kilómetros de Viena. Dos de ellas eran el conde Hoyos y Felipe de Sajonia, amigos personales del heredero al trono del imperio Austro-Húngaro el príncipe Rodolfo de Habsburgo; el otro era Johann Loschek, ayuda de cámara del príncipe. Cuando entraron en la habitación, se encontraron el cadáver de Rodolfo tumbado al borde de la cama, y a su lado el cuerpo de la baronesa María Vetsera, amante del príncipe. El cuerpo del heredero todavía estaba caliente, no así el de la baronesa, lo que significaba que ésta había muerto al menos una hora antes que el príncipe. 


El Emperador y la Emperatriz ante el cadáver de su hijo
A partir de ese momento se dispararon las hipótesis, los rumores y las teorías conspiratorias. El secretismo con el que la casa imperial austriaca llevó todo el asunto alimentó las especulaciones. ¿Suicidio? ¿Asesinato? Demasiadas cosas no cuadraban y la propia casa imperial contribuyó a la confusión difundiendo versiones contradictorias. El episodio, conocido como “la tragedia de Mayerling” (y también, reveladoramente, como “el crimen de Mayerling”) sigue sin ser completamente esclarecido más de un siglo después de que sucediera. En este artículo haremos un repaso de los hechos y expondremos las teorías más aceptadas; y después el lector quizá pueda responder a la gran pregunta: ¿qué pasó esa noche en Mayerling?

El heredero díscolo

Hijo del emperador Francisco José I y su esposa Isabel de Baviera (la muy famosa Sissi), Rodolfo de Habsburgo había recibido una educación muy distinta a la que su padre había planeado para él. El emperador, ferviente absolutista, deseaba que su hijo y heredero siguiera sus pasos; sin embargo, la influencia de su madre (de ideas mucho más abiertas) hizo que sus más de 50 preceptores lo inclinaron a ideales liberales, burgueses y anticlericales. Al parecer, su padre desconocía que su hijo tuviera esas inclinaciones y Rodolfo se guardó muy mucho de hacérselas conocer, pero sus continuas críticas privadas al clero y a la nobleza le aislaron en la conservadora corte austriaca.

Rodolfo de Habsburgo
En su vida personal las cosas tampoco iban demasiado bien. Casado en 1880 con la princesa belga Estefanía de Lieja, su matrimonio no era nada feliz. A pesar de que en 1883 había nacido una hija del matrimonio, Rodolfo nunca renunció a sus amantes y a sus aventuras amorosas. Y más después de que Estefanía se negara a tener vida marital con su marido, dolida porque tras el nacimiento de su hija éste le había contagiado una enfermedad venérea que había hecho que quedara estéril. La situación era mucho más grave de lo que parecía, ya que en Austria estaba vigente la Ley Sálica (que impedía reinar a las mujeres) y eso implicaba que Rodolfo no tendría un heredero directo. Sin embargo, el príncipe seguía a lo suyo, alternando las intrigas políticas con sus líos amorosos con múltiples mujeres (aunque tenía una amante más o menos estable en la bailarina húngara Mizzi Kaspar).

Estefanía de Bélgica
Y es que la derrota ante Prusia en 1866 había reducido considerablemente la influencia austriaca sobre los distintos estados alemanes, por lo que Rodolfo se convenció de que el futuro del anquilosado imperio estaba en el este. Atraído por Hungría (que había recuperado el status de reino en 1867 por influencia de la emperatriz Sissi, tras haberlo perdido en 1849), empezó a considerar la idea de que el futuro del imperio pasaba por expandirse hacia el este y contrarrestar la influencia rusa en la zona. El plan era que Austria se convirtiera en una federación de diferentes nacionalidades con él a la cabeza, absorber Rumanía, convertirse en protector de Serbia, Bosnia y Albania y finalmente firmar tratados militares con Grecia y Bulgaria.

Francisco José I en su juventud
Este plan muy posiblemente llevaría a una escalada bélica con el Imperio Ruso, pero Rodolfo estaba convencido de que la guerra contra los zares era inevitable (como finalmente así fue) y prefería afrontarla al frente de una amplia confederación de países controlada por él. El príncipe heredero trazó incluso un plan para derrocar a su padre, pero éste se adelantó y lo mandó de viaje al Adriático en los primeros días de 1889, en principio para algunas semanas. Sin embargo el recurso no funcionó, ya que Rodolfo regresó a Viena el 11 de enero dispuesto a seguir adelante con su conjura, pero también por otra razón: había conocido a una joven llamada María Vetsera y se había enamorado locamente. A partir de aquí se precipitarían los acontecimientos.

