Algunos lo atribuyeron a un golpe de suerte. Otros a una
intervención divina. El caso es que el 8 de diciembre de 1585, en plena Guerra
de los 80 Años (conocida en España como Guerra de Flandes) que enfrentaba a
España con sus provincias holandesas rebeladas contra el Rey, las tropas
españolas obtuvieron una inesperada victoria ante una flota rebelde que los
tenía sitiados en una isla. Una extraordinaria combinación de heroísmo, tozudez
y viento helado se unieron para hacer que lo que horas antes parecía una
derrota segura se convirtiera en uno de los episodios más gloriosos de la
historia de los Tercios españoles.
Batalla de Empel, por Ferrer-Dalmau |
Esta acción militar, conocida como el Milagro de Empel, tuvo
como protagonista inesperada a una tabla con una imagen de la Inmaculada
Concepción. El hallazgo casual de dicha tabla inspiró a las tropas españolas,
que vieron en ella la respuesta a sus plegarias desesperadas. Tuvo también como
consecuencia posterior que la Inmaculada se convirtiera en la patrona de la
infantería española, en detrimento de su hasta entonces patrona, la Virgen del
Rosario. Esta es la historia de dicha acción militar.
La Guerra de los 80
Años
Antes de narrar nuestra batalla, demos un repaso a cómo se
llegó a esta situación bélica.
Las posesiones españolas en Flandes estaban divididas en 17
provincias y abarcaban las actuales Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Mientras
estaban gobernadas por Carlos V, las provincias se mantuvieron en paz debido a
que sus habitantes veían al Rey como uno de los suyos (no en vano había nacido
en Gante y se había criado en Flandes). No obstante, cuando se produjo su
abdicación (en 1556) y el territorio pasó a la corona española, empezaron los
problemas. Felipe II era visto como un monarca extranjero y extraño a sus
costumbres, hecho que se puso de manifiesto el mismo día de la abdicación de su
padre en Bruselas cuando, a diferencia del políglota Carlos, fue incapaz de
dirigirse a sus súbditos en su lengua materna.
Retrato de Felipe II |
Los intereses de la Corona a menudo chocaban con los de la
nobleza holandesa, más interesada en un incipiente capitalismo comercial que en
la lucha por el dominio de Europa. Asimismo, la religión jugaba un papel
determinante en las tensiones que se estaban viviendo. Los llamados “Decretos Tridentinos” promulgados por
Felipe II impedían la libertad de culto a la que aspiraban gran parte de la
población y la nobleza flamenca, de religión calvinista. Pero la guinda final
la puso una brusca subida del precio de los alimentos en agosto de 1.566,
provocada por la carestía de trigo que supuso la guerra entre Suecia y
Dinamarca y el consiguiente cierre de comercio con el Báltico. Esta escasez y
aumento de la pobreza facilitaba la crítica que los calvinistas hacían del lujo
y derroche que mostraba la Iglesia Católica.
Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba |
En estas circunstancias, la nobleza presenta el 5 de abril de
1566 a Margarita de Parma, hermana del Rey y gobernadora de Flandes, el
llamado “Compromiso de Breda”, por el
que solicitan la abolición de la Inquisición y la libertad religiosa plena.
Margarita rechaza el documento, con lo que empiezan a producirse altercados
entre los fieles a la corona y los rebeldes. Estos enfrentamientos culminaron
el 15 de agosto cuando los calvinistas destruyen numerosas imágenes religiosas,
en especial de la Virgen. Estos incidentes provocan que el Rey mande a Flandes
al Duque de Alba al mando de 10.000 hombres para pacificar la provincia, con
potestades mayores que las de su hermana. En el año que el Duque tardó en
llegar a Flandes, Margarita había conseguido controlar la situación y llegar a
un acuerdo con los nobles de Flandes. Sin embargo, cuando el Duque de Alba se
hace cargo de la situación, no reconoce los acuerdos y empieza una represión a
sangre y fuego. Esto provoca la inmediata dimisión de Margarita de Parma.
