Boudica, la reina guerrera

Su nombre significaba “Victoria”. Se la conocía también como Búdica, Buduica, Bonduca y Boadicea, aunque este nombre (el más famoso) es probablemente un error medieval de transcripción de los manuscritos de Tácito. Dion Casio, en su “Historia”, la describía así: “Era una mujer muy alta y de un aspecto terrible. Sus ojos eran feroces y su voz severa. Su enorme cabellera leonina le llegaba hasta las caderas. Como vestimenta, llevaba siempre una gran torque de oro alrededor del cuello y una túnica multicolor, y por encima un grueso manto sujeto con un broche. Siempre que hablaba, sostenía una lanza con la mano para aterrorizar a cualquiera que la contemplase”.

Vidriera que representa a Boudica
Esta mujer acaudilló la mayor rebelión de las tribus britanas contra la ocupación romana en el año 61 de nuestra era, y a punto estuvo de tener éxito. Movida por una venganza personal, masacró a 70.000 civiles y puso en jaque al mayor imperio conocido hasta entonces, antes de ser derrotada en la batalla de Watling Street. Consciente de la humillación que supondría para ella ser capturada viva por los romanos se suicidó junto a sus hijas, y su tumba permanece ignorada. Su leyenda se ha mantenido en el tiempo, y es hoy día una heroína británica por la libertad de su pueblo.

Roma en Britania

Después de la fallida aventura de Julio César en el 55 a.C., Britania fue conquistada por el emperador Claudio en el 43 d.C. no sin gran resistencia de gran parte de las tribus locales al mando de Carataco. La isla era el gran centro del culto druídico, que Roma veía con gran preocupación por ser una posible fuente de tensiones en la Galia, además de poseer unas riquezas minerales legendarias, por lo que la invasión de la isla era el paso lógico después de la conquista y romanización de la Galia y la estabilización de la frontera germana en el Rin. De otro lado, algunos jefes britanos veían que la conquista de la Galia por parte romana había traído paz y riqueza al país, así que apoyaron la invasión. Claudio tuvo éxito donde antes fracasó César y Roma conquistó la isla con el apoyo de algunas aristocracias locales y reinos clientes.

El emperador Claudio
Casi 20 años después, ambas partes habían sufrido una desilusión mutua. Roma había descubierto que las famosas riquezas de Britania eran en gran parte una ilusión, y el oro, pieles y perlas que producía la isla podían encontrarse en cualquier otro lugar con menos problemas. Además, las tribus britanas tenían una irritante tendencia a la sublevación que hacía que aún entonces las legiones siguieran combatiendo. Tantos eran los problemas que se cuenta que Nerón consideró seriamente la posibilidad de abandonar la isla. Por su parte, los britanos habían constatado que la paz romana era sólo el disfraz de una rapacidad y codicia sin precedentes.

El gobernador Ostorio Scapula había muerto con las botas puestas, desgastado por las continuas y casi siempre infructuosas campañas. Su sucesor, Suetonio Paulino, se preocupó menos por los britanos que por alcanzar una gran reputación militar. Había guerreado con éxito contra los silures de Gales, y a continuación dirigió su atención hacia el culto druídico de la isla de Anglesey. Los druidas eran un foco de vida religiosa de Britania (e inspiración del culto druídico galo), y animaron a la población a la resistencia contra Roma. Sin embargo, los intentos de Paulino por destruir el culto por completo alienaron todavía más a los britanos, que ya antes consideraban a los romanos intolerantes y opresivos. Según palabras que Dion Casio puso en boca de la propia Boudica, los britanos se “sintieron menospreciados y pisoteados por unos hombres cuya única preocupación era obtener una ganancia segura”.

Mapa de Britania con las distintas tribus
Fue entonces, en el año 60, cuando murió Prasutago, rey de los icenos y uno de los reyes aliados de Roma. En principio el asunto no debería haber tenido mayor trascendencia, pero había un grave problema: Prasutago sólo tenía dos hijas. Entre los britanos no había diferencia entre sexos a la hora de heredar, pero para los romanos sí que la había, ya que su derecho sólo contemplaba la herencia entre padre e hijos varones. Con el fin de preservarlo, Prasutago había dejado el reino a sus hijas y había nombrado co-heredero al Emperador. Confiaba así en sortear los problemas que podrían surgir tras su muerte, pues pensaba que de esta forma el reino iceno se mantendría con el apoyo financiero y militar de Roma y salvaría el inconveniente de no tener heredero varón. Como demostraron los acontecimientos, fue un grave error.