La aparición de María Vetsera

María Vetsera era hija de un diplomático húngaro y de la heredera de una familia de banqueros turcos. Su familia era inmensamente rica, y además pertenecía a la pequeña nobleza gracias al título de barón que ostentaba su padre. Una amiga suya escribió de ella: “No era muy alta, pero su figura sinuosa y el seno exuberante la hacían parecer más que adulta a sus 17 años. Coqueta por instinto, inconscientemente inmoral en sus actitudes, casi una oriental en su sensualidad y, sin embargo, una dulce criatura. Había nacido para el amor, y desde luego que lo descubrió con un oficial inglés a los 16 años, conocía el fuego de la pasión”.

María Vetsera
Conoció al príncipe a finales de 1888 cuando una prima de Rodolfo les presentó en una carrera de caballos, e inmediatamente ambos quedaron prendados el uno del otro. El asedio del heredero a la joven baronesa empezó de inmediato. El primer encuentro entre ellos se produjo en noviembre de 1888 y hubo más de 20 en los tres meses siguientes. Finalmente, el cortejo parece que dio sus frutos el 13 de enero de 1889. Al día siguiente, María escribió a su institutriz diciendo “Estuve anoche con él desde las siete hasta las nueve. Ambos hemos perdido la cabeza. Ahora nos pertenecemos por completo”. Rodolfo le regaló un anillo con las iniciales ILVBIDT, es decir, “In Liebe Vereint Bis In Dem Tode” (Unidos por el amor hasta en la muerte). Una muestra de que el príncipe consideraba aquella relación como algo más que una simple aventura.

Pabellón de caza de Mayerling
Pero la prueba definitiva de que Rodolfo iba en serio con la baronesa fue que escribiera a la Santa Sede pidiendo que se anulara su matrimonio con Estefanía de Lieja. Enterado el emperador, llamó a su hijo a una reunión el día 26 de enero donde se intercambiaron duras palabras. No sólo estaba el asunto de María Vetsera y la petición de anulación matrimonial, sino que también el emperador reprochó al príncipe sus intentos de conjura contra él. Una hora después de empezada la reunión, Rodolfo abandonó la estancia visiblemente alterado. Una prueba de la gran tensión de la entrevista es que el general Margutti, ayudante de campo de Francisco José I, entró después en el salón y se lo encontró sin sentido.

Las muertes

El 28 de enero Rodolfo y María llegaron al pabellón de caza que el heredero tenía en Mayerling, a pocos kilómetros de Viena. La baronesa iba en secreto, ya que Rodolfo había planeado con ella un falso secuestro (y de hecho la condesa Larisch, prima del príncipe y una de las que estaba en el ajo, había informado personalmente al jefe de policía de Viena de la desaparición de la baronesa). Al día siguiente por la mañana temprano llegaron al pabellón otras dos personas invitadas por el heredero, el conde Hoyos y Felipe de Sajonia. Ambos desayunan con el príncipe, pero ignoran que María también se encuentra en el lugar. Posteriormente Rodolfo se excusa de ir de caza pretextando un resfriado.

Conde Hoyos
Por la noche Felipe de Sajonia regresó a Viena, y el príncipe y el conde Hoyos cenaron solos. Rodolfo se retiró a eso de las 9 (pretextando nuevamente un resfriado) y el conde Hoyos se fue a dormir una hora más tarde. Rodolfo y María, en sus habitaciones, estuvieron de fiesta junto a Josef Bratfisch, cochero de confianza del príncipe. Los tres estuvieron cantando y María y Rodolfo lo pasaron estupendamente oyendo silbar a Bratfisch, que al parecer “silbaba maravillosamente”. Al día siguiente, Rodolfo fue a las siete y media a la habitación de su ayuda de cámara Johann Loschek para pedirle que le despertara una hora más tarde para desayunar. Esa fue la última vez que se le vio vivo.

Johann Loschek
Tal y como se le había ordenado, Loschek fue a las ocho y media a despertar al príncipe, pero nadie contestó a sus llamadas. Alarmado, avisó al conde Hoyos, quien quiso derribar la puerta, pero vaciló al enterarse de que estaba con una mujer (hasta ese momento, no sabía que María Vetsera se encontraba también en Mayerling). Felipe de Sajonia, que había regresado de Viena, ordenó que se echara la puerta abajo, encontrando los cuerpos de Rodolfo y la baronesa. Inmediatamente se dio aviso a Viena y el emperador se hizo cargo de la situación.

La versión del suicidio

Lo primero que hizo Francisco José I fue hacer jurar a todos que guardarían silencio sobre las circunstancias de las muertes. Acto seguido, se organizó discretamente el funeral de María Vetsera y se difundió una primera versión oficial: Rodolfo había muerto de una apoplejía (de la baronesa no se dijo nada). Sin embargo, pronto se empezaron a disparar los rumores y la casa imperial cambió su versión: el príncipe heredero se había suicidado en un momento de “enajenación mental”. Claro que esto presentaba otro problema, ya que la Iglesia Católica no permitiría que un suicida fuera enterrado en tierra sagrada. El emperador tuvo que mandar un telegrama al Papa (del que se desconoce su contenido) para desbloquear la situación y permitir que Rodolfo fuera enterrado en la cripta de los Habsburgo, tras una investigación del Vaticano.

