No fue el pirata más famoso. Ni el más temido. Ni siquiera el
de más éxito. Pero sin duda alguna Jack Rackham fue el pirata más elegante de
la historia. Sus coloridas y extravagantes ropas de un tejido llamado calicó le
supusieron que fuera conocido por los apodos de “Coloured Rackham” (Rackham
el colorido) y sobre todo “Calicó
Jack”. Pero este pirata no sólo ha pasado a la historia por las vestimentas
que llevaba, sino también por un hecho que por aquel entonces se consideraba extraordinariamente
de mal agüero: llevar entre la tripulación a mujeres.
Representación imaginaria de Anne Bonny, Mary Read y Jack Rackham |
La Edad de Oro de la
Piratería
En la segunda mitad del siglo XVII el Caribe era una zona que
España controlaba casi en su totalidad, al menos nominalmente. Suyas eran las
tierras continentales (Venezuela, Costa Rica, Nicaragua, México y Panamá)
además de las islas de Cuba y Puerto
Rico y de la parte oriental de La Española (lo que hoy se conoce como República
Dominicana). No obstante, había territorios que pertenecían a otros países
europeos. Así, la parte occidental de La Española (lo que hoy es Haití) pertenecía a Francia, Jamaica y las
Bahamas pertenecían a Gran Bretaña, y más al este, se extendía un arco de islas
entre Puerto Rico y la costa venezolana, donde había posesiones francesas,
inglesas, holandesas y hasta alguna danesa. En esta situación, y ante el deseo
manifiesto de las potencias europeas de acosar el dominio comercial español en
América, surge en 1650 la figura del corsario.
Mapa del Caribe en la actualidad |
Un corsario no es más que un pirata a sueldo de un gobierno
que ataca buques de otros países con los que ese gobierno mantiene un
conflicto, ya sea declarado o no. Dichos países otorgaban a determinadas
personas un documento llamado “patente de
corso”, por el que se legalizaban sus actividades de piratería contra los
barcos enemigos. La mayoría tenía su base en una isla llamada Tortuga, muy
cerca de La Española. Estos corsarios se dedicaban no sólo a atacar buques sino
que también asaltaban y saqueaban ciudades (Cartagena, Panamá, Guatemala…). Sin
embargo, hacia 1680 los gobiernos europeos dejan de extender las patentes de
corso y poco a poco este estilo de vida se va perdiendo.
No obstante, el estallido de la Guerra de Sucesión Española
en 1701 aviva de nuevo el fenómeno, sobre todo por parte británica, de forma
que los corsarios ingleses vuelven a campar a sus anchas ante la falta de
buques de guerra españoles y franceses que pudieran hacerles frente, pues la
mayoría estaba en las operaciones bélicas europeas. Esta situación duró hasta
1712, año en que Inglaterra cesa sus hostilidades contra España. Muchos de los
corsarios, ante el fin de su modo de vida, deciden pasarse directamente a la
piratería. Algunos de ellos se dirigen a las poco pobladas Islas Bahamas y
establecen su base en New Providence, la isla más grande del archipiélago.
Comienza así un periodo de prosperidad para ellos conocido como “La Edad de Oro de la Piratería”, que
abarcaría desde el año 1715 hasta el año 1725. El poder de los piratas en las
Bahamas se hace incontestable, y entre ellos empiezan a destacar Edward Teach
(más conocido como “Barbanegra”), Stede
Bonnet, Samuel Bellamy, y uno de los protagonistas de nuestra historia: Charles
Vane.
De contramaestre a capitán
Poco conocemos de los primeros años de vida de Jack Rackham,
salvo que nació en algún lugar de Inglaterra entre 1680 y 1685. Las primeras
noticias que tenemos de él son de 1718, y le sitúan como contramaestre del
antes citado Charles Vane a bordo del buque “Treasure”. En aquel año, el Rey Jorge I de Inglaterra envía a las
Bahamas al antiguo capitán pirata Woodes Rogers con un "Edicto de Perdón" para
todos aquellos piratas que quisieran rehabilitarse, y cuatro barcos de guerra
para perseguir a aquellos que se negaran a hacerlo. Uno de estos impenitentes
resultó ser Charles Vane, que huyó hacia aguas abiertas y declaró la guerra a
todos los piratas arrepentidos.
Charles Vane |
Vane no era un buen capitán. Se narran de él crueldades sin
fin, incluso cuando las tripulaciones del barco atacado ya se habían rendido
sin luchar (se cuenta, por ejemplo, que ató de pies y manos al capitán de un
barco capturado y lo colgó de un palo, haciendo que los hombres probaran
puntería con él). Pero sin duda el peor pecado para su tripulación era el hecho
de que no repartiera equitativamente el botín de sus andanzas. Su caída era
cuestión de tiempo, y finalmente se produjo cuando huyó de un barco de guerra
francés al que había intentado atacar. Jack Rackham, su contramaestre, acusó a
Vane de cobardía e instó a la tripulación a amotinarse y elegirle a él como
capitán, cosa que consiguió sin mucho esfuerzo. Vane fue abandonado junto a
algunos hombres leales a él en una barca a la deriva.
