A finales de la Segunda Guerra Mundial, ocurrió uno de los
combates más extraños de la Historia. Soldados de las SS alemanas se
enfrentaron a un grupo de soldados norteamericanos. El objeto de la batalla fue
el control de un castillo austriaco que había servido durante la guerra de
prisión de alto nivel para prisioneros importantes de los nazis. Hasta aquí,
todo normal, de no ser por varios detalles. En primer lugar, los
norteamericanos fueron ayudados por varios de los prisioneros del castillo,
entre ellos dos antiguos Primeros Ministros franceses. En segundo lugar, porque
esa batalla fue la única ocasión en la Historia en que el ejército de los
Estados Unidos defendió un castillo medieval. En tercer lugar, porque la
batalla se produjo cuando Hitler ya se había suicidado, Berlín ya había sido
tomada por los soviéticos y la rendición definitiva alemana era una cuestión de
horas.
Castillo de Itter, en una imagen de la época |
Pero sin duda el remate de lo absurdo lo pone el que varios
soldados alemanes lucharan codo con codo junto a los norteamericanos contra sus
compatriotas. La batalla del Castillo de Itter se ha convertido así en la única
de la Historia en que alemanes y aliados lucharon juntos, en este caso contra
otros alemanes. Y es que parece ser que Austria se ha convertido en un imán
para sucesos extraños relacionados con la guerra, pues no en vano su ejército
protagonizó la Batalla de Karánsebes, considerada la más absurda de todos los
tiempos.
Una prisión para
personas importantes
El Castillo de Itter se encuentra enclavado en el norte del Tirol
austriaco. Está construida en una colina a las afueras del pueblo del mismo
nombre. Si bien no es una construcción muy impresionante (sobre todo en esa
zona, llena de palacetes muy bellos), sí que tiene difícil acceso y cuenta con
unos muros muy sólidos. De modo que después de la anexión de Austria por parte
de la Alemania de Hitler en 1938, las SS lo confiscaron para convertirlo en
prisión bajo el mando administrativo del campo de prisioneros de Dachau. En mayo
de 1943 se acabaron las obras de acondicionamiento y se convirtió en el lugar
de confinamiento de una serie de personalidades francesas hechas prisioneras
durante la invasión de Francia de 1940.
Jean Borotra |
Entre los “huéspedes” se encontraban los antiguos Primeros
Ministros franceses Édouard Daladier y Paul Reynaud, el que fuera Comandante en
Jefe del ejército francés Maurice Gamelin, el General Maxime Weygand, el
tenista reconvertido en político Jean Borotra, un líder político como François
de la Rocque y otro sindical como Leon
Jouhaux, y la hermana mayor del General De Gaulle Marie Agnès Cailliau, además
de algunos personajes más. A ellos se unían algunos de sus familiares y otros
presos de Dachau, a los que se les encargaba la limpieza y mantenimiento del
castillo. La vigilancia de los prisioneros se asignó a 25 miembros de las SS,
la mayoría de edad avanzada y sin experiencia en combate, que también veían el
servicio en el castillo como una forma de pasar la guerra lejos de tareas más
duras y de la “Solución Final”. La guerra transcurría tranquila para ellos,
fuera de algunas quejas de los prisioneros sobre las deficiencias de las
instalaciones (supongo que porque tan importantes personajes estaban
acostumbrados a otro tipo de vida), deficiencias que se acentuaban conforme la
suerte de las armas alemanas se volvía adversa, pues el racionamiento de la
comida y la electricidad empezó a ser frecuente. Sin embargo, todo cambió el 2
de mayo de 1945.
Las SS abandonan el
castillo
Tras el suicidio de Hitler el 30 de abril de 1945, muchos
mandos de las SS y la Gestapo siguieron su ejemplo. Fue este el caso del
Comandante de Dachau Eduard Weiter, que se quitó la vida el 2 de mayo. Tras
este suicidio, el nuevo Comandante Sebastian Wimmer abandonó el castillo
durante la madrugada junto a su esposa, no sin antes asegurar a los prisioneros
franceses que trataría de proteger sus vidas contra las tropas de las SS que
aún continuaban activas por la zona. Lo único que hizo para cumplir su palabra
fue contactar con otro oficial de las SS, herido de guerra, que se encontraba
recuperándose cerca. Éste accedió a ponerse su uniforme y trasladarse al
castillo. La partida del Comandante hizo que el resto de las tropas también se
fueran, con lo que al amanecer del 3 de mayo los prisioneros tenían el castillo
para ellos solos.
Estos prisioneros, a instancias de Weigand y Gamelin, decidieron asaltar la sala de armas y coger pistolas, fusiles y metralletas. Sabedores de que
podían ser asesinados si las SS se hacían de nuevo con el castillo, decidieron
pedir ayuda a los aliados, pero no sabían dónde se encontraban y salir a
buscarlos era una misión muy peligrosa. Zvonimir Cuckovic, un preso trasladado
desde Dachau para hacer labores de electricista, se presentó voluntario para
encontrarlos y pedir ayuda. Cuckovic partió en bicicleta la mañana del 3 de
mayo, encontrándose a los ocho kilómetros con una unidad de la Wermacht (Fuerzas Armadas alemanas) al
mando del Mayor Josef "Sepp" Gangl.