Felipe de Sajonia
Rodolfo fue enterrado con todos los honores el 5 de febrero (la baronesa había sido enterrada discretamente unos días antes en la Abadía de Heiligenkreuz). Desde entonces, la hipótesis de un pacto de suicidio fue la dominante: el príncipe habría disparado a la baronesa y luego se habría suicidado pegándose un tiro en la sien. La razón, además de un amor enfermizo del uno por el otro (amor imposible a la vista de la situación), sería el insoportable deshonor para Rodolfo al saberse descubierto en sus intrigas para derrocar a su padre. Y hay diversas circunstancias que apoyan esta esta hipótesis.

Funeral de Rodolfo
En primer lugar, Rodolfo tenía un carácter depresivo y con tendencias suicidas, quizá agravado por el tratamiento contra la sífilis de la que fue objeto. Posiblemente, la imposibilidad de su amor con la baronesa y el mazazo de saberse descubierto lo podrían haber llevado a decidir quitarse la vida junto a María Vetsera. En segundo lugar, Rodolfo escribió una serie de cartas que daban a entender que iba a suicidarse. Así, a su esposa le decía: “Ya te ves libre de mi funesta presencia. Sé buena con la pobre pequeña (su hija), ella es todo lo que queda de mí. Voy tranquilo hacia la muerte”; a su hermana pequeña: “Muero a pesar mío”; a un amigo húngaro le daba las razones de su suicidio; y finalmente a su ayuda de cámara Loschek le daba instrucciones de que quería ser enterrado junto a la baronesa.

Cadáver de Rodolfo
Por su parte, María Vetsera también había escrito una carta a su madre diciéndole: “Querida mamá: perdóname lo que he hecho. No puedo resistir el amor. De acuerdo con él, quiero ser enterrada a su lado en el cementerio de Alland. Soy más feliz en la muerte que en la vida. Tu Mary”. Asimismo, estaba el anillo que Rodolfo le había regalado el 13 de enero con la leyenda “Unidos en el amor hasta la muerte”, además del hecho de que ese mismo día había redactado su testamento. Finalmente, había dejado escrito con tinta violeta en un cenicero la frase “El revólver es mejor que el veneno, más seguro”.

La hipótesis del asesinato

A pesar de todo lo dicho anteriormente, existen muchos cabos sueltos en la explicación del suicidio. Eso hizo que desde el primer momento empezara a cobrar forma la hipótesis de que Rodolfo y su amante habían sido asesinados. En primer lugar, María Vetsera presentaba un tiro en la cabeza (tal y como se puso de manifiesto cuando se exhumaron sus restos en 1959); sin embargo, varios testigos afirmaron que su cuerpo presentaba también indicios de haber recibido una paliza. En segundo lugar, el cuerpo de Rodolfo también presentaba cortes y heridas de sable (entre ellas la falta de dos dedos de la mano derecha, algo que se trató de disimular con un guante relleno de paja); además, el revólver encontrado en la habitación no era suyo y se habían efectuado con él 6 disparos; por si fuera poco, la herida de bala se encontraba en la sien izquierda, a pesar de que el príncipe era diestro.

Féretro de María Vetsera
A todo esto hemos de añadir los testimonios de personas contemporáneas de los hechos. Por ejemplo, el embajador alemán en Viena escribió a Bismarck que “Las heridas no están en los lugares indicados oficialmente”. La nieta del embajador del imperio en Roma (encargado de descifrar el telegrama mandado al Papa) declaró que su abuelo le confesó que en dicho telegrama se hablaba de asesinato. Asimismo, el conde Hoyos (testigo presencial de los hechos) dijo años más tarde que “Su Alteza está muerto. Es todo lo que puedo decir. No me pidáis que os dé más detalles; es demasiado terrible. He dado mi palabra al emperador de no decir nada de lo que he visto”. El hijo de Eduard Graf von Taaffe, que era Primer Ministro en ese momento, dijo que “Las circunstancias de Mayerling son mucho peores de lo que se piensa”.

Habitación del príncipe en Mayerling
Finalmente, la que fuera emperatriz de Austria Zita de Borbón-Parma declaró en 1983: “Se han escrito muchas leyendas. Lo que se ha contado se limita a sospechas e hipótesis. La verdad es que el archiduque Rodolfo fue asesinado y que este asesinato fue político. En nuestra familia, siempre hemos sabido la verdad, pero Francisco José hizo jurar a todos los que estaban al corriente del crimen que nunca dirían nada”. Afirmaba también que los asesinos venían en parte del extranjero, y posteriormente dijo que el instigador del asesinato fue Georges Clemenceau, por entonces director del diario “La Justice” y más tarde Primer Ministro francés. No obstante, hay que decir que el propio hijo de Zita desmintió las palabras de su madre.

