El 28 de abril de 1772, en Copenhague, un hombre pálido y
sudoroso subió al cadalso. Sabía que lo que le esperaba allí era la mutilación,
la muerte y el deshonor. Después de leída la sentencia, al reo se le cortó la
mano derecha (algo para lo que se necesitaron tres intentos) y a continuación
se le decapitó. Su cabeza fue expuesta en una pica ante una multitud que rugía
y aplaudía. Cuando el griterío se apagó, las vísceras se sacaron del cuerpo y acto
seguido fue descuartizado. Se cumplía así la espeluznante sentencia que había
sido emitida unos días antes, y que acabó (durante algunos años) con el sueño
de un gobierno ilustrado en Dinamarca.
Ejecución de Struensee, según un grabado de la época |
El hombre que sufrió tan horrible suplicio se llamaba Johann
Friedrich Struensee, y en pocos años había pasado de ser un oscuro médico en
Alemania a regente de Dinamarca, gobernando de
facto el país. Pero no se limitó sólo a asumir las funciones del rey en lo
político, sino que también lo hizo en lo conyugal, convirtiéndose en el amante
de la reina y en probable padre de uno de sus hijos. Las reformas ilustradas
que aplicó al país (que por entonces era una gran potencia en Europa) le
granjearon muchos enemigos entre la nobleza y el alto clero, y finalmente fue depuesto
por una conjura palaciega. Esta es su historia.
El médico del rey
Johann Friedrich Struensee había nacido en Halle (Alemania)
el 7 de agosto de 1737, en el seno de una familia formada por el pastor
protestante Adam Struensee y Maria Dorothea Carl. A los 15 años empezó a
estudiar Medicina, rama en la que se graduaría cinco años después. Pero lo más
importante de su periodo de estudios fue que abrazó fervientemente las ideas
ilustradas que empezaban a circular por Europa, hasta el punto de que se
adhirió al ateísmo y dejó atrás las convicciones religiosas familiares. No
obstante, siguió viviendo con sus padres al no tener suficientes ingresos para
independizarse. Esto le conllevaría tener que trasladarse junto a ellos en las
continuas mudanzas provocadas por la actividad pastoral del padre.
En 1761, con 21 años, empezó a ejercer la medicina en la
localidad alemana de Altona, que a pesar de hablar alemán, por aquel entonces
pertenecía a Dinamarca. Este país era en ese momento una gran potencia
regional, dueño, entre otros territorios, de Noruega y algunos puertos alemanes,
y disputaba el dominio del Báltico y el Mar del Norte a suecos y hanseáticos.
En Altona adquirió pronto fama por dedicarse a atender a numerosos enfermos de
males considerados entonces como incurables y por sus ideas avanzadas para la
época. Sus actividades profesionales le reportaban pocos ingresos, pero allí
conoció a un grupo de nobles daneses, entre los que estaban Enevold Brandt y el
Conde Carl Rantzau, algo que sería muy importante en el futuro. Además, en el
tiempo que estuvo allí, se sacó el doctorado honorífico por la Universidad de
Cambridge y publicó varios libros.
Johann Friedrich Struensee |
En el año 1768 el rey danés Christian VII comenzó una larga
gira por Europa, y el conde Rantzau propuso a Struensee como médico del
monarca. El rey había llegado al poder en 1766 con sólo 17 años, y en el mismo
año de su coronación se casó con Carolina Matilde de Hannover (de apenas 15
años), hermana menor del rey de Inglaterra Jorge III. Fue uno de esos
matrimonios de conveniencia tan propios de las monarquías europeas, pero éste
fue particularmente desgraciado. Se cuenta que la futura reina no paró de
llorar durante la ceremonia de la boda por poderes y el posterior viaje a
Copenhague. El rey, por su parte, admitía abiertamente no amar a su esposa y se
pasaba el día frecuentando burdeles y maltratando a sus numerosas amantes. Christian
además sufría de episodios de demencia (se piensa que padecía de esquizofrenia)
que hacían que se pusiera en ridículo públicamente y se despreocupara de los
asuntos de Estado. Fue esta demencia la que aconsejó que partiera en un largo
viaje, con la esperanza de que su salud mejorara.
Una de las primeras paradas del viaje fue Altona, y fue allí donde
Struensee fue recomendado al monarca como médico. Aceptado, se incorporó a la
gira, y durante los ocho meses que duró el viaje se ganó la confianza del rey
(que solía mantener con él largas conversaciones en sus momentos de lucidez) y
de algunos de sus ministros más importantes, incluido el canciller Bernstorff.
Pronto fue nombrado médico personal del rey (lo que equivalía a nombrarlo
médico de toda la familia real), y gracias al tratamiento que le recetó (que
incluía largos paseos al aire libre, ejercicio físico y abstinencia absoluta
del alcohol), el monarca mejoró visiblemente. Struensee fue nombrado conde y Consejero
de Estado (un cargo honorífico) y se estableció en Copenhague al regreso del
viaje del rey Christian.
