El 16 de diciembre de 1944 el infierno se desató en las
Ardenas. Un bombardeo de 1.600 piezas de artillería alemanas sirvió de
preparación a una gran ofensiva que buscaba dividir en dos a las fuerzas
norteamericanas y británicas, llegar a Amberes y poner fin al avance aliado en
el frente occidental. La conocida como la Batalla
de las Ardenas tenía como objetivo último embolsar y destruir cuatro ejércitos
aliados, para obligar así a estadounidenses y británicos a sentarse en una mesa
de negociaciones y que Alemania firmara con ellos una paz por separado. De este
modo, Hitler pretendía obtener tiempo y recursos para combatir a los
soviéticos, ahora que la situación en el frente oriental era crítica.
Batalla de las Ardenas |
Como parte de todo el plan de batalla se organizó la llamada Operación Greif, una gran operación de
comandos que pretendía sembrar el caos tras las líneas aliadas. Para ello, un
grupo de soldados alemanes vestidos con uniformes americanos debían infiltrarse
y sabotear las comunicaciones aliadas. Otro grupo, al mando del legendario
coronel Otto Skorzeny, debía avanzar rápidamente y tomar los vitales puentes
sobre el río Mosa, para permitir a las tropas alemanas cruzarlo y avanzar
rápidamente hacia Bruselas y Amberes. Sin embargo, la mala planificación y los
defectos inherentes a un plan irrealizable llevaron a que la infiltración fuese
un fracaso. Muchos de los comandos fueron arrestados por no poder responder a
preguntas sobre béisbol o sobre cómo se llamaba la novia de Mickey Mouse. Esta es
la historia de esta esperpéntica operación.
La última baza de
Hitler
A finales de 1944, la situación bélica de Alemania era
desesperada. En el este, los soviéticos habían destruido gran parte del grupo
de ejércitos Centro en una gran ofensiva (la que sería conocida como Operación Bagration), mientras que en el
oeste los británicos y los norteamericanos habían empujado al ejército alemán a
las mismas fronteras del Reich. Después
de desembarcar en Normandía, el avance aliado había sido muy rápido, de modo
que sus tropas estaban fatigadas y los suministros tenían dificultades para
llegar a primera línea. El mando aliado tomó la decisión de estacionar en las
Ardenas a las tropas más castigadas, junto a unidades recién llegadas y sin
experiencia, ya que consideraba la región fácil de defender.
Soldados alemanes en las Ardenas |
En este contexto, el Alto Mando alemán diseñó una ofensiva a
través de los bosques de las Ardenas con el objetivo de partir en dos al
ejército anglo-norteamericano. Si las tropas alemanas lograban llegar a
Amberes, los británicos quedarían embolsados y se verían obligados a rendirse.
Hitler confiaba que eso liquidaría el frente occidental, pues obligaría a
británicos y estadounidenses a sentarse en una mesa de negociaciones a firmar
la paz. De este modo, Alemania podría concentrar todos sus esfuerzos en el este
para combatir a la cada vez más pujante Unión Soviética. Es en este marco, y
como complemento a la ofensiva, cuando se diseñó una gran operación de comandos
llamada Operación Greif.
El encargo
El 22 de octubre de 1944 el jefe de las unidades de
operaciones especiales del ejército alemán, el teniente coronel Otto Skorzeny,
fue llamado al cuartel general de Hitler. Skorzeny era un valor emergente
dentro del aparato militar, después de la liberación de Mussolini (atribuyéndose
todo el mérito, ya que en realidad la operación fue llevada a cabo por
paracaidistas) y de la solución del llamado “asunto húngaro” (la neutralización del almirante Horthy, jefe del
gobierno en Budapest, que buscaba rendirse a los soviéticos). Hitler, tras
felicitarle por sus últimos éxitos, le dijo que iba a confiarle la misión más
importante de su vida.