La humillación

Boudica, nacida en el año 30, se casó con Prasutago en el 48 y tuvo con él dos hijas. Ellas eran las legítimas herederas del reino iceno, con su madre de regente mientras no tuvieran la mayoría de edad. Sin embargo, unos días antes de que se hiciese público el testamento, los icenos recibieron la visita de unos emisarios del procurador imperial Cato Deciano. Igual que la tarea de Suetonio Paulino era supervisar los asuntos militares y legales de la Britania romana, la de Deciano consistía en velar por los asuntos financieros del Emperador. Parece que Deciano también tenía orden de reclamar una cantidad considerable que Prasutago debía a Séneca. Lo que pasó a continuación es incierto.

Situación del reino de los icenos
Una de las interpretaciones es que, o bien los romanos entendieron mal a propósito las intenciones de Prasutago y consideraron que las tierras de los icenos habían pasado a ser propiedad romana, o bien creyeron que los términos del testamento les concedían una considerable libertad a la hora de decidir qué les correspondía. Otra posibilidad es que cuando la viuda de Prasutago no pudo reunir el dinero para satisfacer la deuda que su esposo tenía con Séneca, los romanos se apoderaron del resto del reino como garantía. Una tercera posibilidad es, sencillamente, que los romanos se dejaron llevar por el entusiasmo. Tácito, en sus Anales, lo narra así:

Fue como si Roma hubiese recibido todo el país como regalo. Todos los jefes fueron desposeídos de sus propiedades ancestrales, y los familiares del rey fueron esclavizados […] mientras los centuriones saqueaban el reino, sus esclavos rapiñaban la residencia regia como si fuera un botín de guerra”.

Boudica protestó amargamente, pero todos sus esfuerzos sólo sirvieron para que fuera sacada del palacio y azotada públicamente por haber incumplido el pago de la deuda. A continuación, ignorando la decencia, la ley y el sentido común más elemental, esos mismos oficiales romanos violaron a las dos hijas de Prasutago, las herederas del reino. Este acto fue algo más que un mero divertimento, pues probablemente imposibilitaba que las muchachas pudieran contraer matrimonio y de este modo, se agotaba la línea hereditaria. Si Deciano hubiera meditado durante meses la mejor forma de transformar un pueblo básicamente controlado en un enemigo violento y lleno de rabia, probablemente no lo habría hecho mejor.

La rebelión

Los icenos se agruparon en torno a su reina. Aprovechando que el grueso de las tropas romanas se encontraba combatiendo en Anglesey, Boudica empezó a liderar una rebelión en toda regla. Tan pronto como escucharon que los icenos se habían alzado en armas, sus vecinos trinovantes (en el actual condado de Essex) hicieron causa común con los rebeldes, y ambas tribus descendieron hacia Colchester (que por aquel entonces se llamaba Camulodunum). Esta ciudad era la única colonia de veteranos en Britania, y siguiendo la tradición, se había levantado un templo de culto imperial a expensas de la población local. Esto había causado un profundo resentimiento, agudizado por el hecho de que los sacerdotes fueron traídos de Roma, a diferencia de lo que se hacía en otras partes del Imperio, en que se reclutaban entre la nobleza local. Los nobles trinovantes se vieron así condenados a sostener el culto sin participar en él.

Representación de Boudica junto a sus hijas
Con el ejército en Gales, las autoridades locales de Colchester apenas pudieron reunir a doscientos hombres con armamento ligero para defender la ciudad. Los esfuerzos por preparar fortificaciones se vieron obstaculizados por los miembros de aquellas dos tribus sublevadas que vivían en la ciudad, y que sabotearon las obras de todas las maneras posibles. En consecuencia, cuando Boudica lanzó su ataque, los romanos aún no habían preparado ni siquiera una zanja o muralla de defensa. Algunos de los veteranos se refugiaron en el interior del templo de César, y desde allí contemplaron cómo masacraban a sus esposas e hijos; resistieron dos días antes de que los rebeldes tomaran también su reducto. La arqueología demuestra que Colchester fue literalmente destruida hasta los cimientos. Y es que después de quemar todo aquello que fuera combustible, los britanos demolieron sistemáticamente cualquier estructura de ladrillo o barro.

