La batalla de Otumba

A lo largo de la Historia se han sucedido múltiples episodios bélicos en los que David vencía a Goliath. En efecto, en no pocas ocasiones un ejército ganaba una batalla en la que estaba en una gran inferioridad numérica. No tenemos más que recordar la batalla de Watling Street (en donde 10.000 legionarios romanos derrotaron a más de 100.000 britanos), la batalla de Gaugamela (en la que los 47.000 macedonios de Alejandro Magno derrotaron a 250.000 persas), o la batalla de Cannas (obra maestra de la estrategia en la que los 50.000 soldados de Aníbal aniquilaron a 87.000 legionarios romanos, a un ritmo de ¡casi 600 por minuto!). A veces la clave de la victoria estaba en una mejor estrategia, otras en una cuidadosa elección del terreno y otras en una mejor tecnología, pero en cualquier caso esas batallas han pasado a la posteridad por una victoria conseguida ante enemigos muy superiores.

Batalla de Otumba, según un lienzo del siglo XVIII
La batalla de Otumba, que hoy traemos aquí, es otro ejemplo de una gran victoria frente a un enemigo con una aplastante superioridad numérica. El 7 de julio de 1520, los apenas 440 españoles de Hernán Cortés, junto a unos 800 aliados tlaxcaltecas, derrotaron a un ejército mexica (comúnmente llamados aztecas) del que las fuentes más prudentes afirman que estaba compuesto en torno a unos 25.000 guerreros, aunque otros autores elevan la cifra hasta los 100.000. Esa batalla supuso el principio del fin del Imperio Mexica, que un año más tarde fue destruido tras la toma de su capital Tenochtitlan. Conozcamos el desarrollo de esta increíble batalla.

Cortés en México

En contra del criterio del gobernador de Cuba Diego Velázquez, el hidalgo extremeño Hernán Cortés partió el 10 de febrero de 1519 desde Santiago de Cuba hacia el Yucatán al mando de una armada de 11 barcos. Junto a él iban unos 600 soldados y 200 auxiliares nativos. En el trascurso del año siguiente, Cortés y sus hombres derrotaron a algunas tribus locales, fundaron las ciudades de Veracruz y Santa María de la Victoria y se aliaron con algunas otras tribus, como los totonaca. Dos hechos sin embargo destacan en este periodo. El primero es que, a petición de sus hombres, Cortés se proclamó Capitán General dependiendo directamente del rey y no de Velázquez, de modo que lo que empezó siendo una expedición contraviniendo las órdenes de su superior se convirtió en una rebelión abierta. Cortés sabía que en ausencia de la autoridad constituida, ésta recaía en la comunidad, la cual estaba facultada para elegir a sus representantes. En una asamblea a mano alzada (o quizá por designación directa suya, no se sabe) se votó a sus fieles para los cargos de regidores, alguaciles, tesoreros y procuradores. Ellos destituyeron a Cortés del cargo otorgado por Velázquez... y acto seguido le nombraron Justicia Mayor y Capitán General hasta que el Rey decidiera. Un golpe maestro que revela el conocimiento de leyes de Cortés.

Busto de Hernán Cortés
El segundo es que Cortés tomó conocimiento de la existencia del Imperio Mexica, que según todos los nativos con los que se había encontrado era la mayor potencia de la zona. Decidido a conquistarlo, y aprovechando el hecho de que los mexicas tenían muchos enemigos entre el resto de tribus, Cortés partió hacia el corazón de dicho imperio el 16 de agosto de 1519. Junto a él iban 400 soldados españoles de infantería, 15 de caballería, 200 indios de carga y 1.300 guerreros totonaca. Antes de partir, y en previsión de nuevas deserciones (había habido una antes saldada con la muerte de dos capitanes y la mutilación de otro), mandó barrenar las naves (y no quemarlas, como erróneamente se dice a veces). Por el camino, la expedición se enfrentó a los tlaxcaltecas y a sus aliados otomíes en algunas escaramuzas; sin embargo, la victoria en todas ellas hizo que esta tribu, tradicional enemiga de los mexicas, se aliara con Cortés. Su ejército se vio así incrementado con 3.000 guerreros tlaxcaltecas, cuyo valor no residía tanto en el número como en el inmenso odio que sentían hacia los mexicas. En contra de lo que se cree, los tlaxcaltecas no odiaban a los aztecas por las guerras floridas (puesto que ellos también sacrificaban víctimas a los dioses) sino por el bloqueo comercial a que les sometían, que les impedía recibir productos básicos como la sal (a los españoles les llamó la atención la comida sosa que les sirvieron) o el algodón que obligaba a vestir de tosca fibra de magüey incluso a los nobles.