Otto Skorzeny |
El Führer le
informó de toda la operación que pensaba llevar a cabo en las Ardenas,
informándole de que habría una gran ofensiva con el objetivo de tomar Amberes,
cortar en dos a los ejércitos aliados y arrinconar a los británicos contra el
mar. Le explicó también que la aviación aliada no podría abortar el ataque
alemán porque el mal tiempo dejaría en tierra los aviones durante al menos dos
semanas (algo que se reveló demasiado optimista, pues pudieron volar a los 8
días de iniciada la ofensiva, cortando las líneas de suministro germanas). El
éxito de toda la ofensiva se basaba en la velocidad y el factor sorpresa, ya
que si el avance se retrasaba todo el esfuerzo habría sido en vano. Y ahí era
donde entraba Skorzeny.
Skorzeny posa con Mussolini |
Pasando revista a un grupo de comandos |
La idea de esta maniobra se le había ocurrido a Hitler tras
ser informado de que algunos soldados norteamericanos se habían disfrazado de
alemanes cuando tomaron Aquisgrán. Por supuesto, todo debía realizarse con el
mayor secreto, y se le garantizaba a Skorzeny máxima prioridad para conseguir
hombres y material. La operación recibió el nombre de Operación Greif (Grifo) y debía estar lista para el 1 de diciembre.
Contando con los poderes ilimitados que Hitler le garantizó, Skorzeny se puso
manos a la obra inmediatamente pensando que todo iría sobre ruedas.
El despropósito en
la preparación
Como hemos dicho antes, el secreto era vital para el
desarrollo de la operación. Sin embargo, una semana después del encargo, y
mientras Skorzeny preparaba la lista de suministros y equipamiento necesarios,
el Estado Mayor alemán cursó una orden para que todas las unidades del ejército
pusieran a disposición del teniente coronel a todos los hombres que hablaran
inglés de forma fluida. Lo malo es que dicha orden ¡se cursó en abierto! Tras
semejante metedura de pata, Skorzeny alegó ante sus superiores que no tenía
sentido continuar con el plan, ya que los aliados podrían haber interceptado y
leído el mensaje (como de hecho así fue), pero nadie le hizo caso y la
operación siguió su curso.
Greyhound usado por los alemanes |
Pronto la orden emitida para obtener hombres que hablaran
inglés, además de un despropósito, se reveló totalmente inútil. A mediados de
noviembre de 1944 Skorzeny sólo podía contar con 10 soldados capaces de hablar slang (inglés coloquial en argot), 40
que podían mantener una conversación medianamente fluida en inglés, 100 con
algunos conocimientos del idioma y varios cientos de voluntarios que sólo
sabían decir poco más que “Yes” y “Ok”, y se habían alistado atraídos por
la fama que los comandos tenían en el resto del ejército. Pretender hacerse
pasar por soldados estadounidenses con semejante plantilla iba a ser poco menos
que imposible.
No fueron mejor las cosas en el apartado material. Skorzeny
había calculado que necesitaría 3.000 hombres equipados con 20 carros Sherman,
30 blindados Greyhound, 150 camiones y semiorugas, y 100 Jeeps. Pero a pesar de
la orden de absoluta prioridad de Hitler, sólo después de mucho suplicar
consiguió 2 Sherman (uno de los cuales estaba averiado), 4 Greyhound, 15
camiones y 30 Jeeps. Para completar el número de vehículos necesarios se
recurrió a material alemán pintado de caqui y algunos tanques Panther
camuflados como cazacarros M-10 americanos. En cuanto a las armas individuales,
sólo alcanzaron para los soldados que se infiltrarían en Jeep.
Panther camuflado como cazacarros M-10 |
Mención aparte merece el tema de los uniformes. A los hombres
de la unidad de Skorzeny se le proporcionaron una mezcla de uniformes ingleses,
capotes americanos (que aún llevaban el signo de los campos de prisioneros),
ropa suelta de unos y otros y hasta algún uniforme francés y polaco. Los
hombres de la unidad debían vestir toda esta mescolanza mientras estaban en el
campo de entrenamiento. Así pues, la Orden de prioridad del Führer sólo fue útil para conseguir un
bocadillo en una cantina (un buen bocadillo, según decía Skorzeny) y la única
esperanza de que la brigada llegara hasta el Mosa era moverse sólo de noche y que
nadie, absolutamente nadie, se fijara en ellos ni les preguntara nada.
