“Regresa con este
escudo, o sobre él”. Esta frase atribuida a una madre espartana equipando a
su hijo resume de forma extraordinaria la mentalidad de los espartanos en
combate. Regresar sin el escudo equivalía a haber huido de la batalla (el
escudo de los hoplitas griegos, llamado hoplon,
era muy pesado, por lo que lo primero que hacían los que huían era
desembarazarse de él), y regresar sobre él era igual que morir en la batalla de
forma heroica (en caso de ser herido o morir, y siempre que se encontrasen
cerca de su base, el escudo servía de camilla improvisada para transportar el
cuerpo, pero esta práctica sólo se aplicaba a los que habían destacado en la
lucha). Así pues, la frase que encabeza este artículo equivaldría a “vuelve victorioso o muerto”.
Batalla de Esfacteria |
Las estrategias al
comienzo de la Guerra del Peloponeso
En el año 431 a.C. estalló la Guerra del Peloponeso por la
supremacía dentro del mundo helénico. Por una parte estaban Atenas y sus
aliados, coaligados en la llamada Liga de
Delos, y por otro Esparta y los suyos se unían en la llamada Liga del Peloponeso. Largos años de
desencuentros y rivalidades entre estas dos ciudades desembocaban en una lucha
a muerte en la que sólo podría quedar uno. Sin embargo, esta guerra supuso a la
postre el fin del esplendor griego en el Mediterráneo. El conflicto devastó
regiones enteras, se destruyeron ciudades por completo y marcó una etapa en la
que las guerras civiles entre ciudades se convirtieron en algo cotidiano.
Muros de Atenas, uniendo la ciudad con el puerto de El Pireo |
La estrategia de ambos bandos en esta primera fase de la
guerra (llamada Guerra Arquidámica)
era simple y se basaba en sus puntos fuertes. Esparta, sabedora de que su
ejército no tenía rival, lanzaba continuas ofensivas en tierra. En sus
incursiones en la región de Ática, saqueaban todo lo que podían, devastaban
campos y tierras de cultivo y amenazaban a la propia ciudad de Atenas, mientras
sus habitantes sólo podían contemplar desde detrás de sus muros cómo sus
cosechas eran destruidas. Estas invasiones no duraban mucho, ya que los espartanos
debían regresar a sus tierras para la cosecha y para controlar a los ilotas,
sus esclavos. Además de usar esta táctica, Esparta se dedicaba a atizar el
fuego de la rebelión en las ciudades aliadas de sus enemigos, confiando en que
un levantamiento a gran escala debilitara a los atenienses.
Trirreme ateniense |
Atenas por su parte, sabedora de que su ejército no era rival
para los bien entrenados espartanos, se mantuvo a la defensiva en tierra y
confió en su punto fuerte: la flota. Escuadras de barcos atenienses partían sin
cesar atacando las costas del Peloponeso, controlando los conatos de rebelión en
sus aliados y financiándose mediante el
tributo de sus colonias. Continuó con el comercio, a la vez que debilitaba el
de sus enemigos. No sufriendo mucho por las invasiones espartanas debido a su
corta duración (la más larga apenas se prolongó por 40 días) y a la capacidad
de abastecerse por mar, los atenienses confiaban en estrangular la economía de
sus enemigos como forma de asegurarse la victoria.
La flota que se
refugió de una tormenta
En la primavera del año 425 a.C., y fieles a su estrategia,
los espartanos ayudaron a la ciudad siciliana de Mesina a rebelarse contra
Atenas a la vez que sus tropas, al mando del rey Agis, invadían la región de
Ática. Como ya hemos visto, los atenienses se refugiaron tras sus murallas sabedores
de que no tendrían problemas para abastecerse gracias a su poderosa flota. A la
vez, y para controlar el conato de rebelión en Sicilia y en la isla de Corcira
(la actual Corfú), una escuadra de 40 naves atenienses partió hacia allí al
mando de los generales Eurimedonte y Sófocles. A ellos se unió en el último
momento el general Demóstenes.
Vista de Esfacteria desde el norte |
Sin embargo, una tormenta obligó a esta flota a refugiarse en
la bahía de Navarino. Esta bahía constituía un excelente puerto natural. Cerrada
casi por completo (salvo dos pequeños canales) por la isla de Esfacteria, y
situada a apenas 75 km. de Esparta, Demóstenes vio en el retraso una excelente
oportunidad de establecer allí una base avanzada que le permitiera realizar
incursiones en territorio enemigo y alentar posibles rebeliones de ilotas (los
esclavos de los espartanos, que mantenían su economía). Así pues, ordenó la
construcción de un fuerte en la acrópolis de la antigua ciudad de Pilos, un
enclave abandonado que podía ser fácilmente abastecido por mar dado su
proximidad a la costa.