Reinos Prehispánicos en México
Antes de llegar a Tenochtitlan, capital mexica, Cortés y sus hombres llegaron a Cholula (tradicional aliada de los mexicas). En vista de los rumores de que las autoridades de la ciudad planeaban tenderle una emboscada, los españoles atacaron primero en lo que se llamó la Matanza de Cholula. No se sabe qué pasó exactamente en esa ciudad. Seguramente el emperador azteca Moctezuma presionó a sus líderes para que dejaran de proporcionar víveres a los españoles y a los tres días dejaron de seguir tratando con ellos. Parece que algunos soldados vieron calles cortadas, parapetos y zanjas, que los tlaxacaltecas dijeron que eran para una emboscada. También se contó que una india recomendó a Malinche (intérprete y compañera de Cortés) huir y casarse con su hijo porque iba a haber una matanza. Cortés torturó a un par de sacerdotes de Cholula que le dijeron que había un ejército azteca acampado cerca pero que Moctezuma no se decidía a atacarles. No se sabe cuántos murieron allí: Ginés de Sepúlveda dijo que más de 20.000, Las Casas 15.000, Gómara 6.000, Cortés 3.000... Del presunto ejército azteca nunca hubo rastro.

Matanza de Cholula, según el Lienzo de Tlaxcala
El ejército de Cortés permaneció en Cholula durante el mes de octubre, y antes de partir hacia la capital del Imperio Mexica mandó prenderla fuego. Antes de irse, permitió que los totonaca que le acompañaban volvieran a su tierra, y asimismo concedió que 2.000 tlaxcaltecas regresaran a Tlaxcala. Su ejército contaba entonces con 400 soldados españoles apoyados por unos 1.000 guerreros tlaxcaltecas. La llegada a Tenochtitlan, el 8 de noviembre, supuso el primer encuentro entre Cortés y el emperador mexica Moctezuma II, que según el mito creyó que los españoles eran unos enviados del dios Quetzalcóatl (decimos que es un mito porque Moctezuma tenía informadores por todo el país y en esos momentos ya sabía perfectamente que no eran dioses, igual que lo sabían los mayas con los que se contactó nada más tocar la costa mexicana. De hecho también se les identificó con Huitzilopóchtli e incluso con Tezcatlipoca). En cualquier caso, Moctezuma agasajó a los españoles y les hizo muchos regalos (entre ellos el famoso “Penacho de Moctezuma”), invitándolos a alojarse en la ciudad.

La captura de Moctezuma y la matanza de Tóxcatl

Tanto Moctezuma como Cortés empezaron entonces a jugar un juego muy peligroso. Al no fiarse el uno del otro, actuaban con cautela intentando averiguar la máxima información posible. Cortés y sus hombres fueron alojados en el palacio del padre de Moctezuma, desde donde visitaron la ciudad y quedaron admirados ante su grandiosidad. Los españoles pidieron al emperador mexica construir una capilla para ellos, y en el trascurso de su construcción encontraron el tesoro de Moctezuma oculto tras una puerta tapiada. Este hecho, unido a la advertencia continua de sus aliados tlaxcaltecas de que los mexicas buscaban asesinarlos, hizo que Cortés sopesara capturar a Moctezuma y mantenerlo de rehén, aunque de momento no se tomó ninguna decisión.

Encuentro de Cortés y Moctezuma
Entretanto, ocurrió algo que precipitó los acontecimientos: la batalla de Nautla. Este enfrentamiento entre los mexicas y los totonaca (aliados de Cortés) cerca de Veracruz se saldó con 7 españoles muertos (entre ellos Juan de Escalante, alguacil mayor de Veracruz), además de un soldado herido que murió de camino a Tenochtitlan. Cuando le llevaron a Moctezuma la cabeza de ese soldado, se convenció de que esos que él creía dioses venidos del Este no eran más que hombres que podían ser derrotados. A su vez, Cortés se dio cuenta de que tenía que capturar al emperador para poder garantizar su seguridad y la de sus hombres, cosa que hizo tendiéndole una celada. Junto al emperador, Cortés capturó también a algunos miembros de su familia y de la corte. Aunque los españoles proclamaban que Moctezuma estaba con ellos por voluntad propia, la realidad es que estaba allí como rehén. La casta sacerdotal y la nobleza mexica se conjuraron entonces para liberar a su emperador.