Desde allí, el ejército rebelde marchó hacia Londinium (Londres) centro del comercio romano en Britania. Durante este trayecto encontraron la primera oposición por parte romana. Petilio Cerial, un joven de la familia de Vespasiano (el que fue posteriormente Emperador), se encontraba en la isla. A lo largo de su vida, Petilio iba a forjarse una reputación por sus descabelladas aventuras militares, de las cuales ésta sería la primera. Algunos destacamentos de la Legión IX se encontraban en el sur de Britania cumpliendo misiones especiales (estos destacamentos se llamaban vexillationes). Petilio reunió estas tropas y marchó confiado al encuentro de Boudica. Sin embargo, quedó sorprendido al descubrir que el apoyo a la causa de Boudica había aumentado progresivamente a lo largo de su marcha (entre otros motivos, porque los rebeldes acababan con todos aquellos que se resistían a unirse a ellos), y ahora superaba a su pequeño ejército en una proporción abrumadora. Las fuerzas rudimentarias de Petilio sufrieron una derrota aplastante, y sólo él y un pequeño contingente de caballería sobrevivieron a la masacre. Más de 5.000 legionarios murieron ese día.

Soldado de caballería perteneciente a los vexillationes
Mientras tanto, Suetonio Paulino, habiendo solventado la lucha en Anglesey, se había apresurado para llegar a Londres, un logro complicado dada la hostilidad de la población de los lugares que tuvo que atravesar. Una vez allí descubrió que el culpable de todo, el procurador Deciano, se había formado su propia opinión sobre las posibilidades del ejército romano y ya había tomado un barco con rumbo a la Galia. A regañadientes, Paulino se vio obligado a reconocer que Londres era indefendible y que debía encontrar un campo de batalla más propicio a sus tropas en inferioridad numérica. Así que retiró de allí a su ejército, absolutamente consciente de que muchos de los habitantes de la ciudad serían incapaces de escapar al castigo britano que se cernía sobre ellos.

Boudica no estaba interesada en hacer prisioneros o solicitar un rescate por ellos o ningún otro comercio de guerra. El enemigo fue atacado con matanzas, patíbulos, fuego y crucifixiones, como hombres que se cobraban la venganza que podían antes de que cayese sobre ellos el justo castigo

Tácito narraba así la forma de actuar del ejército de Boudica al conquistar una ciudad. Era evidente que ni britanos ni romanos consideraban aquello como una guerra al uso. El odio visceral que el ejército de Boudica sentía hacia los conquistadores era una prueba fehaciente del fracaso del gobierno romano en la isla, algo que reconocían implícitamente los propios historiadores romanos.

Al igual que ocurrió en Colchester, Londinium ardió por completo. El fuego fue tan feroz que formó una capa de arcilla cocida alrededor de las casas, y esta capa sigue existiendo aún cuatro metros por debajo de las calles del Londres moderno. Boudica se dirigió entonces a Veralamium (la actual St. Albans), que sufrió la misma suerte que las otras ciudades. El balance de víctimas romanas o simpatizantes de estos era ya de 70.000, algunos de ellos muertos de forma horrible. Boudica podría haber saciado así su sed de venganza, pero la revuelta había adquirido su propia inercia. Al tomar las armas, los britanos habían dejado de sembrar sus campos para el año siguiente; por lo tanto, debían apoderarse de las provisiones de los graneros romanos o morirían de hambre. Además, no era probable que Roma fuese a perdonarlos. O expulsaban a las legiones fuera de Britania de una vez y para siempre, o los britanos acabarían bajo el yugo de los vengativos romanos.

Representación de Boudica
Sin embargo, no debemos pensar que Boudica lideraba una turba desordenada. Controló sus tropas con mucha habilidad, y se aseguró de que sus conquistas fuesen bien saqueadas antes de ser asoladas. De este modo, la plata obtenida se empleó para acuñar monedas con las que financiar su revuelta. También tuvo el mérito de mantener intactas sus enormes fuerzas y evitar que se descompusiesen en grupos más pequeños de saquedores.

La batalla de Watling Street

Paulino contaba con apenas 11.000 hombres entre la Legión XIV, veteranos de la XX, y algunas fuerzas auxiliares. Solicitó refuerzos a la Legión II, acampada en el oeste, pero esta se negó a moverse. Frente a él se encontraba un ejército que Dion Casio (siempre dado a la exageración) cifraba en 230.000 hombres. Aun contando que Boudica sólo dispusiera de la mitad de esos efectivos, la superioridad numérica britana era evidente. Sin embargo, las tropas romanas estaban mucho mejor armadas, equipadas y entrenadas que los britanos, que combatían básicamente a pie con armamento ligero, y cuyos guerreros iban desde los 10 años hasta ancianos, algo común entre los celtas. Los britanos utilizaban carros como caballería (fue uno de los últimos ejércitos en usarlos), pero su función era más de transporte de tropas que de combate (en contra de lo que se cree, los carros no eran falcados; es decir, no llevaban cuchillas en las ruedas).

