En la antigüedad, podía considerarse que una población era la
capital del reino si la corte se instalaba allí. A lo largo de la Historia,
Castilla tuvo varias capitales. Así, Burgos se consideraba la “Cabeza de Castilla”, Valladolid la
capital judicial, Toledo fue nombrada “Ciudad
Imperial” por parte de Carlos I siendo también la capital religiosa para la
zona centro de España, e incluso Granada fue considerada capital un tiempo con
la fundación de la Real Chancillería. No obstante, en 1561 Felipe II estableció
su corte en Madrid, con lo que quedaba considerada de facto esta villa como la capital de España hasta el día de hoy, con
la breve excepción del periodo en que estuvo en Valladolid por iniciativa del
Duque de Lerma, en tiempos de Felipe III.
Tumba de León V en París |
No obstante, es poco conocido que antes de ser capital de
España, Madrid fue la capital de otro país muy alejado del nuestro: Armenia
Menor. El hecho ocurrió durante un breve periodo de tiempo durante el siglo
XIV. Lo más chocante del caso es que ese reino había dejado de existir algunos
años antes al ser invadido por los mamelucos egipcios, en un episodio enmarcado
en las Cruzadas. Entre 1383 y 1391, Madrid tuvo su propio rey, León V de
Armenia (llamado por algunos historiadores León I de Madrid), un personaje que
conserva una calle en la capital (en pleno Barrio de Aluche) y que incluso dio
nombre a un restaurante y a un brandy. Conozcamos la historia de este curioso
episodio.
El Reino de Armenia
Menor
Tras la conquista de Armenia por parte de los turcos selyúcidas
en el año 1064, dos grandes oleadas migratorias de cristianos armenios
llegaron a la región de Cilicia, en la costa sudoriental de Asia Menor. En esta
región, a caballo entre las actuales Turquía y Siria, se establecieron con el
permiso de los bizantinos a cambio de prestarle al imperio apoyo militar en su
lucha contra los turcos. Dicho apoyo fue efímero, pues tras la derrota
bizantina en Manzikert (año 1071) y el caos subsiguiente, sus gobernadores
aprovecharon la oportunidad y se convirtieron en nominalmente independientes.
Corría el año 1078 y acababa de nacer el reino de Armenia Menor (también
conocido como Pequeña Armenia, Reino de Cilicia y Nueva Armenia), llamado así
porque sus habitantes provenían en su mayor parte de la Armenia situada al pie
de los Urales.
Situación en el este de Europa y Asia Menor en 1265 |
Con la llegada de la Primera Cruzada, Armenia Menor se
convirtió en un territorio estratégico para los cruzados, pues sus gobernantes
eran cristianos (algo que hacía que no se llevaran del todo bien con sus
súbditos, mayoritariamente musulmanes). Los reyes de Armenia Menor se
consideraban un bastión del cristianismo, así que los cruzados les ayudaron
militarmente a combatir a los turcos y posteriormente a los bizantinos, que trataban
de recuperar la región. Las Cruzadas atrajeron a la zona a numerosos nobles
francos menores, que buscaban en esa nueva frontera una fortuna y unos honores
que se les negaban en su patria de origen. Entre ellos se encontraban algunos
miembros de la familia de los Lusignan, unos poderosos señores feudales francos
(concretamente de la región de Poitou) a los que las leyendas de la época
hacían descender del hada Melusina (mitad mujer y mitad serpiente).
Guido de Lusignan |
Estos Lusignan medraron en la convulsa política de Tierra
Santa con singular fortuna, de modo que a finales del siglo XII se habían
convertido en reyes de Jerusalén y Chipre. Y fue precisamente un miembro de la
rama chipriota de la familia, Guido de Lusignan, el que en 1341 se alzó con la
corona de Armenia Menor, reinando con el nombre de Constantino II. Por aquel
entonces las cosas no iban demasiado bien para los cruzados, que veían cómo los
reinos cristianos que fundaron en Tierra Santa iban cayendo uno a uno ante el
empuje de los mamelucos egipcios. Armenia Menor no iba a ser una excepción y en
1375, aprovechando las rencillas internas, las fuerzas del “Soldán de Babilonia” (que era el nombre
que recibía el sultán egipcio en las crónicas cristianas de la época) tomaron
la capital, Sis, y capturaron poco después la fortaleza de Kapan, haciendo
prisionero a León V, último rey de Armenia Menor.
El cautiverio de
León V
León V, que había sido coronado apenas un año antes (en
septiembre de 1374), fue capturado por los mamelucos mediante un engaño: se le
ofreció un salvoconducto a cambio de rendir la fortaleza de Kapan, donde se
había refugiado con parte de su ejército. Una vez que salió, fue hecho
prisionero y se le dio la opción de convertirse al Islam, lo que le hubiera
permitido seguir en libertad y conservar el trono (aunque como vasallo del
Sultán). No obstante, León V se negó y fue llevado prisionero a El Cairo.
