En Francia, su nombre es sinónimo del mal. Sin embargo, hubo
un tiempo en que fue considerado el ideal de caballero. Gilles de Rais ha
pasado a la posteridad como uno de los más terribles asesinos en serie, autor
confeso de la muerte de varios cientos de niños. Sus crímenes han ensombrecido
las hazañas que llevó a cabo en la Guerra de los Cien Años, en la que fue
compañero de armas y protector de Juana de Arco, y que hicieron que consiguiera
el nombramiento de Mariscal de Francia cuando ni siquiera había cumplido 25
años y que amasara una inmensa fortuna.
Considerado por muchos historiadores como “un niño con poder”, sus crímenes
inspiraron a Charles Perrault el cuento “Barba
Azul”, recogido en su antología “Cuentos
de Mamá Oca”. En su juicio, Gilles de Rais declaró haber actuado según su
naturaleza, y que no podía controlarse. Sus palabras dan fe del monstruo que
siempre llevó dentro y al que dio rienda suelta cuando murió la Doncella de
Orleans: “Uno se cansa y aburre de lo
ordinario. Empecé matando porque estaba aburrido y continué haciéndolo porque
me gustaba desahogar mis energías”.
Infancia
En el gélido otoño de 1404, en la Torre Negra del castillo
de Champtocé (Anjou), vino al mundo Gilles de Montmorency-Laval, Barón de Rais.
Su sangre era de las más nobles de Francia, pues en él se juntaban tres de los
más rancios linajes franceses: los Montmorency y Laval por parte de su padre y
los Craon por parte materna. A esto había que añadir que sus nobles
progenitores eran también inmensamente ricos, pues la fortuna que poseían por
separado se incrementó con su unión. Durante sus primeros años, su educación y
crianza (junto a la de su único hermano René) estuvieron en manos de tutores e
institutrices, ante la dejación e indiferencia de sus padres; él porque estaba
ocupado todo el tiempo en sus campañas guerreras y ella porque sencillamente
nunca quiso saber nada de sus hijos. Sin embargo, su educación fue esmerada y
pronto dominó la lectura, el latín y el griego.
En 1415 su padre, Guy de Rais, fue herido mortalmente por un
jabalí en una jornada de cacería. Fue trasladado a sus aposentos solicitando la
presencia de Gilles, su hijo mayor. Éste no sólo no mostró ninguna pena, sino
que parecía deleitarse con la imagen de las vísceras de su padre esparcidas por
la cama. Durante los días que duró la agonía, Gilles no se separó del lecho de
muerte de su progenitor, sin dejar de contemplar la macabra escena con
indiferencia. Finalmente Guy de Rais murió, disponiendo como última voluntad
que su primo Jean Tournemine de La Hunaudaye se hiciera cargo de la tutela de
sus hijos.
Escudo de armas de los Craon |
No obstante, desoyendo el testamento, es su abuelo materno
Jean de Craon quien se hace cargo de los dos hermanos. Su motivación no era
tanto el amor a sus nietos sino la inmensa fortuna que éstos poseían. De Craon
había amasado su riqueza con el bandidaje y era una persona violenta y sin
moral que se despreocupó del cuidado de los niños. Así, mientras sus profesores
se esforzaban en inculcar a los pequeños interés por las ciencias y las letras,
su abuelo los dejaba actuar a su libre albedrío. Como muestra de la mala
influencia que ejerció sobre Gilles está lo que éste diría años más tarde sobre
él:
“Me enseñó a beber, inculcándome desde muy niño a extraer placer de pequeñas crueldades. Nada más lejos de lo que otros hombres han pensado, sentido, imaginado o incluso hecho... Bajo su custodia aprendí a despegarme de los poderes terrenos y divinos, con lo que creí que era omnipotente.”
Su madre murió poco después, con lo que el abuelo pasó a
tener las manos libres para hacer y deshacer a su antojo con la fortuna de sus
nietos. En principio, de Craon manifestó más interés por el hermano menor René
que por Gilles, del que se desentendió casi totalmente, así que éste buscó
refugio en la inmensa biblioteca del castillo de su abuelo. Allí leyó con pasión
el “Apocalipsis” y sobre todo la “Vida de los doce Césares”, de Suetonio.