El nuevo capitán sobresalía entre todos los piratas que
merodeaban por aquellas aguas por algo muy peculiar: su forma de vestir. Tenía la
costumbre de llevar camisa y pantalón de un tejido llamado calicó, que es una
tela de algodón estampada de vivos colores. De ahí que fuera conocido con el
apodo de “Calicó Jack”. Después de
hacerse con el mando del “Treasure”, y consciente de que era buscado por la justicia, Rackham se dedicó a atacar pequeñas embarcaciones y barcos de pesca a lo largo
de Jamaica, Cuba, el Paso de los Vientos y las Islas Leeward. Y la verdad es que no le fue del todo mal, pues
obtuvo buenos beneficios de su estrategia. Sin embargo, su gran golpe de suerte
llegó cuando abordó un bergantín llamado
“Kingston” cerca de Jamaica y
encontró en él grandes riquezas. Por desgracia para él, la noticia corrió como
la pólvora y pronto los mercaderes de Port Royal mandaron cazarrecompensas en
busca de Rackham, que fue acorralado en la isla de Pinos (actualmente isla de
la Juventud, en la parte suroccidental de Cuba). Este hecho (el que los piratas
fueran robados por otros piratas) era habitual en aquellas peligrosas aguas,
donde la única ley que parecía imperar era la del más fuerte.
Litografía de Jack Rackham |
Atrapado, Rackham y su tripulación abandonaron su barco para
esconderse en la selva, con lo que los navíos enviados contra ellos se hicieron
con todo el botín acumulado. No obstante, la suerte no le abandonó del todo,
pues logró mediante argucias apoderarse de un balandro inglés llamado “Revenge”, que había sido capturado por
los guardacostas españoles. Nuevamente en el mar, y consciente de que la vida
de pirata era sumamente peligrosa y que sólo era cuestión de tiempo que acabara
al extremo de una soga, decidió poner rumbo a New Providence (en las Bahamas) y
acogerse al "Perdón Real" ahora que todavía estaba a tiempo.
Flechazo en la
taberna del puerto
Rackham regresó a New Providence y suplicó el Perdón Real a
Woodes Rogers, que había sido nombrado gobernador de las Bahamas. Alegó que
había sido su anterior jefe, Charles Vane, el que le había obligado a
convertirse en pirata y que él no sentía inclinación por esa vida. No sabemos
si por ingenuidad o por el odio que Rogers sentía hacia Vane, el caso es que el
gobernador concedió finalmente el indulto a Rackham en 1719, librándole de
todos los cargos de piratería que pendían sobre él.
Cuadro de Woodes Rogers y su familia |
Mientras esperaba dicho indulto Rackham vivió en New
Providence, y no teniendo nada mejor que hacer, se pasaba las noches en las
tabernas del puerto contando sus aventuras. En una de esas cantinas, conoció en
cierta ocasión a una mujer llamada Anne Bonny, e inmediatamente empezó a
cortejarla. La mujer, famosa por su belleza y por su carácter violento, le
correspondió y ambos iniciaron una relación. Rackham gastó mucho de su dinero
en ella, y pronto Anne quedó embarazada. El asunto no debería haber tenido
mayor trascendencia de no ser por un pequeño detalle: Anne Bonny estaba casada,
y el adulterio era un delito muy serio en aquella época.
Anne Bonny |
La relación se hizo pública y el gobernador amenazó con
azotar a Anne por adúltera. Ante la situación, Anne convenció a Rackham de que
la raptara, consiguiera una tripulación y robaran un barco para huir. El
enamorado Rackham se dejó convencer y reclutó a un grupo de desocupados
piratas para que les siguieran, robando una corbeta propiedad de un comerciante
local llamado John Ham. Pusieron rumbo a Cuba, donde Anne dio a luz a un niño. Cuando
se les acabó el dinero, Rackham (consciente de que la presencia de una mujer
entre la tripulación era un signo de mal agüero entre los supersticiosos
marineros) convenció a Anne de que dejaran al niño al cuidado de unos amigos de
la mujer y se uniera a él en sus correrías, aunque disfrazada de hombre y con el
nombre de Adam Bonny. Comenzaba así su segunda etapa como pirata, esta vez en
pareja, y poco después de haber conseguido el indulto por las fechorías
cometidas en la primera.
Mary Read aparece en
escena
La estrategia de Rackham en esta ocasión fue muy similar a la
que había seguido con anterioridad: asaltar pequeñas embarcaciones para hacerse
con el poco botín que pudieran llevar. Su mayor premio fue atrapar en Cayo
Esquivel a tres buques que llevaban en sus bodegas gran parte del oro y joyas
de una rica familia española de Matanzas (Cuba). El astuto Rackham hundió dos
de ellos después de emboscarlos y fue en persecución del navío principal, que a
la vista de la bandera pirata se rindió en el acto. Sin embargo, Rackham
desconfió de la maniobra y asaltó el barco con gran violencia, no dejando a
nadie con vida. Se cuenta que desembarcó el tesoro y lo enterró en algún lugar
no identificado de Cuba.