Mapa de Pilos y Esfacteria |
El resto de los comandantes consideraban esta acción una
pérdida de tiempo y dinero, pero no se opusieron a ella. En apenas 6 días, los
atenienses habían terminado las fortificaciones. La flota partió entonces hacia
Corcira, dejando una guarnición en la fortaleza y cinco naves al mando de
Demóstenes (a la que posteriormente se unieron otras dos más de su aliado
Naupacto). Naturalmente, a los espartanos no les hizo mucha gracia que los
atenienses ocuparan un enclave tan cerca de ellos, así que retiraron su
ejército del Ática y enviaron a las tropas a desalojar a los atenienses de sus
posiciones. Llamaron también a su flota (de unas 60 naves), que en ese momento se
dirigía a Corcira, para apoyar la acción. Estaba a punto de comenzar un asalto
anfibio, un tipo de maniobra extremadamente raro en la antigüedad.
El asalto espartano
El ejército espartano se basaba principalmente en los espartiatas, la élite de la ciudad
entrenada desde su niñez para ser unos feroces guerreros, y en aquel momento su
número era aproximadamente de unos 2.000 efectivos. El resto del ejército se
componía de tropas aliadas e ilotas. Así pues, cada pérdida de uno de estos
guerreros era irremplazable. De modo que para minimizar las pérdidas los
espartanos optaron por una estrategia de bloqueo esperando que la falta de
suministros hiciera que pronto los atenienses se rindieran. Colocó el grueso de
su ejército frente a las fortificaciones atenienses, apostó la flota en los
canales de acceso a la bahía para evitar que los barcos de Atenas escaparan y
desembarcó una fuerza de 420 hoplitas, con sus respectivos ilotas, en la isla
de Esfacteria para evitar que la fortaleza pudiera ser abastecida desde allí (de
esos hoplitas, entre 120 y 180 eran espartiatas,
según la fuente).
Batalla de Pilos: intento de desembarco espartano |
Sin embargo, el ateniense Demóstenes se había adelantado a la
acción y envió dos de sus barcos a avisar al resto de la flota de la situación.
Los pocos hoplitas de los que disponía (unos 60) los colocó en el punto más
débil de las fortificaciones, mientras que protegía el resto con marineros. Los
espartanos pronto se cansaron de no hacer nada y comenzaron el asalto. Por
tierra, los espartanos se lanzaron contra las fortificaciones, y por mar las
naves se iban turnando para ir desembarcando tropas. El asalto por tierra comenzó
el 25 de mayo y fue fácilmente repelido (las tropas de Esparta ni siquiera
habían llevado escalas, y los atenienses habían realizado un buen trabajo en
las fortificaciones); por mar, sin embargo, la defensa fue más difícil: los
barcos espartanos lanzaban pasarelas por las que desembarcar a las tropas, por
lo que los atenienses trataban de empujarlas mientras les lanzaban toda clase
de proyectiles. Lograron repelerlos con gran dificultad.
Batalla de Pilos: la flota ateniense derrota a la espartana |
Al tercer día de asedio, las tropas espartanas de tierra se
retiraron a buscar madera con la que construir maquinaria de asedio, mientras
la flota entraba en la bahía dejando los canales desguarnecidos. Fue entonces
cuando la flota ateniense, que había dado media vuelta ante el aviso de Demóstenes,
apareció. Los barcos espartanos fueron cogidos por sorpresa y toda la flota
capturada o hundida. Las tropas espartanas de la isla de Esfacteria se
encontraron entonces totalmente aisladas y sin posibilidad alguna de escapar o
ser abastecidos, pues la victoriosa flota ateniense se desplegó para evitarlo.
Los espartanos se encontraban en una situación desesperada.
La negociación
Esparta pidió una tregua y envió emisarios a Atenas, dejando
en garantía lo que quedaba de su flota. Comenzó entonces una dura negociación.
Los espartanos querían recuperar el contingente de la isla a toda costa debido
a la escasez de hombres en su ejército, y para ello ofrecieron entregar a los
atenienses 60 trirremes y acabar con las incursiones en el Ática a cambio de
que las tropas atrapadas pudieran regresar a Esparta. Durante la tregua, los
atenienses permitieron que se enviara a la isla una cantidad fija de alimentos
y vino (curiosamente, a cada hoplita le correspondía el doble de lo que recibía
un ilota).
Cleón de Atenas |
La facción ateniense que encabezaba Cleón exigió a los
espartanos que, además de los barcos, debían entregar los puertos de Megara y
Trecén, así como la región de Acaya. En realidad, Cleón sólo buscaba hacer
encallar las negociaciones para poder humillar a los espartanos capturando y
matando a sus tropas de Esfacteria. Los emisarios espartanos no aceptaron las
condiciones que se les ofrecían y abandonaron Atenas, y los atenienses se negaron
a devolver las naves espartanas dejadas como garantía. Como el envío de comida
a los sitiados se había interrumpido, los espartanos trataron de abastecerlos
con la ayuda de nadadores.