Guillermo de Orange |
Alba crea el llamado “Tribunal
de los Tumultos” (conocido por los holandeses como el “Tribunal de la Sangre”). Mediante un engaño (los convoca para informarles de la política del Rey), detiene a los Condes de Egmont y Horn y
los hace decapitar. El otro principal cabecilla de la rebelión, Guillermo de
Orange, logra escapar a Alemania. En los siete años en que fue gobernador
(1567 a 1573), Alba hizo ejecutar a 400 miembros de la pequeña nobleza
holandesa. Tal fue el terror que provocó su gobierno que a los niños holandeses, cuando no comían o no querían irse a dormir, los asustaban diciéndoles "que viene el Duque de Alba". Como muestra del odio que generó, he aquí el Padrenuestro blasfemo que le dedicaron los holandeses:
Sin embargo, no sólo no acaba con la rebelión sino que el sentimiento antiespañol se recrudece. En 1573 sería sustituido por Luis de Requesens y Zúñiga, que gobernó hasta su muerte en 1576 adoptando una posición más conciliadora.
"Diablo nuestro que estás en Bruselas/ maldito sea tu nombre/ así en el Cielo como en el Infierno./ Que este Diablo se marche muy pronto/ y con él su Tribunal, falso y sanguinario,/ que a diario practica el asesinato y la rapiña;/ y a los perros rabiosos venidos de España/ devuélvelos al Demonio, su Padre./ Amén".
Sin embargo, no sólo no acaba con la rebelión sino que el sentimiento antiespañol se recrudece. En 1573 sería sustituido por Luis de Requesens y Zúñiga, que gobernó hasta su muerte en 1576 adoptando una posición más conciliadora.
D. Juan de Austria |
Requesens fue sustituido por Don Juan de Austria, que logró
llegar a un acuerdo con los rebeldes que incluía, entre otras cosas, la
retirada de los llamados “Tercios Viejos”.
Sin embargo, la situación se deterioró nuevamente. En 1579 se produjo la
llamada Unión de Arras, por la que
las provincias del sur declaraban su fidelidad al Rey. Como respuesta, las
provincias del norte firmaban la Unión de
Utrech, por la que proclamaban su independencia y creaban la República de los Siete Países Bajos Unidos.
Los Tercios Viejos volvieron a Flandes al mando de Alejandro Farnesio. La
guerra había comenzado.
El camino hacia el Milagro
En 1585, tras la toma de Amberes, Alejandro Farnesio se
sintió en condiciones de acudir en ayuda de las “islas de Gelanda y Holanda”,
cuya población le pedía ayuda ante la intolerancia religiosa de los
protestantes con la mayoritaria población católica. Un ejército al mando del
Conde de Mansfeld partió hacia el lugar, reforzado por un Tercio venido de
España: el Regimiento de Zamora número 8 o Tercio de Bobadilla (llamado así
porque lo mandaba Francisco de Bobadilla). Las tropas llegaron a la orilla
meridional del Mosa, donde Mansfeld dio orden a ese Tercio que ocupara la isla
de Bommel mientras él se dirigía a Harpen, a 25 km. de allí, donde acuarteló
sus tropas. Bobadilla cruzó el río con 4.000 hombres y ocupó la isla, mandando
patrullas a proteger los diques que, si caían en manos de los rebeldes, podían
hacer que la furia del río se desatara contra sus tropas. Era el 2 de diciembre
de 1585.
Situación de la Isla de Bommel (Fuente: www.grandesbatallas.es) |
Los rebeldes vieron una excelente oportunidad de destruir el
ejército que había tomado la isla. En vista de que estaba protegida por diques
y era fácilmente inundable, al general de los rebeldes, el Conde de Holac, “le pareció buena esta ocasión para vengarse
con una memorable derrota de la mejor parte del ejército católico”. Armó
una flota de 10 navíos y rodeó completamente la isla. Holac propuso a los
españoles una rendición honrosa, a lo que éstos contestaron:
“Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de rendición después de muertos”
Ante esta respuesta, a los rebeldes “les creció un ánimo extraordinario de anegarlos y deshacerlos y quitar
de una vez el yugo español que tenían sobre sus hombros”. Holac decide
atacar los diques que contenían las aguas del Mosa, abriéndolos en varios
lugares. La isla se inundó por todas partes a excepción del pequeño monte de
Empel, donde las tropas españolas pudieron refugiarse no sin antes tener que
abandonar toda suerte de pertrechos e impedimenta. La previsora vigilancia de
Bobadilla impidió que los holandeses cortaran los diques situados directamente
frente a la corriente del río. Si esos diques también se hubiesen cortado, la
inundación habría barrido toda la isla. Holac mandó cañonear las posiciones
españolas, y sólo al anochecer pudieron éstos alejarlos con su propio fuego de
artillería.