Mary Read |
Durante varios meses, Rackham y su tripulación se
convirtieron en la pesadilla de las aguas que corrían entre Cuba y Jamaica, sin
que ninguno de los barcos enviados en su busca consiguiera dar con él. El
tripulante Adam Bonny luchaba junto al resto de los miembros de la tripulación,
y a menudo mejor que ellos. El hecho de que compartiera el dormitorio del
capitán en el castillo de popa era algo que no tenía mayor importancia en vista
de la bravura que demostraba en combate; a fin de cuentas todo el mundo tenía debilidades.
Fue por aquel tiempo que asaltaron un mercante y se hicieron con su cargamento.
Entre los tripulantes del mercante se encontraba un muchacho bien parecido que
respondía al nombre de Mark Read, que pidió unirse a la tripulación de Rackham.
Éste no puso impedimento (era una práctica habitual cuando los barcos piratas
se iban quedando sin tripulación), pero aquel chico resultó no ser un chico,
sino una mujer llamada Mary Read.
Anne descubrió el secreto de Mary y ambas se hicieron muy
amigas, tanto que el celoso Rackham pronto pidió explicaciones a Anne sobre la
cercanía que tenía con el nuevo tripulante. Mary confesó que era una mujer y
Rackham la dejó quedarse junto al resto de la tripulación, en la que, al igual
que Anne, demostró una bravura muchas veces superior a la de sus compañeros.
Mary acabó enamorándose de uno de los miembros de la tripulación y se casaron
según los ritos de la piratería.
La bandera pirata de
Jack Rackham
Uno de los objetos que inmediatamente asociamos a los piratas
es su bandera, que recibe el nombre de “Jolly
Roger”. En principio, dichas banderas las utilizaban los corsarios y eran
de color rojo (“Red Jack”) por orden
del propio Almirantazgo británico, supuestamente para simbolizar la sangre que
derramarían si el barco atacado no se rendía sin luchar. El color decía a las
claras cuáles eran las intenciones de los corsarios: “No se perdonará ninguna vida, no se harán preguntas”. Sin embargo,
pronto su color cambió a negro (aunque algunos piratas posteriores, como
Christopher Moody, mantuvieron el rojo original).
Banderas de los principales piratas del Caribe |
Jolly Roger de Jack Rackham |
El origen del término Jolly
Roger no está del todo claro, y para explicarlo se barajan varias teorías. Pero
parece que la correcta es que es una variante de “Old Roger”, primer nombre que recibió dicha bandera. El término Old Roger hace referencia en el idioma
inglés al Diablo. Como detalle final, y adelantando acontecimientos, decir que
tras la muerte de Jack Rackham todas sus posesiones fueron heredadas por Anne
Bonny, incluidos su barco y su bandera, y que cambió un poco el diseño de ésta sustituyendo uno de los sables por una pistola, en homenaje a su amiga Mary
Read.
Captura y ejecución
Las correrías de Rackham (entre las que se encontraba la
captura de la corbeta “William”,
anclada en el puerto de Nassau en las Bahamas) provocaron que el gobernador de
Jamaica, Richard Lawes, mandara en su busca a un cazador de piratas llamado Jonathan
Barnet. En octubre de 1720, Barnet encontró el barco de Rackham en Nigril Bay
(Jamaica) y los acorraló. Tras ser conminados a rendirse, el barco de Rackham
respondió con un cañonazo a lo que Barnet contestó con una andanada que causó
graves destrozos. Se dice que la mayoría de los tripulantes del barco de
Rackham estaban borrachos y apenas opusieron resistencia a su captura, a
excepción hecha de Anne Bonny y Mary Read, que lucharon como fieras antes de
poder ser reducidas.
Cargos contra Rackham y su tripulación |
Rackham y su tripulación fueron llevados a Spanish Town
(capital por aquel entonces de Jamaica) y juzgados. Anne Bonny y Mary Read se
libraron de ser sometidas a juicio alegando estar embarazadas (su argumento fue
la antológica frase “abogamos por
nuestros vientres, señor”). El 16 de noviembre de 1720 fueron todos
condenados a la horca, y la sentencia se cumplió al día siguiente. A pesar de
su condición de prisionera, Anne Bonny obtuvo permiso para visitar a Rackham en
sus últimas horas, aunque las últimas palabras que le dirigió fueron las
siguientes:
“Siento verte así Jack, pero si hubieras luchado como un hombre, no te colgarían ahora como a un perro”
Desaparecía así uno de los piratas más extravagantes y a la
vez más típicos de la Historia. Tras su muerte, el cuerpo de Jack Rackham fue
embreado y puesto en una jaula como advertencia a futuros piratas. El lugar
donde fue expuesto se conoció desde entonces como Dead Man Cay (“Cayo del hombre muerto”), aunque con el
tiempo pasó a llamarse Rackham Cay (“Cayo
Rackham”). La leyenda cuenta que las últimas palabras de Jack Rackham
fueron “Desdichado sea aquel que
encuentre mis innumerables tesoros, ya que no habrá barco ninguno que encima
pueda cargarlos todos”, aunque este hecho pertenece más al folklore que a
un hecho comprobado.