“… y yo le sigo, le
sigo la corriente / porque no quiero que diga la gente / que María Cristina me
quiere gobernar”. Esta popular canción, que todos hemos cantado (o al menos
tarareado) alguna vez, fue una de la muchas que el pueblo español le dedicó a María
Cristina de Borbón-Dos Sicilias, que entre otras cosas fue la cuarta y última
esposa de Fernando VII, la madre de Isabel II y la Regente de España entre 1833
y 1840. Protagonista de un importante periodo de la Historia española, esta
reina es sin embargo una gran desconocida. Yo creo que es una lástima, porque
su azarosa vida es una gran fuente de anécdotas, algunas buenas y otras no
tanto.
María Cristina de Borbón y sus hijas |
El trancazo y el
matrimonio morganático
El 11 de diciembre de 1829 se produjo el matrimonio entre
Fernando VII y su sobrina carnal (era hija de su hermana) María Cristina de
Borbón-Dos Sicilias. El novio tenía ya 45 años, tres matrimonios a sus
espaldas, y era famoso por su ardor sexual y por tener una deformación genital
llamada macrosomía que hacía que su
miembro viril fuera monstruoso, tanto en forma como en tamaño. Sin embargo, a
esas alturas era poco menos que un vejestorio comparado con la novia, de 23
primaveras y “ardiente e infatigable en
sus juegos y escarceos amorosos”, por lo que cada vez que se producía un
encuentro entre ambos el rey salía de la habitación resoplando y agotado. Posiblemente
esto fue una de las causas de que Fernando VII enfermara gravemente y muriera el
29 de septiembre de 1833, no sin antes nombrar a su esposa Regente mientras la
llamada a reinar Isabel II (que entonces tenía 3 años) llegara a la mayoría de
edad.
Paseando con Fernando VII |
Para cuando Fernando murió, María Cristina ya se había
buscado un sustituto: un sargento de la Guardia de Corps llamado Agustín
Fernando Muñoz y Sánchez (del que las malas lenguas decían que había entrado en
el cuerpo gracias a un enchufe de su abuela paterna, que había sido nodriza de
una de las hermanas del rey). La leyenda cuenta que se conocieron una noche en
que María Cristina paseaba por el palacio y se fijó en él, que estaba de
servicio. La reina le preguntó si no estaba cansado, y él le respondió “En servicio de Su Majestad no puedo cansarme
nunca”. ¡No me digan que no es bonito!
Agustín Fernando Muñoz |
No menos curiosa es esta otra anécdota. En ella se narra que
una noche regresaba al lecho del dolor de su esposo después de visitar a su
amante, y que su dama de confianza, conocedora de todo el asunto, le preguntó
si no había perdido con el cambio, ya que en palacio era famoso el portentoso
miembro viril del rey. María Cristina le contestó que no, ya que el sargento
Muñoz “también tenía un buen trancazo”.
Lo malo es que esa última frase la dijo mientras abría la puerta del dormitorio
del monarca, y éste, que estaba enfermo pero no sordo, le pidió inmediatamente
explicaciones. María Cristina, rápida de reflejos, le contestó que era así como
se referían a los catarros en Tarancón, ciudad natal del sargento. El médico
del rey, que también se encontraba presente, no se atrevió a desmentirlo; el
término se difundió en palacio y de ahí a la calle, donde “trancazo” se convirtió en un sinónimo de resfriado.
La enfermedad de Fernando VII |
Nada más morir el rey, María Cristina (que era muy religiosa)
quiso casarse con Muñoz, pero había un problema: si se casaba con el sargento
se produciría un matrimonio morganático y perdería todos sus privilegios. Así
que optó por casarse religiosamente, pero en secreto. La boda fue oficiada por
un amigo del novio recién ordenado sacerdote, y se produjo apenas tres meses
después de que muriera Fernando VII. ¿Y qué es un matrimonio morganático? Es
una unión entre personas de rango social desigual y recibe también el nombre de
“matrimonio de la mano izquierda”
(porque en este tipo de bodas el novio sostenía la mano de la novia con la mano
izquierda, al contrario que en las bodas normales). Lo malo de este tipo de
bodas es que el cónyuge noble pierde todos sus títulos y los hijos habidos en
el matrimonio (llamados hijos
morganáticos) no pueden por tanto heredarlos.