Admiraba la manera en que Tiberio, Calígula y Nerón realizaban impunemente todo
tipo de crímenes y orgías, lo que causaba en él una gran impresión. Sin duda,
este libro ejerció una enorme influencia en lo que habría de venir después.
Primer asesinato y
boda
Gilles de Rais manifestó desde una edad temprana una gran
pericia en todo aquello que emprendía. Sin embargo, pronto dio muestras también
de un temperamento egocéntrico y un carácter rebelde que hacía que siempre
quisiese imponer su voluntad a todos los que le rodeaban. Destacó enormemente
en el manejo de las armas, algo que le sería de mucha utilidad cuando algunos
años después participara en las distintas guerras que se sucedían a su
alrededor. A los 14 años, su abuelo le regaló una espléndida armadura blanca
milanesa a la vez que le concedía la distinción de caballero. Era su primera
ceremonia oficial.
Fue por aquel entonces cuando cometió su primer asesinato. La
víctima se llamaba Antoine y era hijo de unos sirvientes del castillo. Gilles
le retó a un duelo con el ánimo de jugar juntos, y en el trascurso del mismo
clavó su espada en el cuello de Antoine. Gilles, en lugar de pedir ayuda,
observó con deleite cómo su amigo se desangraba en el suelo. El incidente se
acalló con una exigua indemnización a la familia del joven muerto. Al fin y al
cabo, Gilles era un noble que había matado accidentalmente a un plebeyo, así
que era de esperar que saliera impune de todo el asunto.
A los 16 años el aspecto físico de Gilles era realmente
imponente. Medía más de 1,80 metros, era musculoso y ancho de hombros. Poseía
además una gran agilidad de movimientos y una innata elegancia natural. El
conjunto se completaba con unos grandes ojos azules y un ondulado cabello
negro. Sin duda no iba ser un problema encontrar una esposa para él, dada su
fortuna y belleza. Sin embargo, había algo que lo hacía difícil: Gilles era
homosexual, circunstancia que constató su abuelo cuando lo pilló in fraganti
con algunos pajes e incluso con su propio primo. Así pues, de Craon empezó a
buscar desesperadamente una candidata a casarse con su nieto. La primera que
encontró fue una rica heredera de cuatro años de edad, pero todo el plan se
frustró cuando, ante la protesta de los nobles locales, el Parlamento de París
prohibió la boda.
Representación de Gilles de Rais en batalla |
Por aquel entonces Gilles tuvo su bautismo de sangre. Se puso
a las órdenes de Juan V, Duque de Bretaña, en los estertores de la guerra de
sucesión bretona entre los Montforts y los Penthièvres. Las crónicas narran que
Gilles luchaba siempre a la vanguardia junto a sus soldados montando en su
caballo favorito, Noisette, demostrando una gran bravura y sobre todo una
violencia inusitada. Parecía no temer a la muerte, y sus compañeros de armas lo
admiraban porque siempre parecía luchar como si estuviera poseído. Gustaba de
cortar cabezas y su armadura terminaba invariablemente bañada en sangre. Los
soldados le seguían con entusiasmo a la batalla, y se distinguió como una gran
líder militar.
Un año más tarde y una vez que hubo regresado de la campaña,
Gilles se encontró con que su abuelo había hallado por fin a la candidata ideal
para desposarse con él. Se trataba de su vecina y prima Catherine de
Thouarscon, de 15 años de edad. La familia de la joven se negaba al matrimonio,
así que nieto y abuelo la raptaron y Gilles se casó con ella el mismo día, 24
de abril de 1422. En gran medida, la elección del abuelo estuvo motivada por
varios castillos que poseía la familia de la joven, que unidos a los suyos
harían de ellos la familia más rica y potente de Francia. Sin embargo, la
familia de Catherine no aceptó la unión matrimonial y se negó en redondo a dar
esos castillos como parte de la dote. Demostrando que no se andaba con
chiquitas, Gilles secuestró también a su suegra poco después y la mantuvo
encerrada a pan y agua hasta que la familia de la joven los cedió. El
matrimonio tuvo una hija, Marie, en 1429, aunque Gilles nunca mostró demasiado
interés en su esposa. Catherine, con su hija en brazos, huyó finalmente a uno
de los castillos de su padre sin que Gilles pusiera demasiado empeño en
recuperarlas.
