En junio del año 68 d.C., a la muerte de Nerón, Roma sufrió
una crisis política sin precedentes. Con el trono imperial vacante, sucesivos
aspirantes lo fueron ocupando brevemente para ser depuestos por la fuerza poco
después. Durante el año siguiente, cuatro emperadores se sucedieron unos a
otros hasta que, finalmente, Vespasiano tomó la púrpura imperial y estabilizó
la situación. Es por eso que al año 69 se le conoce como “El año de los cuatro emperadores”.
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Los 4 Emperadores del año 69 |
La forma en que cada uno de los sucesivos aspirantes tomó el
poder dio carta de naturaleza a una práctica que ya venía insinuándose en años
anteriores: los sobornos a las tropas por un lado, y la lealtad del ejército (o
de una parte importante de él) hacia el aspirante por otro. Esta última
consideración hizo que los gobernadores de las provincias con ejércitos a su
cargo decidieran en lo sucesivo quién sería el nuevo Emperador. A partir de
entonces, y salvo contadas excepciones, sólo los que tuvieran asegurada la
fidelidad de los soldados, aunque fuera a base de sobornos, podrían vestir la
púrpura imperial.
El final del reinado
de Nerón
Los últimos tiempos del gobierno de Nerón fueron muy
convulsos. El Emperador se había dedicado en los últimos años a eliminar a
cuantos rivales reales o imaginarios se le ocurrían, siempre con la inestimable
ayuda de Tigelino, jefe de sus espías. Particularmente cruel fue con los
miembros que quedaban de la dinastía de Augusto, a los que veía como rivales
que buscaban sustituirle. Esa actitud tal vez se debía a que él mismo no era un
miembro de la familia Julia-Claudia en sí, sino que era hijo de un Senador
(Cneo Domicio) y había sido adoptado por Claudio al casarse con su madre
Agripinila. De hecho, su verdadero nombre no era ese sino Lucio Domicio,
adoptando el sobrenombre de Nerón (que significa “persona de gran valor y fuerza”) poco después de entrar a formar
parte de la familia imperial. Así pues, las dudas sobre su legitimidad siempre
estuvieron presentes.
Sin embargo, esta política de eliminación de rivales no hizo
más que agravar el problema dinástico. Al no quedar con vida ningún candidato
claro a la sucesión, los distintos gobernadores con mando en plaza podrían
arrogarse el derecho a la dignidad imperial apoyándose en las tropas a sus órdenes.
Ésto aumentaba en mucho la cantidad de gente a vigilar, y para una personalidad
tan paranoica como la de Nerón eso constituía un grave quebradero de cabeza. A
estos problemas había que añadir que se vivían graves carencias de suministros en
la ciudad y que Nerón tenía el sueño secreto de convertir Roma en una monarquía
de corte helenístico apoyándose en el pueblo, que creía a su favor. Por
supuesto, esta pretensión contaba con la fuerte oposición del Senado.
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Nerón |
En este ambiente de conspiraciones constantes, el gobernador
de la Galia Lugdunensis se sublevó contra el Emperador. Su nombre era Cayo
Julio Vindex, y era un noble aquitano romanizado. Consciente de que Roma jamás
le aceptaría como Emperador por el hecho de ser extranjero, Vindex propuso para
el cargo imperial al gobernador de la Hispania Citerior Servio Sulpicio Galba.
La rebelión contaba con el apoyo del gobernador de la Lusitania, Marco Salvio
Otón, que puso a disposición de Galba las tropas de su provincia y reclutó una
legión nueva. No obstante la rebelión en la Galia fue un desastre, y las experimentadas
tropas de Germania, comandadas por Lucio Verginio Rufo, derrotaron y mataron a
Vindex cerca de Vesontio (la actual Besançon). Todo parecía perdido e incluso
Galba consideró la posibilidad de suicidarse.
