Tsavo, el reinado del horror

Desde el inicio de los tiempos se han contado innumerables historias sobre terribles animales que devoraban seres humanos. Algunos de estos animales eran mitológicos y otros reales, pero todos tenían en común el gran terror que habían causado entre la gente, hasta el punto de que el relato de las matanzas había calado en el imaginario popular y las historias se contaban de generación en generación, a menudo adornadas y exageradas para darles realce y enfatizar el pánico que se había sentido.

Carátula en DVD de la película "Los demonios de la noche"
De todas estas historias, la de los leones de Tsavo es una de las más conocidas. Dio lugar a muchos libros y varias películas (la última “Los demonios de la noche”, protagonizada por Michael Douglas y Val Kilmer), y hasta hace bien poco los estudios combinados de varios científicos no han podido separar la realidad del mito. La historia lo tiene todo: unos terroríficos devoradores de hombres, un héroe que logra acabar con ellos y un aura de terror que sigue flotando sobre el lugar. Esta es la verdadera historia de los leones de Tsavo.

La “Uganda Railway

A finales del siglo XIX África se encontraba dividida entre las potencias europeas. Gran Bretaña dominaba gran parte del continente, habiendo sido la única que había logrado conectar con sus colonias tres mares: el Mediterráneo por Egipto y el Atlántico y el Índico por Sudáfrica. Sus colonias africanas estaban todas unidas de norte a sur, algo que ninguna potencia europea había conseguido. En estas circunstancias, la construcción de infraestructuras y vías de comunicación eran prioritarias para los británicos.

Situación de Tsavo
Es en este contexto en el que se proyectó y empezó a construir en 1898 una línea de ferrocarril entre Mombasa (en Kenia, a orillas del Índico) y Kampala (en Uganda, a orillas del lago Victoria). Esta línea conectaría el más importante puerto del este de África con la perla de las ciudades británicas en el continente, atravesando el desierto de la tierra de las masai y salvando el desnivel de la falla del Rift. El proyecto recibió el nombre de “Uganda Railway”, aunque muchos lo consideraron tan descabellado que pronto empezó a llamársele “The Lunatic Express”. La obra empleaba a miles de trabajadores indios, que vivían en campamentos temporales diseminados a través de la línea ferroviaria, en condiciones muy precarias y cuidándose constantemente de la viruela y la malaria.

Coronel John Henry Patterson
La obra se encontró con un obstáculo formidable: el caudaloso río Tsavo. El ingeniero militar coronel John Henry Patterson fue el encargado en marzo de 1898 de idear y construir un puente que uniera las dos orillas del río y soportara el peso del ferrocarril. Patterson había servido en la India y tenía una amplia experiencia como cazador de tigres, algo que le resultaría muy útil en lo que estaba por venir. Tsavo significaba “lugar de matanza” en el idioma de los kamba, la tribu que poblaba esta zona, en recuerdo de las batallas entre ellos y sus vecinos masai

Fantasma y Oscuridad

Durante la construcción del puente, dos leones empezaron a sembrar el terror entre los trabajadores indios y los lugareños. Sacaban a los hombres de sus tiendas a rastras para devorarlos en la oscuridad cercana. Incluso atacaban de día, invisibles hasta el último momento entre los altos matorrales. En un principio, la astucia de los leones le hizo pensar a Patterson que se trataba de un complot de los trabajadores, que hablaban de demonios y huían de sus puestos, pero el descubrimiento de los restos devorados de algunos cuerpos le confirmó la presencia de los devoradores de hombres. Cuando halló el cuerpo de su criado Ungar Singh relataría:

“Todo el terreno está cubierto de sangre y fragmentos de huesos, aunque la cabeza del infortunado estaba intacta salvo por los agujeros que le habían producido los colmillos del león… Fue la visión más horripilante que he tenido en mi vida.”

Patterson nunca había visto leones como aquellos. No tenían melena, y eran sorprendentemente grandes a pesar de ser jóvenes. Ante el pánico reinante que amenazaba con que los trabajadores se sublevaran y la obra se paralizase, ordenó construir cercados de espinas (bomas) y barreras de fuego rodeando el campamento. Sin embargo, los leones lograban romper las cercas silenciosamente y entrar en el interior, cobrándose la siguiente víctima. Además, los felinos demostraron una sorprendente inteligencia para librarse de las trampas que Patterson les ponía. Se adelantaban a cada movimiento del coronel evadiendo las numerosas tentativas que hacía para cazarlos.

Construcción del puente sobre el río Tsavo
Entre los trabajadores africanos de la construcción empezó a crearse la superstición de que esos leones no eran normales, sino la reencarnación de antiguos guerreros muertos en la zona enviados allí por algún hechicero para paralizar las obras del ferrocarril. Se les bautizó como “Ghost” (Fantasma) y “Darkness” (Oscuridad). Se decía que no sólo cazaban para comer, sino también por diversión y para entrenarse. Aunque cada noche mataban a varios hombres, sólo arrastraban a uno fuera para devorarlo. El número de sus víctimas fue aumentando.

