Durante la Alta Edad Media, el saber en la Europa cristiana se
concentró en los monasterios y las abadías. Una de las tareas de los monjes era
copiar los antiguos manuscritos para evitar que su contenido desapareciera.
Estas instituciones preservaban sus bibliotecas con mucho celo, por lo que
era extremadamente difícil que el saber contenido en ellas se esparciera por el
mundo. Sólo en las escuelas organizadas alrededor de algunas de estas
bibliotecas (como las escuelas catedralicias o las escuelas monásticas) se
difundía el conocimiento, evitando que se perdiera. Esta situación cambió a
partir del siglo XII, cuando empezaron a fundarse las primeras universidades y
a proliferar por todo el continente europeo.
Profesores medievales |
El origen de las universidades
medievales
El término Universidad
proviene de la palabra en latín universitas,
y en la Edad Media designaba un gremio corporativo. Así, por ejemplo, podemos
hablar de la universidad de carpinteros o universidad de zapateros con el
sentido de gremio de personas que tenían esos oficios. Uno de esos gremios
corporativos era el de los maestros y estudiantes (universitas magistrorum et scholarium), gremio del que se derivaría
con posterioridad el empleo del término como sinónimo de institución de
enseñanza. En general, estos gremios contaban con privilegios concedidos a
través de cartas legales emitidas por príncipes,
reyes, obispos o las propias ciudades en las que se encontraban.
Monjes copistas |
Si bien ya había algunos precedentes en el mundo bizantino y
musulmán, las universidades tal y como las conocemos fueron un fenómeno
genuinamente europeo. Las primeras surgieron a partir del siglo XI,
proliferando en los siglos siguientes por todo el continente (particularmente
en Italia, Francia, España e Inglaterra). La mayoría nació de una de evolución de las
escuelas catedralicias, palatinas y monásticas, aunque luego comenzaron a crearse
instituciones, fundadas por autoridades, que ya nacían estructuradas como una
institución de enseñanza superior. Los estudios que evolucionaron de escuelas,
fueron llamados ex consuetudine;
aquellos fundados por reyes o papas eran llamados ex privilegio. Aprovechando que el latín era el idioma común para
la enseñanza, los docentes de las más prestigiosas eran animados a dar cursos
en otras universidades; algo que se ha perpetuado hasta nuestros días en forma
de libre intercambio de información entre universidades.
Mapa de las universidades medievales |
Los estudiantes entraban en la universidad más o menos con 14
años, y en un plazo de unos 6 años conseguían el título de bachiller. Si
continuaban sus estudios en alguna disciplina concreta podían llegar a
graduarse. Sólo después de muchos más años se conseguía el título de doctor.
Los estudios universitarios eran costosos y a menudo sólo estaban al alcance de
las familias ricas, aunque existía un cierto número de estudiantes becados por
algún potentado. La mayoría debía alternar sus estudios con la realización de
un oficio que les permitiera pagar su estancia y manutención, además de sus
bebidas y vicios. Un gran número de estudiantes se tonsuraban y vestían como
monjes, ya que muchos pertenecían a alguna congregación religiosa. Caso
particular eran los llamados goliardos,
que no eran más que clérigos ociosos de vida licenciosa y estudiantes pícaros
que proliferaron alrededor de las universidades, y que nos han dejado una rica
muestra de poesía profana (como el Carmina
Burana).
Goliardos |
Eran frecuentes los conflictos entre estudiantes de distintos
colegios y facultades, entre estudiantes procedentes de diferentes
países de origen y entre estudiantes y población local. Como privilegio para
estas instituciones, tenían un fuero especial que les eximía de los tribunales
ordinarios de las ciudades en las que se encontraban, estando todos los
miembros de la universidad sometidos a los tribunales eclesiásticos o incluso
de la propia institución. Había universidades que contaban con policía propia e
incluso cárceles. Esto conllevaba una nueva fuente de conflictos con las
autoridades civiles de las ciudades en las que estas instituciones estaban
enclavadas, ya que los tribunales de las universidades tendían a ser bastante indulgentes con sus miembros. Esto provocaba que muchos estudiantes (tunos,
goliardos, etc.) llevaran una vida disipada sabedores de que podían salir
prácticamente impunes de cualquier situación. En este contexto se engloban los
disturbios en París que dieron lugar a la primera huelga universitaria de la
Historia.