Juana de Arco
En 1424, a la edad de 20 años, Gilles vio reconocida su
mayoría de edad, algo que anhelaba desde hacía tiempo. Solicitó el dominio
absoluto sobre todas sus posesiones y empezó a apartar de su vida gradualmente
a su abuelo, Jean de Craon, aunque siempre sintió su mirada vigilante sobre él
hasta su muerte, en 1432. Gilles fue entonces reclutado por Georges la
Tremoille, gran chambelán del Rey, y rindió homenaje al delfín de Francia,
futuro Carlos VII, que pasaba por una delicada situación en su lucha contra los
ingleses y los borgoñones en la Guerra de los Cien Años. La Tremoille, hombre
muy hábil y astuto, vio en Gilles un gran líder militar al que los hombres
seguirían a la batalla sin dudar.
Juana de Arco |
En 1429, Gilles conoció a Juana de Arco e inmediatamente se
sintió fascinado por su personalidad y sus visiones, quedando prendado de su
belleza. Años más tarde declararía:
“Cuando la vi por primera vez parecía una llama blanca. Fue en Chinon, al atardecer, el 23 de febrero de 1429. Desde el principio fui su amigo, su campeón. En el momento que entró en aquella sala, un estigma maligno escapó de mi alma y ante el escepticismo del Delfín y de la Corte, yo persistí en creer en su misión divina. En presencia de ella y por ese breve lapso, yo iba en compañía de Dios y mataba por Dios. Al sentir mi voluntad incorporada a la suya, mi inquietud desapareció.”
El Delfín concedió un pequeño ejército a Juana y Gilles para
liberar Orleans del asedio inglés, que duraba ya varios meses. En sólo ocho
días, este pequeño ejército logró levantar el sitio y entraron triunfantes en
la ciudad. Todos los veían como los salvadores de Francia. Poco después, ese
pequeño ejército salió victorioso en las batallas de Jargeau y Patay. La
legendaria audacia y violencia de Gilles vieron incrementada su leyenda en
estas acciones. Se convirtió en escolta y protector de Juana, a la que salvó en
no pocas ocasiones del fragor de la batalla (como en el ataque a París de
finales de 1429). Con ella se sentía en plenitud espiritual, llegando a decir
que Juana era Dios y que por tanto mataba por mandato divino. Con tan solo 25
años, y fruto de su ardor en el combate, fue proclamado Mariscal de Francia
(caso único en la historia), amasando una gran fortuna. Poco después, tras la
coronación del Delfín como Carlos VII el 17 de julio de 1429 en la Catedral de
Reims, Gilles obtuvo el derecho de poner la flor de lis en su escudo de armas.
Ejecución de Juana de Arco |
La vida por fin parecía sonreírle, pero entonces ocurrió algo
que lo terminó de enajenar por completo. Juana fue capturada y condenada a la
hoguera, sentencia que se cumplió el 31 de mayo de 1431 ante la impasibilidad
del monarca francés. Gilles trató de rescatarla reclutando un pequeño ejército
de mercenarios, pero por razones desconocidas no llegó a tiempo a pesar de
encontrarse a tan sólo 25 kilómetros de Ruan, lugar donde se llevó a cabo el
juicio y la sentencia. Gilles acusó públicamente al rey Carlos de la muerte de
Juana y lloró amargamente sobre sus cenizas. Un año más tarde, en agosto de
1432, tuvo lugar su última acción militar en la Guerra de los Cien Años: la
batalla de Lagny, en la que resultó victorioso. Poco después, su protector La
Tremoille cayó en desgracia y Gilles vio perdida su condición de Mariscal de
Francia. Amargado, decidió retirarse a su castillo de Tiffauges. La muerte de
su abuelo en 1432 eliminó la última traba para el monstruo que seguía
aletargado en su interior.
El derroche y la
furia
Solo en su castillo, separado de su esposa e hija y rodeado
de una corte de aduladores, Gilles se hizo la firme promesa de no volver a
tener contacto carnal con mujeres y se entregó a los más notables excesos y
derroches. Por ejemplo, se extasiaba ante los cantos gregorianos y si tenía
noticias de alguna voz hermosa, no descansaba hasta conseguir que su poseedor
cantara ante él. El sonido del órgano le producía tal enajenación religiosa que
se hizo construir algunos portátiles para que le acompañaran en el más mínimo
traslado. Todo el que acudía a él era tratado con generosidad, tenía mesa a
cualquier hora del día o de la noche y era raro que abandonara su castillo sin
ser colmado de regalos en especie o en metálico. Mandó además construir
autómatas con forma de pájaro, algo sumamente costoso.
