El 30 de enero de 1889 tres personas derribaron nerviosas la
puerta de un dormitorio situado en un pabellón de caza en Mayerling, a pocos
kilómetros de Viena. Dos de ellas eran el conde Hoyos y Felipe de Sajonia,
amigos personales del heredero al trono del imperio Austro-Húngaro el príncipe Rodolfo
de Habsburgo; el otro era Johann Loschek, ayuda de cámara del príncipe. Cuando
entraron en la habitación, se encontraron el cadáver de Rodolfo tumbado al
borde de la cama, y a su lado el cuerpo de la baronesa María Vetsera, amante
del príncipe. El cuerpo del heredero todavía estaba caliente, no así el de la
baronesa, lo que significaba que ésta había muerto al menos una hora antes que
el príncipe.
A partir de ese momento se dispararon las hipótesis, los
rumores y las teorías conspiratorias. El secretismo con el que la casa imperial
austriaca llevó todo el asunto alimentó las especulaciones. ¿Suicidio?
¿Asesinato? Demasiadas cosas no cuadraban y la propia casa imperial contribuyó
a la confusión difundiendo versiones contradictorias. El episodio, conocido
como “la tragedia de Mayerling” (y
también, reveladoramente, como “el crimen
de Mayerling”) sigue sin ser completamente esclarecido más de un siglo
después de que sucediera. En este artículo haremos un repaso de los hechos y
expondremos las teorías más aceptadas; y después el lector quizá pueda
responder a la gran pregunta: ¿qué pasó esa noche en Mayerling?
El Emperador y la Emperatriz ante el cadáver de su hijo |
El heredero díscolo
Hijo del emperador Francisco José I y su esposa Isabel de Baviera
(la muy famosa Sissi), Rodolfo de Habsburgo había recibido una educación muy
distinta a la que su padre había planeado para él. El emperador, ferviente
absolutista, deseaba que su hijo y heredero siguiera sus pasos; sin embargo, la
influencia de su madre (de ideas mucho más abiertas) hizo que sus más de 50
preceptores lo inclinaron a ideales liberales, burgueses y anticlericales. Al
parecer, su padre desconocía que su hijo tuviera esas inclinaciones y Rodolfo
se guardó muy mucho de hacérselas conocer, pero sus continuas críticas privadas
al clero y a la nobleza le aislaron en la conservadora corte austriaca.
Rodolfo de Habsburgo |
En su vida personal las cosas tampoco iban demasiado bien.
Casado en 1880 con la princesa belga Estefanía de Lieja, su matrimonio no era
nada feliz. A pesar de que en 1883 había nacido una hija del matrimonio,
Rodolfo nunca renunció a sus amantes y a sus aventuras amorosas. Y más después
de que Estefanía se negara a tener vida marital con su marido, dolida porque
tras el nacimiento de su hija éste le había contagiado una enfermedad venérea
que había hecho que quedara estéril. La situación era mucho más grave de lo que
parecía, ya que en Austria estaba vigente la Ley Sálica (que impedía reinar a
las mujeres) y eso implicaba que Rodolfo no tendría un heredero directo. Sin
embargo, el príncipe seguía a lo suyo, alternando las intrigas políticas con sus
líos amorosos con múltiples mujeres (aunque tenía una amante más o menos
estable en la bailarina húngara Mizzi Kaspar).
Estefanía de Bélgica |
Y es que la derrota ante Prusia en 1866 había reducido
considerablemente la influencia austriaca sobre los distintos estados alemanes,
por lo que Rodolfo se convenció de que el futuro del anquilosado imperio estaba
en el este. Atraído por Hungría (que había recuperado el status de reino en
1867 por influencia de la emperatriz Sissi, tras haberlo perdido en 1849),
empezó a considerar la idea de que el futuro del imperio pasaba por expandirse
hacia el este y contrarrestar la influencia rusa en la zona. El plan era que
Austria se convirtiera en una federación de diferentes nacionalidades con él a
la cabeza, absorber Rumanía, convertirse en protector de Serbia, Bosnia y
Albania y finalmente firmar tratados militares con Grecia y Bulgaria.