Los disturbios
La Universidad de París fue una de las primeras universidades
de Europa. Fundada alrededor del año 1150 como complemento de la Escuela de
Teología de Notre Dame, pronto alcanzó un gran prestigio por sus estudios en
Filosofía y Teología. En el año 1200 fue reconocida por el rey francés Felipe
II Augusto en una carta en la que, entre otras cosas, les otorga a sus
integrantes el derecho de ser juzgados por un tribunal eclesiástico y no civil.
Por cierto, este reconocimiento vino precedido por una amenaza de huelga
provocada por unos disturbios parecidos a los narrados en este artículo. Posteriormente,
en 1215, el Papa Inocencio III le otorga el título de Universidad mediante una
bula. Su colegio más famoso fue el de La Sorbona, fundado en 1215, y que con el
tiempo acabó dando nombre a toda la institución académica.
Clase universitaria medieval |
Los disturbios comenzaron en el mes de marzo de 1229, durante
el martes de Carnaval. Ese día, último de fiesta antes del miércoles de Ceniza
y el inicio de la Cuaresma, los habitantes de París daban rienda suelta a su
espíritu festivo disfrazándose y consumiendo grandes cantidades de alcohol. Entre
ellos se encontraban los estudiantes de la universidad, siempre dispuestos a
una buena juerga, tal como lo atestigua esta canción de taberna de la época:
“Cuando estamos en la taberna / nos despreocupamos del mundo (…) / Nadie allí teme a la muerte / Y por Baco tientan la suerte” (poesía de estudiante Goliardo)
En una taberna del Barrio Latino de París se produjo una
trifulca entre el tabernero y unos estudiantes. El motivo de la disputa, al
parecer, era el impago de la cuenta por parte de los estudiantes. La discusión
acabó en una gran pelea en la que el tabernero, ayudado por otros vecinos, dio
una soberana paliza a los estudiantes y los echó del local. Al día siguiente,
los estudiantes apalizados volvieron junto a varios compañeros de estudios armados
con garrotes y cuchillos.
Plaza de la Sorbona |
Tenían la intención de vengarse del tabernero. Al ser
miércoles de Ceniza, la taberna estaba cerrada, pero eso no detuvo a los
estudiantes, que forzaron la entrada, agredieron al tabernero y destrozaron el
local. No contentos con todo eso, los estudiantes empezaron a destruir otras
tiendas y locales aledaños, lo que provocó graves daños en todo el barrio. Los
propietarios de los negocios destrozados, sabedores de que los estudiantes no
podían ser juzgados por tribunales civiles, y temerosos también de que una
acción demasiado enérgica podía desembocar en el traslado de ciudad de la
universidad (tal y como había ocurrido con Cambridge, fundada por estudiantes y
docentes descontentos de Oxford), elevaron una queja al Obispo de París a
través del prior de San Marcel.
Maestros y alumnos en una clase |
El Obispo había tenido un encontronazo con la universidad
cuatro años atrás, cuando los estudiantes le pidieron que renovase sus
privilegios. El prelado, que no estaba de acuerdo con dichos privilegios,
convocó a los profesores y, sin darles la oportunidad de tomar la palabra,
rompió el sello de la universidad, lo que significaba en la práctica negarle
toda autonomía. Los estudiantes y profesores, indignados, asaltaron el palacio
episcopal y el Obispo les excomulgó. Un mes después, los ochenta profesores
excomulgados fueron absueltos, la autonomía universitaria restaurada y el
Obispo puesto en ridículo. Ahora veía la ocasión perfecta para vengarse. Así
que decidió quejarse directamente ante la Reina regente.
