Fue conocido como “el año sin verano,”, pero también como “el
año de pobreza”, “el verano que nunca fue”, “el año que no tuvo verano”, y con
el muy gráfico nombre de “Mil ochocientos hielo y muerte”. El año 1816 fue
anormalmente frío, y fruto de esa bajada de temperaturas se vivieron fenómenos
tan raros en algunos sitios como hielo en julio o nieve en agosto. Descrito por
el historiador John D. Post como “la última gran crisis de supervivencia del mundo
occidental”, 1816 supuso el punto álgido de la llamada “Pequeña Edad de Hielo”
que todo el Hemisferio Norte llevaba viviendo desde 1300 y que duraría hasta
1850.
Canal de Chichester, de William Turner |
Naturalmente, las consecuencias para la población fueron
catastróficas. No sólo hubo hambre debido a que la mayor parte de las cosechas
se malograron, sino que también se vivieron epidemias cuyos efectos duraron
muchos años. Además, se gestó el hoy conocido como “Triángulo de oro”, se vivió una efímera (y fracasada) exploración
polar y se concibieron algunas obras literarias y artísticas hoy mundialmente
conocidas. No ha habido ningún año parecido del que se tenga noticia, ni antes
ni después.
La erupción del
volcán Tambora
El 5 de abril de 1815 el volcán Tambora, situado en la
pequeña isla de Sumbawa en la actual Indonesia, entró en erupción. La explosión
se oyó en las Molucas, a 1.400 kilómetros de distancia. El gobernador de las
islas, Sir Stamford Raffles, pensó que se trataba de un ataque y envió barcos
de guerra en auxilio a los navíos y ciudades que creía en apuros. La erupción
continuó hasta la mañana del 6 de abril y se fue apagando poco a poco. Sin
embargo, esto no fue debido a que la furia volcánica se hubiera aplacado, sino
que la lava era lo bastante fría como para solidificarse nada más salir. Esto
taponó el cráter del volcán, pero también aumentó la presión en su interior.
Situación del volcán Tambora |
Esta presión fue subiendo hasta que la caldera no la soportó
más y estalló violentamente a las 7 de la mañana del 10 de abril. La explosión
fue de tal calibre que a 2.500 kilómetros de distancia las casas se
tambalearon. Poco después empezó a llover ceniza y piedra pómez de hasta 20
centímetros de diámetro. La lluvia de ceniza fue tan intensa y rápida que mató
instantáneamente a los 12.000 habitantes de la isla. La lava arrasó lo poco que
quedaba. La columna de ceniza superó los 43 kilómetros de altura y ocultó el
sol durante dos días en 600 kilómetros a la redonda. Se estima que la erupción
liberó aproximadamente unos 140.000 millones de toneladas de material volcánico.
Para que nos hagamos una idea, si todo ese material cayera sobre la Península
Ibérica quedaría sepultada bajo una capa de ceniza de 27 centímetros de espesor.
La erupción terminó el 15 de abril. La cantidad de muertos
producidos por la explosión volcánica y los posteriores tsunamis oscila según
la fuente entre 50.000 y 80.000. Teniendo en cuenta la población por entonces
de Indonesia, si hoy en día se produjera allí una erupción de esa magnitud el
número de víctimas mortales rondaría el millón. Pequeñas columnas de humo
siguieron observándose hasta septiembre, y en octubre aún seguían flotando
grandes balsas de piedra pómez que incluso llegaron a alcanzar las costas de Calcuta
(a 3.600 kilómetros de distancia). La erupción del Tambora es la mayor
registrada en la historia reciente de la humanidad y alcanza el valor 7 en el
“Índice de Explosividad Volcánica”, que tiene un máximo de 8. El volcán, que
antes de la erupción medía 4.300 metros, vio reducida su altura a 2.850 metros.