Sin embargo, poco después el Senado declaró a Nerón persona non grata, reconociendo a Galba
como Emperador. Las tropas del Rin comandadas por Rufo se unieron a la rebelión,
quizá pensando que así se colocarían en el bando ganador. La única oposición
que podía surgir era la del prefecto de los pretorianos Ninfidio Sabino y la
del gobernador de Siria, Licinio Murciano. Ambos renunciaron explícitamente al
trono y el camino de Galba parecía expedito. Incluso Sabino prometió a los
pretorianos una abundante recompensa en nombre de Galba si le apoyaban, algo
que sería un grave error, como se verá más adelante. Nerón, abandonado por los
suyos, optó por suicidarse. La paz parecía volver a Roma.
El reinado de Galba
Galba tenía 72 años cuando accedió al trono, y contaba con
una larga experiencia en puestos de la administración romana. Había sido Cónsul,
gobernador en la Galia, en Hispania y en África, y había tenido el mando de las
legiones en Germania. Se le consideraba un buen administrador y un valiente
soldado, y contaba con el respeto de casi todas las personas importantes del Imperio.
Particularmente, tenía el apoyo de Otón, gobernador de la Lusitania y un hombre
muy rico. Sin embargo, Galba tenía fama de ser austero hasta el punto de rayar
la tacañería. Eso sería su perdición.
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Galba |
Se cuentan dos anécdotas de Galba que dan una muestra de su
carácter. La primera ocurrió durante el reinado de Calígula; se produjo un desfile
militar en Lyon, y tras dicho desfile, Calígula reunió a los mandos de las
tropas (entre los que se encontraba Galba). Después de arengarles sobre la
importancia de dar ejemplo a los soldados, les hizo correr detrás de su carroza
32 kilómetros cargados con todo el equipo militar. Al final de la carrera, sólo
Galba quedaba en pie. Calígula le preguntó si prefería volver junto a él en la
carroza o andando, y Galba respondió que le era indiferente y que estaba
acostumbrado a las penurias como buen soldado. Calígula le hizo volver andando,
pero al día siguiente lo nombró comandante militar de las legiones del Rin. La segunda ocurrió cuando condenó a la crucifixión a un maestro que había asesinado a su pupilo con el fin de obtener su herencia. Al protestar el condenado que era ciudadano romano y no podía ser crucificado, Galba hizo que su cruz fuera la más alta y además la pintó de blanco, como "muestra de deferencia".
Una vez nombrado emperador, Galba inició la marcha hacia
Roma. En su camino hizo pagar grandes cantidades de dinero a algunas ciudades
como sanción a lo que él consideraba una traición, pues no lo habían aceptado
de inmediato. A algunas de ellas las destruyó sin más como castigo. A su
llegada a la capital, las cosas no fueron mucho mejores, puesto que una de sus
primeras medidas fue anular el pago prometido a los pretorianos. Para intentar
controlarlos, relevó de su mando a su prefecto Sabino y lo sustituyó por Otón,
que lo había apoyado desde el principio. Asimismo, destituyó al general al
mando de las legiones germanas Rufo y lo sustituyó por Aulo Vitelio. Estas
medidas empezaron a hacerle perder el apoyo de una parte importante del
ejército.
Al igual que Nerón, Galba también tenía un irracional miedo a
las conspiraciones y mandó ejecutar sin pruebas a numerosos senadores y equites (nobles de segundo rango).
Asimismo, nombró a muchos cargos del gobierno basándose sólo en su amistad
personal con ellos. Para intentar paliar la desastrosa situación financiera que
Nerón había dejado, elevó los impuestos y creó algunos nuevos, además de
recortar todos los gastos que consideraba superfluos (ésta fue la razón de que
anulara el pago a los pretorianos). Todo esto contribuyó a que su popularidad
fuera decreciendo rápidamente, tanto entre el pueblo como entre la nobleza. De
forma ingenua, pensó que aumentaría su popularidad nombrando un sucesor, y para
ello adoptó públicamente a Lucio Calpurnio Pisón. Esto terminó de sellar su
destino ya que Otón, que aspiraba a dicho honor, se sintió profundamente insultado.