Ruta de Cortés hasta Tenochtitlan
Mientras tanto, el gobernador de Cuba había enviado tropas a Veracruz al mando de Pánfilo de Narváez para apresar a Cortés. Éste, cuando supo de la noticia, salió a su encuentro con 300 españoles y varios cientos de indios, dejando en Tenochtitlan una guarnición de unos 100 soldados españoles al mando de Pedro de Alvarado. Alvarado, temiendo una rebelión mexica, aprovechó el festival religioso de Tóxcalt (quinto mes de los 18 que componían el calendario mexica) para realizar una gran masacre entre los nobles y caciques desarmados allí reunidos, quitándoles después las joyas y el oro que portaban. Esta matanza, ocurrida entre el 20 y el 22 de mayo de 1520, hizo que la población se indignara contra los españoles, pero aún más ante la aparente complicidad de Moctezuma con éstos, así que empezaron a perderle el respeto a su emperador. Alvarado y sus hombres, ante la revuelta que se levantó contra ellos, tuvieron que refugiarse en palacio. La rebelión había comenzado.

Matanza de Tóxcalt
¿Qué pasó realmente? Parece ser que Cortés y Alvarado habían dado permiso para celebrar el Tóxcatl con la condición de que no se sacrificara al tlacauepan, un joven preparado para ello durante todo el año. Alvarado también denegó permiso para colocar en lo alto del templo la estatua del dios Huitzilopochtli. Los mexicas dejaron de suministrar comida y agua a los españoles y empezaron a circular rumores de que se preparaba una revuelta, y los tlaxcaltecas los difundieron. La tortura de tres ciudadanos reveló que en diez días se levantarían, aunque es muy probable que fueran confesiones inducidas y poco creíbles. El festival duraba varios días y durante los primeros no hubo ningún problema, pero Alvarado, con tan pocos hombres disponibles y presa de los nervios, seguramente decidió imitar a Cortés en Cholula. Aunque posteriormente le echó una bronca por su torpeza, en el fondo Cortés no culpó nunca a Alvarado sino a las intrigas de Moctezuma con Narváez.

La Noche Triste

Cortés, que había derrotado a las tropas enviadas contra él y conseguido que muchos de los soldados que la componían se le uniesen (con lo que su ejército se veía considerablemente reforzado), volvió a Tenochtitlan el 24 de junio. El ambiente que se encontró en la ciudad fue irrespirable. Al llegar al palacio donde los españoles se habían fortificado, pidió a Moctezuma que hablase a su pueblo para intentar calmar los ánimos. El emperador propuso a cambio que se liberase a su hermano Cuitlahuac para apaciguar a la población, pero éste, nada más ser liberado, se unió a la rebelión. Moctezuma entonces salió a un balcón y empezó a pedir calma a los mexicas. Sin embargo, al pueblo no le gustó mucho la actitud de su soberano, y empezaron a lanzarle todo tipo de objetos. Moctezuma murió a pedradas mientras los españoles volvían dentro del palacio a refugiarse (se dice que Moctezuma se sentía muy deprimido y que realmente se dejó morir negándose a ser curado de las 3 pedradas recibidas. Según Bernal Díaz del Castillo también recibió un flechazo). La última oportunidad de una salida pacífica al conflicto se había esfumado.

Muerte de Moctezuma
Los españoles sabían que su única opción era tratar de escapar del asedio al que estaban sometidos, pues tarde o temprano acabarían sucumbiendo bien en combate, bien sacrificados a los crueles dioses aztecas. Así pues, Cortés decidió coger todo lo que se pudiera y tratar de salir de Tenochtitlan. En la lluviosa noche del 30 de junio al 1 de julio los españoles, acompañados por varios porteadores, mujeres, sacerdotes y sus aliados tlaxcaltecas, intentaron huir de la ciudad por una calzada sobre el agua. En concreto, fue por la calzada de Tacuba, que era la más cercana, aunque ello les llevaba a la orilla oeste del lago. Alvarado, para redimirse, se encargó de mandar la retaguardia; salió así de los últimos y, de ellos, fue prácticamente el único que se salvó. Al ser descubiertos, fueron atacados incesantemente por miles de guerreros mexicas. Muchos murieron aquella noche, algunos tratando de defender a los civiles y otros tratando de salvar el oro y las joyas que llevaban consigo. Algunos otros, viendo imposible progresar, regresaron y se atrincheraron en el palacio, aunque acabarían cayendo. También se habló de una guarnición de 200 soldados olvidada, aunque no parece probable un olvido de esas dimensiones. Los que cayeron prisioneros fueron sacrificados en los altares de los dioses aztecas. Fue la llamada “Noche Triste”.