Blanca de Castilla |
Esta reina regente era nada menos que Blanca de Castilla,
hija de Alfonso VIII el de las Navas, y una mujer de armas tomar. Su padre
había fundado en Palencia la primera universidad española, en 1212, y quizá
Blanca de Castilla no conservaba buen recuerdo del bullicio estudiantil en su
ciudad natal. Aprovechando que ejercía la regencia durante la minoría de edad
de su hijo Luis IX (que luego sería llamado “El Santo” o San Luis), dio órdenes tajantes de que los responsables
del tumulto fueran arrestados y castigados. Los prebostes de la ciudad no
dieron con ellos, así que tomaron la decisión de buscar un chivo expiatorio
como fuera y agredieron con gran violencia a un grupo de estudiantes que se
encontraban descansando en las afueras de la ciudad. La agresión tuvo como
resultado dos muertos, un estudiante flamenco y otro normando, ambos muy
estimados en la universidad, y al parecer inocentes en todo el asunto.
La huelga
Los docentes, al enterarse de la muerte de estos estudiantes,
decretaron la suspensión de las clases. Además, a través de un portavoz, pidieron
a la reina, al Obispo y al delegado pontificio que se hiciera justicia. Se
previno a la reina de que si para la Pascua de abril no se había solucionado
todo el asunto, desagraviado a la universidad y castigado a los culpables, se
tomaría la decisión de una huelga general. Como fuere que ninguno de los
interpelados hizo mucho caso (es más, se tomaron bastante a mal el ultimátum),
el cuerpo de maestros decretó la disolución de la universidad por un plazo de
seis años. Los estudiantes se fueron. Unos regresaron a su lugar de origen,
otros abandonaron los estudios y la mayoría se trasladó a otras universidades
como Reims, Orleans, Angers, Toulouse. El rey Enrique III de Inglaterra
aprovechó la ocasión para ofrecer facilidades a docentes y estudiantes de París
para trasladarse a Oxford y Cambridge.
Monjes escuchando la lección del profesor |
Las consecuencias económicas no tardaron en hacerse notar,
sobre todo en el Barrio Latino y en la Montaña Sainte-Geneviève, lugares de residencia habitual de
los estudiantes, y cuya economía dependía en gran medida de los servicios que
les prestaban. Sin embargo, el único que se dio cuenta en un principio de la
gravedad del asunto fue el Papa Gregorio IX, antiguo alumno de la universidad.
Dirigió una carta a la reina Blanca y al Obispo de París en la que tomaba
partido a favor de los estudiantes y profesores y exhortando a ambos para que
hicieran los esfuerzos necesarios para que las aguas volvieran a su cauce. La
reina hizo caso de la misiva, y empezó entonces una dura negociación para que
la universidad de París volviera a abrir sus puertas.
Gregorio IX |
Tras dos años de conversaciones, se llegó a un acuerdo y el
Papa promulgó la bula Parens Scientiarum
el 13 de abril de 1231. En esta bula se renovaban los privilegios de la
universidad y se garantizaba la autonomía de la misma ante las autoridades
locales, ya fueran seculares o eclesiásticas. Ponía a la institución
directamente bajo la autoridad papal, y le confería el título de “Madre de las Ciencias”. Posteriormente,
esta bula se ha considerado la verdadera Carta Magna de la Universidad de
París. Las clases se reanudaron, los estudiantes y docentes volvieron y todo
regresó a la normalidad. Acababa así la primera huelga universitaria de la
Historia, tras un pulso que duró dos años y que puso de manifiesto que las
universidades, a partir de entonces, se convertirían en una de las
instituciones más importantes de Europa. Y a la postre, de todo el mundo.
¡Un tema interesante! La Historia me gusta mucho; todas las Humanidades, la ciencia... El saber, vamos. Eso lo demuestro en mi blog, que también va a concurso; por Solidaridad. El cultural es éste otro.
ResponderEliminarMucha suerte, ¡y siga divulgando! Yo estoy mareada de mirar blogs para las votaciones: ¡ja, ja!
Gracias. La verdad es que me he presentado sin muchas esperanzas ,y ni siquiera lo he anunciado. Mucha suerte
EliminarHISTORIA HERMOSA
ResponderEliminarGracias
Eliminar