Blindado de la 150 Brigada Acorazada |
Aun así se siguió con el plan, y en el campamento de
entrenamiento, en Grafenwöhr, los participantes debían saludar al estilo
norteamericano y alimentarse con raciones K del ejército estadounidense. Las
órdenes se daban en inglés y se les obligaba a ver películas y noticiarios
norteamericanos para aprender las expresiones más coloquiales y mejorar su
acento. Además, recibían dos horas de clase al día sobre lengua y costumbres
estadounidenses. A todo esto había que añadir el entrenamiento guerrillero. Era
lo máximo que se podía hacer en tan poco tiempo. Skorzeny insistía que debía
suspenderse la operación, pero no sólo no se le hizo caso sino que además se le
prohibió dirigir a su unidad in situ,
no pudiendo abandonar el cuartel general del 6º Ejército Panzer de las SS.
El despropósito en
la ejecución
La infiltración comenzó el 16 de diciembre. Unos 40 hombres
se adentraron tras las líneas enemigas en Jeeps disfrazados de soldados
norteamericanos. No tuvieron muchas dificultades para hacerlo, ya que eligieron
zonas sin vigilancia. Uno de los grupos de comandos llegó hasta el río Mosa,
donde desvió a un regimiento acorazado y lo envió por una ruta que le hacía
volver a la retaguardia (dos días después, el regimiento seguía dando vueltas).
Otros grupos consiguieron cortar las líneas telefónicas, volar algunos
depósitos de combustible y cambiar la señalización de las carreteras, lo que
hacía que muchos convoyes dieran grandes rodeos para llegar a sus destinos.
Poste de señalización en las Ardenas |
Sin embargo, las cosas no fueron nada bien para el grueso de
las tropas de Skorzeny, que debía avanzar detrás. Al lanzar dos ejércitos
acorazados por un frente de apenas 50 kilómetros (y para más inri, a través de un tupido bosque), se formó un tremendo
embotellamiento. A las unidades que no participaban como punta de lanza (como
era el grupo de Skorzeny) les fue imposible alcanzar el frente, y para poder
hacerlo tuvieron que abandonar gran parte del material. Además, aunque lo
hubieran conseguido, no habrían podido sumarse a las tropas en fuga por la
sencilla razón de que no hubo ninguna fuga. La ofensiva sólo logró un cierto
éxito en el sur, mientras que la zona por la que debía avanzar el grupo de
Skorzeny presentó una férrea defensa (lo que aumentó aún más el caos entre los
alemanes). Al final del día, sólo un grupo (el del coronel Peiper) estaba en
condiciones de atravesar las líneas aliadas. Skorzeny comprendió que la misión
ya no tenía sentido, por lo que ofreció su brigada como refuerzo para la
ofensiva.
El coronel Peiper |
El 19 de diciembre, viendo que los objetivos no podían
cumplirse, Skorzeny ordenó a todos los comandos que regresaran (a excepción de
8, que siguieron sembrando la confusión en las filas aliadas). Además, se le
ordenó a la unidad que liberara a los soldados de Peiper, que estaban atrapados
tras las líneas enemigas. Los americanos se habían hecho fuertes en Malmedy, y
Skorzeny debía tomar el pueblo para despejar el paso a Peiper. El día 20, la
estrafalaria 150 Brigada Acorazada se
desplegó en la zona, y el día 21 comenzó el asalto.
El asalto a Malmedy
Skorzeny (que por fin podía pisar el terreno) confiaba en que
un ataque por sorpresa permitiría tomar Malmedy. Así pues, ordenó que el avance
comenzara de madrugada. Sin embargo, la sorpresa se la llevaron los alemanes,
ya que los defensores estaban alerta y rechazaron los sucesivos ataques.