Hoplita espartano |
En realidad, los atenienses no estaban en mucha mejor
posición que los espartanos. Los bosques de la isla de Esfacteria no permitían
a los sitiadores saber cuántos ni dónde estaban situados los espartanos, por lo
que no se atrevían a atacar. Además, tampoco les resultaba fácil abastecer la
flota y la guarnición de Pilos, y la llegada del invierno amenazaba la
presencia ateniense allí. Tras más de cincuenta días desde que los hoplitas
espartanos quedaran atrapados en la isla, la situación estaba estancada. Fue
entonces cuando un incendio fortuito (producido por un fuego de campamento mal
apagado) quemó durante dos días gran parte de la vegetación de Esfacteria,
dejando al descubierto la posición de los espartanos. Cuando la noticia llegó a
Atenas, Cleón se jactó de rendir a las fuerzas sitiadas en menos de 20 días.
Sus detractores le desafiaron a hacerlo. La batalla era inminente.
La batalla
Las fuerzas espartanas estaban divididas en tres contingentes.
El grueso de sus tropas estaba en el centro de la isla, custodiando un pozo
salobre que era la única fuente de agua, y el resto se encontraba en dos
puestos avanzados, uno a cada extremo, vigilando los movimientos de los
atenienses a través de los canales. En total eran 420 hoplitas y 400 ilotas,
que luchaban como infantería ligera. Las fuerzas atenienses ascendían a unos
800 hoplitas, unos 2.000 hombres de infantería ligera (entre arqueros, honderos
y peltastas) y unos 7.000 remeros. A esta fuerza había que añadir otros 800
soldados mesenios que buscaban liberar su región de los espartanos. La ventaja
numérica era ateniense, pero las fuerzas espartanas eran consideradas las
mejores de Grecia.
Esfacteria; fases de la batalla |
El 10 de agosto, antes del alba, el primer desembarco tuvo
lugar al sur de la isla. Los atenienses tomaron el puesto avanzado espartano
por sorpresa y acabaron con todos. Poco después, el grueso de las tropas
atenienses desembarcó en el centro de la isla, encontrándose la falange
espartana ya formada y dispuesta a luchar. Las tropas ligeras atenienses
tomaron los puntos elevados a ambos lados de la falange, masacrando a los
espartanos con flechas, jabalinas y proyectiles de honda e impidiendo que
salieran a luchar contra los hoplitas atenienses (que se mantuvieron quietos
durante toda la batalla). El incesante bombardeo acabó con la vida del general
espartano Epitadas, así que el resto de las tropas decidieron replegarse hacia
el norte, a las ruinas de un fuerte abandonado, sin dejar de ser acosados por
las tropas ligeras atenienses.
Batalla de Esfacteria: las tropas ligeras acosan a los hoplitas espartanos |
Teniendo en cuenta que el número de proyectiles lanzados era
muy elevado, las bajas espartanas eran pocas. Sin embargo, estaban en una
posición desesperada. Rodeados, sin agua ni comida, pero con la protección de
un barranco tras ellos, los espartanos decidieron permanecer y resistir allí.
Fue entonces cuando las tropas mesenias ascendieron el barranco a través de un
pequeño sendero y terminaron de rodear a las tropas espartanas por todas
partes. Los generales atenienses no querían una masacre, de modo que hicieron
una oferta de rendición. El comandante espartano no quería tener la
responsabilidad de la decisión, por lo que pidió enviar un emisario a Esparta
para pedir instrucciones. La respuesta de la ciudad no tardó en llegar: “Esparta os ordena que toméis vuestra propia decisión,
siempre que sea honorable”. La decisión que tomaron en común fue tirar sus
armas y rendirse. Nunca antes ningún ejército espartano había hecho algo así, pues
siempre habían preferido la muerte antes que el deshonor. Tras cincuenta días
en la isla (de los que sólo veinte recibieron alimentos) y un total de 128 bajas (los atenienses tuvieron menos de 50), un ejército espartano
se rendía por primera vez en la historia.
Batalla de Esfacteria: última posición espartana |
El impacto de la noticia en las ciudades griegas fue inmenso.
Se había roto el mito de la invencibilidad de las tropas espartanas. También se
había demostrado que con tropas ligeras, fáciles y baratas de equipar, podía
derrotarse a tropas más pesadas basándose en la versatilidad y la movilidad.
Los 292 supervivientes espartanos fueron llevados a Atenas, donde sufrieron la
vergüenza de haberse rendido hasta el año 421 a.C. en que se acordó la Paz de
Nicias. Cuentan que uno de los espartanos fue preguntado por los atenienses si
creía que sus compañeros muertos en la batalla eran más valientes, a lo que
contestó: “Mucho sería de estimar un
dardo que supiese diferenciar los buenos de los ruines”. Fue el único consuelo
que les quedó, haber sido derrotados por enemigos que atacaban a distancia con
piedras y flechas, no cuerpo a cuerpo.
Me encanta la historia universal y mas la griega, cuna de la civilización occidental.
ResponderEliminarExcelente relato. Me ha cautivado.
ResponderEliminarGracias Fede. Viniendo de ti es un honor
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