Las consecuencias en
el clima
A medida que la ceniza y los gases liberados por el volcán se extendían por la atmósfera, pudieron
observarse espectaculares atardeceres rojos, naranjas y morados por toda Europa
y Norteamérica durante el verano y el otoño de 1815. En el este de Estados
Unidos, una niebla persistente volvía la luz del Sol de un amarillo pálido, tan
denso que permitía distinguir las manchas solares a simple vista. La
temperatura iba enfriándose, de modo que en el invierno de 1815 las nevadas
alcanzaron el sur de Italia. La peculiaridad estaba en que los copos de nieve
tenían tonalidades amarillentas, marrones y rojizas. En Asia, la llegada de los
monzones se vio perturbada durante dos años, provocándose graves inundaciones seguidas de grandes sequías.
Pero fue durante el año siguiente en que los efectos de la explosión
del volcán se hicieron más agudos. Si bien la primavera era más fría de lo
habitual, fue a partir de mayo cuando las consecuencias fueron más evidentes.
Así, por ejemplo, en el este de Estados Unidos se produjeron nevadas en junio.
Asimismo, una copiosa tormenta dejó Quebec bajo 30 centímetros de nieve, y las
aves murieron congeladas en las calles. En Centroeuropa se produjeron tormentas
de pedrisco de un tamaño nunca visto y que tuvieron como consecuencia violentas
riadas que arrastraron personas, animales y enseres. En España y Portugal, la
temperatura media bajó tres grados. En Taiwan, que posee clima tropical, nevó
en julio. Durante todo el verano se produjeron heladas en todo el Hemisferio
Norte que, entre otras cosas, echaron a perder las cosechas. En algunas zonas
del sur de China se produjeron nevadas en agosto. También en agosto se observó
hielo en los ríos de lugares tan al sur como Pennsilvania.
Mapa de temperaturas de 1816 comparadas con las actuales |
Las cosas no fueron mucho mejores en otoño e invierno. Se
sucedieron las heladas, el frío y la nieve, mientras que en otras zonas las
lluvias torrenciales arrasaban lo poco que quedaba. Asimismo, los años 1817 y
1818 fueron también más fríos de lo normal. Aunque desde luego no alcanzaron
el nivel de 1816, el segundo más frío desde 1400, tal y como atestiguan los
anillos de crecimiento de los robles.
No obstante, se produjo también el fenómeno inverso en otros
lugares. En el norte de Europa el año fue más cálido de lo habitual aunque cayó
una cantidad de lluvias tres veces superior a la media. Particularmente Rusia
y los países bálticos tuvieron un año más bonancible, algo que tuvo gran
importancia como se verá más adelante. En el Polo Norte, la cálida temperatura
hizo que hubiera menos hielo lo que dejó navegable gran parte del Ártico. Como
veremos, esto también tuvo su repercusión.
Las consecuencias para
la población
Como ya hemos dicho, las cosechas se echaron a perder por las
heladas y porque, entre otras cosas, la tierra estaba tan dura por el frío que
no fue posible arar hasta bien entrado el mes de junio. Si bien en todo el
Hemisferio Norte las consecuencias fueron terribles, fue en Europa donde más se
notó la catástrofe. O las cosechas se perdieron por las heladas de julio y
agosto (caso de Francia o Gran Bretaña) o lo hicieron por las intensas lluvias
(caso de Europa Central).
"El Temerario" remolcado a dique seco, de Turner |
El continente europeo acababa de salir de las guerras
napoleónicas y se encontraba devastado. Las continuas campañas militares a lo
largo de más de una década habían dejado sin reservas de grano a gran parte de
los países, de modo que las malas cosechas hicieron que la hambruna fuera
generalizada. En Londres se repartía diariamente una ración de sopa a la gente
desfavorecida, igual que en la Edad Media. Se registraron disturbios en buena
parte del país y marchas con el lema “pan
o sangre”. En Irlanda e Italia hubo un violento brote de tifus que diezmó a
la población. El precio de los cereales subió de tal modo que en Francia
tuvieron que poner escolta militar a los carros que transportaban trigo para
evitar que fueran saqueados. Los altos precios se mantuvieron a lo largo de
1816 y 1817 (llamado “el año de los mendigos”), a excepción de las zonas
costeras, donde el transporte era más barato. En Alemania y Suiza la población
sólo tenía para comer patatas podridas, y el país helvético tuvo que declarar
el estado de emergencia nacional.