Galba pronto iba a comprender que era mejor no ofender al prefecto de los
pretorianos si se quería continuar en el trono.
Después de una cena con Galba, Otón se dirigió al campamento
de los pretorianos y con la promesa de una generosa recompensa se hizo aclamar
Emperador. A toda esta situación se unió que las tropas de Germania se habían negado
a renovar el juramento de lealtad a Galba y proclamaron también a su comandante
Vitelio como nuevo Emperador. La situación no podía ser más caótica, con un
Emperador en palacio (Galba), otro en el campamento de los pretorianos cerca de
Roma (Otón) y otro marchando sobre la capital al mando de las legiones del Rin
(Vitelio). Galba, enterado del inminente golpe de estado, salió a la calle
tratando de que el pueblo se pusiera de su lado, pero nadie lo hizo. Fue
finalmente asesinado en el Foro por los pretorianos, que lo decapitaron, le
cortaron los brazos y piernas y finalmente pasearon su tronco por la ciudad.
Era el 15 de enero del año 69, y había reinado durante 6 meses y 7 días. El
Senado reconoció inmediatamente a Otón como nuevo emperador.
Dos emperadores al
mismo tiempo
Ninguno de los dos emperadores que quedaban en pie era un
dechado de virtudes. Por un lado, Otón era rico y sin escrúpulos, lo que le
permitía sacar mucho rendimiento a su dinero. Para hacerse nombrar Emperador
por los pretorianos, les prometió un soborno doble al que se les había
prometido anteriormente por apoyar a Galba e hizo extensivo el “donativo” a las
legiones del Danubio, que hasta ese momento se habían mantenido neutrales.
Paradójicamente, una de sus primeras medidas fue restituir la memoria de Nerón,
del que había sido muy amigo en vida. Por otro lado, de Vitelio se contaba que
comía y bebía sin medida, que dormía hasta bien entrado el día y que se pasaba
las noches persiguiendo con malos (o buenos, según se mire) fines a las
esclavas de su palacio gubernamental. Como ven, dos joyas al frente del mayor
Imperio de la antigüedad.
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Otón |
Otón había sido reconocido por el Senado, pero él sabía que
eso no significaba nada si no contaba con el apoyo de un ejército fuerte capaz
de sofocar la rebelión de Vitelio. Sabiéndose en inferioridad, mandó un mensaje
a su rival ofreciéndole la paz a cambio de adoptarle y nombrarlo su heredero.
Vitelio no picó el anzuelo convencido como estaba de que sus bien entrenadas
tropas serían superiores a las de Otón. Sin embargo, sus cálculos tal vez
pecaban de excesivo optimismo, pues Otón contaba con dos legiones traídas de
Hispania y la formidable fuerza que suponía la Guardia Pretoriana, además de
una tropa de 50.000 gladiadores. A esto había que unir que se estaban
realizando levas apresuradas para aumentar sus fuerzas.
Ambos ejércitos se encontraron en Bedriacum, cerca de la actual Cremona, y Vitelio ganó la batalla. Sin
embargo, el resultado no puede considerarse decisivo por el gran número de
pérdidas de ambos bandos. Otón contaba con numerosas reservas y podría haber
opuesto mucha mayor resistencia a su rival, que luchaba lejos de sus bases y no
tenía forma de enjugar sus bajas. Por eso resulta bastante incomprensible su
decisión de suicidarse tras la derrota. Cuentan que antes de hacerlo, dijo “es mucho más justo morir uno por todos que
todos por uno”. Nada en su disipada vida hacía presagiar que tomaría esa
decisión para salvar a Roma de una guerra civil, y se dice que conmovió tanto a
sus hombres que muchos de ellos decidieron inmolarse en su pira funeraria.
Había reinado 91 días.