Francisco José I en su juventud |
Este plan muy posiblemente llevaría a una escalada bélica con
el Imperio Ruso, pero Rodolfo estaba convencido de que la guerra contra los
zares era inevitable (como finalmente así fue) y prefería afrontarla al frente
de una amplia confederación de países controlada por él. El príncipe heredero
trazó incluso un plan para derrocar a su padre, pero éste se adelantó y lo
mandó de viaje al Adriático en los primeros días de 1889, en principio para
algunas semanas. Sin embargo el recurso no funcionó, ya que Rodolfo regresó a
Viena el 11 de enero dispuesto a seguir adelante con su conjura, pero también
por otra razón: había conocido a una joven llamada María Vetsera y se había
enamorado locamente. A partir de aquí se precipitarían los acontecimientos.
La aparición de
María Vetsera
María Vetsera era hija de un diplomático húngaro y de la
heredera de una familia de banqueros turcos. Su familia era inmensamente rica, y
además pertenecía a la pequeña nobleza gracias al título de barón que ostentaba
su padre. Una amiga suya escribió de ella: “No
era muy alta, pero su figura sinuosa y el seno exuberante la hacían parecer más
que adulta a sus 17 años. Coqueta por instinto, inconscientemente inmoral en
sus actitudes, casi una oriental en su sensualidad y, sin embargo, una dulce
criatura. Había nacido para el amor, y desde luego que lo descubrió con un
oficial inglés a los 16 años, conocía el fuego de la pasión”.
María Vetsera |
Conoció al príncipe a finales de 1888 cuando una prima de
Rodolfo les presentó en una carrera de caballos, e inmediatamente ambos
quedaron prendados el uno del otro. El asedio del heredero a la joven baronesa
empezó de inmediato. El primer encuentro entre ellos se produjo en noviembre de
1888 y hubo más de 20 en los tres meses siguientes. Finalmente, el cortejo
parece que dio sus frutos el 13 de enero de 1889. Al día siguiente, María
escribió a su institutriz diciendo “Estuve
anoche con él desde las siete hasta las nueve. Ambos hemos perdido la cabeza.
Ahora nos pertenecemos por completo”. Rodolfo le regaló un anillo con las
iniciales ILVBIDT, es decir, “In Liebe
Vereint Bis In Dem Tode” (Unidos por el amor hasta en la muerte). Una
muestra de que el príncipe consideraba aquella relación como algo más que una
simple aventura.
Pabellón de caza de Mayerling |
Pero la prueba definitiva de que Rodolfo iba en serio con la
baronesa fue que escribiera a la Santa Sede pidiendo que se anulara su
matrimonio con Estefanía de Lieja. Enterado el emperador, llamó a su hijo a una
reunión el día 26 de enero donde se intercambiaron duras palabras. No sólo
estaba el asunto de María Vetsera y la petición de anulación matrimonial, sino
que también el emperador reprochó al príncipe sus intentos de conjura contra
él. Una hora después de empezada la reunión, Rodolfo abandonó la estancia
visiblemente alterado. Una prueba de la gran tensión de la entrevista es que el
general Margutti, ayudante de campo de Francisco José I, entró después en el
salón y se lo encontró sin sentido.
Las muertes
El 28 de enero Rodolfo y María llegaron al pabellón de caza
que el heredero tenía en Mayerling, a pocos kilómetros de Viena. La baronesa
iba en secreto, ya que Rodolfo había planeado con ella un falso secuestro (y de
hecho la condesa Larisch, prima del príncipe y una de las que estaba en el ajo,
había informado personalmente al jefe de policía de Viena de la desaparición de
la baronesa). Al día siguiente por la mañana temprano llegaron al pabellón
otras dos personas invitadas por el heredero, el conde Hoyos y Felipe de
Sajonia. Ambos desayunan con el príncipe, pero ignoran que María también se
encuentra en el lugar. Posteriormente Rodolfo se excusa de ir de caza
pretextando un resfriado.