Retrato del Conde de Mansfeld |
Al amanecer del día siguiente, 3 de diciembre, el panorama
era desalentador. Las aguas se extendían por todas partes a excepción de
algunas zonas elevadas que formaban isletas, y una flota holandesa cortaba
cualquier camino de retirada. Holac había tenido la precaución de alejar sus
barcos fuera del alcance de la artillería española, y confiaba que el bloqueo
acabara haciendo que los españoles se rindieran. Bobadilla dio orden de
fortificar la colina, y al anochecer mandó a un capitán en una pequeña embarcación
a la ciudad cercana de Bolduque, con el ruego de que sacaran la artillería de
la ciudad hasta el borde del río y pusieran en fuga a la flota holandesa.
Asimismo, este capitán llevaba una petición de refuerzos al Conde de Mansfeld.
La respuesta de Mansfeld llegó al día siguiente. Proponía un
descabellado plan para atacar a la flota holandesa con embarcaciones ligeras y
ordenaba a Bobadilla que dispusiera algunas pequeñas barcazas (llamadas pleytas) para colaborar en el ataque. El
asalto tendría lugar el día 6 de diciembre. Bobadilla eligió los hombres que
debían partir en sus 9 pleytas y
éstos “confesaron y comulgaron como
siempre que han de pelear lo acostumbra la nación española”. Sin embargo,
dicho ataque no tendría nunca lugar. Los holandeses, a pesar del fuego español,
ocuparon las dos isletas más cercanas a los sitiados y lograron terminar un
rudimentario fuerte. Además, sus naves ocupaban el río frente a ellos y
abrieron fuego contra la flotilla de Mansfeld, incendiando las pequeñas
embarcaciones. La situación de los sitiados, escasos de leña, comida y munición
y con un frío desgarrador, era desesperada.
El hallazgo de la
tabla
El sábado 7 de diciembre ya no quedaba esperanza en Empel.
Sólo había frío, agua, barro y desesperación. Los infantes españoles “veíanse en muy gran turbación y trabajo, y
el menor que pasaban era el frío, hambre y desnudez, que tanto les apretaba por
estar al rigor del tiempo sin ningún reparo donde poder cubrirse ni valer de
noche y día, y sobre unos diques yermos y solos, donde iban perdiendo ya las
esperanzas de ser socorridos”. Sin embargo, aquel Tercio Viejo iba a hacer
buenas las palabras de un Almirante francés que los calificó así:
“Cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros, y cinco mil gastadores, y cinco mil diablos”
Los víveres se habían terminado y soplaba un viento frío muy
intenso. Los soldados rogaban a Bobadilla que pidiera auxilio a Farnesio, pero
éste les replicó que ya lo había hecho y que el auxilio sólo podría venir de
Dios. En esta situación, un soldado cavaba una trinchera “más para tumba que para guarecerse” cuando tropezó con un objeto de
madera allí enterrado. Se trataba de una tabla flamenca en la que estaba
pintada, con vivos colores, la Inmaculada Concepción, probablemente enterrada
allí para salvaguardarla de los disturbios iconoclastas de los calvinistas. El
soldado empezó a llamar a gritos a sus compañeros y fueron todos a llevársela a
Bobadilla.
Alejandro Farnesio |
Bobadilla ordenó a todos colocar la tabla sobre una bandera
imperial a modo de improvisado altar y rezar una Salve a la imagen, y
aprovechando la espontánea subida de moral de las tropas, se reunió con los
capitanes y propuso que se quemaran las banderas y se inutilizara la artillería
(para impedir que cayeran en manos enemigas), y que se hiciera un asalto
suicida contra la flota holandesa a bordo de las pleytas. Aunque había algunos capitanes que preferían sencillamente
suicidarse, finalmente el plan de Bobadilla (igualmente suicida) fue aprobado.