Josef "Sepp" Gangl |
En contra de lo que pudiera parecer, este encuentro fue una
suerte, pues Gangl estaba deseoso de deponer las armas y, sabedor de los
crímenes que las SS estaban ejecutando en su huida, decidió ayudar a los
prisioneros del castillo. Gangl mandó a Cuckovic en dirección a Innsbruck,
situada a 60 kilómetros, donde creía que podría contactar con tropas
norteamericanas. Gangl y una veintena de hombres, por el contrario, tomaron la
dirección contraria, buscando también tropas aliadas a las que rendirse. A
partir de aquí, los destinos de ambos sufrieron uno de esos curiosos cruces a
los que el destino es tan aficionado.
El Capitán Lee |
Cuckovic partió en la dirección que le habían indicado, y a
medio camino de Innsbruck se encontró con elementos de la División de
Infantería 103 de los Estados Unidos. Les informó de la situación, no tardando
en ser presentado ante el Mayor John Kramer. Éste envió el 4 de mayo hacia el
castillo una fuerza formada por cuatro cazacarros, tres Jeep y un pelotón de
infantería. Sin embargo, esta pequeña fuerza fue detenida en los alrededores
del pueblo de Wörgl por una barrera de artillería alemana y tardaron mucho en
llegar a su destino (aunque su concurso fue decisivo, como veremos más
adelante).
Por el contrario, Gangl había contactado con una avanzadilla
del 23 Batallón Acorazado norteamericano en los alrededores de Kufstein. Allí
informó de la situación de los prisioneros del castillo y se ofreció a
colaborar en su rescate. Se mandó el día 4 de mayo al Teniente John C. Lee
junto a dos tanques, un puñado de soldados estadounidenses y los soldados
alemanes de Gangl hacia Itter. En su camino, Lee decidió dejar uno de los
carros sobre un puente para evitar que fuera destruido, llegando poco después a
las cercanías del castillo donde tuvieron un primer intercambio de disparos con
las SS, que huyeron hacia los bosques. Estaba anocheciendo cuando la columna
llegó a la antigua prisión. Los prisioneros, que esperaban una nutrida fuerza,
vieron con sorpresa que sus salvadores eran un tanque Sherman, siete soldados americanos y ¡un camión del que salían varios
soldados alemanes! Este grupo se incrementó con otro soldado alemán y dos
miembros de la resistencia austriaca después de que Gangl contactara por radio
con grupos antinazis del cercano pueblo de Wörgl.
Comienza la batalla
Lee era un hombre antipático y cortante (de hecho, Reynaud en
sus memorias lo tilda de “bruto en la
mirada y en las maneras” y apostilló “Si
Lee es un reflejo de las políticas de Estados Unidos, Europa se encuentra en dificultades”). Sin embargo, sabía hacer su bien trabajo, así que
después de un pequeño brindis de celebración, empezó a organizar la defensa. Dejó
al Sherman defendiendo la entrada del
castillo, y junto a Gangl y al joven de las SS que se curaba de sus heridas
empezó a inspeccionar el perímetro para establecer las mejores posiciones para
la defensa. Consciente de que no disponía de vehículos suficientes para evacuar
el castillo, su estrategia se basaba en resistir hasta la llegada de refuerzos,
confiando en que las gruesas paredes del castillo serían suficientes para
detener un posible ataque de las fuerzas de las SS que andaban por la zona.
Tanque Sherman |
El ataque empezó mucho antes de lo previsto. Un poco después
de las 11 de la noche, tropas de las SS (alrededor de 150 hombres de la 17
División de Granaderos) comenzaron a abrir fuego con fusiles y ametralladoras
contra el castillo. Los defensores se retiraron a sus posiciones previamente
establecidas y empezaron a devolver los disparos. Hay que decir que Lee ordenó
a los prisioneros que se pusieran a salvo y no participaran en los combates,
pero éstos se negaron y lucharon junto a los soldados. El intercambio de fuego
ligero se prolongó hasta el amanecer del día 5 de mayo, momento en que la luz
del día permitió disparar con mayor precisión y las tropas de las SS subieron
la apuesta.
Y es que se incorporó al ataque un cañón antitanque de 88
milímetros, que empezó a arrojar sus mortales proyectiles mientras se mantenía
oculto. Uno de ellos impactó en la planta superior del castillo, destruyendo el
dormitorio de Gamelin (que se encontraba vacío en ese momento). Pero lo peor
para los defensores fue la destrucción del Sherman,
que recibió un impacto directo del cañón y saltó por los aires envuelto en
llamas. A sus ocupantes apenas les dio tiempo de salir y ponerse a salvo antes
de que fuera destruido.