Sarcófago de Rodolfo
¿Fueron los sucesos de Mayerling un asesinato político, bien de los servicios secretos franceses, bien de los austriacos? Posiblemente nunca lo sepamos; al menos, hasta que algún día pueda exhumarse el cadáver de Rodolfo. Lo que sí sabemos es que la muerte del heredero abrió una crisis dinástica sin precedentes en el imperio, ya que el heredero pasó a ser el sobrino del emperador (el archiduque Francisco Fernando), alguien al que Francisco José I detestaba y cuyo asesinato en Sarajevo fue el detonante del estallido de la Primera Guerra Mundial.
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Horacios contra Curiacios: la batalla de los trillizos

La historia temprana de Roma está envuelta en las brumas de la leyenda. Desde las historias sobre su fundación por Rómulo y Remo, dos hermanos amamantados por una loba, hasta las increíbles historias de heroicidades en las luchas con las ciudades vecinas antes de convertirse en la ciudad que dominó el mundo antiguo. Esto es así porque los antiguos romanos decidieron dotarse de una historia acorde con el poder que fueron adquiriendo con el tiempo. De este modo, se daba a entender que la ciudad estaba destinada a dominar el mundo, ya que sus orígenes míticos, llenos de dioses y héroes legendarios, la legitimaban para ello.

Detalle de "El juramento de los Horacios"
Uno de esos episodios semilegendarios es el que hoy traemos aquí. Tito Livio, en su monumental obra “Ab urbe condita libri” (a veces conocida como las Décadas, de la que sólo se conservan 35 libros de los 142 de los que constaba, y que tiene la particularidad de contener la primera ucronía conocida: imaginar el mundo si Alejandro Magno hubiera iniciado sus conquistas hacia el oeste y no hacia el este de Grecia), nos narra el episodio de la batalla de campeones entre las ciudades de Roma y la vecina Alba Longa. La batalla se desarrolló entre los Horacios (por parte romana) y los Curiacios (por parte albana), y presenta el curioso hecho de que los combatientes eran trillizos. El resultado de la batalla permitió a Roma anexionarse la ciudad vecina, en lo que sería el comienzo de su dominio del mundo conocido.

Los orígenes de Roma y Alba Longa

Las crónicas de los historiadores antiguos nos narran el origen mítico tanto de Alba Longa como de Roma, y ambos orígenes están relacionados. Así, cuenta la leyenda que cuando el héroe Eneas (descendiente de Venus) huyó de Troya (cuya destrucción, según Eratóstenes, habría ocurrido en 1184 a.C.) llegó a Italia y fundó en honor de su esposa Lavinia la ciudad de Lavinium, a unos 50 kilómetros al sur de Roma. Treinta años después, su hijo Ascanio fundó la ciudad de Alba Longa algo más al norte. De Ascanio surgió una dinastía de reyes entre los que destacaron Tiberino Silvio (que dio nombre al río Tíber) y Aventino (en cuyo honor se bautizó así a una de las colinas sobre las que se asentaba Roma).

Eneas
En el siglo VIII a.C. el rey de Alba Longa era Procas. Cuando este rey murió, el trono le correspondió a su hijo mayor Numitor; sin embargo, su hermano menor Amulio no estaba muy de acuerdo con la sucesión, por lo que lo destronó (Numitor se vio obligado a huir) y mandó asesinar a todos sus sobrinos. Sólo dejó viva a una, Rea Silvia, a condición de que se convirtiera en sacerdotisa de la diosa Vesta. Esta condición conllevaba que Rea Silvia se mantuviera virgen, por lo que no podría tener hijos que algún día reclamaran el trono que habían usurpado a su abuelo. Sin embargo, la leyenda cuenta que Rea Silvia tuvo dos hijos gemelos del dios Marte. Amulio mandó que esos niños fueran arrojados al Tíber, pero la sirvienta encargada de hacerlo se apiadó de ellos y los depositó en una cesta que dejó a la deriva en el río.

Rea Silvia y Marte
Y es aquí donde el origen de Roma se entronca con el de Alba Longa, ya que esos gemelos eran nada menos que Rómulo y Remo. A partir de aquí la historia es bastante conocida: ambos gemelos fueron recogidos y amamantados por una loba, hasta que un pastor los recogió y los crio como propios. Años después, los gemelos descubrieron su origen, marcharon a Alba Longa y mataron a Amulio, restituyendo de ese modo a su abuelo Numitor en el trono. Y como es también conocido, Rómulo fundó la ciudad de Roma (matando de paso a su hermano Remo) y dio origen a la dinastía de los siete reyes romanos, que se mantuvieron en el poder hasta el advenimiento de la República. Así pues, los orígenes míticos de ambas ciudades están entrelazados, lo que no fue obstáculo para que años después se enzarzaran en guerra.

