Baguio, Guerra Fría sobre el tablero

En 1978 se disputó en Baguio (Filipinas) uno de los encuentros por el campeonato del mundo de ajedrez más tensos de todos los tiempos. Se enfrentaban dos formas contrapuestas de entender el juego, pero también dos contrincantes que encarnaban bloques enfrentados en el más complejo tablero de la Guerra Fría. Por un lado Anatoli Karpov, el favorito de las clases dirigentes de la URSS, considerado un ejemplo, un héroe y un emblema de la Unión Soviética después de haber conseguido recuperar para su país el título mundial de las manos del norteamericano Bobby Fischer (aunque fuera por incomparecencia de su rival). Por otro lado Viktor Korchnoi, soviético de nacimiento que había desertado en 1976, considerado un traidor a la patria y cuya figura era denostada por todos los medios posibles, pero que contaba con las simpatías de occidente.

Karpov (izq) y Korchnoi (der) en Baguio
A lo largo de tres meses la atención del mundo estuvo fijada en la pequeña ciudad filipina, en otro episodio más de la intensa lucha que las dos superpotencias mantenían de forma soterrada. Ya desde antes del comienzo del match la tensión entre ambas delegaciones era palpable, con exigencias cruzadas que fueron creciendo a lo largo del trascurso del encuentro. Exigencias que, en muchos casos, eran notablemente infantiles. Se discutió de todo y por todo, hubo agentes secretos actuando entre bastidores, aparecieron extraños personajes en el encuentro (un parasicólogo y unos yoguis ¡acusados de asesinato!), y un yogur llegó a ser una cuestión capital en el desarrollo del match. Esta es la historia de este extraordinario campeonato, que más bien parece una novela escrita al alimón entre John Le Carré y los Monty Pithon.

La larga sombra de Bobby Fischer

Desde 1945, la Unión Soviética había dominado el panorama ajedrecístico mundial. Para ellos, tener el título de campeón del mundo era una cuestión de orgullo nacional. Por eso fue una catástrofe que el norteamericano Bobby Fischer se proclamara campeón mundial en 1972 en Reykjavik, barriendo del tablero a Boris Spasski. Desde ese momento, recuperar el trono llegó a ser poco menos que un deber patriótico para la URSS, y se aplicó a ello de inmediato. La humillación debía ser reparada costara lo que costara, y la poderosa maquinaria soviética se puso en marcha para que el reinado del norteamericano fuera efímero. Por aquel entonces, el título se disputaba cada tres años, y siempre entre el campeón y un aspirante que debía soportar un durísimo periplo para llegar hasta el encuentro final.

Spasski y Fischer en el match de 1972
Ese duro periplo era conocido como “Torneo de Candidatos”, y a su final llegaron en 1974 los dos mejores jugadores soviéticos del momento: Anatoli Karpov y Viktor Korchnoi. El duelo para decidir quién sería el rival de Fischer se disputaría en Moscú, y Karpov ganó por un solo punto de diferencia. Sin embargo, el resultado provocaría la ira de Korchnoi, que acusó a la Federación soviética de favorecer descaradamente a su rival. Así, en su posterior libro “Chess is my life”, Korchnoi relata que el régimen prefería a Karpov por su juventud y por lo que representaba (un niño enfermizo, hijo de un obrero, que se había abierto camino a base de puro talento) frente a un “viejo” como él, que a sus 43 años empezaba a ver su declive (se consideraba que los buenos años de un jugador de ajedrez eran de los 25 a los 35). Relata que se le facilitaron a Karpov los mejores analistas, que él tuvo que luchar prácticamente solo (incluso dice que un Gran Maestro que se ofreció a ayudarle fue inmediatamente trasladado), y que se le obligó a jugar en Moscú a pesar de que él prefería Leningrado, por el sencillo método de añadir un punto más a un documento que previamente él había firmado.