Suetonio Paulino
Además, Paulino eligió cuidadosamente el terreno para minimizar la ventaja numérica britana. Aunque desconocemos su ubicación exacta (sólo sabemos que está en la región central de Inglaterra, en la ruta entre Londinium y Viroconium, la actual Wroxeter), sabemos que el ejército romano se colocó en un desfiladero con paredes boscosas en terraza protegiendo sus flancos y una suave pendiente descendente delante de ellos. Además, detrás de la posición romana había un espeso bosque. La topografía del terreno impedía que la posición de Paulino pudiera ser rodeada o rebasada, y al haber un estrecho frente, la superioridad numérica de Boudica serviría de poco. Sin embargo, esa posición implicaba también que los romanos no podrían escapar en caso de ser derrotados. El gobernador romano planteó un cara o cruz, una lucha de “vencer o morir”. Para asegurarse de atraer al enemigo adonde quería, Paulino devastó los centros religiosos de la región sabedor del fuerte sentimiento religioso de los britanos.

Los britanos entraron en el campo de batalla en grupos desorganizados, cada uno apiñados en torno a sus jefes locales. Todo el ejército formaba una enorme masa al final de la pendiente donde se encontraban los romanos. Además, habían traído consigo una enorme cantidad de mujeres y niños que se acomodaron en los carros a retaguardia, prestos a animar a sus guerreros y expectantes ante lo que pensaban que sería una gran victoria que expulsaría a Roma de Britania. En su calidad de sacerdotisa, Boudica rogó a la diosa Andraste por la victoria, y a continuación liberó una liebre que llevaba debajo del manto y observó cómo corría entre las dos líneas de batalla. Lo hizo por motivos de adivinación, pues la liebre tenía unas poderosas connotaciones religiosas para los britanos (no se conocían los conejos, que sólo llegaron a Britania con los normandos mil años después). Tácito pone en boca de Boudica un encendido discurso (seguramente inventado) que, entre otras cosas, decía:

Nada está a salvo de la arrogancia y del orgullo romano. Desfigurarán lo sagrado y desflorarán a nuestras vírgenes […]. Mirad a vuestro alrededor, y observad cuan numerosos sois. Considerad vuestro orgullo, vuestro espíritu belicoso y pensad en todos los motivos de venganza que nos han llevado a tomar la espada. Éste es el lugar donde venceremos o moriremos gloriosamente. No hay elección. Ganar la batalla o perecer, tal es mi decisión de mujer. Vosotros, hombres, debéis elegir si deseáis vivir en desgracia y morir como esclavos

Mientras tanto Paulino, que había dado orden de ser despertado en cuanto los britanos se presentasen en el campo de batalla, formó a sus hombres en filas con 7 soldados de fondo, cada uno armado con la espada corta romana, el escudo y dos lanzas arrojadizas (pilum, plural pila). En cuanto vio que la retaguardia enemiga estaba taponada por los carros donde se encontraban las mujeres y los niños, comprendió que la victoria estaba a su alcance. Se dirigió entonces a sus tropas instándoles a la victoria. Tácito pone en su boca las siguientes palabras:

Ignorad los clamores de estos salvajes. Hay más mujeres que hombres en sus filas. No son soldados y no están debidamente equipados. Les hemos vencido antes y cuando vean nuestro hierro y sientan nuestro valor, cederán al momento. Aguantad hombro con hombro. Lanzad los venablos, y luego avanzad: derribadlos con vuestros escudos y acabad con ellos con las espadas. Olvidaos del botín. Tan sólo ganad y lo tendréis todo.

Mientras los britanos se aproximaban corriendo y gritando de forma ensordecedora, los romanos aguardaban en silencio. El desfiladero fue estrechando la carga britana, y cuando se encontraban lo bastante cerca, los legionarios cubrieron con una lluvia de jabalinas a las vociferantes tropas britanas, que paró la carga en seco. Los pila eran un arma tremendamente efectiva, pues dejaban inservibles los escudos en los que se clavaban y atravesaban la carne como si fuera mantequilla. Una segunda oleada de venablos dejó un manto de cadáveres frente a las tropas romanas.

