En el magnífico casco antiguo de Cáceres se encuentra el
palacio de los Carvajal, edificado entre los siglos XV y XVI por un miembro de
dicha familia, Pedro de Carvajal. Destaca por su torre redonda (del siglo XII),
por su balcón esquinado en arco apuntado, por su claustro rectangular y por el
escudo familiar en relieve y en grandes dimensiones. Este escudo tenía en
principio una banda de gules (rojo), pero la familia la cambió a sable (negro)
en señal de luto por una grave desgracia familiar.
Blasón de los Carvajal (Cáceres) |
Dicha desgracia familiar sucedió en Martos (Jaén) en 1312, y
es una historia de intrigas, envidias, conjuras y venganzas. Empezó con el
asesinato de un noble que ocupaba un alto cargo en la corte, siguió con la
injusta acusación a dos hermanos, y acabó con la misteriosa muerte de un rey.
Aún hoy se discute si el episodio está más cerca de la leyenda que de la
realidad. En cualquier caso, la historia es apasionante y digna de ser contada.
Una guerra civil
larvada
A la muerte del Infante Fernando de la Cerda, heredero al
trono de Castilla, su hermano Sancho se proclamó heredero pasando por encima de
los derechos de los hijos de su hermano (los infantes de la Cerda) y en contra
de la voluntad de su padre, Alfonso X El Sabio. La discusión provenía del hecho
de que el derecho consuetudinario castellano consideraba que el siguiente
hermano era el heredero; sin embargo el derecho privado romano (introducido por
el propio Rey Alfonso X en “Las siete partidas”) consideraba herederos a los
hijos del difunto.
María de Molina presenta a su hijo a las Cortes de Valladolid |
La situación se agravó al contraer matrimonio Sancho con
María de Molina, que era tía carnal suya. Aunque este tipo de matrimonios eran
relativamente frecuentes en la nobleza europea de la época, necesitaban de la
correspondiente dispensa papal, que en este caso no se obtuvo. Además, existían
unos esponsales previos de Sancho con María de Montcada, aunque nunca fueron
consumados. Por tanto, el matrimonio estaba considerado nulo y los hijos
habidos en él ilegítimos. No obstante, la mayoría de la nobleza se inclinaba por
el Infante en la disputa que sostenía contra su padre.
En abril de 1284, el infante Sancho y su esposa recibieron la
noticia del fallecimiento de Alfonso X. En su testamento, el difunto rey
desheredaba a su hijo Sancho en favor de su nieto, Alfonso de la Cerda. Al día
siguiente Sancho y María de Molina, terminados los funerales en memoria de
Alfonso X, cambiaron los ropajes de duelo por brillantes paños de oro reales, y
Sancho IV fue proclamado soberano de Castilla. Posteriormente se dirigieron a
la ciudad de Toledo donde tendría lugar la coronación en su Catedral. A
primeros de mayo entraron en la ciudad y fueron coronados monarcas de los
reinos de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de
Murcia, de Jaén y del Algarve.
Fue en estas circunstancias en las que nació en 1285 el
segundo hijo del matrimonio, Fernando. Inmediatamente después de nacer, fue
proclamado heredero al trono y recibió el homenaje de los notables del reino. A
la muerte de su padre en 1295, fue proclamado Rey con el nombre de Fernando
IV. Sin embargo, al contar sólo con 9 años, necesitaba de alguien que ejerciera
su tutoría y la regencia.
Una infancia difícil
Sancho IV dejó establecido en su testamento que la tutoría de
su hijo la ejercería su esposa, María de Molina. Sin embargo, esta no había
conseguido aún la dispensa canónica que diera validez a su matrimonio, por lo
que sus hijos eran considerados ilegítimos. Este hecho agitó las ambiciones de
los infantes (tíos suyos) para alzarse con la corona.
Tumba de Fernando IV (Córdoba) |
A pesar de ser proclamado rey en Toledo nada más asistir a
los funerales de su padre y jurar lealtad a los fueros rodeado de parientes y
nobles, fueron estos últimos quienes más contribuyeron a la agitación social. A
todo esto se unió la amenaza exterior, pues Aragón y Portugal vieron la
posibilidad de pescar en el río revuelto. Calmar los ánimos de unos y otros
costó graves perjuicios al patrimonio real, que tuvo que ceder tierras,
posesiones y villas.
Contra todo esto, la reina y su hijo sólo contaban con el
apoyo circunstancial de las Cortes o la ayuda ocasional de sus más fieles. El
panorama empezó a aclararse en 1301, cuando finalmente llegaron las bulas que daban
validez al matrimonio de María de Molina y legitimaban a sus hijos.
