Imaginen a alguien con una capacidad asombrosa para aprender idiomas y
con una facilidad de palabra rayana en la hipnosis. Imaginen que ese alguien
pone esos talentos al servicio de la estafa. Imaginen ahora que esa persona es
capaz de vender la Torre Eiffel, y además repite la hazaña poco después.
Imaginen también a una persona que se permite el lujo de timar a Al Capone y que
además el gángster le queda
agradecido después de ser estafado. Imaginen a un hombre que fue detenido
justo cuando estaba a punto de hacer colapsar a la economía de los Estados
Unidos con billetes falsos. Y ahora dejen de imaginar; porque ese hombre
existió, y se llamaba Victor Lustig.
Victor Lustig |
Victor Lustig es uno de esos hombres de cuya vida podría
hacerse una película de lo más apasionante; lo malo es que por muy fiel que
seamos a su biografía dicha película nos parecería sin duda exagerada. Y es que
la lista de hazañas de este hombre es interminable, llegando a ser uno de los
hombres más buscados de Europa cuando sólo contaba con 30 años. Su biografía
desprende ese aura de simpatía que siempre han tenido los pillos para casi
todos (naturalmente, el “casi” es porque se excluyen sus víctimas, que no creo
que les tengan en mucho aprecio). Sumerjámonos en la increíble vida del hombre
que vendió la Torre Eiffel ¡dos veces!
La caja de dinero
rumana
El que llegaría a ser el mayor estafador de todos los tiempos
nació en 1890 en Hostinné, que actualmente pertenece a la República Checa pero
que por aquel entonces formaba parte del Imperio Austrohúngaro. Desde muy
pequeño empezó a dedicarse a pequeños hurtos y robos (aunque, según él, únicamente
robaba a personas malvadas y avariciosas). Poco a poco fue perfeccionando sus
métodos. Fue sobreviviendo con pequeños hurtos y estafas a la vez que aprendió en
sus ratos libres trucos de magia con cartas, lo que le permitió sacarse un
dinero extra. A los 19 años recibió un navajazo de un novio celoso, lo que hizo
que tuviera una cicatriz en lado izquierdo de la cara que, a juzgar por los
resultados, le hizo aún más carismático.
Cartel de "Se Busca" de Lustig |
Pronto salió de su país y se dirigió a Europa occidental,
donde comenzó su carrera como estafador. Su principal campo de operaciones eran
los trasatlánticos de vapor que hacían la ruta entre París y Nueva York. Su
encanto natural y su facilidad para hablar con fluidez varios idiomas hacían que
los pasajeros de clase alta le aceptaran como uno de los suyos, y por tanto se
convirtieran en presas fáciles. También actuaba en París y en diversas ciudades
de Estados Unidos, siempre presentándose con un alias (a lo largo de su vida
llegó a usar hasta 47 distintos). Esta etapa acabó cuando estalló la Primera
Guerra Mundial, puesto que se suspendieron las rutas de trasatlánticos entre
ambas ciudades.
Interior de la "caja de dinero rumana" |
Una de sus primeras estafas era “la caja de dinero rumana”. El timo consistía en presentar una
supuesta caja de imprimir dinero en la que Lustig previamente había introducido
tres billetes auténticos de 100 dólares. Hacía una presentación a sus víctimas
en la que, naturalmente, se producía una copia exacta de un billete. Lustig
explicaba entonces que la única pega era que se necesitaban 6 horas para
producir cada billete. Los clientes
hacían cuentas, y viendo que la máquina se amortizaría en muy poco tiempo, la compraban
por un alto precio (normalmente más de 30.000 dólares). Durante las siguientes
12 horas, la máquina producía dos billetes más de 100 dólares, pero después
sólo salía papel en blanco. Era el momento en que la víctima se daba cuenta de
que había sido estafada; claro que, a esas alturas, Lustig ya había
desaparecido con el dinero de la venta.
La compra de la
granja
Al finalizar la guerra, Lustig se trasladó a Estados Unidos.
Era la época de los felices años 20 y el dinero corría a raudales. Además, la
Ley Seca daba grandes oportunidades de negocio a personas que no temieran
arriesgarse y carecieran de escrúpulos. Lustig vio enormes oportunidades, y se
dedicó a hacer timos por más de 40 ciudades norteamericanas. Entre
ellas destacaron estafas tales como las falsas carreras de caballos o
inversiones mobiliarias. Todas ellas le dieron grandes dividendos, pero si hay
una que destacó fue la compra de la granja de Missouri. Veamos qué pasó.