Representación de una batalla en la Guerra de los Cien Años |
Gastó una enorme fortuna en la representación teatral de las
campañas realizadas con Juana. Particularmente onerosa resultó la que realizó
en mayo de 1435 sobre la toma de Orleans, donde participaron más de 150
actores, los trajes estaban lujosamente trabajados, la infantería contaba con
armaduras auténticas y había grandes cuadros simulando multitudes. La entrada
al espectáculo era gratuita y agasajó a todos los asistentes con grandes
cantidades de comida y vino. En total, se gastó en ello unas 80.000 coronas de
la época.
A causa de todos estos derroches, su fortuna empezó a
menguar. Pidió dinero a prestamistas a un interés de usura y, para poder pagar,
empezó a vender propiedades a precios irrisorios. Pronto su familia empezó a
asustarse ante lo rapidez con que Gilles malgastaba todo lo que tenía y pidió
al Rey que interviniera. Entre los documentos aportados figuraba un memorial en
el que se indicaba que su inmensa hacienda se acabaría en menos de 8 años.
Carlos VII accedió y en 1436, “seguro de
lo mal que gobernaba el señor de Rais”, le prohibió en su Gran Consejo y a
través de cartas fechadas en Amboise que vendiera o enajenara ningún castillo,
fortaleza o tierra. Nadie se atrevió entonces a comprar nada de Gilles temeroso
de despertar la cólera del Rey, así que pronto se vio sin liquidez para poder
continuar la vida de lujos que llevaba.
Ante esa situación, Gilles de Rais se volvió hacia el
esoterismo y la alquimia, convencido de que podría volver a llenar sus arcas a
través del hallazgo de la piedra filosofal. Se rodeó de una corte de
nigromantes, brujas y alquimistas que le aseguraron que podrían fabricar oro y
volver a hacer de él el hombre más rico de Francia. Finalmente, cayó en manos
de un embaucador florentino llamado Prelati, que le aseguró estar en tratos con
el mismísimo Diablo. Éste le aseguró que sólo sacrificando sangre inocente
conseguiría de nuevo su sueño de volver a ser rico.
Carlos VII |
Fue así como los servidores de Gilles de Rais empezaron a
recorrer pueblos y aldeas buscando niños y adolescentes y prometiendo a su
familia que los harían pajes del castillo. En ocasiones, el propio de Rais
acudía personalmente a las casas de las familias para asegurar con amabilidad
que los niños tendrían un prometedor futuro. De las víctimas no se volvía a
tener noticias y cuando los familiares preguntaban, les respondían que estaban
bien. Aprovechaba también que muchos niños se acercaban a su castillo a pedir
limosna para hacerles pasar y desaparecer para siempre. Pronto empezó a cundir
la alarma y de Rais se vio obligado a recurrir a los raptos. Se llegaron a
contabilizar hasta 1.000 desapariciones de niños de entre 8 y 10 años en
Bretaña y en buena parte de ellas estaba implicado Gilles de Rais.
Además del castillo de Tiffauges, utilizó otros para sus
fechorías, como el de Machecoul y el de Champtocé. La locura llegaba al caer la
noche, cuando de Rais y sus esbirros se dedicaban a torturar y matar a los
niños que previamente habían secuestrado. Después de cada noche sangrienta,
Gilles de Rais salía al amanecer y recorría en solitario las calles y los
bosques sollozando arrepentido mientras sus secuaces limpiaban las estancias y
quemaban los cadáveres. El temor se fue apoderando de los pueblos, cuyos
habitantes habían bautizado a de Rais como “Barba
Azul” al dar las luces del alba tonos azulados a su negra barba, y sus
criados se vieron obligados a ampliar su campo de acción, con lo que el miedo
se extendía cada vez más.