El enfrentamiento entre las dos ciudades

Más allá de las leyendas sobre el origen de ambas ciudades, Tito Livio nos narra el episodio de cómo Roma llegó a conquistar y destruir a la ciudad de Alba Longa. Todo comenzó cuando alrededor del año 673 a.C. subió al trono romano su tercer rey, Tulio Hostilio. A diferencia de su antecesor Numa Pompilio, un hombre pacífico y devoto de los dioses, el nuevo rey era descreído y belicoso y buscó expandir los dominios de Roma. Y para ello, lo primero que debía hacer era derrotar a la vecina ciudad de Alba Longa.

Situación de Roma y Alba Longa
Las primeras hostilidades se desataron cuando grupos de campesinos romanos empezaron a saquear tierras de los campesinos de Alba Longa. Los albanos en represalia hicieron lo mismo con las tierras romanas, en una escalada de tensión que motivó que ambas ciudades enviaran legados para pedir la devolución de todo lo robado. Tulio Hostilio, que no deseaba la paz, se apresuró a despedir a la delegación albana declarando la guerra. A partir de ese momento la batalla era inevitable. El ejército de Alba Longa, al mando de su rey Cayo Cluilio, marchó contra Roma. Sin embargo, un acontecimiento provocó que las cosas no se desarrollaran como se había previsto en un principio: el rey albano enfermó y murió en el campamento de su ejército.

Tulio Hostilio
Sin tiempo para nombrar un nuevo rey que dirigiera al ejército en la batalla, los albanos nombraron a un dictador llamado Mecio Fufecio. A diferencia del fallecido rey, Mecio se daba cuenta de que una batalla entre ambas ciudades las debilitaría fuera cual fuera el resultado, por lo que las dos quedarían a merced de sus vecinos etruscos. Así pues, una vez formados los ejércitos para la batalla, el dictador albano envió delegados al rey romano ofreciéndole un acuerdo: en lugar de decidir la suerte de las ciudades en una batalla campal, ambos bandos elegirían sus campeones. Éstos serían los que se enfrentarían entre sí, y aquellos que ganaran quedarían dueños del campo de batalla y la ciudad perdedora se sometería a la vencedora.

La batalla de los trillizos

Los argumentos de Mecio debieron ser muy convincentes, ya que ambas partes acordaron que la supremacía se dirimiera en un combate entre tres representantes de cada uno de los ejércitos. De este modo se evitaría un grave derramamiento de sangre y ambas ciudades mantendrían sus ejércitos intactos para protegerse de posibles intentos de los etruscos de aprovechar la situación. Según el pacto alcanzado, la ciudad cuyos campeones resultaran vencedores anexionaría a la ciudad perdedora. Ambos pueblos estaban convencidos que les iría mejor bajo un único mando ya que por fin habría paz entre ellos, y el combate decidiría quién sería el que mandase (las palabras exactas de Tito Livio son “convinieron en que la victoria señalase cuál de los dos pueblos había de tener el imperio”).

"El juramento de los Horacios" de Jacques Louis David
La particularidad estribaba en que los combatientes debían ser hermanos trillizos. Se eligieron, por parte romana, a los hermanos Horacios, mientras que por parte albana los escogidos fueron los hermanos Curiacios. Se da además la curiosa circunstancia de que los dos grupos de combatientes eran primos entre sí, ya que eran hijos de dos hermanas, una casada con el romano Publio Horacio y la otra casada con el albano Curiacio Albino. Además, su relación era tan buena que habían concertado alianzas matrimoniales entre ellos y sus respectivas hermanas. Pero a pesar de todo esto, los dos grupos de hermanos se juramentaron para luchar hasta la muerte por su ciudad.

Victoria de Horacio sobre los Curiacios
A medida que iban acercándose al campo de batalla, cada pueblo iba sembrando el suelo de flores a su paso y les colocaba guirnaldas en la cabeza. El grupo romano iba dirigido por el rey, mientras que el albano era llevado por su capitán. Cuando ambos grupos se encontraron se abrazaron, para acto seguido prepararse para el combate. Cuando se dio la señal de comienzo, los dos grupos de trillizos se lanzaron a la lucha. A las primeras de cambio, dos Horacios resultaron muertos, mientras que los tres Curiacios seguían en pie. Sin embargo, el Horacio restante estaba ileso, mientras que los albanos estaban heridos de diversa consideración.

Tito Livio
Así pues, el romano restante, consciente de que no sobreviviría a un combate contra sus tres rivales a la vez, decidió conducirse con astucia. Salió corriendo simulando huir, perseguido por los Curiacios. Al estar éstos heridos, corrían a distinta velocidad, por lo que el Horacio superviviente los fue esperando y enfrentando uno a uno. Fue así como consiguió derrotar a los tres Curiacios en combate singular. Horacio despojó de sus armas a los vencidos, como señal de victoria. Roma había ganado, y ahora dominaba también a la vecina Alba Longa, algo que fue reconocido de forma inmediata por los albanos.

