Cuando a eso de las nueve y media de la mañana del 18 de julio de 1938 los empleados del aeropuerto Baldonnel de Dublín vieron aterrizar
un destartalado avión en sus instalaciones, corrieron asombrados hacia él. De
la cabina del aparato se bajó un hombre que, con acento americano, les dijo:
“soy Douglas Corrigan, ¿dónde estoy?”. Los empleados le respondieron que en
Irlanda, y el piloto no pudo ocultar una sonrisa de satisfacción. Acababa de
cruzar el Océano Atlántico sin escalas, sobre un avión construido por sí mismo,
y a pesar de que las autoridades aeronáuticas norteamericanas le habían
denegado el permiso. Sin embargo, pronto disimuló su alegría y proclamó
que no debía estar en Dublín, sino en Los Ángeles.
Corrigan y su avión |
Mecánico de
Lindbergh
Douglas Corrigan nació en 1907 en Galveston, Texas. Pasó la
infancia y la adolescencia dando tumbos debido al divorcio de sus padres, y
como no era un buen estudiante, dejó la Secundaria para trabajar como obrero de
la construcción. Por aquel entonces vivía en Los Ángeles junto a su madre y sus
hermanos, y su ambición era poder convertirse algún día en arquitecto. Sin
embargo, en octubre de 1925 el veneno de volar se le metió en las venas. Un
domingo por la tarde, Corrigan pagó los dos dólares y medio que costaba un
paseo en avión de 10 minutos sobre el aeropuerto de Los Ángeles. Tan
entusiasmado estaba cuando bajó, que al domingo siguiente empezó a tomar
lecciones de vuelo. Los fines de semana se los pasaba en el aeródromo,
aprendiendo a volar y ayudando a los mecánicos. Cuando el 25 de marzo de 1926
realizó su primer vuelo en solitario, diría que fue el día más importante de su
vida.
Douglas Corrigan |
Cuando los dueños del aeródromo de Los Ángeles se trasladaron
a San Diego y fundaron una fábrica de aviones (la Ryan Aeronautical Company), le ofrecieron a Corrigan un empleo como
mecánico. Allí estaba cuando en febrero de 1927 la compañía recibió un
telegrama de un tal Charles Lindbergh preguntando si podrían construir un aparato
que pudiera cruzar el Atlántico. Los dueños de la compañía respondieron que
podrían tenerlo en un plazo de dos meses y por un precio de 10.000 dólares. Lindbergh
aceptó la oferta y la fábrica se puso manos a la obra. Corrigan fue uno de los
mecánicos que construyeron el avión (sobre la base de un aparato Ryan M-2), y a él se debió el diseño y
ensamblaje de las alas (tres metros más largas de lo normal) y la instalación
de los depósitos de combustible y el panel de instrumentos.
Charles Lindbergh |
Aunque Lindbergh era de Detroit y el aparato había sido
construido en San Diego, los que financiaban el proyecto eran de St. Louis
(Missouri), así que el avión fue bautizado como “Spirit of St. Louis”. El 20 de mayo de 1927, el aparato despegó de
Nueva York y después de más de 33 horas y media de vuelo aterrizó en el
aeropuerto de Le Bourget, en París. Lindbergh había sido el primer hombre
en realizar un vuelo trasatlántico sin escalas, y como consecuencia se
convirtió en una celebridad, a la Ryan
Aeronautical Company le empezaron a llover los pedidos y en Douglas
Corrigan empezó a crecer el irrefrenable deseo de emular la proeza.
Un primer intento
frustrado
En octubre de 1928 la fábrica decidió trasladarse a St. Louis.
Sin embargo, Corrigan decidió quedarse en la costa oeste y emplearse en la
escuela de aviación Airtech. Durante
los siguientes dos años aprovechaba el poco tiempo libre que tuvo para acumular
horas de vuelo y sacarse el título de piloto de transporte, hasta que en 1930
se trasladó a Nueva York donde, junto a un amigo, fundó una compañía que
ofrecía traslados de pasajeros entre pequeñas ciudades. No fue hasta 1933 que
regresó a la costa oeste para trabajar de mecánico y se compró un viejo avión Curtiss Robin OX-5. Inmediatamente,
empezó a trabajar en él para convertirlo en un aparato capaz de cruzar el
Atlántico. Ya había decidido que su destino sería Dublín, en homenaje a sus
orígenes irlandeses.
Construcción del "Spirit of Saint Louis" |
El avión de Corrigan |
Corrigan no tiró la toalla. Decidió que intentaría la aventura
de todos modos (“No me iban a colgar por
volar sin licencia”, escribió después) y planeó volar hasta Nueva York, aterrizar
allí de noche cuando todos los controladores se hubiesen marchado a casa,
llenar sus depósitos de combustible y despegar de nuevo hacia Irlanda antes de
que pudieran detenerle. Sin embargo, la mala suerte se cebó con él. Durante
todo el trayecto se encontró un tiempo infernal, y lo que iba a ser un vuelo de
algo más de un día se convirtió en una epopeya que duró nueve (tardó dos días
sólo en cruzar Texas). Cuando llegó a Nueva York era ya final de octubre y un
vuelo hasta Irlanda era demasiado peligroso, incluso para alguien tan osado
como Corrigan.
