Los marineros siempre han tenido fama de supersticiosos. La
lista de objetos y prácticas que dan mala suerte en un barco es prácticamente
infinita, desde llevar un paraguas a bordo o silbar en el curso de una travesía
(se consideraba que ambas cosas atraían a las tormentas) a infligir daño a un
albatros (se creía que los marineros muertos se reencarnaban en ellos). Asimismo,
en la historia militar se han producido innumerables casos de incompetencia, y
algunos de ellos ya los hemos narrado en anteriores artículos (véanse, por
ejemplo, “La batalla de Karánsebes” y “El ataque inglés a Cádiz de 1625”).
USS William D. Porter |
Lo que no es nada común en la Historia es encontrar un
episodio en que incompetencia y mala suerte vayan unidas. Este es el caso del
barco del que hablamos en este artículo. Las peripecias que le acontecieron al
destructor USS William D. Porter (más
conocido dentro de la flota norteamericana como “Willie Dee”) parecen escritas por los Hermanos Marx, con aderezos
de los Monty Python. Episodios de incompetencia iban seguidos de otros de pura
mala suerte, hasta hacer de este barco el más gafe del que se tenga noticia. Conozcamos
un poco mejor su increíble historia.
El ancla y la carga
de profundidad
Botado el 27 de septiembre de 1942, el Porter era un destructor de la clase Fletcher. Entró en servicio el
6 de julio de 1943 con una tripulación formada en su mayoría por chicos
jóvenes (su media de edad era de 24 años). Incluso su capitán, Wilfred Walter, era joven para el puesto. Pero
no debemos extrañarnos, ya que eso era lo normal en la marina norteamericana de
la época. Como todos los de su clase, demostró unas muy buenas cualidades
marineras durante sus pruebas en el mar. Una vez finalizadas dichas pruebas,
fue asignado a la Base de Norkfold a finales de septiembre y desde allí fue
realizando diversas pruebas de combate junto a otros navíos de la flota. Todo
parecía ir de maravilla, puesto que el barco daba muestras de buen
comportamiento en batalla. Así que, en noviembre de 1943 recibió la orden de
dirigirse a la desembocadura del río Potomac y esperar instrucciones para su
próxima misión.
USS Iowa |
Y esa misión no era cualquier misión. Se trataba nada menos
que de dar escolta al acorazado USS Iowa (considerado
entonces el buque insignia de la Armada estadounidense), que transportaba al
Presidente Roosevelt hasta el puerto africano de Mers el-Kebir, desde donde
viajaría a las conferencias de El Cairo y Teherán a reunirse con Churchill y
Stalin. Junto a Roosevelt viajaban el Secretario de Estado Cordell Hull, el
Jefe de Operaciones Navales Ernst J. King y un grupo de generales y
personalidades hasta un total de 80 miembros de la delegación. El Porter formaría parte de la escolta
junto a otros dos destructores y dos portaaviones ligeros, y su misión
consistiría en dar protección antisubmarina a la escuadra en su viaje atravesando
el Atlántico (infectado de submarinos alemanes, los temibles U-Boot).
Churchill, Roosevelt y Stalin en Teherán (1943) |
Los novatos del “Willie
Dee” estaban causando muchos problemas, pero la cosa iba a empeorar. Una
enorme borrasca afectó al convoy, lo que ralentizó su marcha, pero lo malo es
que una ola barrió la cubierta del Porter
arrastrando a un marinero. Dada la naturaleza de la misión, la escuadra no
podía pararse para realizar una labor de rescate, por lo que el marinero fue
dejado a su suerte y murió. Poco después, las máquinas empezaron a perder
potencia, por lo que el convoy se vio obligado a ralentizar su marcha hasta que
se pudiera reparar la avería. Cuando finalmente lo consiguió, el Porter tardó varias horas en alcanzar su
posición en la escuadra. El Almirante al mando de la misión, Ernst J. King,
estaba empezando a hartarse de los novatos del “Willie Dee”, así que llamó a su capitán Wilfred Walter a bordo del Iowa y le abroncó duramente. Walter
regresó al Porter de bastante mal humor
e impuso durante los días siguientes un duro programa de adiestramiento a la
tripulación, decidido a no fallar más.
El torpedo
Quizá para calmar los alterados ánimos de todos, el 14 de
noviembre Roosevelt propuso a la tripulación del Iowa que le hiciera una demostración de sus defensas antiaéreas.