Se fijó el amanecer del día siguiente para su realización.
Representación de la Batalla de Empel |
Esa misma tarde, Holac mandó varios emisarios para ofrecer
nuevamente a los españoles una rendición honrosa. Su propuesta fue rechazada.
Los españoles se aprestaban a vencer o morir al día siguiente. Holac estaba tan
seguro entonces de su victoria que empezó a hacer arreglos con varias ciudades
vecinas para trasladar y alojar al crecido número de prisioneros que esperaba
obtener.
El milagro
Esa noche del 7 al 8 de diciembre la temperatura sufrió un
brusco descenso, a la vez que un viento gélido azotaba el río. Las aguas
empezaron a helarse a una velocidad inusitada, de modo que pronto se formó una
capa de hielo que en algunos lugares superaba el metro de espesor. Bobadilla,
apoyado por las descargas de artillería de las piezas traídas desde Bolduque,
ordenó a sus tropas que atacaran los barcos enemigos caminando sobre el hielo.
Holac, viéndose en grave peligro de que su flota quedara bloqueada por el
hielo, ordenó a sus barcos que se abrieran paso hasta las aguas libres del
Mosa, maniobra que aprovechó Bobadilla para atacarles con todas las piezas de
artillería que quedaban.
Francisco de Bobadilla |
La maniobra no surtió efecto y finalmente las tropas
españolas asaltaron las embarcaciones holandesas y obtuvieron una victoria
completa. Sólo unas pocas consiguieron huir. Holac, al ver el resultado de la
batalla, exclamó:
“Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro”
Los soldados de Bobadilla, helados y agotados, fueron
acogidos por la población de Bolduque, que les procuró cuidados. No obstante,
muchos murieron por las penalidades sufridas y otros perdieron manos y pies
debido a la congelación. La ciudad recibió después el agradecimiento de
Farnesio y del propio Felipe II en forma de un cáliz de oro y 80 vacas.
Soldado de los Tercios Viejos |
Al día siguiente, 9 de diciembre, Bobadilla tomó los fuertes
rebeldes que aún quedaban en las isletas. Lo hizo sin resistencia alguna, pues
los rebeldes huyeron en cuanto vieron aparecer las pleytas españolas rompiendo el hielo con los remos y dirigiéndose
hacia ellos. El suceso pronto fue conocido y divulgado como “Het Wonder van Empel” (El milagro de
Empel). Y en efecto, el milagro se había consumado.
El desenlace
Aquel 8 de diciembre de 1585, la Inmaculada Concepción fue
proclamada patrona de los Tercios, entre vítores y aclamaciones. Dicho
patronazgo se hizo oficial en 1892, por orden de la Reina María Cristina de
Habsburgo-Lorena, que la proclamó patrona de la infantería española. La Inmaculada
sustituyó así a la Virgen del Rosario, que había sido la tradicional patrona de
los infantes desde la Batalla de Lepanto. Hoy en día, se alza una capilla
dedicada a la Inmaculada en el monte de Empel, levantada por la población
católica holandesa.
Capilla de la Inmaculada Concepción, en Empel |
La Guerra de Flandes no terminó demasiado bien para España. El
30 de enero de 1648 la guerra en los Países Bajos terminó con el tratado de
Münster. Este tratado, firmado entre España y las Provincias Unidas, era sólo
una parte de la Paz de Westfalia (que ponía fin a la guerra de los Treinta
Años). La República de las Provincias Unidas fue reconocida como estado
independiente y conservó muchos de los territorios que había conquistado
durante los últimos compases de la guerra. Fue un duro golpe para el prestigio
español, pero el recuerdo de aquel milagro en una pequeña isleta sobre el río
Mosa ha llegado vivo hasta nosotros, agrandando la leyenda de los Tercios
españoles, que durante muchos años dominaron Europa.
UNA HISTORIA ESTUPENDA ;)
ResponderEliminarGracias
Eliminar