Carlos María Isidro |
De modo que intentar mantener el secreto del matrimonio era
vital para la flamante Regente. Claro que dicho secreto duró poco
tiempo. Y es que el bueno de Muñoz le hizo a María Cristina nada menos 8 hijos.
Ella trataba de disimular los embarazos vistiendo siempre vestidos anchos, pero
la verdad es que la gente se dio cuenta enseguida. Esto dio lugar a chistes y
coplillas varias. Por ejemplo, a Muñoz comenzaron a llamarlo “Fernando VIII”, y empezó a hacerse
famoso un dicho: “La Regente, casada en
secreto y embarazada en público”. Pero sin duda alguna la de mayor ingenio
era un tonada que se cantaba en las calles y cuya letra decía “Clamaban los liberales que la reina no paría
/ y parió más muñoces que liberales había”.
Guiris y carcas
La Regencia de María Cristina no fue ningún camino de rosas. Sin
duda el problema más importante al que tuvo que enfrentarse fue el de la
Primera Guerra Carlista, iniciada por el infante Carlos María Isidro, que no
aceptaba que el trono fuera para Isabel II y defendía que era él el que debía
heredar la corona. Esta guerra civil duró hasta 1840 y desangró a la ya
exhausta nación. No entraremos en detalle en ella, y nos limitaremos a explicar
una frase que aparece en el libro “La
Madre Naturaleza”, de Emilia Pardo Bazán: “En los intervalos en que no se disparaban tiros, los destacamentos
divididos sólo por el ancho de una trinchera se insultaban festivamente,
llamándose guiris y carcas”.
Oficial carlista |
Y es que el origen de ambas palabras se encuentra en este
conflicto. Para empezar, los soldados que apoyaban a Isabel II (y por ende, a
la Regente María Cristina) eran llamados cristinos
por sus enemigos. Claro que éstos eran en su mayoría vascos, por lo que no
pronunciaban correctamente el nombre y más bien decían “guiristinos”. Con el paso del tiempo, la palabra fue acortándose
hasta que quedó en “guiri”. Además,
para aquellos vascos todo el que no fuera de su región era forastero, de modo
que el vocablo se extendió con el significado de extranjero. En cuanto a la
palabra “carca”, proviene de “carcunda”, su origen es portugués y significa
jorobado. Parece ser que era como las tropas liberales portuguesas llamaban así
a los miguelistas, partidarios del
infante Don Miguel (absolutista). Las tropas españolas que participaron en la
contienda la adoptaron y a su vuelta empezaron a llamar carcundas a los
carlistas. La palabra fue apocopándose hasta dar la actual carca.
El primer exilio
Para mantenerse en el poder y poder ganar la guerra, María
Cristina hizo difíciles equilibrios en sus alianzas. Así, se rodeó de
absolutistas y liberales moderados buscando hacer un frente común frente a los
ultraabsolutistas que luchaban en el bando carlista. Claro que eso conllevaba
frecuentes tensiones entre los que querían que todo siguiera como estaba
haciendo mínimas concesiones y los que pretendían una apertura más amplia del
país. Estas tensiones a veces desembocaban en cosas más serias, como la matanza
de frailes en 1834 y el motín de los sargentos de La Granja de 1836, que volvió
a poner en vigor la Constitución liberal de 1812 (conocida como “La Pepa”).
Motín de los sargentos de La Granja |
Sin embargo, su verdadero propósito era mantenerse en el
poder, así que tras la finalización de la guerra con el “Abrazo de Vergara” entre el isabelino Espartero y el carlista Maroto, buscó pactar con los carlistas para echar a los liberales del poder.
Esta maniobra no sentó nada bien a éstos últimos, por lo que Espartero se
sublevó y exigió que se constituyera un gobierno progresista. La reacción de
María Cristina fue dimitir de la Regencia y exiliarse. Antes de partir al
exilio, María Cristina le dijo a Espartero “Te
hice Duque, pero no logré hacerte caballero”. La reacción del general fue
hacer públicas las actas del matrimonio secreto de María Cristina. Claro que de
poco le sirvió, ya que una de las primeras paradas del exilio de la ex-Regente
fue Roma, donde después de mucho insistir el Papa Gregorio XVI bendijo su boda
morganática.