Arresto, juicio y
ejecución
Todo se precipitó en 1440, cuando de Rais vendió una de sus
últimas posesiones, el castillo de Saint-Etienne-de-Memorte al tesorero de Juan
V, Geoffroy de Farron, que puso a su hermano Jean, eclesiástico, al frente de
la posesión. Sin embargo, poco después de Rais se enteró de que su primo el
señor de Villecigne quería también comprárselo por una suma mayor, por lo que
pidió a Farron la anulación de la venta. Al negarse éste, atacó la iglesia
donde Jean de Farron oficiaba misa y lo secuestró, llevándoselo al castillo de
Tiffauges. Conocida la noticia por el duque de Bretaña y por el obispo de
Nantes, se envió una partida armada a rescatar al secuestrado. De Rais, que se
encontraba entonces en el castillo de Machecoul, fue capturado el 15 de
septiembre de 1440. La sorpresa llegó cuando en el castillo encontraron los
cuerpos despedazados de 50 adolescentes. Empezaron a hacerse averiguaciones y
el resultado fue que el duque de Bretaña hizo comparecer a Gilles de Rais ante
la justicia acusado de haber matado y torturado entre 140 y 200 niños en
prácticas diabólicas.
Escudo de armas de Gilles de Rais |
Se le hicieron dos juicios, uno religioso donde se le acusaba
de satanismo y brujería y otro civil, donde tendría que responder por la muerte
de los niños. Las actas de estos juicios aún se conservan, y nos permiten tener
un conocimiento pormenorizado de lo que pasó en ellos. Al principio se declaró
inocente, pero ante la avalancha de testimonios y confesiones de sus cómplices
(que fueron torturados) y la amenaza de excomunión, finalmente confesó sus
crímenes. Fue una confesión tremenda y minuciosa de los actos que había
realizado durante sus 8 años de terror, y tal fue el horror que provocó dicha
confesión que durante el juicio uno de los presentes cubrió el crucifijo que
presidía la sala por la vergüenza que provocaron sus palabras. Se constató el
asesinato de 200 víctimas, aunque probablemente fueran muchas más. Durante su
confesión, proclamó su profundo arrepentimiento y pidió perdón a las familias
de las víctimas.
Representación del arresto de Gilles de Rais |
El 25 de octubre de 1440, la corte eclesiástica dictó una
sentencia de excomunión contra él y la corte civil decretó la pena capital. Su
banda también fue castigada. A Francesco Prelati, alquimista y sacerdote del
mariscal, se le impuso una pena de trecientas coronas de oro y cadena perpetua
en una cárcel de la Iglesia, recibiendo castigo físico de manera periódica y
una dieta basada en pan y agua. Poco le duró este castigo, ya que el duque de
Anjou lo sacó del presidio atraído por sus artes alquimistas. Perrine Martin,
la única mujer del grupo, se suicidó en prisión. Los otros dos ayudantes de
Gilles fueron condenados a la horca y la hoguera. El 26 de octubre, Gilles de
Rais fue conducido al prado de la Madeleine en Nantes para ser ahorcado,
después de haber rechazado el perdón real (gracia que se le concedía al ser un grande
de Francia). A causa del arrepentimiento mostrado en el juicio, sus restos sólo
fueron parcialmente quemados y recibieron sepultura en el convento de las
Carmelitas de Nantes, a petición postrera del propio barón de Rais.
Ejecución de Gilles de Rais |
Moría así a los 36 años uno de los mayores asesinos en serie
de la historia, un monstruo sediento de sangre al que sólo un error permitió
capturar. En 1695, Charles Perrault convirtió la historia de Gilles de Rais en
un cuento, “Barba Azul”, donde
sustituyó a los niños por mujeres como víctimas. Este cuento se encuentra en la
antología de relatos populares franceses “Cuentos
de Mamá Oca”.
Extractos de la
confesión de Gilles de Rais y de su sentencia
Advertencia importante: Debido a los detalles macabros y a la crudeza de las descripciones que vienen a continuación, la sensibilidad de algunos lectores puede ser herida. Si continúa leyendo, será bajo su exclusiva responsabilidad.
Extracto de la confesión de Gilles de Rais (sacado del libro
“El mariscal de las tinieblas”, de Juan Antonio Cebrián):
“Yo, Gilles de Rais,
confieso que todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido
las más repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes (niños y niñas) y que
en el curso de muchos años he raptado o hecho raptar a un gran número de ellos
(aún más vergonzosamente he de confesar que no recuerdo el número exacto) y que
los he matado con mi propia mano o hecho que otros mataran, y que he cometido
con ellos muchos crímenes y pecados.