Batalla de Watling Street
Paulino ordenó entonces a sus tropas formar en forma de dientes de sierra (ataque caput porcinum o "cabeza de cerdo") y avanzar a paso sostenido, protegiendo los flancos con sus escudos. Las tropas de Boudica volvieron a cargar, encajonándose contra los dientes de los romanos. En un espacio tan congestionado, los britanos (que llevaban espada larga y necesitaban alrededor de un metro para blandirla y dar mandobles) no eran rivales para los legionarios, cuya espada corta (gladius) asestaba mortales cuchilladas. Además, los soldados romanos de primera línea luchaban durante unos cinco minutos, y a una señal de los centuriones retrocedían hasta la última fila, siendo sustituidos por el soldado de atrás. Esto garantizaba que las tropas se mantuvieran frescas. Todo esto, unido a cargas de caballería desde los flancos de la formación romana, fue empujando a los britanos hacia atrás. Pronto cundió el pánico, y los soldados de Boudica empezaron a huir en desbandada.

La masacre fue devastadora. Para cuando empezó la huida se calcula que ya habían perdido la vida alrededor de 40.000 britanos. Este número aumentó considerablemente porque al huir, las tropas de Boudica se toparon con los carros de los civiles a retaguardia, que taponaban la huida. Esto hizo que muchos britanos murieran pisoteados y aplastados. Las legiones siguieron avanzando y aniquilaron a cuantos se encontraron. No respetaron la vida de mujeres ni de niños. Al final del día, sobre la llanura yacían 80.000 rebeldes contra las 400 bajas que tuvieron las tropas romanas. Tal desproporción de muertes no era tan extraña, teniendo en cuenta que ya había habido precedentes a lo largo de la historia: Aníbal, por ejemplo, sólo perdió 4.000 soldados en Cannas frente a los 75.000 romanos que murieron allí.

Después de la batalla

Boudica sobrevivió a la batalla, pero su destino estaba sellado. La matanza de civiles romanos hacía que no pudiera esperar clemencia de estos, aunque es muy probable que no se hubiera rendido tampoco si se la hubieran ofrecido. Se retiró a las tierras icenas, y según Tácito se suicidó tomando veneno (Dion Casio da otra versión, diciendo que trató de huir pero enfermó y murió al poco tiempo). Desconocemos qué pasó con sus hijas, pero es muy probable que murieran con ella. Los britanos le ofrecieron un magnífico funeral propio de una reina, y guardaron silencio sobre la ubicación de su tumba para evitar que los romanos la profanasen. Hoy en día, el lugar de descanso de Boudica aún permanece ignorado.

Estatua de Boudica en Londres
Muchos icenos que también sobrevivieron a la batalla no lo hicieron a sus consecuencias. Los romanos esclavizaban o mataban a cualquier iceno que encontraban, y se dedicaron sistemáticamente a devastar sus tierras. Llegaron incluso a desviar el curso de los ríos para evitar que sus campos tuvieran agua, táctica cuando menos curiosa en una región tan lluviosa. Paulino no sólo pretendía escarmentar a los britanos, quería exterminarlos. Esta política provocó conflictos con Julio Classicano, el procurador nombrado para sustituir al anterior, Deciano. Classicano pretendía que Britania contribuyese a los gastos del Imperio, y eso era algo difícil en una región con los campos destruidos y la población muerta o esclavizada. Para mediar entre ellos, Roma mandó a uno de los libertos favoritos de Nerón. Supongo que los britanos se divirtieron mucho al ver a un general victorioso acobardado ante un esclavo. Paulino fue sustituido y las autoridades romanas empezaron una política de paz y reconstrucción, que incluía el restablecimiento de relaciones con la nobleza britana.

En los siglos siguientes, la historia de Boudica fue olvidada por casi todos hasta que empezaron a rescatarse los clásicos en el siglo XVI, durante el Renacimiento. En el siglo XIX, se recordó que Boudica significaba “victoria”, por lo que compartía nombre con la entonces reina británica. Se pasaron por alto las masacres y las torturas generalizadas y se la convirtió en una heroína nacional. Actualmente, una estatua suya triunfante en su carro junto a sus hijas se levanta junto al Támesis, en Londres, la ciudad que convirtió en cenizas. Por cierto, el carro de la estatua es falcado, lo que es un error histórico. Pero poco importa, la estatua es impresionante. Y la historia que hay detrás, también.
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8 comentarios:

  1. Muy buena entrada. Te dejo un artículo con algunos vídeos que pueden resultar interesantes para completar el artículo y arrojar más luz a la historia de Boudica: https://gabrielrosselloblog.wordpress.com/2017/03/20/mujeres-en-la-historia-boudica-la-desconocida-reina-de-los-britanicos/

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  2. Excelente exposición táctica . Te felicito

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