Conde Hoyos |
Por la noche Felipe de Sajonia regresó a Viena, y el príncipe
y el conde Hoyos cenaron solos. Rodolfo se retiró a eso de las 9 (pretextando
nuevamente un resfriado) y el conde Hoyos se fue a dormir una hora más tarde.
Rodolfo y María, en sus habitaciones, estuvieron de fiesta junto a Josef
Bratfisch, cochero de confianza del príncipe. Los tres estuvieron cantando y María
y Rodolfo lo pasaron estupendamente oyendo silbar a Bratfisch, que al parecer “silbaba maravillosamente”. Al día
siguiente, Rodolfo fue a las siete y media a la habitación de su ayuda de
cámara Johann Loschek para pedirle que le despertara una hora más tarde para
desayunar. Esa fue la última vez que se le vio vivo.
Johann Loschek |
Tal y como se le había ordenado, Loschek fue a las ocho y
media a despertar al príncipe, pero nadie contestó a sus llamadas. Alarmado, avisó
al conde Hoyos, quien quiso derribar la puerta, pero vaciló al enterarse de que
estaba con una mujer (hasta ese momento, no sabía que María Vetsera se
encontraba también en Mayerling). Felipe de Sajonia, que había regresado de
Viena, ordenó que se echara la puerta abajo, encontrando los cuerpos de Rodolfo
y la baronesa. Inmediatamente se dio aviso a Viena y el emperador se hizo cargo
de la situación.
La versión del
suicidio
Lo primero que hizo Francisco José I fue hacer jurar a todos
que guardarían silencio sobre las circunstancias de las muertes. Acto seguido,
se organizó discretamente el funeral de María Vetsera y se difundió una primera
versión oficial: Rodolfo había muerto de una apoplejía (de la baronesa no se
dijo nada). Sin embargo, pronto se empezaron a disparar los rumores y la casa
imperial cambió su versión: el príncipe heredero se había suicidado en un
momento de “enajenación mental”. Claro
que esto presentaba otro problema, ya que la Iglesia Católica no permitiría que
un suicida fuera enterrado en tierra sagrada. El emperador tuvo que mandar un
telegrama al Papa (del que se desconoce su contenido) para desbloquear la
situación y permitir que Rodolfo fuera enterrado en la cripta de los Habsburgo,
tras una investigación del Vaticano.
Felipe de Sajonia |
Rodolfo fue enterrado con todos los honores el 5 de febrero
(la baronesa había sido enterrada discretamente unos días antes en la Abadía de
Heiligenkreuz). Desde entonces, la hipótesis de un pacto de suicidio fue la
dominante: el príncipe habría disparado a la baronesa y luego se habría
suicidado pegándose un tiro en la sien. La razón, además de un amor enfermizo
del uno por el otro (amor imposible a la vista de la situación), sería el
insoportable deshonor para Rodolfo al saberse descubierto en sus intrigas para
derrocar a su padre. Y hay diversas circunstancias que apoyan esta esta
hipótesis.
Funeral de Rodolfo |
En primer lugar, Rodolfo tenía un carácter depresivo y con
tendencias suicidas, quizá agravado por el tratamiento contra la sífilis de la
que fue objeto. Posiblemente, la imposibilidad de su amor con la baronesa y el
mazazo de saberse descubierto lo podrían haber llevado a decidir quitarse la
vida junto a María Vetsera. En segundo lugar, Rodolfo escribió una serie de
cartas que daban a entender que iba a suicidarse. Así, a su esposa le decía: “Ya te ves libre de mi funesta presencia. Sé
buena con la pobre pequeña (su hija), ella es todo lo que queda de mí. Voy
tranquilo hacia la muerte”; a su hermana pequeña: “Muero a pesar mío”; a un amigo húngaro le daba las razones de su
suicidio; y finalmente a su ayuda de cámara Loschek le daba instrucciones de
que quería ser enterrado junto a la baronesa.