Los oscuros negocios
Tras establecerse en París, donde compró el Palacio de la
Malmaison (que había pertenecido a Josefina Bonaparte), María Cristina se
pasaba el tiempo conspirando contra Espartero y haciendo todo tipo de negocios.
Entre estos negocios destacaban los de ferrocarriles, el carbón, la sal (de la
que tuvo el monopolio durante 5 años) y el comercio de esclavos. Se decía que “no había proyecto industrial en el que la
Reina madre no tuviera intereses”. Aprovechando la información privilegiada
de la que disponía, el matrimonio se enriqueció considerablemente. Un ejemplo
de ello fue cuando se desprendieron de sus negocios siderúrgicos un año antes
de que fuera promulgado el Real Decreto donde se rebajaban los aranceles sobre
estos productos, provocando el desastre de la siderurgia española.
General Espartero |
Claro que María Cristina ya iba forrada antes de salir de
España. Durante su Regencia instauró un fondo del que sacaba mucho dinero,
fundamentalmente para comprar voluntades, pero también para joyas. Así, se
contabilizaron pagos de más de un millón de reales a un diamantista, o de más
de 600.000 para comprar joyas a una viuda (de ese dinero, más de 460.000 eran
para un solo collar). En total, la Regente sacó de las arcas públicas más de 37
millones de reales, una cantidad considerable para la época (para hacernos una
idea, la asignación de Fernando VII en su último año de reinado fue de 40
millones, y con ellos tenía que mantener todo el Patrimonio Real).
Juan José Flores |
La Regente también se embarcó en aventuras absurdas. La más
sonada fue un intento en 1846 de restauración de la monarquía en Ecuador en la
persona de su hijo Agustín Muñoz y de Borbón, Duque de Tarancón y que contaba
por entonces 8 años. El plan contaba con la bendición del Primer Ministro del
país Juan José Flores, e incluía la unión con Perú y Bolivia, creando el Reino
Unido de Ecuador, Perú y Bolivia, con capital en Quito. El plan fracasó al ser
depuesto Flores en la Revolución del 6 de
marzo. Aun así, tanto Flores como María Cristina siguieron conspirando
desde el exilio para reavivar el plan, sin resultado alguno.
María Cristina me
quiere gobernar
Y vamos con la famosa canción que da título a este artículo.
Durante la Primera Guerra Carlista, la tonada se hizo muy popular en el frente,
donde los carlistas se la cantaban a los liberales (aunque otras teorías
indican justo lo contrario). No está claro si la intención era burlarse de las
tropas que apoyaban a la Regente o la letra hacía también mofa del segundo
marido de María Cristina. Curiosamente, la canción se hizo muy popular, hasta
el punto de que dos generaciones después se cantaba a otra María Cristina, la
de Habsburgo, madre de Alfonso XIII, y también Regente de España hasta la
mayoría de edad de su hijo.
Ñico Saquito |
Al parecer, los emigrantes españoles la llevaron a La Habana,
donde se hizo tremendamente conocida. Durante la Guerra de Independencia de
Cuba, la canción se cantaba dedicada a la nueva Regente (que hemos mencionado
antes). En los años 30 del siglo XX, el cantautor cubano Ñico Saquito la grabó
añadiendo algunas estrofas, obteniendo un éxito inmediato. En España volvió a
oírse en los años 50, y también se convirtió en un éxito apoteósico, aunque el
origen de la canción se había ya olvidado.
Perversa y dañina la viuda del rey felón!
ResponderEliminarSí, mucho
EliminarGracias Juanma, entretenido y curioso, como siempre.
ResponderEliminarGracias a ti
Eliminarla vida sigue igual....
ResponderEliminarJajaja, espero que no
ResponderEliminarEn México es muy popular también y se la cantamos hasta hoy día a muchas de nuestras mujeres que se han emancipado y gobiernan en sus hogares.
ResponderEliminar¿Alguna referencia bibliográfica donde esté recogida la copla?
ResponderEliminar¿Documento, periódico, escrito?
Puede empezar por "Los vikingos no tenían cuernos" de David Botello y Lorenzo Gallardo
EliminarMuy curioso y muy didáctico el artículo. Gracias por compartirlo.
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