La muerte de Camila

Horacio regresó a Roma vitoreado por el ejército y el pueblo y cargado con las armas de sus adversarios. Sin embargo, no todos compartían la alegría. Camila, hermana de los Horacios, estaba prometida con uno de los hermanos Cuariacios, por lo que al ver regresar a su hermano con los despojos de sus enemigos (entre ellos, un manto guerrero que ella misma había bordado para su novio) comenzó a llorar desconsoladamente y a llamar por su nombre a su prometido muerto. Horacio, al verla así, se puso furioso y la mató mientras gritaba:

Marcha con tu amor a destiempo a reunirte con tu prometido, ya que te olvidas de tus hermanos muertos y del que está vivo, ya que te olvidas de tu patria. Muera de igual modo cualquier romana que llore a un enemigo

A pesar de la victoria, Horacio fue juzgado por haber matado a su hermana, y condenado a la pena capital. Sin embargo, su padre pidió indulgencia argumentando que acababa de hacer un gran servicio a la ciudad. El pueblo, conmovido por las lágrimas del padre y la valentía que había mostrado el joven, le perdonó la vida. Sin embargo, obligó a la familia a purgar el crimen con un sacrificio que se mantuvo durante muchos siglos. Dicho sacrificio recibió el nombre de “tigillum sororium” (que puede traducirse por el “travesaño de la hermana”).

Muerte de Camila
No sabemos con exactitud en qué consistieron los ritos que se llevaron a cabo. Tito Livio sólo menciona que, después de que el padre realizara unos sacrificios expiatorios, atravesó un tronco en la calzada (el tigillum sororium) e hizo pasar bajo él a Horacio, como si fuese un yugo. La ceremonia de pasar debajo de un yugo era un antiguo rito de humillación en el mundo latino y sabino, y se aplicaba a las tropas derrotadas como señal de ignominia (véase mi artículo sobre “Las Horcas Caudinas”). Lo que sí sabemos es que dicho rito pasó a ser una tradición familiar de la familia Horacia que se celebraba en las calendas (día 1) de octubre y se mantuvo hasta fechas tan tardías como el siglo IV (aunque en tiempos imperiales su realización corría a cargo del Estado).

Victoria de Tulio Hostilio sobre Veyes
La ciudad de Alba Longa fue anexionada a Roma y poco después, tras un intento de traición albana, destruida completamente y sus habitantes llevados a Roma. Se les concedió a todos la ciudadanía romana, y a los miembros de su nobleza se les dio el rango de patricios y se les incorporó al Senado. Una de esas familias fue la de los Julios, que siglos más tarde nos dio la figura de Julio César y la primera dinastía imperial. A esa familia perteneció, como sabemos, el dictador César. En cuanto al rey romano Tulio Hostilio, la leyenda relata que encolerizó a Júpiter de tal modo que el dios lo fulminó con un rayo, aunque Tito Livio da una versión bien diferente: fue asesinado por nobles descontentos con su mandato. Cosas de ser rey.
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Desmontando bulos (III): de dioses que no nacieron el 25 de diciembre

Siguiendo con la serie de artículos en los que tratamos de desmentir algunos de los bulos históricos que circulan por internet y las redes sociales, hoy le toca el turno a una conocida imagen que se repite por doquier, sobre todo a finales de año. Si nos dieran un euro por cada vez que la hemos visto compartida en Facebook, Twitter o en blogs de “Misterios y ciencias ocultas”, es muy probable que a estas alturas estuviéramos viviendo en el Caribe a cuerpo de rey. Y si añadiéramos algo más por cada vez que la imagen se acompaña del texto “lo que la Iglesia Católica no quiere que sepas” sin duda tendríamos nuestra propia isla particular.

Supuestos dioses que nacieron el 25 de diciembre
Y es que lo mismo que cuando se acerca el final de noviembre empiezan a aparecer las imágenes de esclavos y su relación con el “viernes negro” (visto en un artículo anterior), cuando se acerca el día de Navidad comienzan a verse en las redes sociales imágenes de un montón de dioses que supuestamente nacieron el 25 de diciembre. En lo que parece ser una copia de “La Última Cena”, se pueden ver distintos personajes mitológicos junto a su fecha de nacimiento, que casualmente siempre es un 25 de diciembre. El propósito de la imagen sin duda es la de desacreditar la celebración cristiana dando a entender que es una mala copia de otras religiones. Sin entrar en eso (que cada uno crea y celebre lo que le dé la gana), vamos a desmentir una a una esas coincidencias de natalicios divinos.

¿Cuándo nació Jesús?

Lo primero que hay que decir es que en los Evangelios no viene fecha alguna del nacimiento de Jesús. Si tomamos en cuenta los datos de que disponemos en ellos (que hablan de pastores y rebaños durmiendo al aire libre), los expertos opinan que la fecha tendría un rango que iría de abril a septiembre, ya que bajo ningún concepto los pastores o los rebaños dormirían al raso en pleno invierno. Así pues, ¿por qué se impuso la fecha del 25 de diciembre como el día en que Jesús nació? No hay una única respuesta, pero veamos algunas hipótesis.