Billete falso fabricado por Lustig |
En 1922, el “Conde
Victor Lustig” llegó a la ciudad y anunció
que tenía interés en comprar una granja. La propiedad en cuestión estaba en
poder de un banco, que se la había quedado como pago de una hipoteca que no se
había saldado. Nadie estaba interesado en la granja, y el banco no sabía qué
hacer para quitársela de encima. Lustig relató a los banqueros la triste
historia de que su familia en Austria había perdido todas sus posesiones a
causa de la guerra y que había emigrado a América deseando comenzar una nueva
vida. Esta nueva vida pasaba, según él, por trabajar en el campo y así poder
comenzar de nuevo.
Ficha policial de Lustig |
Debido a la elocuencia de Lustig, los banqueros se tragaron
todo el cuento. Ofreció como pago acciones de la empresa Liberty por valor de 22.000 dólares, y el banco las aceptó sin
rechistar, ya que las acciones eran auténticas. Acto seguido, Lustig les pidió
que le prestaran 10.000 dólares para poder iniciar su actividad, poniendo como
garantía la propia granja que acababa de adquirir, y los banqueros aceptaron
nuevamente encantados. No se dieron cuenta de que en el transcurso de la
transacción Lustig cambió los sobres, de modo que salió del banco con el dinero
en efectivo y con las acciones.
Lustig detenido |
Cuando se dieron cuenta de que habían sido timados, los
banqueros contrataron un detective privado para encontrar al supuesto conde. Lo
más curioso de todo el asunto es que Lustig no intentó escapar; de hecho, el
detective lo encontró esperándolo tranquilamente en un hotel de Nueva York. Ambos se embarcaron en un tren con destino a Missouri. Al llegar a la ciudad lo llevaron
a entrevistarse con los banqueros, y Lustig les argumentó que si presentaban
cargos en su contra, los inversores desconfiarían de un banco que podía ser
engañado tan fácilmente y retirarían su dinero. Increíblemente, los banqueros
se convencieron y no sólo le dejaron irse, sino que además le dieron más dinero
para que no revelara la historia.
La venta de la Torre
Eiffel
En mayo de 1925 Lustig regresó a París. La ciudad se encontraba
en pleno auge, por lo que el ambiente era propicio para alguien como él. En un
periódico encontró un artículo donde hablaba del deterioro que sufría la Torre
Eiffel. Este monumento, construido para la Exposición Universal de 1889, no
estaba previsto que fuera permanente, pero el alto coste de desmontarla hacía
que todavía siguiera en pie (aunque en 1909 estuvo a punto de ser retirada). El
artículo explicaba que el coste de la pintura y el mantenimiento era excesivo,
por lo que la torre se había convertido en un monumento descuidado, y además
los parisinos la veían como algo feo e inútil.
Exposición Universal de 1889 |
Lustig vio en este artículo una gran oportunidad. Contactó
con un falsificador para que le facilitara una serie de documentos que pudiera
hacer pasar por oficiales, y a continuación invitó a 6 importantes comerciantes
de chatarra a una reunión en el Hotel de Crillon para ofrecerles un negocio. En
dicha reunión, Lustig se presentó como director adjunto del Ministerio de
Correos y Telégrafos y les explicó que el gobierno había decidido desmontar y
vender como chatarra la Torre Eiffel, debido a su alto coste de mantenimiento.
Les dijo a los empresarios que habían sido seleccionados en base a su buena
reputación, y que todo el asunto debía llevarse en el más absoluto secreto.
Acto seguido, llevó a los empresarios a la torre en una limusina para hacer una
visita de inspección. Se despidió de ellos recordándoles la obligación de
guardar secreto y anunciando que la licitación sería al día siguiente.
Recorte de periódico con Lustig |
Sin embargo, Lustig ya había decidido que aceptaría la oferta
de André Poisson, un comerciante que deseaba entrar en el círculo de grandes
hombres de negocios de París. No obstante, la esposa de Poisson sospechaba de
todo el asunto, así que Lustig organizó una reunión sólo con él. En ella le
explicó que su sueldo de funcionario no daba para el estilo de vida que quería
y que necesitaba ingresos extras, que debía conseguir de forma discreta; en
resumen, le estaba pidiendo un soborno. Ante esa afirmación, Poisson desestimó
todas sus dudas y no sólo le dio el soborno, sino también el dinero de la
licitación de la torre.
Prisión de Alcatraz, donde Lustig murió |
Esa misma noche, Lustig partió en tren hacia Viena con una
maleta llena de dinero. Confiaba así en escapar de la inevitable búsqueda
policial. Sin embargo, y para su sorpresa, en Francia nadie le buscaba. Poisson
se sentía tan humillado por haber sido estafado de esa manera que jamás acudió
a la policía. De modo que, al cabo de un mes volvió a París dispuesto a repetir
la hazaña. Y casi lo consigue, sólo que esta vez la víctima sí que acudió a la
policía y Lustig logró escapar por los pelos de ser arrestado. Su siguiente
destino serían los Estados Unidos de nuevo.