Durante la mañana arreciaron los combates. Una compañía de granaderos consiguió
alcanzar las líneas enemigas apoyados por unos cuantos blindados camuflados,
pero todos fueron rechazados en solitario por el sargento Francis S. Currey,
que destruyó los blindados con su lanzagranadas y dispersó a la infantería
alemana a base de disparos, granadas y casi a puñetazos (esta acción le supuso
la Medalla del Honor, la más alta condecoración estadounidense).
Francis S. Currey |
Skorzeny solicitó refuerzos y artillería. La mañana del 24
llegaron varias baterías de lanzacohetes, ¡sin cohetes, ya que
se habían perdido en el atasco! Peiper y sus hombres tuvieron que regresar a
sus líneas a pie, abandonando todos sus blindados y buena parte del material. Los
cielos se habían despejado de nubes, así que la aviación americana hostigó a
los hombres de Skorzeny hasta que éste se dio cuenta de que el ataque había
fallado a un coste tremendo. Para colmo de males, el propio Skorzeny fue
herido, pero se negó a ser evacuado y siguió dirigiendo a sus tropas desde el
terreno.
Béisbol y Minnie
Mouse
El 28 de diciembre la Operación
Greif se dio por finalizada y toda la brigada fue retirada del frente y
disuelta. A pesar de que el balance había sido de un tremendo fracaso, las
tropas de Skorzeny consiguieron un importante éxito: sembrar por momentos la
confusión entre los aliados. Se creó entre los norteamericanos una auténtica
psicosis y se veían espías por todas partes, por lo que se dio orden a la
Policía Militar de que arrestaran a todo aquel que pareciera sospechoso. Muchos
soldados estadounidenses tuvieron que dar explicaciones por portar equipo
alemán, por tener apellido “extranjero”
o por no poder justificar su presencia en un determinado sitio. Incluso el
General Bradley fue detenido e interrogado y sólo la llegada de un capitán que
garantizó su identidad permitió que lo liberaran.
Comando hecho prisionero |
Sin embargo, los equipos de infiltración que consiguieron
estos logros fueron descubiertos por detalles tan peregrinos como ir cuatro
hombres en un Jeep (algo que era reglamentario, pero que no se hacía por la
incomodidad) o hablar bien de la comida en lata. Además, se comunicó a los
controles que se hicieran preguntas “de
forma casual” sobre cuestiones populares en Estados Unidos. Eso permitió
que se arrestaran a varios alemanes camuflados que no fueron capaces de
contestar preguntas sobre béisbol o no supieron decir el nombre de la novia de
Mickey Mouse. Todos ellos fueron acusados de espionaje y fusilados
sumariamente.
Comandos capturados antes de ser ejecutados |
Los propios alemanes lanzaron el rumor de que el plan maestro
era llegar hasta Eisenhower y asesinarlo. El general fue confinado y tuvo que
pasar así las navidades. Después de varios días, el general abandonó su confinamiento,
declarando con enfado que tenía que salir y que no le importaba si los alemanes
trataban de matarlo. Pero sin duda la desinformación más dañina fue la de que
Malmedy había caído en poder de los alemanes, lo que propició el bombardeo
americano a la población; algo que costó muchas vidas de civiles y soldados
aliados. Por todas estas cosas, a Skorzeny se le bautizó entre los americanos
como “el hombre más peligroso de Europa”.
Eisenhower |
De no ser porque los muertos fueron reales, la Operación Greif parecería el guion de
una mala comedia. Sin embargo, su historia tiene bastante fama entre los
aficionados a las conspiraciones. Se han publicado docenas de libros sobre la
misión secreta que pudo cambiar la Historia, y la película “La batalla de las Ardenas” de 1965 dedica
una buena cantidad de metraje a los sanguinarios nazis disfrazados de estadounidenses.
En realidad esta operación, como la mayoría de las de Skorzeny, fue un absoluto
fracaso a causa del desconocimiento del Mando alemán sobre sus enemigos y de
que muchos alemanes no supieran (ni les importaran) resultados del béisbol y
cómo demonios se llamaba la novia de aquel ratón de dibujos animados que, años
después, seguiría causando furor. Incluso entre los alemanes.
Como siempre Juanma, curioso y entretenido. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo
EliminarGenial
ResponderEliminaruy interesante
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