Pintura del nacimiento de Jesús
Una explicación de que prevaleciera la fecha del 25 de diciembre fue la de competir directamente con la festividad del Sol Invicto, una celebración en la que se festejaba que los días, a partir de ese momento, se irían haciendo más largos. Sin embargo, no se trata de una festividad del nacimiento del Sol, sino de un ritual más parecido a la muerte y resurrección del astro rey. Hay sin embargo quien dice que esa festividad es tardía (del año 274, concretamente), y que varios años antes ya se celebraba la Navidad el 25 de diciembre. En el año 221, el escritor Sexto Julio Africano publicó el libro “Chronographiai”, en el que fija la fecha de la Anunciación (y por tanto de la concepción) el 25 de marzo. No había más que sumar 9 meses para que la fecha del 25 de diciembre se estableciera como la del nacimiento de Jesús. No obstante, la polémica sigue abierta.

Los otros dioses: los de la izquierda de la imagen…

Ya el epígrafe anterior refuta toda la imagen de los distintos dioses nacidos el mismo día. No obstante, y para dejar las cosas aún más claras, ninguna de las otras divinidades que aparecen nació tampoco en esa fecha. La mayoría ni siquiera nació en el año que se indica, lo que nos da una idea del nivel del creador de la imagen (que al parecer se basó en un “documental” hecho con más voluntad y mala leche que acierto y rigor histórico). Y es que el sensacionalismo forma parte fundamental de la cultura del meme: ya saben, pongan una imagen llamativa, escriban cualquier barbaridad y serán virales.

Hermes
Para empezar con un cierto orden (de izquierda a derecha), comenzaremos con Hermes. Lo primero que hay que decir es que no sólo no hay evidencia alguna de que el 25 de diciembre fuera el día en que nació (ya que no aparece en ninguna fuente), es que es imposible que naciera en el año que se indica (200 a.C.). Este dios ya aparece en la obra de Homero “La Ilíada”, que se escribió entre los siglos VIII y VII a.C., así que no sabemos de dónde se saca el dato de su nacimiento. Sobre este dios de los mensajeros, los cultos secretos (de él proviene la palabra “hermético”) y de los ladrones, hay que decir que tiene un equivalente en la mitología romana en la figura de Mercurio.

El triunfo de Baco, de Velázquez
Siguiendo con el orden que nos hemos marcado, el siguiente en aparecer es Dionisos (aunque en la imagen aparece con el erróneo nombre de “Dionisio”). Este dios, mucho más conocido por su equivalente romano Baco, tuvo un nacimiento más que peculiar, ya que fue gestado en el muslo de su padre Zeus después de que su madre Sémele muriera por los engaños de Hera, la celosa esposa de Zeus (por eso a Dionisos se le conoce con el sobrenombre de “el de las dos madres”). Protagonista de muchos cultos mistéricos, en los que se celebra su doble nacimiento como una metáfora de la muerte y resurrección, este dios no tiene fecha de nacimiento conocida (ni año ni día), por lo que la afirmación de que vino al mundo un 25 de diciembre del año 500 a.C. es cuando menos aventurada. Y contrariamente a lo que también sostienen algunos iluminados, tampoco nació de una virgen.

Nacimiento de Buda
Seguimos con Buda. También tuvo un nacimiento singular (según algunas corrientes del budismo), ya que lo hizo a través del costado de su madre Maya. No se sabe con exactitud el año (se especula los siglos VI o V a.C.) ni la fecha de su nacimiento, pero dependiendo del país y del año su cumpleaños se celebra en distintos días de abril o mayo; incluso en años bisiestos puede caer a principios de junio. Esta disparidad de fechas se debe a los distintos calendarios religiosos que se siguen en los diferentes países de religión budista. En cualquier caso, ninguno de estos días está cerca del 25 de diciembre, por lo que también debemos descartarlo.

Zaratustra
Continuamos con Zaratustra. No se sabe tampoco cuándo nació, y se especula con fechas que van desde el siglo XIV o XIII a.C. hasta el siglo VI a.C., e incluso un investigador propuso una fecha tan lejana como el 6300 a.C. como año de su nacimiento. También hay controversia con el personaje en sí, ya que algunos eruditos creen que “Zaratustra” era un título que llevaron 4 maestros, siendo Zoroastro (al que tradicionalmente se identifica con él) el último de ellos. En cualquier caso, y dependiendo de la secta que lo celebre, su cumpleaños se festeja entre los meses de junio, julio y agosto. En Irán se celebra un festival en su honor el 26 de marzo. Como ven, todas estas fechas también están bastante lejos del 25 de diciembre.