Teniendo a un rey cristiano preso, el Sultán egipcio esperaba obtener por él un
cuantioso rescate.
Mameluco egipcio |
Aunque bien tratado, la vida de cautivo no satisfacía al
pobre León. Tenía pocas distracciones, quitando la ocasional visita de algún
peregrino de camino a Tierra Santa. No obstante, una de esas visitas daría
lugar a un brusco giro de los acontecimientos. Dos frailes franciscanos franceses
(Jean Dardel y Antonio de Monopoli) se entrevistaron con él y León les
convenció para que se quedaran. Uno de ellos, Dardel, se convirtió en su
secretario y confesor, y posteriormente en su embajador. Dardel partió a
finales de 1379 hacia Europa y después de atravesar el Mediterráneo llegó a
Barcelona, donde fue recibido por el monarca de Aragón Pedro IV el Ceremonioso. A pesar de la simpatía
que el aragonés mostró hacia las adversidades de León, Dardel sólo obtuvo de él
vagas promesas, así que en 1380 el franciscano partió hacia Castilla dispuesto
a probar suerte allí.
Pedro IV El Ceremonioso |
Tras entrevistarse con el rey castellano Juan I de Trastámara
en Medina del Campo (Valladolid), la respuesta que obtuvo Dardel a sus
gestiones no pudo ser más positiva. A pesar de los muchos problemas que le
acosaban por entonces (el Cisma de Occidente, la rebelión de su hermanastro
Alfonso Enríquez, las guerras con Portugal…), Juan I accedió a socorrer a León.
Envió una embajada a Egipto al mando de Juan de Loric cargada de joyas y
regalos para el Sultán. Entre esos regalos se encontraban varios halcones,
animales que el Sultán no tenía y que apreció mucho. Los musulmanes aceptaron
el rescate y León V fue liberado finalmente en septiembre de 1382 (hay que
tener en cuenta que las comunicaciones no eran entonces tan fluidas como ahora,
de ahí la tardanza).
Alcalde de Madrid
León V partió hacia Castilla para dar gracias a su salvador.
Sin embargo, no fue directamente, sino que aprovechó para hacer una gira por
algunas cortes europeas para pedir que se organizara una cruzada que le ayudara
a recuperar su perdido reino. Así, primero recaló en Rodas, a finales de año
llegó a Venecia y de allí se trasladó a Aviñón a visitar al Antipapa Clemente
VII (curiosamente no visitó Roma, donde había otro Papa, ya que Castilla y
Aragón sólo habían jurado fidelidad al Papa de Aviñón). Después partió hacia
Barcelona y Tarragona, ciudad que le estaba muy agradecida por la donación
hecha siglos antes por un antepasado suyo de las reliquias de Santa Tecla,
patrona de la villa, y donde se entrevistó con el rey de Aragón; pero al igual
que había sucedido en sus etapas anteriores, no consiguió ningún apoyo para su
pretendida cruzada.
Clemente VII |
Tanto rodeo hizo que no llegara a Castilla hasta el 3 de
abril del año 1383. Sin embargo, no pudo elegir mejor momento, pues Juan I
acababa de casarse con Beatriz de Portugal (boda a la que acudiría, entre
otros, el futuro Antipapa Pedro de Luna) y su estado de ánimo era bastante
eufórico (no sabemos si por la belleza de la novia o porque esa boda le
permitía virtualmente añadir Portugal a sus dominios. Véase este artículo). Un
detalle curioso del encuentro en Badajoz entre León V y Juan I es que el
monarca castellano acudió al encuentro del armenio; éste fue el primero en
bajar del caballo en una muestra de respeto, pero inmediatamente Juan hizo lo
mismo, dando a entender que se encontraba con un igual.
Juan I de Castilla |
La entrevista entre ambos monarcas, con Dardel como
intérprete (León desconocía totalmente cualquiera de los idiomas que se
hablaban en la Península Ibérica) no dio los frutos que el armenio esperaba,
que no eran otros que el apoyo del rey castellano a una cruzada que le
permitiera recuperar su reino. Sin embargo, y quizá llevado por la euforia del
momento y de su alegre estado de ánimo, Juan hizo a León V un regalo
extraordinariamente generoso: la propiedad de las villas de Andújar, Villareal
(la actual Ciudad Real) y Madrid, además de una renta vitalicia anual de
150.000 maravedíes, una gran fortuna para la época. Naturalmente, nadie preguntó
su opinión a los habitantes de esas tres villas, que de la noche a la mañana se
vieron convertidos en súbditos de un perfecto extraño.
