Mentiras sobre los romanos (que todos creemos)

No creo exagerar mucho cuando digo que la mayor parte del conocimiento del gran público sobre Roma y su tiempo proviene del cine y la televisión. Películas como “Ben Hur”, “Espartaco” o la más reciente “Gladiator”, así como series de televisión como “Roma” o “Spartacus” han hecho calar en el subconsciente colectivo una serie de conceptos que, en muchas ocasiones, nada tienen que ver con lo que pasó realmente. Incluso las producciones que pretenden ser más fieles a la Historia cometen errores que, en gran medida, se deben a hacer más efectista una escena. No las culpo; a fin de cuentas el que va al cine no quiere ver un documental de Historia, sino entretenerse durante un par de horas.

Peter Ustinov en el papel de Nerón en "Quo Vadis"
Hoy trataremos de desmontar algunos de los tópicos que se tienen asumidos sobre los romanos, pero que son falsos. Hay muchos, pero he elegido estos por varias razones. La primera razón es que están muy arraigados en las creencias populares y casi todos los dan por ciertos. La segunda es que de vez en cuando alguien los repite por las redes sociales, ayudando a propagar falsedades por la fuerza de la repetición. La última razón es mucho más prosaica: porque me apetecía escribir sobre estos aspectos concretos, ya que su popularidad es enorme y poner un punto de cordura e historicidad en creencias muy arraigadas (aunque falsas) siempre ha sido una de mis debilidades. Bienvenidos a este acoso y derribo a los mitos sobre Roma.

Calígula nombró cónsul a su caballo

El Emperador romano Calígula ha pasado a la Historia como un ejemplo de gobernante loco. De él se cuentan hechos delirantes, como que mantenía relaciones incestuosas con sus hermanas y las obligaba a prostituirse, o que emprendió una campaña militar contra el dios Neptuno, obligando a sus legiones a apuñalar el agua del mar y haciendo que recogieran luego conchas de la playa como botín de guerra. Pero sin duda, en el imaginario popular ha quedado un acontecimiento que se pone como ejemplo de locura en un gobernante: el nombramiento de su caballo Incitatus para el puesto de cónsul. El consulado era la más alta dignidad de la República romana, y aunque en la época imperial su autoridad era más bien simbólica, seguía constituyendo un alto honor.

Calígula montando a Incitatus
Incitatus era un caballo hispano por el que Calígula sentía un extraño amor. Para empezar, le cambió su primitivo nombre de Porcellus (cerdito) por el más aguerrido de Incitatus (impetuoso). Era tal la admiración por él, que le hizo construir una caballeriza de mármol con un pesebre de marfil, donde el caballo comía avena mezclada con finos copos de oro. Poco después, le mandó edificar una villa donde era servido por 18 criados. Calígula le hacía correr en las carreras, donde sólo perdió una vez; y esa vez le salió cara al auriga rival. Se cuenta que el Emperador le hizo ejecutar haciendo hincapié en que la muerte debía ser muy dolorosa. Además, ordenaba un silencio total la noche antes de la carrera (bajo pena de muerte) a fin de que Incitatus descansara adecuadamente. Y por último, lo nombró cónsul.

Jonh Hurt en el papel de Calígula en "Yo, Claudio"
Lo malo de todas estas historias es que están sacadas principalmente de dos historiadores, Suetonio y Dion Casio, que son muy posteriores. Además, ambos eran fervientes republicanos, por lo que sentían un especial desprecio por la familia imperial. Las relaciones entre el Emperador y el Senado no eran nada buenas (se narra que una vez humilló a un grupo de senadores que querían audiencia con él haciéndoles correr detrás de su carruaje), por lo que las fuentes senatoriales tendían a presentar a Calígula como peor de lo que era. Lo que sí parece cierto es que se burlaba de los senadores diciéndoles que Incitatus sería mucho mejor cónsul que cualquiera de ellos, y lo presentaba siempre en público vestido de púrpura y engalanado con joyas para mofarse del Senado. ¿Llegó realmente a nombrarlo cónsul? Los historiadores están divididos ante la cuestión, pero se tiende a pensar que todo fue una exageración. Probablemente, y a tenor de las fuentes clásicas, nunca lo sabremos a ciencia cierta.

Los romanos se agarraban los testículos al jurar

Uno de los tópicos más extendidos sobre los romanos es que se agarraban fuertemente los testículos con la mano derecha cuando prestaban algún juramento, sobre todo en los juicios. De este modo, venían a decir que comprometían tan delicada parte si mentían. Según se dice repetidamente, esta era la forma en que se hacía hincapié en que lo que se dijera a continuación sería la verdad y toda la verdad. La cuestión se remata diciendo que de esta peculiar forma de jurar se deduce que la palabra “testificar” proviene de “testículos” (algunos lo dicen al revés; es decir, que “testículos” proviene de “testificar”). Cada poco tiempo se cuelga en internet esta historia sin faltar quién se la cree a pies juntillas y luego la va repitiendo por ahí.