El reinado de
Vitelio
Vitelio, que al ver el cadáver de Otón pronunció su famosa
frase “El cadáver de un enemigo siempre
huele bien, y mejor aún si es un conciudadano”, dio muestras desde el
comienzo de su carácter disoluto y amoral. Esperó la llegada de las legiones
danubianas, que no habían venido a tiempo de enfrentarse a él y que ahora (vistas
las circunstancias) estaban más que dispuestas a aclamarle, e hizo crucificar
en el mismo lugar a la mayoría de sus centuriones. Al parecer, estaba molesto
con ellos por el hecho de que no le hubieran apoyado desde el principio. Una
vez en Roma, disolvió a los pretorianos para evitar que se rebelaran en un
futuro (aunque más tarde los rehabilitó), y organizó numerosas fiestas, juegos
y banquetes (hasta tres en un día, cuenta Suetonio) para celebrar su victoria.
Para resaltar su triunfo, se hizo nombrar a partir de entonces “Germánico”.
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Vitelio |
Naturalmente, con tanta celebración la tesorería imperial
entró más temprano que tarde en bancarrota. Pronto las deudas empezaron a
asfixiar al emperador y los prestamistas comenzaron a solicitar que se les
devolviera el dinero. Para evitar pagar, Vitelio recurrió a métodos
expeditivos: mandó torturar y asesinar a todo aquel que se atreviera a demandar
una deuda contra él. Para eliminar los que él consideraba rivales, los invitaba
a cenar con la promesa de ofrecerles algún cargo y luego los hacía matar. En el
colmo de su crueldad, ordenó asesinar a todos aquellos que se llamasen como él
o su heredero. No obstante, no todo fueron sombras durante su reinado: acabó
con la corrupción imperante a la hora de asignar los altos cargos
administrativos, y los abrió a los equites.
En una sociedad tan supersticiosa como la romana, el que
Vitelio hubiese sido nombrado Pontífice Máximo en la misma fecha que el
desastre de Alia no era un signo de buen augurio. Y en efecto, un problema se
avecinaba, pues existía una parte del ejército que aún no había dicho su última
palabra: las legiones de Oriente. Estas tropas se encontraban por entonces en
Judea aplastando la gran rebelión judía, y en vista de la situación aclamaron a
su comandante Tito Flavio Vespasiano como nuevo Emperador. Rápidamente, el
gobernador de Siria Murciano apoyó la elección, y las tropas de Oriente
marcharon sobre Roma. La guerra contra los judíos quedó al mando de su hijo
Tito, que años después le sucedería en el trono.
Vespasiano pone fin
a la locura
Vespasiano se había distinguido como general en Britania y
Germania bajo el mando de Claudio. Tenía fama de hombre justo que aspiraba a
regenerar Roma. Sin embargo, en los últimos tiempos su sempiterna falta de
tropas hacía que no pudiera conformarse con nada más que controlar a los
díscolos judíos. Ahora, sin embargo, la situación se tornaba favorable. Con más
tropas a su mando para aplastar la rebelión judía y con el apoyo que obtuvo
inmediatamente de las legiones del Danubio (que era la tercera vez que
cambiaban de bando), se sintió fuerte para aspirar él mismo al trono imperial.
Vespasiano se dirigió a Egipto, el gran granero del imperio.
Lo hizo por dos razones complementarias, pues a la vez que se aseguraba el
suministro de alimentos para él lo negaba a su rival. Las tropas que marcharon
sobre Roma estaban al mando de su lugarteniente Marco Antonio Primo. Éste
esperó la llegada de los refuerzos del Danubio y marchó hacia Italia. Vitelio,
que viendo la situación estaba que no le llegaba la camisa (o la toga) al
cuerpo, trató de salvarse nombrando a Vespasiano heredero, y viendo que la
argucia no funcionaba, afirmó que había aceptado el trono contra su voluntad y
que estaba dispuesto a abdicar en favor suyo.