Menos impuestos,
cero despidos
Así pues, León V de Armenia pasó de pronto a ser León I de
Madrid por obra y gracia del regalo de un más que generoso rey castellano, y
Madrid pasó de la noche a la mañana de ser una villa castellana importante a
ser nada menos que la capital de Armenia Menor, un reino ya desaparecido. En
octubre de 1383 las campanas de la Iglesia de San Salvador convocaron de forma
extraordinaria al Concejo de Madrid para darle cuenta de la decisión real.
Dicho Concejo acató dicha decisión, pero al mismo tiempo expresó su malestar
con ella. No tardaron en empezar a circular coplillas por Madrid en las que se
expresaba el descontento de sus habitantes con su nueva decisión. Dos de ellas
decían: “Dicen que de la Armenia nos
viene un señor, guárdenos Dios de tan real favor”, y “si la villa fuera silva la guardaría el León. Mas es tierra castellana,
no queremos tal señor”. Así pues, la llegada a Madrid de su nuevo rey no
fue tal y como éste esperaba.
A las protestas del pueblo y del Concejo se sumaron las de
algunos nobles castellanos, que hicieron ver al rey Juan I que no era una buena
idea entregar un reino dentro de su reino. El rey castellano empezó a pensar
que quizá se había pasado de dadivoso, así que a toda prisa firmó una cláusula
por la que dejaba claro que la donación era a León a título particular y no a
sus herederos ni al país de Armenia Menor, por lo que a la muerte del armenio
los territorios volverían a pasar a poder de Castilla. Para prevenir cualquier
problema, prohibía también a León cualquier venta o donación de su nuevo reino.
Una vez aclarado el asunto, el nuevo rey se instaló en el Alcázar madrileño
dispuesto a convertirlo en su nueva residencia.
Alcázar de Madrid |
Una de las primeras cosas que hizo fue ordenar restaurar las
torres de dicha fortaleza, muy deterioradas a raíz de un incendio que había ocurrido
en tiempos de Enrique II. Además, para congraciarse con sus nuevos súbditos,
les bajó los impuestos y no despidió a ningún funcionario de la villa. Estas
medidas hicieron que la gente lo viera con menos hostilidad que al principio de
modo que, según cuentan las crónicas, León llegaba a pasearse sin escolta entre
sus súbditos por las embarradas calles de la villa. No obstante, el corazón y
la cabeza del armenio estaban muy lejos, en su querida patria, que añoraba
recuperar. Así que, pasado el primer invierno, emprendió una nueva gira para
tratar de conseguir apoyos a su proyecto.
La última gira
León empezó su nuevo periplo en Navarra, donde se entrevistó
con su rey Carlos el Malo. De allí
pasó a Lérida para hablar con el rey de Aragón, a Aviñón para intentar (que no
conseguir) ver al Papa y finalmente llegó a París, a la corte de su lejano
pariente el rey Carlos VI. En todos los casos la respuesta siempre fue la
misma: buenas palabras y simpatía hacia su causa, pero ningún apoyo material o
efectivo. Todos tenían sus propios problemas en el convulso siglo XIV, así que
poco importaba para ellos la suerte de un reino lejano rodeado de infieles. No
obstante, el rey francés (que aún no había empezado a dar muestras de la locura
que le caracterizó años después) se portó bastante bien con él al cederle el
castillo de Saint-Ouen y unas rentas que, sumadas a las que ya recibía de sus
señoríos de Castilla, debían hacerle la vida bastante confortable.
Carlos VI de Francia |
Sin embargo, no cejó en su empeño de que los reinos
cristianos de Europa se unieran para recuperar su querida patria. Llegó incluso
a encabezar una embajada francesa a Inglaterra para conseguir la paz en la
Guerra de los Cien Años, con la esperanza de que esa paz sirviera para que las
fuerzas de ambos países se unieran a su causa. Esa gestión, así como las que
siguió realizando entre las distintas cortes europeas desde su retiro dorado
francés, no sirvió para nada y Armenia Menor seguiría estando en poder de los
mamelucos.
Busto de León V |
Desde su marcha sólo pisó Castilla una vez más. Fue en
febrero de 1391, para asistir a los funerales de su benefactor Juan I,
celebrados en Toledo. Dos meses después, el concejo de Madrid consiguió del
nuevo rey Enrique III (un niño de 12 años) que reconociese que su padre se
había equivocado y que por tanto revocase la concesión hecha al armenio, aunque
le permitió seguir cobrando las rentas. León V acababa de ser destronado por
segunda vez. Murió en París el 29 noviembre de 1393 y fue enterrado cerca de
la Plaza de la Bastilla. Su tumba tenía la inscripción “Príncipe León de Lusignan, quinto rey latino del reino de Armenia”.
Sus restos reposan ahora en la Basílica de Saint Denis junto a los reyes de
Francia, quizá a la espera de volver algún día a la tierra que trató de
recuperar.
Una lectura exquicita, como siempre. Enhorabuena al autor
ResponderEliminarNo tenía ni idea. Muchísimas gracias. Comparto
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