Final de Torneo de Candidatos de 1974
Esa rabia la canalizó en una entrevista que concedió poco después del encuentro a un periódico yugoslavo, donde criticó duramente a la Federación soviética y afirmó que “Igualmente, el norteamericano (Fischer) es mejor que Karpov”. El régimen vio en estas declaraciones una herejía, e inmediatamente desposeyó a Korchnoi de los privilegios que tenía como ajedrecista de élite (coche, casa y visado) y le prohibió competir fuera de la URSS durante dos años (castigo que él mismo hizo extensivo a los torneos de su propio país). Mientras tanto, Fischer planteó a la Federación Internacional unas exigencias leoninas para poner su título en juego. La Federación, dominada por los soviéticos, las rechazó. Fischer renunció entonces a defender la corona y fue desposeído del título por incomparecencia. Karpov, a los 24 años, se proclamó campeón del mundo sin necesidad de mover un solo peón. Para la URSS, la misión se había cumplido.

Anatoli Karpov
Sin embargo, a Korchnoi (apodado “Viktor el Terrible”) este giro de los acontecimientos no hizo sino aumentarle la amargura que ya sentía. Pensar que si la autoridades no hubieran favorecido tan descaradamente a su rival podría haber sido campeón del mundo tuvo que ser un duro trago para él. Por eso, en 1976, aprovechando que la sanción había expirado, fue sacando del país su biblioteca de ajedrez. A finales de año viajó hasta Amsterdam para jugar el torneo internacional IBM y allí le pidió a su amigo y Gran Maestro Anthony Miles que le enseñara a decir en inglés “asilo político”. Cuando el torneo finalizó, Korchnoi no regresó a la Embajada soviética sino que se presentó en una comisaría y desertó oficialmente de su país, dejando en la URSS a su mujer y a su hijo. Acababa de convertirse oficialmente en “traidor a la patria”.

Viktor Korchnoi
A pesar de que la URSS trató por todos los medios que Korchnoi no participara en el siguiente Torneo de Candidatos, no pudo impedir que tomara parte en él. Y no sólo participó, sino que también lo ganó, con lo que conseguía el derecho de volver a enfrentarse a Karpov con el título mundial en juego. Y aunque el joven campeón era el favorito, los soviéticos no podían arriesgarse a que Korchnoi ganara. Si perder el título ante un norteamericano había sido una humillación, perderlo contra un disidente sería una debacle en toda regla. Por eso pusieron todos los medios disponibles (que eran muchos) al servicio del objetivo de retener la corona.

Las banderas y el himno

El encuentro tendría lugar en Baguio, una pequeña ciudad filipina, y se había pactado que ganaría aquel que primero obtuviera seis victorias, sin límite de partidas. El árbitro del encuentro sería el alemán Lothar Schmid, quien ya había dirigido el encuentro entre Fischer y Spasski de 1972. Ya desde antes de comenzar hubo problemas. Korchnoi dio una conferencia de prensa en la que leyó una carta abierta al líder de la URSS Breznev solicitando que dejara salir a su esposa e hijo (y eso a pesar de que ya contaba con una nueva compañera sentimental). Por su parte, la delegación soviética llegó acompañada de un nutrido grupo de especialistas en los más diversos campos. Había entrenadores personales, un parasicólogo (que se convertiría en uno de los grandes protagonistas del choque), abogados, y según se supo después, 18 agentes de la KGB.

Korchnoi y Karpov jugando sin banderas
Nada más llegar, se suscitó el tema de las banderas. Korchnoi residía en Suiza pero aún no tenía la nacionalidad, por lo que los soviéticos se negaron a que jugara con dicha enseña y en su lugar exigieron que jugara con una bandera blanca con la leyenda “Apátrida”. Korchnoi replicó que jugaría con bandera blanca si la leyenda fuera “Yo escapé”. Al final se decidió que ninguno tuviera al lado una bandera. Otro incidente llegó con el tema de los himnos. Como a Korchnoi no le dejaban jugar bajo bandera suiza, tampoco podía pedir el himno del país helvético en la ceremonia de apertura, así que eligió el “Himno a la Alegría” de la Novena Sinfonía de Beethoven. Karpov, por su parte, eligió el Himno de la URSS. Sin embargo, los organizadores se equivocaron y pusieron “La Internacional”, que se escuchó con los soviéticos rojos de ira y con Korchnoi sentado y muy divertido. En lo único en que estaban de acuerdo ambos contendientes era en que las piezas eran demasiado ligeras, por lo que se encargaron otras más pesadas. Las piezas llegaron en avión minutos antes de la primera partida, por un problema logístico.