El amante de la
reina
A pesar de su desgraciado matrimonio, la reina Carolina
Matilde había tratado de convertirse en una soberana modelo. Aprendió el idioma
danés y se interesó por los problemas de su nuevo país. Al principio acogió el
nombramiento de Struensee como médico real con desconfianza, pero pronto cambió
de opinión cuando aplicó con éxito al príncipe heredero una vacuna contra una
epidemia de viruela que asolaba Dinamarca. Además, parece ser que curó a la
reina de una enfermedad venérea que su libertino marido le había transmitido.
Así pues, la confianza que Struensee ya tenía con el rey empezó pronto a
tenerla también con la soberana.
Christian VII |
La influencia de Struensee sobre la familia real fue creciendo
con el tiempo. Aprovechando que la reina simpatizaba también con las ideas
ilustradas, aplicó al príncipe heredero un programa educativo propio basado en
el de Rousseau. Además, se aplicó sin descanso a arreglar la deteriorada vida
marital de la pareja real. El médico se fue convirtiendo así en confidente y
paño de lágrimas de la reina, lo que unido a su carisma y a sus profundos ojos
azules, hizo que el siguiente paso lógico no tardara en darse: hacia 1770 se hicieron
amantes. Ese mismo año fue nombrado Consejero Real (este cargo ya no era
honorífico), y tras pasar el verano con la familia real, recibió el cargo de
Consejero Privado, consiguiendo que echaran al canciller Bernstorff
sustituyéndolo como máxima autoridad danesa tras el rey.
Carolina Matilde, reina de Dinamarca |
Al principio actuó con cautela desde su nuevo puesto,
intentando conocer la maquinaria del Estado, pero poco a poco se fue volviendo
más audaz. El 10 de diciembre disuelve el Consejo de Estado, y una semana más
tarde se proclama maître des requêtes
(“Maestro de peticiones”, por el que pasaban todos los asuntos antes de remitirlos
al rey). Este hecho coincidió con una recaída del monarca, por lo que en la
práctica el que decidía sobre todas las cuestiones era el propio Struensee.
Esto se reforzó al despedir poco después a todos los jefes de departamento y
anular el cargo de Virrey de Noruega. El Gabinete, presidido por él, pasaba a
ser la máxima autoridad de Dinamarca. Era el 18 de diciembre de 1770, y
acababa de empezar lo que se conoció como el “tiempo de Struensee”.
La revolución
ilustrada en Dinamarca
Durante los trece meses que Struensee fue el regente de facto de Dinamarca, emitió más de
1.000 órdenes (a una media de más de tres por día). El objeto de sus reformas
fue introducir y aplicar las ideas de la Ilustración en el país. Entre las
medidas destacan la abolición de la tortura y la trata de esclavos, la
eliminación de las prerrogativas de la nobleza (incluida la prioridad para
ocupar cargos públicos), el reparto de tierras a los campesinos y el control
del precio del grano, la creación de impuestos al lujo y al juego para
financiar el cuidado de niños abandonados y la sanidad, anulación de varios
días feriados, reforma de la Educación, de la Justicia y del Ejército
(reduciendo las fuerzas armadas), abolición de las reglas de etiqueta en la
corte, vacunación universal y obligatoria contra la viruela, criminalización y
castigo del soborno y la corrupción, y sin duda su medida estrella, la
anulación de la censura de prensa en Dinamarca, Noruega y sus colonias (fue el
primer país del mundo en instaurar la libertad de publicación). Como veremos,
esta última medida acabaría volviéndose en su contra.
Struensee y la familia real, de Zahrtmann |
Para asegurarse el cumplimiento de todas estas medidas,
Struensee mandó despedir sin pensiones ni compensación a numerosos funcionarios
y los sustituyó por hombres de su confianza. En muchas ocasiones, los recién
nombrados carecían de experiencia y conocimiento de los asuntos públicos.
Además, el hecho de que Struensee no hablara danés (sólo hablaba alemán) hacía
que los elegidos fueran alemanes que apenas conocían la realidad del país que
se suponía que debían gobernar. Cabe destacar también el hecho de que las
medidas que se iban aprobando estuvieran en contra de muchas tradiciones
danesas y noruegas, y que dejara ostensiblemente de lado al rey en la toma de
decisiones (algo inevitable por otra parte, dado el comportamiento errático de
Christian), lo que hizo que los enemigos se le fueran acumulando.
Y es que a los directamente perjudicados por las reformas
(gran parte de la nobleza) se le unieron los nostálgicos del Antiguo Régimen
(que veían peligrosas las ideas de la Ilustración que Struensee estaba
imponiendo), el clero (que odiaba a Struense por su ateísmo) y los que pensaban
que el que debía gobernar era el rey, por muy estrafalario que fuera su
comportamiento (había muchos en la corte que pensaban que el monarca no estaba
loco, sino que sólo tenía la voluntad un poco debilitada). Estos últimos se
vieron reforzados cuando, el 14 de julio de 1771, Struensee se dio a sí mismo
autoridad para que sus órdenes tuvieran la fuerza de Decretos Reales, aunque no
contaran con la aprobación ni el sello del rey. Así que todos se confabularon
en torno a la reina madre Juliana y al príncipe Federico, hermano del rey. Las
horas de Struensee estaban contadas.