Relieve que representa a Krishna
Del siguiente, Krishna, se cuentan auténticas maravillas, desde que fue trasplantado del útero de su madre al de otra esposa de su padre para evitar que su malvado tío lo matara, hasta que una vez de bebé lo ataron por el vientre a un mortero de madera y para escaparse gateando arrancó dos árboles. También se dice de él que mató sistemáticamente a todos los que su tío envió para asesinarlo, hasta que a los 16 años se hartó y fue él mismo a la ciudad y finiquitó a su tío el rey. La fecha de su nacimiento (que es lo que nos interesa) no es conocida, pero su cumpleaños se celebra en agosto o septiembre, dependiendo del año.

… Y los de la derecha de la imagen

Pasamos ahora al otro lado de la mesa y comenzamos con el dios egipcio Horus. Hijo de Isis y Osiris y concebido milagrosamente de su resucitado padre, mantuvo una cruenta batalla con su malvado tío Seth en la que perdió un ojo. En cuanto a la fecha de su nacimiento, si bien muchos piensan que nació un 24 o 25 de diciembre al ser el día del solsticio de invierno, en realidad esta fecha estaría más relacionada con Ra, dios del Sol y no con él, un dios lunar. Como casi todos los que hemos visto anteriormente, el día de su venida al mundo no está claro pero la mitología egipcia tradicional señalaba que su nacimiento (y el de otros dioses egipcios, como Osiris, Isis, Seth y Neftis) ocurrió durante los llamados días epagómenos, que van del 24 al 28 de agosto.

Horus
El siguiente dios que aparece en la imagen es Mitra, quizá uno de los que con más fundamento podría defenderse ciertas analogías con el culto cristiano. Para empezar, su introducción en el panteón tardío romano proveniente de Persia, rivalizó durante mucho tiempo con la religión cristiana, y de hecho el Cristianismo tomó algunas características suyas. Una de las que se especula fue precisamente la fecha de la Navidad (aunque, como hemos visto, hay controversia). No obstante, hay que decir que el 25 de diciembre en el Mitraísmo no suponía la celebración del nacimiento de Mitra, sino que era un ritual de muerte y resurrección del dios, identificado con el Sol (esta identificación fue fruto a su vez del sincretismo del culto mitraico con el del Sol Invictus romano). Además, esta fecha se instituyó en el culto tardío a Mitra, en los siglos III y IV. Por otra parte, en el culto persa al dios no se celebra su nacimiento por ser desconocido.

Mitra
Continuamos con Heracles, cuyo equivalente romano es el conocido Hércules. La infancia de este fruto de otra infidelidad de Zeus es asombrosa, empezando porque nació junto a una hermana legítima (hija del marido de su madre), pasando por el hecho de que estranguló en su cuna a dos serpientes enviadas por la celosa Hera (esposa de Zeus) para matarlo, y acabando por el mito de que Zeus engañó a Hera para que lo amamantase y al darse cuenta ésta del engaño lo apartó bruscamente, dando así origen a la Vía Láctea. Los griegos celebraban su nacimiento en el cuarto día de cada mes de su calendario, por lo que se nos antoja difícil que fuera un 25 de diciembre. Además, no sabemos de dónde sale el dato de que nació en el año 800 antes de nuestra era.

Trabajos de Hércules
Y seguimos con Tammuz. Este dios babilónico recibió el nombre de Dumuzi en el panteón sumerio y figura como el quinto rey predinástico en el periodo legendario, el que se desarrolló antes del Diluvio Universal. Una de las cosas que se afirman de él es que reinó la friolera de 36.000 años, por lo que se nos antoja complicado que su año de nacimiento fuera el 400 antes de Cristo. Parece ser que su esposa lo enviaba al inframundo durante los 6 meses más calurosos del año en castigo a su mal comportamiento con ella, y volvía en el equinoccio de otoño (alrededor del 21 de septiembre), fecha en la que se conmemoraba su festividad.

Tammuz
Por cierto, los griegos identificaron a Tammuz con Adonis, el último de esta larga lista de dioses y semidioses. De este ser de extraordinaria belleza, cuyos favores se disputaban las diosas Afrodita y Perséfone, y al que Zeus obligó a vivir 4 meses con cada una (los otros 4 los pasaría con quien quisiera, pero prefería volver con Afrodita), se cuentan varios mitos de su nacimiento. Uno de ellos dice que fue fruto del incesto y que su madre, Mirra, fue transformada en el árbol del mismo nombre, del que nació Adonis. Su fiesta era denominada Adonia, y se celebraba a mediados de verano. Tenemos constancia de la celebración de dicha fiesta en el año 270 a.C., por lo que se nos antoja bastante difícil que el año de nacimiento del personaje fuera el año 200 antes de nuestra era.

Muerte de Adonis
Y no me gustaría acabar sin repetir el consejo que doy siempre: no se crean todo lo que circula por internet. Sean críticos y, en caso de duda, traten de confirmar la información por otras fuentes. Feliz Navidad, cuando llegue.
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