Ruta de escape de Cortés hacia Tlaxcala
Los mexicas se entretuvieron festejando la huida de los españoles y conduciendo a los prisioneros a ser sacrificados en sus altares, convencidos de que los odiados invasores ya no constituían un peligro para ellos. Cortés había perdido a la mitad de sus hombres, además de la mayoría de los caballos (sólo quedaban 16) y todos sus cañones, aunque la peor parte se la llevaron los tlaxcaltecas, ya que algunas fuentes (sin duda exageradas) decían que de los mil que entraron en Tenochtitlan apenas sobrevivieron un centenar. Cortés y sus hombres llegaron a Tacuba, donde se reagruparon. Seguían siendo hostigados por los mexicas, que estaban empezando a rodear la ciudad, por lo que decidieron retirarse hacia Tlaxcala para poder descansar con ayuda de sus aliados. En su huida, y llevados por la ira, los españoles arrasaron el pueblo de Calacoaya, matando a sus habitantes. Para escapar, decidieron bordear por el norte el lago Texcoco evitando los caminos con la ayuda de sus guías tlaxcaltecas, con la esperanza de poder llegar a su destino sin más bajas. Sin embargo, más adelante les esperaba un gran ejército mexica dispuesto a aniquilar a lo poco que quedaba del ejército de Cortés. La batalla era inevitable.

La batalla de Otumba

El 7 de julio de 1520 los españoles y sus aliados tlaxcaltecas llegaron al valle de Otumba y vieron con horror que un inmenso ejército mexica les estaba esperando. No existen fuentes fiables sobre el número de soldados de dicho ejército, pero las más prudentes hablan de 25.000 guerreros (aunque algunos historiadores elevan esa cifra hasta los 100.000 efectivos). Los españoles contaban con 440 soldados y 16 caballos, con el añadido de que no tenían cañones y sólo disponían de algunos arcabuces. Junto a ellos estaban unos 800 guerreros tlaxcaltecas (según Bernal Díaz del Castillo). La visión de ese ejército hizo que Cortés afirmara que “los españoles entre tanto escuadrón indígena eran como una islita en el mar. La pequeña hueste parecía una goleta combatida por las olas”, según Fray Bernardino de Sahagún.

Batalla de Otumba
Al frente de dicho ejército se encontraba la segunda autoridad de los mexicas tras el emperador, el ciuacoalt. Éste era una especie de primer ministro, además de jefe militar de sus ejércitos. En primera línea se encontraban los guerreros águila y jaguar, con sus armaduras de algodón imitando a dichos animales, y la nobleza azteca. La intención de los mexicas era capturar vivos al máximo número de españoles, no sólo para poder sacrificarlos a sus dioses, sino también porque esa era la forma que tenían de promocionarse militar y socialmente (es probable que ver su superioridad numérica y el estado lastimoso de los españoles, a los que además acababan de aplastar días atrás, les hiciera confiarse), de modo que en el combate intentarían no matar innecesariamente a sus enemigos. Esta táctica, muy costosa en hombres y esfuerzo, sería crucial en el desarrollo de la batalla. Cortés y sus hombres se retiraron a una pequeña colina y formaron para resistir lo máximo posible: los piqueros detrás de los rodeleros, y a los flancos los ballesteros y los arcabuceros (también había perros de combate). Cortés, viendo vacilación en sus hombres, les gritó:

Amigos, llegó el momento de vencer o morir. Castellanos, fuera toda debilidad, fijad vuestra confianza en Dios Todopoderoso y avanzad hacia el enemigo como valientes”.

A las 10 de la mañana comenzó la batalla. El ejército mexica rodeó a los españoles y se prepararon para atacar. Justo antes de que llegaran a las líneas españolas, Cortés y sus jinetes cargaron contra los mexicas arrollándolo todo a su paso y volviendo grupas hacia sus líneas antes de que pudieran rodearles. Esta maniobra dio tiempo a la infantería para prepararse. Los infantes españoles resistieron la carga gracias a su superior armadura y disciplina; además, el deseo de los mexicas de capturar vivos a todos los que pudieran hacía que fueran presas más fáciles para los rodeleros y piqueros españoles. Mención especial merecen los tlaxcaltecas, que lucharon con la furia que les daba saber la suerte que les esperaba si caían prisioneros. Cortés y sus jinetes cargaban una y otra vez contra los mexicas, matando a cuantos podían y retirándose rápidamente antes de poder ser rodeados.