Confieso que maté a
esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de
tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y
cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la
cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de
puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en
herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad.
Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos
niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente.
Contemplaba a aquellos
que poseían hermosa cabeza y proporcionados miembros para después abrir sus
cuerpos y deleitarme a la vista de sus órganos internos y muy a menudo, cuando
los muchachos estaban ya muriendo, me sentaba sobre sus estómagos, y me
complacía ver su agonía…
Me gustaba ver correr
la sangre, me proporcionaba un gran placer. Recuerdo que desde mi infancia los
más grandes placeres me parecían terribles. Es decir, el Apocalipsis era lo
único que me interesaba. Creí en el infierno antes de poder creer en el Cielo.
Uno se cansa y aburre de lo ordinario. Empecé matando porque estaba aburrido y
continué haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. En el campo de
batalla el hombre nunca desobedece y la tierra toda empapada de sangre es como
un inmenso altar en el cual todo lo que tiene vida se inmola interminablemente,
hasta la misma muerte de la muerte en sí. La muerte se convirtió en mi
divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte
desde que me di cuenta de que podía respirar. Mi juego por excelencia es
imaginarme muerto y roído por los gusanos.
Yo soy una de esas
personas para quienes todo lo que está relacionado con la muerte y el
sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa, una fuerza terrible que
empuja hacia abajo. (…) Si lo pudiera describir o expresar, probablemente no
habría pecado nunca. Yo hice lo que otros hombres sueñan. Yo soy vuestra
pesadilla.”
Extracto de la sentencia contra Gilles de Rais:
“(…) Admitió haber
eyaculado en el calor elástico de sus intestinos. Admitió que les había sacado
el corazón a través de heridas agrandadas, y con los ojos de un sonámbulo, miró
los dedos de sus manos sacudiéndoselas como si por ellos resbalase la sangre
vertida. Se dice que, mucho antes, habría desmembrado a una mujer encinta para
jugar con su feto...
Artículo 1: Se tiene por dicho que el mencionado Gilles de Rais, con el fin de
cumplir, con los niños y niñas mencionados, sus depravaciones artificiales, y
sus ardores libidinosos, tomó por primera vez su miembro viril en una u otra de
sus manos, lo frotó hasta enderezarlo, y lo puso entre las piernas de los
susodichos niños; resbalaba entonces su miembro viril contra el vientre de los
niños con el mayor de los placeres, con ardor y la concupiscencia libidinosa,
hasta que echase su esperma sobre sus vientres.
Artículo 2: Se tiene dicho que antes de llevar a cabo sus horribles depravaciones y
sus pecados de la carne con los niños y las niñas, y con el fin de impedirles
que gritasen y evitar que fuesen éstos oídos, el citado Gilles de Rais los
colgaba mediante cuerdas y cadenas y ganchos en su habitación. Luego los
soltaba para tranquilizarlos diciendo que solo quería jugar con ellos y no
herirles, para así conseguir que dejasen de llorar y gritar.
Artículo 3: Después de que el citado Gilles de Rais ha cometido sus indecentes
prácticas, los mataba inmediatamente, rindiéndoles culpables de su propia
muerte... a veces eran decapitados, o degollados, en otras ocasiones eran
desmembrados y, algunas veces, se les rompía el cuello con un bastón de madera.
Artículo 4: Se tiene dicho que el citado Gilles de Rais cometía a veces sus
placeres con los citados niños y niñas antes de herirles, aunque en contadas
ocasiones; en otras, los sodomizaba mientras estaban colgados de las cuerdas y
de los ganchos, antes de infringirles heridas; en otras también, tras haberles
degollado, se masturbaba sobre las venas del cuello, y sobre la sangre que
salía a borbotones; en otras, los violaba cuando ya entraban en la languidez de
la muerte, con la condición de que aún estuviesen calientes.”
Tremenda historia un hombre especial nada ordinario
ResponderEliminarNo me sorprende en nada la historia.
ResponderEliminarLa muerte de Guy de Reis es extrañamente igual a la de Robert Baratheon de Juego de Tronos.
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