Un reinado convulso
Llegada la mayoría de edad ese mismo año, el reinado efectivo
de Fernando IV no fue muy diferente a lo que había sido durante la regencia de
su madre. Tuvo que enfrentarse a rebeliones internas a las que apenas podía
hacer frente y a la amenaza exterior del Reino de Aragón, que seguía empeñado
en conquistar Murcia para sí. Diversas sentencias arbitrales le procuraron la
paz momentánea, a cambio de más cesiones territoriales.
Fernando IV (grabado del s.XIX) |
Fue entonces cuando puso sus ojos sobre el Reino musulmán de
Granada. De acuerdo con su antiguo enemigo Jaime II de Aragón, inició una
guerra contra los granadinos. Los aragoneses atacaron por mar Almería y los
castellanos pusieron cerco a Algeciras y Gibraltar. La campaña fue un relativo
fracaso, pues la deserción de algunos nobles hizo que no pudiera tomar
Algeciras. El tratado de paz posterior le concedió Gibraltar. Fue por aquella
época en la que parece ser que enfermó de tuberculosis.
Todo lo leído hasta ahora nos muestra un rey débil frente a
las pretensiones de la nobleza, que apoyaba a otros aspirantes a la corona, y
frente a los reinos fronterizos, que vieron la oportunidad de conseguir
territorios a costa de Castilla. Es en esta situación en la que se enmarcan las
rencillas entre dos de las principales familias del reino.
Los Carvajales y los
Benavides
Desde hacía mucho tiempo, estas dos familias se encontraban
en disputa, echando mano a las armas con frecuencia. El motivo no está del todo
claro. Lo que sí sabemos es que los Benavides contaban con las simpatías de
Fernando IV, todo lo contrario que los Carvajales. Parece ser que los
Carvajales tampoco sentían mucho afecto por el monarca, pues en más de una
ocasión se habían puesto de parte de los Infantes de la Cerda en la lucha
dinástica por el trono de Castilla.
Arco de Santiago (Valladolid) |
Uno de los muchos episodios de las querellas entre estas dos
familias se vivió en Valladolid, donde se presentaron ante el monarca Pedro de
Carvajal y un miembro de la familia Benavides pidiendo campo al Rey para
dirimir un duelo de honor. El monarca lo concedió, produciéndose el duelo al
amanecer del día siguiente en el Arco de Santiago. Pedro de Carvajal dio muerte
a su contrincante, lo que acrecentó la inquina del Rey hacia su familia.
El asesinato de Juan
Alfonso de Benavides
En 1312, estando el Rey en Palencia, le llegó la noticia de
que su privado y favorito Juan Alfonso de Benavides había sido asesinado por
dos hombres que se habían dado a la fuga. No tuvo mucho tiempo de esclarecer el
caso, pues tenía que salir de inmediato hacia la villa de Alcaudete (Jaén), que
estaba siendo sitiada por su hermano el Infante Don Pedro.
Cruz de Calatrava |
Durante el viaje, unos cuantos nobles empezaron a difamar a
los hermanos Pedro y Juan Alfonso de Carvajal, maestres de la Orden de
Calatrava, como autores del crimen. El monarca, de carácter violento y cuyo
lado paranoico se había visto acrecentado con las intrigas para quitarle el
trono habidas durante todo su reinado, prestó oídos a los difamadores, y nada
más acampar en Martos dio orden de que los hermanos fueran llevados a su presencia.
El Juicio de los
hermanos Carvajal
Era el 6 de agosto de 1312. Pedro y Juan Alfonso de Carvajal
pensaron que habían sido invitados a rendir pleitesía al Rey. Sin embargo, se
encontraron de pronto cargados de cadenas y acusados del asesinato del privado
del monarca. Protestaron su inocencia, suplicaron clemencia, pero el Rey apenas
les escuchó. Su corazón pedía venganza.
Peña de Martos |
Y dicha venganza no sólo se materializaría en la condena a
muerte impuesta a los Carvajales, sino también en la forma de ejecutar dicha
sentencia. Fernando IV ideó una muerte ejemplarizante a la altura de su
carácter vengativo. En el plazo de dos días debían ser conducidos a lo alto de
la Peña de Martos y arrojados desde allí encerrados en una jaula de hierro con púas
afiladas en el interior.
Los hermanos Carvajal conducidos al suplicio (grabado del s. XIX) |
A pesar de sus gritos proclamándose inocentes y pidiendo al
Rey que recapacitase, los dos hermanos fueron conducidos a las mazmorras, donde
esperaron los dos días de espera decretados por el monarca para ejecutar la sentencia.