El parasicólogo, los yoguis, las patadas y el yogur

La primera partida se disputó el 18 de julio y su resultado fue de unas rápidas tablas. Sin embargo, lo más destacado no ocurrió en el tablero sino fuera de él. El parasicólogo soviético Vladimir Zukhar se sentaba en las primeras filas frente a Korchnoi y se le quedaba mirando fijamente durante las cinco horas de juego. El aspirante, que sostenía que Zukhar le hipnotizaba, protestó airadamente sin resultado alguno. Así que en las siguientes partidas se presentó a jugar con unas gafas de espejo, tanto para neutralizar al “hipnotizador” como para no tener que soportar la molesta costumbre de Karpov de mirar fijamente a su adversario cuando pensaba. Los soviéticos protestaron por las gafas del aspirante (¡afirmaban que lanzaban Rayos X!), y después de algunas soluciones intermedias, al final se llegó al acuerdo de que el parasicólogo no pisara la sala a cambio de que Korchnoi jugara con gafas normales. Claro que a esas alturas ya estábamos en la partida 17.

Korchnoi con gafas de espejo
Mientras la solución llegaba, Korchnoi trataba de neutralizar la acción de Zukhar de manera, digamos, creativa. Por ejemplo, su compañera sentimental se sentaba detrás del parasicólogo y le pinchaba con un alfiler de vez en cuando. En una ocasión, para desconcentrarle, le puso ante sus ojos un libro que estaba prohibido en la URSS. Pero la solución que finalmente adoptó el aspirante fue contratar a unos yoguis de la secta Ananda Marga, que supuestamente neutralizaban mentalmente a Zukhar. Lo malo es que estos yoguis eran sospechosos de la muerte de un diplomático y estaban en Baguio pendientes de juicio por ello (aunque Korchnoi insistiera en que sólo eran testigos del hecho). En cualquier caso, en las primeras doce partidas el aspirante dejó escapar posiciones claras a su favor (incluso un mate directo en la quinta), por lo que estaba convencido de que estaba siendo sometido a una mala influencia.

Korchnoi con los yoguis
Otro detalle curioso es que ya desde la primera partida los contrincantes se daban patadas por debajo de la mesa, y la organización tuvo que recurrir a poner un tablero de madera para evitarlo. Pero sin duda, lo más delirante fue el episodio del yogur. Era costumbre que a Karpov se le pasara un yogur a mitad de cada partida. Korchnoi sostenía que dicho yogur estaba lleno de cortisona (en resumen, acusaba a Karpov de dopaje) y además que dicho alimento contenía mensajes secretos de su equipo de analistas. La tesis del aspirante era que según el sabor, el tamaño, la hora e incluso el camarero que lo servía, el mensaje era “sigue atacando” o bien “ofrece el empate”. Una desquiciada organización decidió que el famoso yogur llegara en un vaso siempre del mismo color y servido por la misma persona, y que cualquier alteración debía comunicarse con antelación al árbitro.

Lothar Schmid, árbitro del encuentro
Todo esto trajo como consecuencia que Karpov se negara a estrechar la mano de su rival al comienzo de la octava partida, molesto con las constantes quejas de Korchnoi. Nunca más volvieron a estrechárselas en este match. El aspirante, por su parte, anunció que exigía que se respetara el reglamento al pie de la letra, que prohibía que los contendientes se hablasen, por lo que las propuestas de tablas debieron desde entonces hacerse a través del árbitro. Y mientras tanto, Ronald Reagan (Presidente de los Estados Unidos) y Margaret Thatcher (Primera Ministra británica) hacían declaraciones en las que exigían que la URSS permitiera salir del país a la familia de Korchnoi. Como ven, la tensión extradeportiva era más que palpable. Y no sólo afectó a los jugadores, sino también al árbitro del encuentro Lothar Schmid, que presentó su dimisión tras la partida número 27 alegando “motivos de negocios”. Le sustituyó su ayudante, el checo Miroslav Filip.