Al Capone, los
billetes falsos y la detención
De vuelta en América, Lustig intentó la que sería su estafa
más peligrosa. Contactó con el conocido gángster
Al Capone y le propuso un negocio a medias. Le pidió que participara con 50.000
dólares en una estafa que estaba preparando, prometiendo duplicar su dinero en
60 días. Capone le dio el dinero, no sin antes advertirle de lo que le pasaría
si intentaba engañarle. Nada más conseguir el dinero, Lustig lo ingresó en un
banco y esperó tranquilamente a que pasara el plazo. Cuando los 60 días se
agotaron, sacó el dinero y se lo devolvió a Capone, diciéndole que había
cancelado la operación porque no le parecía fiable. Capone se quedó tan
impresionado por la honradez y la integridad de Lustig, que le regaló 5.000
dólares.
Al Capone |
Pero Lustig deseaba dar un golpe que lo pudiera retirar, así
que en 1930 se asoció con un químico llamado Tom Shaw, experto en fabricar
placas para falsificar billetes. Fabricaron miles de ellos tan buenos que
engañaban incluso a los cajeros de los bancos, y ambos organizaron una red para
hacerlos circular. La policía se alarmó, pues una falsificación en tan gran
escala podía hundir la economía del país. Sin embargo, Lustig se mantuvo en la
sombra y ni siquiera sus subordinados conocían su identidad. Tuvo éxito hasta
el 10 de mayo de 1935, cuando fue arrestado por agentes federales después de
recibir una llamada anónima. Más tarde se supo que dicha llamada había sido
realizada por su amante Billy May, que estaba celosa tras descubrir una
infidelidad de Lustig.
Lustig siendo interrogado |
A Lustig se le encontró una llave, pero se negó a decir qué
era lo que abría. Varias semanas más tarde, los investigadores descubrieron que
era la llave de una taquilla de la estación de metro de Times Square. En ella,
se encontraron 51.000 dólares en billetes falsos y las placas de impresión.
Lustig fue llevado a juicio, pero un día antes logró escapar de su celda del
centro de detención de Manhattan. Los policías sólo encontraron en la celda
vacía una nota con un pasaje de “Los
Miserables”. Fue vuelto a capturar 27 días después en Pittsburg, y esta vez
sí que fue juzgado. Se declaró culpable y fue condenado a 20 años de cárcel en
Alcatraz. Allí murió el 11 de marzo de 1947, dos días después de contraer una
neumonía.
Certificado de defunción de Lustig |
Sin embargo, aún dejó dos jugadas más después de muerto. La
primera era que en su certificado de defunción, en el espacio dedicado a
ocupación, se escribió “aprendiz de vendedor”. La segunda ocurrió muchos años
después, en 2015; un historiador trató de encontrar algún documento en su
ciudad natal en que apareciera. No encontró ninguno, de modo que no hay ninguna
evidencia documental de que Lustig existiera (al menos con ese nombre). Fue la
última jugada de un hombre que dejó escrito el siguiente catálogo para
estafadores:
1. Escucha con paciencia (por eso, y no
por hablar deprisa, triunfan los golpes de un estafador).
2. Nunca parezcas aburrido.
3. Espera a que la otra persona
manifieste cualquier opinión política, luego muéstrate de acuerdo con ella.
4. Deja que la otra persona revele sus
creencias religiosas, luego afirma tener las mismas.
5. Insinúa una conversación sexual, pero
no la sigas a menos que la otra persona muestre un gran interés.
6. Nunca hables de enfermedades, a menos
que el otro muestre alguna preocupación especial.
7. Nunca curiosees en las circunstancias
personales del otro (al final te lo contarán todo).
8. Nunca alardees. Sólo deja que tu
importancia resulte silenciosamente obvia.
9. Nunca vayas desaliñado.
10. Nunca te emborraches.
muy bueno!
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarMuy bueno Juanma, ¿te imaginas que hubiese coincido en el tiempo con Frank William Abagnale y se hubiesen asociado?
ResponderEliminarAbagnale era más parecido a Demara, pero habría sido curioso
Eliminarmuy bueno. ]No se trata (obviamente) de que los apruebe, pero siempre he sentido cierta admiración por los delincuentes con estilo del tipo falsificadores de arte, ladrones de cajas fuertes, estafadores audaces...
ResponderEliminarUno no puede menos que reconocerles su especial habilidad en lo que hacen, no? Generalmente, además, esa clase de gente jamás comete actos de violencia.
Los pillos siempre caen bien. No hay más que ver el Lazarillo de Tormes o la película El golpe
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