La Cruz del Lloro
El 8 de agosto, pasados los dos días, los hermanos fueron
conducidos a lo alto de la Peña de Martos. El Rey insistió en estar presente en
el momento en que la jaula empezase a rodar montaña abajo. Pedro y Juan Alfonso
de Carvajal volvieron a proclamar su inocencia, pero en vista de que el monarca
no se conmovía, Pedro de Carvajal gritó:
“Inocentes somos de tal vil asesinato y ya que la justicia real nos condena, aunque inocente somos, os emplazamos a vos Fernando IV de Castilla ante el Tribunal Divino. Así, en el plazo de treinta días os presentaréis ante Dios y daréis cuenta de tan injustas muertes”.
Ante esas palabras, el Rey empezó a reír. Sus carcajadas le
provocaron uno de sus frecuentes ataques de tos y esputos de sangre, fruto de
la tuberculosis que padecía desde hace años.
Cruz del Lloro (Martos) |
La jaula fue empujada al precipicio y cayó dando tumbos por
la peña con los hermanos en su interior. La multitud que se había congregado
para presenciar la ejecución estaba horrorizada. Fueron al lugar donde se había
parado, sacaron los cuerpos y se los llevaron para darles sepultura en la
Iglesia de Santa Marta. En el sitio donde finalmente la jaula dejó de rodar se
erigió años después una cruz, llamada “del Lloro”, en recuerdo de la injusticia
a la que habían sido sometidos los hermanos Carvajal.
La misteriosa muerte
del “Emplazado”
Fernando IV partió de inmediato hacia el sitio de Alcaudete.
Sin embargo, estando en camino, empezó a sentirse mal y decidió ir a Jaén, con
el fin de recuperarse. En su palacio (el actual edificio de la Diputación de
Jaén), la cura no parecía ir bien, entre otras cosas por el hecho de que el
monarca no se privaba de comer y beber en abundancia. Sin embargo, el día 7 de
Septiembre, cuando se cumplían los 30 días del plazo dado por los hermanos
Carvajal, el rey se levantó aparentemente curado y de buen humor.
Palacio de la Diputación (Jaén) |
Después de comer, y previendo partir esa misma tarde hacia
Alcaudete, Fernando IV se retiró a descansar dando orden de que le despertaran
a una hora convenida. Cuando fueron a hacerlo, se lo encontraron muerto. Tenía
24 años de edad. La mayoría de los historiadores creen que la causa de su
muerte fue una trombosis. Su cuerpo fue enterrado en Córdoba, ante la
imposibilidad de llevarlo a Toledo debido al fuerte calor.
Curiosamente, la ciudad de Martos fue la elegida para la
coronación de su sucesor, Alfonso XI. A Fernando IV se le empezó a conocer como
“el Emplazado”, pues murió el día que los hermanos Carvajal lo citaron al
juicio de Dios. La leyenda recorre la comarca de Martos y toda la provincia de
Jaén. Y si bien las crónicas la han ido adornando a lo largo del tiempo, los
hechos principales fueron tal y como aquí se han narrado.
Muerte de Fernando IV (Palacio del Senado) |
Dos años después, el 18 de marzo de 1314, el último Gran
Maestre Templario Jacques de Molay era sentenciado a muerte tras la causa
general contra la orden promovida por el Rey Felipe IV de Francia y el Papa
Clemente V. Ambos fueron emplazados por de Molay al juicio de Dios, y en efecto
ambos murieron en los plazos que el Gran Maestre dijo. Otro caso de emplazados
al juicio de Dios, sólo que este es mucho más famoso. Siempre habrá quién no
crea una palabra de las leyendas, pero en estos casos hay que tener presente el
dicho italiano: “Se non é vero, é ben
trovato”. Si no es verdad, está bien contado.
Nota final
La versión de la historia que he contado aquí es la que
mayoritariamente se narra en Martos (Jaén), lugar de ejecución de los hermanos
Carvajales. No obstante, existen otras versiones dependiendo de la fuente que se
consulte. Así, la muerte de Juan Alfonso de Benavides podría haber sido en
singular duelo con uno de los hermanos Carvajal, según algunos relatos.
Asimismo, también se cuenta que la ejecución de los hermanos podría haber sido
sin jaula. No obstante, insisto, la versión narrada en el artículo es la más
plausible.
Conocía la leyenda porque se cuenta en Martos y en toda la comarca, pero no con tanto detalle... ¡Muchas gracias, primo, por compartirla! Besos y abrazos :-)
ResponderEliminarUna historia sumamente interesante y bien contada. Siempre había tenido curiosidad por este rey que murió tan joven, y las dudas se me han despejado. Queda la leyenda, que siempre es más bonita que los hechos. Gracias por compartir. Salu2.
ResponderEliminarUna historia sumamente interesante y bien contada. Siempre había tenido curiosidad por este rey que murió tan joven, y las dudas se me han despejado. Queda la leyenda, que siempre es más bonita que los hechos. Gracias por compartir. Salu2.
ResponderEliminarUna historia o leyenda interesante de una bonita población en la que residí durante 5 años, hace ya 47. Muchas gracias por su relato.
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