El papel de la KGB

A estas alturas ya debemos tener claro que la URSS haría todo lo que fuera posible para que Karpov ganara “a cualquier precio” (según se lee en papeles de la KGB referidos a este match y desclasificados posteriormente). Y el término “a cualquier precio” puede resultar muy inquietante en manos de según quién. Ya hemos dicho anteriormente que 18 agentes de la KGB estaban en Baguio durante el trascurso del encuentro. De su actividad poco se sabe, pero Korchnoi tenía sospechas de que había micrófonos ocultos en la sala donde él y sus ayudantes analizaban las partidas. Muchos años después, acusó también a uno de esos ayudantes de estar a sueldo de la Unión Soviética. Incluso sospechaba que los soviéticos descifraban su jugada secreta (la que se escribe en un sobre y no se realiza sobre el tablero, justo antes de aplazar la partida) por el movimiento de su mano al escribirla.

Korchnoi
Lo que sí está confirmado es que, valiéndose de su influencia, la URSS coló líneas falsas en la Enciclopedia Yugoslava, que era la biblia de las aperturas por aquel entonces, y que todos los Grandes Maestros utilizaban con regularidad. Naturalmente, Karpov y su equipo estaban al tanto de qué líneas eran falsas. Y ya que hablamos de espionaje, el equipo de Korchnoi también hizo de las suyas al difundir el falso rumor de que el padre de Karpov había muerto. Esa noticia, en una época en que las conexiones telefónicas entre países tan alejados eran deficientes y comprobarla era poco menos que imposible, buscaba desestabilizar al campeón.

Mikhail Tal
Pero sin duda, la palma de todo este tinglado de locos se la lleva un comentario que Mikhail Tal (ayudante de Karpov y antiguo campeón mundial) hizo a Korchnoi advirtiéndole de que la KGB planeaba asesinarle si ganaba. A pesar de que tanto Karpov como otras personas aseguraron años después que Tal sólo trataba de gastar una broma a Korchnoi, parece extraño que alguien bromee con un asunto tan serio. Y más cuando en 1988 salió a la luz que Karpov también tenía pensado desertar si perdía el campeonato, porque pensaba que su vida correría peligro de no ganar (de hecho, se había comprado una casa en Pasadena a través de un representante). Como ven, todo muy siniestro. Demasiado para algo tan noble como el Ajedrez.

La traca final

Hablando estrictamente de Ajedrez, hay que decir que todos los analistas coinciden en que el nivel del match fue bastante bajo. Nada que ver con los encuentros entre Karpov y Kasparov de una década después ni por supuesto con el sublime Fischer-Spasski de 1972. A pesar de que Karpov era el favorito, Korchnoi dominó las primeras partidas dejando escapar posiciones muy ventajosas por apuros de tiempo (de hecho, y como ya hemos mencionado, omitió un mate directo en la quinta partida). Sin embargo, poco a poco el campeón fue haciéndose con el dominio del juego llegando a ponerse 4-1 y posteriormente 5-2 tras la vigesimoséptima partida. Sólo una victoria más, y retendría el título.

Durante una de las partidas
No obstante, a partir de ahí la situación dio un vuelco. Con un Karpov acusando evidentes síntomas de cansancio, Korchnoi ganó tres de las siguientes cuatro partidas y puso el marcador en un emocionante 5-5 tras la trigésimo primera partida. Las espadas estaban en todo lo alto después de 3 meses de lucha, y la sensación era que Korchnoi estaba más entero que su rival, más después de haber protagonizado una remontada tan espectacular. Los pronósticos aventuraban un largo duelo a partir de entonces con ligero favoritismo hacia el aspirante. Y como siempre, los pronósticos se equivocaron, porque el encuentro acabaría en la siguiente partida.