Cadáver de Rodolfo |
Por su parte, María Vetsera también había escrito una carta a
su madre diciéndole: “Querida mamá:
perdóname lo que he hecho. No puedo resistir el amor. De acuerdo con él, quiero
ser enterrada a su lado en el cementerio de Alland. Soy más feliz en la muerte
que en la vida. Tu Mary”. Asimismo, estaba el anillo que Rodolfo le había
regalado el 13 de enero con la leyenda “Unidos
en el amor hasta la muerte”, además del hecho de que ese mismo día había
redactado su testamento. Finalmente, había dejado escrito con tinta violeta en
un cenicero la frase “El revólver es
mejor que el veneno, más seguro”.
La hipótesis del
asesinato
A pesar de todo lo dicho anteriormente, existen muchos cabos
sueltos en la explicación del suicidio. Eso hizo que desde el primer momento
empezara a cobrar forma la hipótesis de que Rodolfo y su amante habían sido
asesinados. En primer lugar, María Vetsera presentaba un tiro en la cabeza (tal
y como se puso de manifiesto cuando se exhumaron sus restos en 1959); sin
embargo, varios testigos afirmaron que su cuerpo presentaba también indicios de haber
recibido una paliza. En segundo lugar, el cuerpo de Rodolfo también presentaba
cortes y heridas de sable (entre ellas la falta de dos dedos de la mano derecha,
algo que se trató de disimular con un guante relleno de paja); además, el
revólver encontrado en la habitación no era suyo y se habían efectuado con él 6
disparos; por si fuera poco, la herida de bala se encontraba en la sien
izquierda, a pesar de que el príncipe era diestro.
Féretro de María Vetsera |
A todo esto hemos de añadir los testimonios de personas
contemporáneas de los hechos. Por ejemplo, el embajador alemán en Viena
escribió a Bismarck que “Las heridas no
están en los lugares indicados oficialmente”. La nieta del embajador del
imperio en Roma (encargado de descifrar el telegrama mandado al Papa) declaró
que su abuelo le confesó que en dicho telegrama se hablaba de asesinato.
Asimismo, el conde Hoyos (testigo presencial de los hechos) dijo años más tarde
que “Su Alteza está muerto. Es todo lo
que puedo decir. No me pidáis que os dé más detalles; es demasiado terrible. He
dado mi palabra al emperador de no decir nada de lo que he visto”. El hijo
de Eduard Graf von Taaffe, que era Primer Ministro en ese momento, dijo que “Las circunstancias de Mayerling son mucho
peores de lo que se piensa”.
Habitación del príncipe en Mayerling |
Finalmente, la que fuera emperatriz de Austria Zita de
Borbón-Parma declaró en 1983: “Se han
escrito muchas leyendas. Lo que se ha contado se limita a sospechas e
hipótesis. La verdad es que el archiduque Rodolfo fue asesinado y que este
asesinato fue político. En nuestra familia, siempre hemos sabido la verdad,
pero Francisco José hizo jurar a todos los que estaban al corriente del crimen
que nunca dirían nada”. Afirmaba también que los asesinos venían en parte
del extranjero, y posteriormente dijo que el instigador del asesinato fue
Georges Clemenceau, por entonces director del diario “La Justice” y más tarde Primer Ministro francés. No obstante, hay
que decir que el propio hijo de Zita desmintió las palabras de su madre.
Sarcófago de Rodolfo |
¿Fueron los sucesos de Mayerling un asesinato político, bien
de los servicios secretos franceses, bien de los austriacos? Posiblemente nunca
lo sepamos; al menos, hasta que algún día pueda exhumarse el cadáver de
Rodolfo. Lo que sí sabemos es que la muerte del heredero abrió una crisis
dinástica sin precedentes en el imperio, ya que el heredero pasó a ser el sobrino
del emperador (el archiduque Francisco Fernando), alguien al que Francisco José I detestaba y cuyo asesinato en Sarajevo fue el detonante del estallido de la
Primera Guerra Mundial.