Supuesto romano jurando
Ni que decir tiene que todo es falso. Es cierto que ambas palabras provienen de “testis” (testigo), pero mientras testificar sería el resultado de la unión de testis y facere (con lo que su significado sería “hacer de testigo”), testículo proviene de agregar a testis el sufijo culus, usado como diminutivo (por lo que su significado sería “pequeño testigo”). Pero ahí acaba toda semejanza. Son dos palabras que evolucionaron de forma diferente, si bien en español testigo y testículo se pronuncian de forma parecida.

Recreación de un juicio en el foro
Dicho todo esto, ¿cómo juraban los romanos? En realidad no había una única forma de jurar, aunque por lo general se hacían ante cualquiera de sus dioses y el juramento cambiaba dependiendo de la época o del tipo de juicio. Sí se sabe que los hombres solían jurar por Hércules y las mujeres por Cástor y Pólux. Asimismo, en los juicios militares se juraba sobre la espada. Además, hay testimonios de que algunas mujeres juraban sobre su cabellera. En definitiva, los juramentos eran muy variados, pero debemos tener claro que nunca se hacían apretándose los testículos.

Palpado testicular de un Papa
Curiosamente, este bulo tuvo una segunda versión en el seno de una institución que ha llegado a nuestros días: la Iglesia Católica. Según la leyenda urbana, cuando alguien es elegido Papa, un cardenal le palpa los testículos para atestiguar que es un hombre y no una mujer. Una vez comprobada la masculinidad del Papa, el encargado de realizar dicha tarea (el palpati) debía decir "testiculos habet" (tiene testículos) o "habet duos testiculos et bene pendentes" (tiene dos testículos y cuelgan bien). Dicho esto comenzaba toda la liturgia de coronación del nuevo Sumo Pontífice. Por supuesto, todo es falso.

Los romanos vomitaban para poder seguir comiendo

Una de las imágenes que han calado con más fuerza cuando nos imaginamos el mundo de los romanos es el de sus bacanales. Si le pedimos a alguien que nos las describa tal y como él cree que fueron, nos hablará de enormes mesas repletas de los más exóticos platos, de comensales recostados comiendo y bebiendo sin cesar, y de insinuantes bailarinas danzando ligeras de ropa al ritmo de las flautas. Además, es muy probable que nos cuente que, en virtud de la gran cantidad de comida, los romanos vomitaban para poder seguir comiendo más. Lo malo es que al menos esta última parte es falsa. La confusión viene de un escrito de Cicerón, que narraba que en cierta ocasión Julio César se había librado de un intento de asesinato cuando, sintiéndose enfermo en una cena, en lugar de ir a las letrinas (como sus asesinos esperaban) fue al vomitorium.

Banquete romano
De ahí surgió la idea de que los romanos tenían una habitación especial donde vomitaban el exceso de comida. Sin embargo, los vomitorios eran en realidad otra cosa: unos grandes pasillos que se encontraban bajo las gradas de los teatros, anfiteatros y circos para permitir la salida rápida de un gran número de personas. Incluso ahora podemos encontrarnos el término en algunos países referidos a los pasillos de salida de los estadios modernos o de algunos teatros. A la confusión ayudaron textos de Suetonio y Dion Casio, que narraban que el emperador Claudio vomitaba el exceso de la cena antes de irse a dormir o que Vitelio (véase mi artículo “El año de los cuatro emperadores”) daba cuatro festines diarios y entre uno y otro vomitaba ayudado de una pluma de ave que se introducía en la garganta. Pero estos eran casos aislados y no una práctica habitual.

Vomitorium de un anfiteatro romano
Para terminar, sí que es cierto que las clases pudientes daban (y se daban) fastuosos banquetes. Así, por ejemplo, se cuenta que el emperador Maximino en una sola comida llegaba a ingerir hasta 16 kg. de carne y 32 litros de  vino, o que el emperador Albino fue capaz de comer durante un desayuno 500 higos, 10 melones, 100 melocotones, 48 ostras y 2 kg. de uvas. Sin duda son cifras exageradas, pero dan una idea de lo comilones que fueron algunos emperadores. Se cuenta también que eran famosos los festines que Lúculo daba a sus amigos e invitados. Pero la palma se la lleva sin duda el banquete que Julio César dio para celebrar sus conquistas en Oriente, considerado el mayor de la historia; se dice que duró varios días, y que en él 260.000 personas comieron los alimentos que estaban repartidos en 22.000 mesas.