Corrigan saludando |
De modo que repostó y regresó hasta Los Ángeles. El vuelo de
vuelta tampoco fue fácil, ya que se le formó hielo en el carburador y el viento
de cara hizo que no tuviera suficiente combustible. Aterrizó en el aeródromo
Adams, del Valle de San Fernando, y allí las autoridades le inmovilizaron el
avión. Lo único bueno que Corrigan sacó de aquel viaje frustrado fue haber
bautizado a su aparato. Decidió llamarlo “Sunshine”
(Rayo de Sol). Tal y como escribió en su autobiografía, “Siempre había considerado a mi avión como un pequeño rayo de sol, así
que pinté ese nombre en el carenado”. El primer intento se había saldado
con un fracaso, pero Corrigan no estaba dispuesto a rendirse.
La “equivocación”
Durante los seis meses que su avión permaneció en tierra de
forma forzosa, Corrigan no se quedó cruzado de brazos. Estuvo volando en otros
aviones a fin de seguir sumando horas de vuelo y reconstruyó el motor del “Sunshine”. Cuando terminó la suspensión,
solicitó una nueva inspección y el inspector que examinó el avión dictaminó que
estaba lo bastante bien para volar dentro del país. El 9 de julio de 1938,
Corrigan consiguió un permiso para hacer un vuelo sin escalas desde Los Ángeles
hasta el aeródromo Floyd Bennet de Nueva York. Después de un vuelo accidentado,
donde tuvo que atravesar una tormenta de arena en Nuevo México y se vio obligado
a terminar el viaje con las ventanillas de la cabina abiertas y la cabeza fuera
por una fuga de combustible del depósito principal que hacía que todo oliera a
gasolina, Corrigan aterrizó en Nueva York. Había volado 27 horas y sólo le
quedaban 9 litros de combustible.
Autobiografía de Corrigan |
Decidió no reparar el tanque, ya que eso le llevaría semanas,
y el 16 de julio presentó un plan de vuelo para volver a Los Ángeles. Las
autoridades no desconfiaron, ya que el único mapa que tenía era de los Estados
Unidos y tenía la ruta de vuelta perfectamente marcada. Llenó los depósitos de
combustible, y a las cuatro de la madrugada se encontraba listo para volar. El
gerente del aeródromo le dijo que usara una pista que mirara al este y luego
virara, ya que su oficina se encontraba al oeste y no quería ser despertado por
el ruido de su avión. A las cinco y cuarto de la madrugada del 17 de julio,
Corrigan despegó. Llevaba con él dos barras de chocolate, algunos frutos secos
y una buena provisión de agua. Según dijo más tarde, había una niebla espesa y
no pudo ver bien la brújula manual que portaba, así que no viró al oeste, sino
que siguió volando hacia el este, hacia el Atlántico.
Aeródromo de Baldonnel, en Dublín |
Cuando llevaba volando unas 10 horas, la fuga de combustible
fue a peor y la cabina empezó a inundarse de gasolina. No podía repararla en
pleno vuelo, y para evitar que el combustible llegara a los escapes e
incendiara el aparato, hizo un agujero en el suelo con un destornillador para
drenarla. Claro que todo esto no es muy coherente con su afirmación de que se
dio cuenta de su error de orientación cuando llevaba 26 horas volando, pues si
hubiera pensado que estaba sobrevolando tierra habría buscado un sitio donde
aterrizar en lugar de drenar la fuga. En cualquier caso, tras 28 horas y 13
minutos de vuelo, Corrigan aterrizó en el aeródromo Baldonnel de Dublín y se
produjo el diálogo con el que empezaba este artículo.
Las explicaciones de
Corrigan
A Corrigan lo llevaron a la oficina de aduanas, ya que no
sólo había volado a Irlanda sin permiso, sino también sin pasaporte. Llamaron al
embajador americano Stephen Cudahy, que se reunió con él y le pidió explicaciones.
Corrigan contó que el espacio en su avión era tan pequeño que sólo podía ver el
suelo por las ventanillas laterales. Como su brújula principal estaba rota
había usado una brújula manual, lo que añadido a la niebla y a la poca
visibilidad en la cabina, le había hecho perder el rumbo. Cuando 26 horas
después de partir las nubes de debajo de su avión se disiparon, pudo ver que
volaba sobre el mar y sólo entonces se dio cuenta de que se había equivocado de
dirección. Poco después avistó tierra y aterrizó.
Desfile de Corrigan en Nueva York |
Cudahy no se creyó una sola palabra de lo que Corrigan le
había contado. Además, las autoridades de aviación estadounidenses enviaron un
telegrama detallando las normas que se habían infringido. A pesar de que el
telégrafo cobraba por cada palabra transmitida, el telegrama en cuestión tenía
¡más de 600! Sin embargo, Corrigan recibió un leve castigo: la suspensión de la
licencia de vuelo durante 14 días. Además, su vuelo pronto se convirtió en un
acontecimiento, y la embajada americana se llenó de periodistas y fotógrafos
(incluso fueron a verle Henry Ford y Howard Hughes).
Primera plana del "New York Post", con el titular al revés en homenaje a Corrigan |
Al día siguiente visitó al Primer Ministro irlandés Eamon de
Valera, que le pidió que contara otra vez su historia. Cuando llegó a la parte en
que se equivocaba al leer la brújula, todos empezaron a reír. De Valera no sólo
no presentó cargos contra él (“Ha llegado
a este país sin ningún papel, y se irá sin ningún papel”), sino que además
le agradeció haber puesto a Irlanda en el mapa. Poco después fue a Londres,
donde fue recibido por el embajador Joseph Kennedy (el padre del que fuera luego Presidente de los Estados Unidos). Allí le comunicaron que su
avión y él regresarían a Estados Unidos a bordo del buque “Manhattan”. El barco llegó a Nueva York el 4 de agosto, justo el día
que terminaba la suspensión de su licencia de vuelo.
Cartel de "El irlandés volador" |
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Gran Historia.
ResponderEliminarÉpico.
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