La construcción se paraliza

Sin un motivo aparente, los ataques desaparecieron de pronto. Quizás fue debido a un aumento de las presas salvajes en la zona o al acoso permanente a que estaban siendo sometidos, que en ocasiones les impedía devorar a sus presas con tranquilidad. Al cabo de un tiempo sin ataques, los trabajadores y el propio Patterson pensaron que los felinos se habían ido a otras áreas de caza. La vigilancia empezó a relajarse, algo que pronto se reveló fatal.

Una de las trampas de Patterson
Porque tal y como se fueron regresaron. Una noche, uno de los leones saltó limpiamente el vallado de tres metros que rodeaba el campamento y arrastró a uno de los hombres a través de las ramas de espino que formaban dicha valla. Fuera le esperaba el otro león, y allí mismo empezaron a devorar al infortunado, ante la impotencia de todos. Patterson revelaría estos actos de los leones como perturbadores, pues al horror de ver o escuchar cómo una persona era arrastrada por las fauces de un devorador de hombres, se sumaba la confianza que iban adquiriendo los leones, que devoraban a su presa cerca del lugar, sin que pudieran ser localizados en la oscuridad de la noche; asimismo, describe un crujido de huesos y un rumor que aseguró parecer como un placentero ronroneo, sonidos que tardarían tiempo en desaparecer de su cabeza.

Las deserciones de los trabajadores empezaron a contarse por centenares. Nadie quería quedarse por miedo a ser la siguiente víctima de los devoradores de hombres, ante el manifiesto fracaso de Patterson en acabar con ellos. La construcción se paralizó durante tres semanas, hasta que Patterson pudo por fin matarlos.

La muerte de los leones

Matar a los felinos que estaban poniendo en peligro la construcción de su puente empezó a convertirse en una obsesión para Patterson. A principios de diciembre de 1898, construyó un machan (especie de tarima sobre 4 postes verticales) apenas resistente desde el que divisaba la zona y pasó varias noches encaramado allí. Finalmente el 9 de diciembre, con un asno muerto por los propios leones como cebo, uno de ellos apareció.

Patterson con el primer león
Si Patterson se hubiera dormido sin duda habría sido la siguiente víctima. El león ignoró el cebo y fue directamente a por el cazador. Patterson logró herirle en los cuartos traseros pero el felino escapó. Al rato apareció de nuevo y Patterson le disparó varias veces más. Por la mañana le siguió el rastro y lo encontró muerto. Tenía 5 heridas de bala. El león medía tres metros de la cabeza a la cola y pesaba 225 kilos. Se necesitaron 8 hombres para transportarlo al campamento.

Segundo león
Tres semanas después, el 29 de diciembre, Patterson lograba herir al segundo león, al cual persiguió a lo largo de medio kilómetro con su porteador de armas, hasta que se encontró con el ataque fatal del animal. Tras dispararle 5 veces consecutivas, Patterson tuvo que huir a un árbol, donde ya se había refugiado su porteador. Disparó nuevamente al león, acertándole en el pecho y la cabeza, y finalmente cayó abatido. Según Patterson, el felino murió mordisqueando una rama de un árbol caído tratando de alcanzarle.

La cueva de los leones

Patterson encontró la cueva de Fantasma y Oscuridad y se horrorizó ante la gran cantidad de huesos humanos que había. Parecía que los leones los coleccionaban como trofeo. Este comportamiento no es propio de estos felinos, ya que devoran sus presas y abandonan sus restos en campo abierto. Fue algo muy controvertido entre los científicos, más aún después de no encontrar la cueva que Patterson fotografió. En 1997 fue redescubierta, pero lo encontrado allí no permite sacar conclusiones definitivas. Muchos dicen que lo que el coronel encontró fueron restos de enterramientos de las tribus locales.

Fotografía de Patterson de la cueva de los leones

La misma cueva en 1997
Las pieles de los leones sirvieron como alfombras en la casa de Patterson durante 26 años, hasta que en 1924 las vendió por 5.000 dólares al Museo Field de Historia Natural de Chicago. También les vendió los cráneos. En el Museo, las pieles fueron preparadas para montar la figura de dos leones que todavía siguen expuestos al público. Entre que las pieles no llegaron en demasiado buen estado y que la reconstrucción es manifiestamente mejorable, el aspecto de los dos felinos es más grotesco que terrorífico. Patterson publicó en 1907 el libro “Los devoradores de hombres de Tsavo”, donde narraba su versión de los hechos.