Nerón tocaba la lira mientras Roma ardía

El 19 de julio del año 64 Roma ardió por los cuatro costados. Según Tácito, el fuego duró al menos 5 días y se quemaron totalmente cuatro de los catorce distritos de la ciudad. Además, otros siete fueron severamente afectados. Algunos de los monumentos más representativos de la ciudad fueron totalmente destruidos por las llamas. Los cristianos fueron culpados por ello y sometidos a una intensa persecución, aunque en el imaginario popular ha arraigado la idea de que el verdadero culpable fue Nerón. Incluso se le representa tocando la lira (otras fuentes dicen la cítara) mientras contempla cómo la ciudad arde. A esta explicación contribuyó el hecho de que el emperador mandara construir su palacio (llamado Domus Aurea, la casa dorada) y una gran estatua suya (llamada Coloso de Nerón) en el terreno que las llamas habían devastado. Curiosamente, en el lugar donde estaba dicha estatua Vespasiano ordenó levantar años después un gran anfiteatro, que recibió el nombre de Coliseo en honor del Coloso de Nerón.

Incendio de Roma
La verdad es que a día de hoy sigue sin haber acuerdo entre los historiadores sobre cuáles fueron las causas del incendio, aunque el consenso generalizado es que se inició accidentalmente en alguno de los locales de comida que pululaban alrededor del Circo Máximo. No obstante, Nerón fue acusado casi inmediatamente de ser el causante, aunque dichas acusaciones provenían de círculos aristocráticos y senatoriales, que detestaban al emperador (por el contrario, la plebe le adoraba, según recoge Tácito). Además, parece ser que en el momento de iniciarse el incendio Nerón se encontraba en Anzio, a 50 km. de Roma, y que nada más enterarse de la noticia se personó en la ciudad para hacerse cargo de la situación. Así, ordenó a su guardia pretoriana que colaborara en las tareas de extinción del fuego, abrió los jardines de Mecenas y Lúculo para los afectados y mandó que se les distribuyeran alimentos.

Cristianos sacrificados en un anfiteatro
La creencia popular de que Nerón contempló el incendio desde su palacio mientras tocaba la lira proviene nuevamente de los historiadores posteriores Suetonio y Dion Casio, muy próximos a la nobleza senatorial y que por tanto detestaban el poder imperial. No obstante, hay que decir que Nerón quiso sacudirse las sospechas que empezaron a recaer sobre él buscando un chivo expiatorio, y lo encontró en un grupo que empezaba a ser pujante en la ciudad: los cristianos. La historiografía cristiana posterior contribuyó a la imagen depravada de Nerón y mitificó a los cristianos que fueron martirizados por el emperador, aunque esa no fue la primera persecución que sufrieron (unos ocho años antes de Nerón, los cristianos fueron expulsados de Roma por su predecesor Claudio). No obstante, Tácito, el único historiador importante contemporáneo de los hechos del que nos ha llegado su versión, descarta totalmente la implicación de Nerón en los hechos. Pero mucho me temo que esta creencia está tan arraigada que será imposible erradicarla.
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10 comentarios:

  1. Yo tenía entendido que el grupo al que Claudio expulsó de Roma fue a los judíos.

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    1. Para los romanos de esa época, cristianos y judíos eran la misma cosa

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  2. Segun parece las frutas y verduras eran mucho mucho más pequeñas cuando crecian de forma silvestre, así que las cantidades de melocotones, higos, melones que se podían comer podia bien ser la indicada por los historiadores. Ademas tienen la piel mas gruesa y el hueso era casi el 100% de la fruta. (fuente: los que habitualmente estan a favor de la manipulación de los alimentos)

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  3. Que Cornelia soñó con la muerte de Julio César de forma premonitoria. Eso fue escrito 100 años después de la muerte de éste y es una leyenda.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Por cierto, eso que la imagen de Nerón sólo se vio afectado por los escritores cristianos posteriores no es del todo cierta. Sólo hay que leer a la mayoría de los historiadores romanos del siglo I y II d.C....Es más, los cristianos se aprovecharon de esa mala imagen que ya tenía y arrastraba ese emperador.

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  6. Otra--> Que Constantino tuviese una visión en el cielo con el crismón y las letras en latín de In hoc signo vinces. No lo vio, fue un sueño el día anterior a la batalla y lo soñó con el escrito en griego (ἐν τούτῳ νίκα). No fue la primera vez que tuvo un sueño parecido en su lucha contra los pictos sirviendo a su padre también soñó con Apolo y que le concedería la victoria al día siguiente.

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  7. Otra---> Que el Imperio Romano no cae en el año 476 d.C.. En ese año el 4 de septiembre un federado hérulo hace abdicar a Rómulo (emperador usurpador, el verdadero emperador legal era Nepote). Para la historiografía occidental es conocido como el fin del Imperio Romano de Occidente, pero el Imperio romano sigue existiendo en Oriente.

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  8. Fiscalizar la economía de un territorio que ocupaba más de seis millones de kilómetros cuadrados no fue tarea fácil. Aunque había que cubrir los titánicos gastos militares, los administradores del Imperio trataron de no car noticiasdelloretdemar.es/reclamo-medife/

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