El fin de Struensee
Apoyándose en la recién creada libertad de prensa, empezaron
a aparecer numerosos panfletos anónimos contra el médico que lo acusaban de
“Spinozismo” (seguidor de la doctrina de Spinoza, algo muy grave por entonces) y de
mantener una relación adúltera con la reina. Estos panfletos hicieron que el
pueblo y la clase media, que en principio simpatizaban con las reformas pero
que tenían un fuerte sentimiento de devoción hacia sus monarcas, se fueran
volviendo en su contra. A este hecho ayudaba el vergonzoso comportamiento de la
soberana (que se vestía con frecuencia con ropas provocativas a instancias de
su amante). Además, trascendió un vergonzoso incidente entre el rey y Enevold
Brandt, mano derecha de Struensee y encargado de vigilar el acceso a la reina.
Parece ser que el monarca, reducido ya a simple elemento decorativo, en
ocasiones se negaba a obedecer las órdenes de Struensee. En uno de esos
arrebatos, exigió ver a la reina, algo a lo que Brandt se opuso. La discusión
fue subiendo de tono hasta que Brandt le pegó al rey una bofetada.
Pero la guinda de los sentimientos en contra del médico la
puso el nacimiento de la segunda hija de la reina, la princesa Luisa Augusta,
ocurrido en julio de 1771 en la residencia de verano de los reyes. El parecido
de la niña con Struensee era más que evidente, pero el rey la reconoció como
suya. Se organizó una conjura encabezada por el teólogo Ove Høegh-Guldberg y
que contaba con el apoyo de destacados miembros de la nobleza y que se dice que
fue instigada por la reina madre y el hermano del rey. En la madrugada del 17
de enero de 1772, los conjurados arrestaron a Struensee y Brandt. La reina
Carolina Matilde fue llevada al castillo de Krongborg a la espera de ser
juzgada.
Otro cuadro de Zahrtmann representando a Struensee y la familia real |
Struensee fue acusado de Lesa Majestad por usurpar las
funciones del rey, de maquinar un complot para sustituirlo y de adulterio con
la reina. Fue torturado para que confesara dichos delitos (no se sabe si
confesó, pero daba igual porque la sentencia estaba dictada de antemano). En el
juicio contra la reina, a la que también se acusó de adulterio, se encuentran
las declaraciones de sus doncellas, que para comprobar si alguien
entraba por la puerta que conectaba un pasillo de servicio con la habitación de
la reina, recurrieron a trucos que parecen propios de cuentos populares:
tapaban por la noche con cera el ojo de la cerradura y al día siguiente
encontraban la cera rota, o esparcían polvo por el suelo delante de la puerta y
por la mañana encontraban huellas de hombre que se dirigían al lecho de la
reina.
Federico, hijo de Christian VII y Carolina Matilde |
Carolina Matilde, ante la abrumadora evidencia, confesó haber
mantenido una relación adúltera con Struensee, con la esperanza de que así el médico no sería ejecutado. Fue una
esperanza vana, pues Brandt y Struensee fueron ajusticiados el 28 de abril de
1772 de la espeluznante manera que vimos al principio. La reina, por su parte,
fue desterrada y obligada a divorciarse (en la sentencia se le negaba poder volver
a ver a sus hijos). Embarcada en una fragata, su destino final fue la ciudad
alemana de Celle. Allí escribió a su hermano Jorge III de Inglaterra para que
intercediera para poder volver a ver a sus hijos, algo que Jorge no hizo,
avergonzado del comportamiento de su hermana. Murió el 11 de mayo de 1775 de
escarlatina, al edad de 23 años, y Jorge III se negó a que sus restos
descansaran en la Abadía de Westminster.
El nuevo gobierno surgido del golpe de Estado, encabezado por
Høegh-Guldberg, se dedicó sistemáticamente a desmontar las medidas de Struensee
una a una. Esta situación duró hasta 1784, en que un nuevo golpe de Estado
encabezado por el heredero al trono e hijo mayor del rey (el futuro Federico VI), quien retomó las
reformas del médico alemán adelantándose 5 años a la Revolución Francesa. Se
dice que el propio rey Christian estaba detrás del golpe, ansioso como estaba
de dejar los asuntos de Estado y volver a sus juergas y visitas a prostíbulos.
Como detalle final, se encontró un dibujo personal realizado por él en el que
venía una nota referida a Brandt y Struensee: “Me habría gustado haberles salvado”. Y es que a pesar del adulterio
de la reina con el médico, Christian siempre consideró a Struensee su amigo, y
no daba importancia a esa relación convencido de que lo que era bueno para él
(ser infiel) era bueno para los demás. Murió en 1808, arrepentido
todavía de no haber podido salvar a su amigo.
Excelente biografía
ResponderEliminarUna historia apasionante, y un relato absorbente. Gracias desde Lima, Perú.
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