Una salida para los hambrientos fue la emigración. Alrededor
de 60.000 personas se embarcaron hacia América, en su mayoría británicos e
irlandeses, que tenían más fácil acceso a los puertos que la gente del interior
de Europa. No obstante, las condiciones en el puerto de Amsterdam eran tan
malas que muchos de los que llegaron allí con el propósito de embarcar se
dieron media vuelta y regresaron a sus casas. Otra gran parte de la población
emigró hacia Rusia, donde las cosechas fueron normales hasta el punto de que el
zar Alejandro I autorizó el envío de grano al oeste de Europa.
Flint Castle, de Turner |
Las consecuencias en España y Portugal no iban a ser menores.
Las temperaturas bajaron entre dos y tres grados de media por debajo de lo
habitual en época estival. Las gélidas temperaturas mataron las cosechas de
fruta, y especialmente hicieron daño a la uva. Los olivos, muy sensibles al frío,
no aportaron una recolección de calidad. Los agricultores tuvieron el esfuerzo
extra de separar el cereal seco y maduro de las semillas verdes, por los
retrasos en la cosecha. No obstante, no se dispone de más datos de este periodo
pues Fernando VII había vuelto del exilio y (consciente del daño que le podría
causar) eliminó la prensa durante los años 1815 a 1820. Sin embargo, recientes
estudios de la Universidad de Santiago han encontrado pruebas de que muchos
hórreos gallegos estuvieron vacíos ese año. Han encontrado también un documento
que dice sombríamente “hai moitos mortos
polos camiños”.
En Norteamérica la situación no fue mucho mejor. A pesar de que
los campesinos consiguieron salvar gran parte de las cosechas de maíz y otros
cereales, los precios no dejaron de subir. La avena, por ejemplo, multiplicó su
precio por ocho. Gran parte de las ovejas, que ya habían sido esquiladas,
murieron congeladas por las heladas de junio. En Terranova apenas tenían para
subsistir y tomaron la decisión de cerrar el puerto a los barcos que trajeran
inmigrantes europeos. La gran demanda de grano en la frontera del noroeste
trajo como consecuencia la especulación de tierras y la masacre de indios. De
hecho, el precio de los cereales era tan alto que cuando volvió a la normalidad
se produjo el llamado Pánico de 1819,
la primera gran depresión económica de los Estados Unidos. Sus efectos duraron
hasta bien entrado 1820 y paró en seco la expansión hacia el oeste.
War. The exile and the Rock Limpet, de Turner |
La situación en Asia fue también terrible. Por supuesto, la
zona más afectada fue Indonesia, donde la pérdida de las cosechas propició una
hambruna que duró años. La alteración de los monzones fue la causa de una
epidemia de una nueva cepa de cólera que se extendió por todo el planeta a lo
largo del siglo XIX y que causó millones de muertos. En la provincia china de
Yunnan las cosechas se perdieron completamente y la población acabó comiendo arcilla.
Para cuando los precios se recuperaron, los campesinos de la región cambiaron
la siembra de cereales por la más rentable siembra de opio, dando origen a lo
que hoy se conoce como “Triángulo de oro”.
De hecho, a mediados del siglo XIX esta región era la mayor productora del
mundo. También en China, el hambre y el frío provocaron la deserción masiva de
los reclutas del ejército.
Las consecuencias en
el arte y la cultura
Por aquel entonces no se tenía una ciencia meteorológica
demasiado avanzada, por lo que se atribuía la situación a la cólera de Dios.