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Vespasiano |
Nada de esto caló en la pétrea personalidad de Vespasiano. Los
dos ejércitos volvieron a encontrarse en Bedriacum (donde 8 meses antes se
habían enfrentado las tropas de Vitelio y Otón) y el ejército de Vespasiano
obtuvo una rotunda victoria. Vitelio no se encontraba en la batalla por estar
ocupado en un gran banquete en Roma, algo que da buena muestra de su carácter. Lo
más curioso de todo es que esta segunda batalla de Bedriacum se decidió por un
saludo. En efecto, las tropas de Vespasiano, al amanecer del segundo día de
batalla (que hasta entonces transcurría igualada), hicieron su tradicional gesto
de saludar al Sol. Las tropas de Vitelio, que desconocían esa costumbre,
creyeron que saludaban la llegada de refuerzos desde el este, así que comenzó a
cundir el pánico y empezaron a huir en desbandada. Una muestra más de la
importancia de los pequeños gestos.
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Detalle del Arco de Tito, donde se muestra la conquista de Jerusalén |
Tras recibir la noticia de la derrota, Vitelio trató de ganar
apoyos en la ciudad. Sobornó y prometió poder a todo aquel que creía que podría
ayudarle. A la vez, y para ganar tiempo, mandó una embajada a Vespasiano
acompañada de vírgenes vestales (figuras sagradas en Roma). Los emisarios
volvieron con la noticia de que las tropas de Vespasiano estaban a las puertas
de la ciudad. Pequeños grupos penetraron en Roma y lo primero que hicieron fue
asesinar al hermano de Vitelio, que había sido nombrado comandante de los
pretorianos. Después, se pusieron a cazar al propio Vitelio.
Éste, sabiéndose perdido, no pudo evitar la tentación de
visitar el palacio por última vez antes de intentar huir. Allí fue localizado
por los soldados de Vespasiano (escondido en la garita de un portero), sacado
del edificio y ejecutado. Su cuerpo fue arrojado al río Tíber, mientras su
cabeza era paseada por la ciudad clavada en una lanza. Era el 20 de diciembre
del año 69, y Vitelio había reinado durante 8 meses y 5 días. Al día siguiente,
Vespasiano fue reconocido por el Senado. En ese año 69 se habían sucedido
cuatro emperadores uno tras otro, hasta que finalmente se impuso el más fuerte.
Roma volvía a la tranquilidad con Vespasiano, fundador de una nueva dinastía:
los Flavios.
Post Scriptum
Según cuenta Tácito, después de la muerte de Vitelio se
sucedieron durante varios días saqueos, pillajes y violaciones por toda Roma. A
pesar de las protestas de su lugarteniente Marco Antonio Primo, Vespasiano se
negó a entrar en la ciudad con el grueso de sus tropas para volver a imponer el
orden. Se dice que zanjó la cuestión con una frase de Terencio que se ha convertido en
lapidaria:
Amantium irae amoris integratio est ("Las peleas de enamorados reavivan el amor")
Una muestra de que Vespasiano era tan cruel como sus
antecesores, aunque otros quizá prefieran verlo como hijo de su tiempo. Un
tiempo despiadado, donde había que acabar con los enemigos antes de que ellos
acabaran contigo. De lo que no cabe duda es que fue uno de los mejores Emperadores
romanos, y de que con él Roma volvió a ser algo parecido a lo que había sido
con Augusto.
Excelente nota.
ResponderEliminarmuy interesante trabajo. Bien contado y novedoso
ResponderEliminarMuy bueno
ResponderEliminarNo encuentro en Suetonio la dicha frase ni tampoco donde cuenta de violaciones y saqueos. Podrias compartir tu fuente?
ResponderEliminarCierto, lo dice Tácito. Ya está coregido. Gracias.
EliminarLa fuente es esta: http://romavictrix.blogspot.com.es/2005/06/el-ao-de-los-cuatro-emperadores.html
Muchas gracias. Articulo muy interesante
ResponderEliminarAsqueado de tanta mierda hizo construir wateres por toda Roma ..los italianos aún hoy dicen al water Vaspaciano
ResponderEliminarExcelente explicación, la mejor que encontré. Corta, clara y bien explicada.
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