El asalto de las SS
La destrucción del Sherman
fue el detonante para el asalto general. Un grupo de las SS corrió hacia la
puerta principal del castillo, mientras otro empezaba a trepar por la colina
buscando la protección de las paredes inferiores. El fuego de los defensores
hizo pagar un alto precio a estas maniobras, pero los disparos del cañón de 88
milímetros estaban causando estragos. Varios soldados alemanes defensores
murieron por sus disparos. El propio Gangl fue alcanzados por el disparo de un
francotirador mientras trataba junto a Lee de localizar la posición del cañón
desde un puesto elevado en la azotea.
Cañón alemán de 88 mm. |
Sin embargo, no todo eran malas noticias para los defensores.
El grupo de Kramer, que había quedado atascado un día antes ante la feroz
resistencia alemana, pudo por fin ponerse en camino. Cuando llegó al puente
donde Lee había dejado uno de sus Sherman,
contactó con otro grupo de norteamericanos y juntos emprendieron la marcha
hacia el castillo, no sin antes hablar con Lee para informarle de la situación
y pedirle que resistiera hasta su llegada (curiosamente, lo hizo a través del
teléfono del Ayuntamiento de Wörgl al no poder contactar por radio).
A pesar de que los refuerzos estaban en camino, la situación
de los defensores estaba empezando a volverse muy delicada. Apenas quedaban
municiones y el avance de los hombres de las SS parecía imparable. Aún no
habían logrado romper las paredes del castillo y penetrar en su interior, pero
estaban atacando con “extremo vigor” (como Lee diría más tarde). El antiguo
tenista Jean Borotra se presentó voluntario para escapar del cerco y tratar de
contactar y guiar a las fuerzas de socorro, y Lee aceptó su oferta. Por
increíble que parezca, Borotra consiguió salir en una pausa de los disparos,
atravesando los bosques en dirección al pueblo de Itter. Lee se preparó para la
eventualidad de que los refuerzos tardaran en llegar, y la solución adoptada
fue defenderse a la antigua usanza: todos se retirarían a la Torre del Homenaje
del castillo y desde allí lucharían con las bayonetas, sus últimas municiones y
con todo lo que pudiera utilizarse como arma.
Llega por fin la
caballería
Alrededor de las tres de la tarde, las tropas de las SS se
disponían a derribar la puerta principal con un proyectil antitanque cuando
empezaron a oír a sus espaldas el ruido de las armas estadounidenses que venían
al rescate. Un soldado defensor alemán gritó “Amerikanische Panzer!” (“tanques americanos”), lo que provocó el
júbilo de los defensores y la retirada desordenada de las tropas de las SS
hacia los bosques. La caballería por fin había llegado, y la batalla del
castillo de Itter llegaba a su fin. Las tropas de refuerzo de Kramer fueron
recibidas por unos felices defensores norteamericanos, franceses y alemanes, y
un periodista que los acompañaba empezó a entrevistar a los supervivientes.
Lee, fingiendo irritación, se dirigió a Kramer y le dijo: “¿Qué te ha retenido?”. Todos empezaron a reír.
Weygand, su esposa y otro prisionero abandonan Itter |
Los prisioneros franceses fueron evacuados en vehículos
requisados rumbo a las líneas aliadas para ser recibidos por oficiales de alta
graduación en Innsbruck. Los alemanes que habían defendido el castillo fueron
montados sin contemplaciones en vehículos semiorugas para ser llevados a un
campo de prisioneros, aunque fueron liberados más tarde. Dos días después,
Alemania se rendía y la guerra en Europa llegaba a su fin.
Lee fue ascendido a Capitán y condecorado más tarde con la
Cruz de Servicios Distinguidos y con la Estrella de Plata por esta batalla. A
Josef Gangl, que había muerto durante el combate, el reconocimiento le vino por
parte del estado austriaco, que lo nombró héroe nacional. Terminaba así la
acción más extraña de la Segunda Guerra Mundial, objeto de artículos en los
periódicos y revistas de la época, donde alemanes y aliados lucharon juntos
contra los infames SS. Pero sin duda, el mejor resumen de estos acontecimientos
lo dio el propio Lee poco antes de morir en 1.973. A preguntas de un
periodista, se limitó a contestar: “Bueno,
fue algo de lo más raro”.
Muy buen relato, interesante y raro como diria el Capital Lee, me gusto mucho, espero el proximo todo lo que sea vivencias de la 2da. Guerra Mundial me encanta.-
ResponderEliminarMuy buen articulo. Felicitaciones
ResponderEliminarSiempre me han parecido gestos nobles y heroicos cuando entre enemigos se guardan respeto, o, en este caso, combaten unidos por una misma causa. Entrañable, pero muy dura historia. Me gustó el artículo. Saludos a todos/as!
ResponderEliminarBuenisimo Desconocía este hecho. Felicidades
ResponderEliminarMuy interesante
ResponderEliminarMuy interesante. No conocía esta historia.
ResponderEliminarMuchas gracias. Viniendo de vosotros es todo un halago
EliminarMuy interesante
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