Karpov y Korchnoi en Merano, en 1981
La partida número 32 empezó el 17 de octubre en medio de una gran expectación. Pasados unos minutos del comienzo, el parasicólogo Zukhar hizo su aparición de nuevo (en contra del acuerdo alcanzado antes de la partida 18), sentándose en las primeras filas. A pesar de las protestas de Korchnoi (que se hacían mientras su reloj seguía corriendo), Zukhar no se movió de donde estaba sentado. El aspirante, visiblemente desconcentrado, pronto quedó inferior y se llegó al aplazamiento en una posición sin esperanza para él. Al día siguiente, uno de sus ayudantes anunció que abandonaba. Karpov acababa de revalidar su título mundial por el ajustado tanteo de 6-5 (y 21 tablas). Como protesta, Korchnoi abandonó Filipinas sin asistir a la ceremonia de clausura y sin recoger su premio en metálico.

Karpov y Korchnoi, ya reconciliados
Se escenificaba así un bochornoso final a la altura del resto de la “comedia”. Tres años después, en Merano (Italia), volvió a repetirse otro campeonato del mundo con los mismos protagonistas, y a pesar de que también hubo algunos incidentes, la tensión no llegó a ser ni la mínima parte de la que se había vivido en Baguio, y Karpov destrozó a Korchnoi por 6-2. Con el tiempo, los dos jugadores se reconciliaron al calor de la perestroika y cuando Korchnoi manifestó su deseo de volver a Rusia, Karpov le ayudó (incluso declaró “Fui responsable de su huida; ahora, lo estoy ayudando a tramitar su visado y seré responsable de su regreso”). Korchnoi siempre se mantuvo cerca de un tablero (llegó a ganar un torneo de primer nivel con más de 60 años), y Karpov protagonizó épicas batallas con Gari Kasparov entre 1984 y 1995. Pero el match de Baguio en 1978 siempre será recordado como uno de los encuentros más tensos y violentos de la historia del Ajedrez. 
Share:
spacer

9 comentarios:

  1. Resulta muy curioso cómo el conflicto político no dejó ningún evento público descuidado, pero más curioso aún es ver que de repente deportes y espectáculos que solamente interesaban en la Unión Soviética acabaron alcanzando relevancia en EE.UU. solamente por el ánimo de los países de imponerse en las materias más variopintas. Un artículo muy interesante. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En la Guerra Fría se trataba de ganar en todo. Cualquier cosa servía para levantar el orgullo nacional.

      Gracias por el comentario

      Eliminar
    2. No me atrevería a decir que el ajedrez importara únicamente en la Unión Soviética. En todo el mundo hay apasionados por este juego y grandes jugadores.

      A pesar de tener solo once años, recuerdo el duelo entre Petrosian y Bobby Fischer, que se llevó adelante en el teatro General San Martín, uno de los más importantes de Buenos Aires, el que quedó completamente desbordado por el público. Incluso el hall del teatro y hasta en la calle, miles de personas se amontonaban para seguir las partidas. Hasta el tránsito en la Avenida Corrientes se vio paralizado!

      ver: https://www.lanacion.com.ar/345773-ciudad-en-jaque

      Eliminar
  2. Muy interesante el artículo, representativo de lo que fue una época en la historia. Gracias por compartirlo.

    A nivel ortográfico, te diría que elimines los puntos de las fechas, no lo llevan, se escriben las cuatro cifras juntas.

    ResponderEliminar
  3. Respuestas
    1. Muchas gracias. Explora el blog, seguro que hay otros artículos de tu interés

      Eliminar
  4. Acabo de revisar la quinta partida y es mate en 7 jugadas, no mate directo, por lo demás buen artículo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un mate directo significa que hay una secuencia forzada de mate, y eso es justamente lo que pasó en la quinta partida

      Eliminar