La compañía documentó 28 casos de trabajadores muertos por los leones. Probablemente hubo más, ya que de las muertes de los lugareños no se guardaba expediente alguno. Recientes estudios han demostrado que uno de los leones comió el equivalente a 11 personas y otro 24, un total de 35 personas devoradas. Patterson daba una cifra (con seguridad exagerada) de 140 víctimas. La cifra real puede ser mayor que los 35 de los últimos estudios, si atendemos los testimonios de la época de que los leones mataban a varias personas cada noche pero sólo se comían a una.

Fantasma y Oscuridad en el Museo Field de Chicago
Con la muerte de Fantasma y Oscuridad sólo se acabó un capítulo de la historia de los devoradores de Tsavo. De hecho, apenas transcurridos dos meses de la construcción del puente, en marzo de 1899, el ingeniero de carreteras O’Hara era víctima de un nuevo devorador. Esa noche había salido de su tienda, tras avisarle su esposa de la presencia de un león. Sin embargo, volvió a ella pensando que tan sólo había sido un susto propiciado por un asno. Como hacía mucho calor y pensando que no existía peligro alguno, dejó la tienda abierta y siguió durmiendo. De pronto, una leve sensación como si le retiraran la almohada despertó a la señora O’Hara: su marido no estaba. Al salir fuera de la tienda, lo encontró muerto a 2 metros de ella, y a su lado un enorme león la miraba. El devorador había hecho presa en su cabeza penetrándole el cráneo con sus colmillos hasta el cerebro, provocándole una muerte instantánea y silenciosa con la que el felino pretendía llevarse su cuerpo. El disparo de un rifle ahuyentaría al felino, que regresaría a los 10 minutos en busca de su presa, pasándose la noche rondando la tienda del desafortunado ingeniero a pesar de los disparos que intentaban herirle. El león sería abatido varias semanas después con un dardo envenenado.

Las razones de que mataran hombres

Los leones de Tsavo tienen fama de ser los más peligrosos y agresivos del continente. A veces no dudan en saltar sobre un todoterreno de turistas y golpear sus ventanas o morder las ruedas. Su aspecto difiere bastante del león nubio, el más estudiado y que campa por Tanzania, Etiopía y gran parte de Kenia a pesar de pertenecer ambos a la misma especie. Podemos destacar su gran tamaño, ya que pueden superar los 3 metros de longitud y pesar hasta 50 kilos más que sus parientes de la sabana. Por otra parte, los machos participan tan activamente o más que las hembras en la caza. Además, generalmente no poseen melena, o en su caso, está formada por una rala cresta y enmarañadas patillas. Expertos naturalistas y científicos han estudiado estos leones llegando algunos a la conclusión de que podrían ser una subespecie primitiva emparentada con los extintos leones del Norte de América y Europa (leones cavernarios), teoría que se ve reforzada por sus notables diferencias morfológicas y la inusual tendencia de esta especie a vivir en cuevas.

El estudio de los cráneos de estos dos felinos verificó que se trataban de leones sanos; y aunque Fantasma tenía un colmillo roto y su cráneo había sufrido una deformación en la primera fase de su vida, se descartó que fuera motivo alguno para inutilizarlo pues igual siguió alimentándose de presas salvajes. El estudio de sus dientes demostró que no devoraban sólo a seres humanos, tan sólo era una presa más que se incluía en su menú habitual de búfalos, cebras, impalas o facóqueros.
 
Diversas fotografías hechas por Patterson (A, C, E)
y fotografías actuales de los dientes de los leones (B, D)
Este estudio, publicado en la revista “Proceedings”, llegaba a algunas conclusiones sorprendentes. Por ejemplo, la dieta de uno de los leones estaba compuesta casi al 50% de humanos, siendo el resto herbívoros de otras clases; sin embargo, el otro león apenas estaba interesado en comer carne humana, aunque la probaba de vez en cuando. A pesar de eso, ambos animales trabajaban en equipo, ya sea para cazar hombres o cualquier otra presa. Este es un comportamiento extremadamente inusual, y más con presas fáciles como las personas.

Queda la incógnita de cómo se aficionaron a la carne humana. Es muy probable que lo hicieran cazando a los enfermos y débiles que las caravanas de esclavos con destino a Zanzíbar dejaban atrás, y que en su ruta tenían que cruzar el río Tsavo. Otra posible explicación es que se vieran atraídos por los restos de las cremaciones hindúes de los trabajadores del ferrocarril.

En cualquier caso, el “reinado del horror” (como lo bautizó Patterson) dio lugar como dije al principio a varios libros y películas. La última de ellas se tituló en España “Los demonios de la noche”, con Val Kilmer como Patterson. Y no puedo despedir el artículo sin decir que el cazador americano interpretado por Michael Douglas es un personaje creado para la ocasión y no existió realmente. Claro que la misión del cine no es ser riguroso históricamente, sino entretener; y esta película cumple esa misión.
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