Muchos veían en las muertes, el hambre y el frío las señales de un inminente
apocalipsis por haberse apartado de la religión. En todo el mundo se instaló un
pesimismo generalizado y una falta de esperanza en lo que habría de venir. Era
el caldo de cultivo perfecto para predicadores y charlatanes. No en vano, fue
en esa época cuando Joseph Smith, huyendo del hambre en Vermont, tuvo su famosa
visión que dio lugar al nacimiento de la religión mormona.
Lord Byron |
Pero no todo fue destrucción en el año sin verano. También se
produjeron explosiones creativas que enriquecieron el arte y la cultura humana.
Así, por ejemplo, se dice que durante el frío año de 1818 se estropeó el órgano
de la iglesia de San Nicolás en Oberndorf, Austria. El sacerdote Joseph Mohr
quería música para celebrar la misa del gallo y le pidió a Franz Gruber que
compusiera una melodía para la letra de un poema que había compuesto en 1816 y
la tocara con la guitarra. Así fue como nació el villancico más famoso de todos
los tiempos: “Stille Nacht, Heilige Nacht”
(“Noche de Paz, Noche de Amor”).
En el terreno científico también hubo noticias que reseñar. En
Alemania, la falta de avena para alimentar a los caballos pudo haber inspirado
al inventor alemán Karl Drais el estudio de nuevas formas de transporte sin
animales, inventando la dresina o velocípedo, que fue el ancestro de la actual
bicicleta y un paso más hacia el transporte personal mecanizado. Asimismo, las
noticias de la escasez de hielo en el Polo Norte propiciaron que el
Almirantazgo británico enviara expediciones para encontrar el mítico paso del
noroeste. El problema fue que se tardó tanto en organizar dichas expediciones
que para cuando llegaron los hielos habían vuelto a su nivel habitual y no pudieron
abrirse camino.
Autorretrato de William Turner |
Por lo que respecta a la pintura, el mejor legado que nos
queda es el de William Turner. Conocido como el pintor de la luz, se
especializó en paisajes y se le considera el precursor del impresionismo. Se
cree que los intensos atardeceres de 1815 y 1816 inspiraron parte de su obra,
en la cual refleja el poder de la naturaleza sobre el ser humano. Muchas veces
se ha afirmado erróneamente que las veladuras típicas de sus cuadros se debían
a un defecto en la vista del pintor, cuando en realidad Turner se limitaba a
reflejar los tonos del cielo que recordaba de aquellos atardeceres que había presenciado en su
juventud.
Mary Shelley |
Sin embargo, la consecuencia artística más famosa de este año
sin verano se produjo en una casa cerca de Ginebra, a orillas del lago Leman,
llamada “Villa Diodati”. Allí se
encontraban veraneando varios escritores que, aburridos por el mal tiempo y las
lluvias incesantes, hicieron la apuesta de contarse cada noche historias de
terror. Entre los ocupantes de la villa estaban Lord Byron, el poeta Percy
Shelley y su amante Mary Godwin (posteriormente Mary Shelley). De aquellas
veladas nacieron el poema “Oscuridad”, de Byron, o el relato “El vampiro”, de William
Polidori, que sirvió de inspiración al posterior “Drácula” de Bram Stoker. Pero
sin duda la obra cumbre de aquellas veladas fue el relato llamado “Frankenstein
o el moderno Prometeo”, de Mary Shelley, una de las cumbres de la literatura
universal, y sin duda una de las mejores novelas de terror de todos los
tiempos.
Muy buen artículo, enhorabuena al autor.
ResponderEliminarLa erupción del Tambora fue en verdad espeluznante, y sus consecuencias devastadoras. De hecho, estas duraron varias décadas, y se cree que tuvo una especial influencia en la Hambruna de la Patata en Irlanda.
Lo que sucedió es que, después de la erupción, muchos europeos, irlandeses incluidos, sustituyeron sus plantaciones de antaño por la del tubérculo. Una enfermedad propia de la patata les dio la puntilla.
Nuevamente, enhorabuena y muchas gracias por la iiinformación.
Muchas gracias
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