Batalla de Otumba según el Lienzo de Tlaxcala
Sin embargo, el número de guerreros aztecas parecía infinito y el cansancio empezaba a apoderarse de los españoles. Los tlaxcaltecas lo pasaban peor aún, ya que no disponían de la ventaja tecnológica de los españoles y caían en mayor número. Las cargas de Cortés y sus jinetes ayudaban, pero parecía cuestión de tiempo que su ejército acabara derrotado sepultado por la inmensa marea de los mexicas. Tras la enésima carga y retirada, uno de los jinetes de Cortés, Juan de Salamanca, divisó a lo lejos el estandarte  con una cruz blanca sobre fondo rojo del comandante mexica. Cortés recordó entonces que los tlaxcaltecas le habían contado que la captura de dicho estandarte y la muerte del jefe del ejército hacían que sus soldados se retiraran en desbandada. Por entonces era media mañana y los españoles estaban agotados, con la formación a punto de ceder (la infantería había formado ya en círculo).

Túmulo conmemorativo de la batalla
Así pues, Cortés lideró una última carga, esta vez contra el estandarte enemigo, al grito de “Santiago y cierra España”. Ayudado por una maniobra de distracción (una falsa salida de los arcabuceros), Cortés y cinco jinetes más cargaron contra los mexicas en dirección al jefe enemigo. Sin que los soldados aztecas pudieran detenerlos, llegaron hasta él. Cortés lo derribó del palanquín en el que estaba y Juan de Salamanca le dio el golpe fatal. El ciuacoalt, vestido enteramente con un traje negro con garras en manos y pies, y con un yelmo imitando a la cabeza de una serpiente, estaba muerto y su estandarte en manos de Cortés. Los guerreros mexicas, al ver que los españoles se habían apoderado de su estandarte, empezaron a huir en una desordenada retirada perseguidos por los españoles y los tlaxcaltecas. La batalla había llegado a su fin.

Tras la batalla

Cortés y sus hombres llegaron a Tlaxcala varios días después con una aureola de invencibilidad. El nuevo emperador mexica envió emisarios a los tlaxcaltecas ofreciéndoles la paz a cambio de que entregaran a los españoles, pero la oferta fue rechazada, y además sellaron una nueva alianza con los españoles para aniquilar a los odiados mexicas (aunque a punto estuvo de no hacerse: uno de sus jefes, Xicontecántl el Mozo, quería aliarse a los mexicas pero su padre y Maxixcatzin, otro jefe, se negaron y casi se pegan. Al parecer Xicontecańtl rodó por las escaleras del templo, pues la discusión fue en lo alto; al final Cortés lo ahorcaría por abandonar su puesto, en teoría. Se impuso la alianza pero a cambio de la entrega de Cholula, la mitad de cualquier botín, colocar una guarnición permanente en Tenochtitlán y no pagar nunca tributos. Cortés aceptó todo). Cortés mandó traer desde Veracruz cañones y armamento, y poco después empezó una última campaña contra los mexicas.

Sitio de Tenochtitlan
Tras recibir refuerzos y derrotar a las ciudades ribereñas del lago Texcoco, Cortés inició el sitio de Tenochtitlan el 30 de junio de 1521 apoyado por 80.000 guerreros tlaxcaltecas (aunque, como siempre, las cifras son muy dispares según el cronista que lo cuente). Ayudado por una epidemia de viruela que estaba diezmando a la población, la ciudad caería el 13 de agosto, cuando los tlaxcaltecas entraron a saco en la última posición (Tlatelolco) y pasaron a cuchillo a todo bicho viviente, mujeres y niños incluidos. Como anécdota final, decir que Cortés fue capturado durante el asedio de Tenochtitlán en una emboscada, pero al perder el tiempo en inmovilizarlo (lo querían vivo para sacrificarlo) dieron tiempo a que le ayudaran a liberarse. El imperio mexica, el más poderoso (y el más odiado) de América Central, había sucumbido. Hernán Cortés, que empezó siendo un rebelde contra las órdenes del gobernador de Cuba, había terminado conquistando un imperio.

(Mi enorme agradecimiento a Jorge Álvarez, de "La Brújula Verde", por sus acertados consejos, atinados datos e infinita paciencia)
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4 comentarios:

  1. Buen artículo, pero las cifras que das son absurdas y obsolestas, me refiero a los 250.000 de Gaugamela o los 100.000 de britania (un disparate). Saludos.

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    1. Son las que vienen en diversas fuentes, incluida la Wikipedia. Saludos

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  2. Excelente como siempre Juan Manuel

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