Varios globos meteorológicos se soltaron y, cuando estaban a suficiente altura,
fueron barridos por una ola de fuego del acorazado. El Porter, a 6.000 metros de distancia, observaba el ejercicio cuando
vieron que los restos de los globos eran arrastrados en su dirección por el
viento. Ansiosos de agradar, se sumaron a la fiesta, y dispararon contra dichos
restos (algunos incluso hicieron blanco). El capitán del Porter estaba crecido, así que ordenó un simulacro de ataque con
torpedos. La diferencia entre un simulacro y un ataque real era que en el simulacro se
retiraban las cargas que lanzaban al torpedo fuera del tubo (y por lo tanto el
torpedo no saltaba al agua), pero por todo lo demás era idéntico. Naturalmente,
para que el simulacro fuera correcto y sirviera de algo, se necesitaba apuntar
a un blanco real. Y nada mejor que apuntar al Iowa, que con sus 270 metros de eslora ofrecía un blanco perfecto.
Se simuló el lanzamiento del primer torpedo, que por supuesto
no salió del tubo. Después de comprobar el rumbo que habría tomado, se simuló
el lanzamiento del segundo torpedo, que por supuesto tampoco salió del tubo.
Tras nuevamente comprobar el rumbo que habría tenido, se dio la orden de lanzar
el tercer torpedo… y todos escucharon horrorizados que el torpedo esta vez sí
que salía del tubo, caía al agua y se dirigía contra el Iowa.
¡Acababan de lanzar un torpedo contra el Presidente! Como se había impuesto el
silencio de radio, Walter ordenó que se le hicieran señales luminosas en morse
al Iowa informándole de que había un
torpedo en el agua. El nervioso marinero encargado de hacerlo, se equivocó y
transmitió que el torpedo se alejaba del Iowa.
Inmediatamente, consciente de que se había equivocado, intentó transmitir al
acorazado que pusiera sus máquinas en “Atrás
toda”, pero se equivocó nuevamente y en realidad transmitió que el Porter se había quedado atascado en “Atrás toda”.
Torpedo saliendo de un destructor |
En vista de que el Iowa
no hacía nada (algo normal, dado los confusos mensajes que recibía), Walter decidió
romper el silencio de radio, y transmitió nervioso “¡Lion (León), Lion, responda rápido!”. Cuando se le preguntó la
razón por la que había roto el silencio, Walter, frenéticamente dijo “¡Torpedo en el agua! ¡Lion, caiga a
estribor! ¡Emergencia! ¡A estribor, Lion, caiga a estribor!”. Por suerte
para todos, los tripulantes del Iowa
no eran unos novatos, así que inmediatamente empezaron la maniobra a toda
máquina, mientras tocaban zafarrancho de combate. El viraje fue tan violento
que Roosevelt, todavía en la cubierta sentado en su silla de ruedas, casi salta
por la borda. Sus guardaespaldas tuvieron auténticas dificultades para sujetarlo,
e incluso uno de ellos sacó su pistola dispuesto a disparar al torpedo.
Afortunadamente, la maniobra evasiva tuvo éxito y el torpedo
pasó de largo explotando en la estela del Iowa.
Todos en el Porter dejaron de
contener el aliento cuando vieron que el torpedo había fallado, pero
inmediatamente volvieron a contenerlo cuando vieron a las tres torres triples
de 406 mm del Iowa apuntarles con la
seria amenaza de dispararles y echarlos a pique. En el acorazado no sabían si
había sido un error o un atentado premeditado, así que exigieron respuestas
inmediatas. Walter sólo pudo balbucear “Perdón,
hemos sido nosotros”. Tras analizar la situación, un encolerizado (hasta
extremos difíciles de describir) Ernst J. King expulsó al Porter del convoy y le ordenó que tomara inmediatamente rumbo a la
base de Bermuda. Al final del día, Roosevelt escribió en su diario: “Lunes, demostración de artillería. El Porter
nos lanzó un torpedo por error. Lo vi, falló por unos 1.000 pies (300m)”
La estancia en el
Ártico y el incidente del cañón
Cuando el Porter
arribó a la base de Bermuda, una unidad especial de marines le estaba
esperando. Asaltaron el barco sin ningún miramiento y arrestaron a toda la
tripulación. No sólo tuvo el dudoso honor de ser el primer barco que lanzaba un
torpedo a su Presidente, sino que también el Porter fue el primer barco en que toda su dotación fue arrestada.
De inmediato, empezaron los interrogatorios: ¿Había espías nazis? ¿El objetivo
era matar al Presidente o sólo abortar la reunión? Que el capitán tuviera un
nombre “tan alemán” no ayudaba, desde
luego. Y el hecho de que los detonadores de los torpedos no apareciesen suponía
un problema para la investigación; hasta que el marinero Dawson confesó que se
había olvidado de retirar la carga del tercer torpedo y que, en vista del jaleo
que se había armado, tiró todos los detonadores al mar para ocultar lo
ocurrido. La investigación concluyó que no había espías a bordo y que todo
había sido un accidente debido a la monumental torpeza de Dawson, que fue
condenado a 14 años de trabajos forzados (aunque Roosevelt le otorgó un perdón
presidencial y ordenó a la Marina que no tomara represalias contra él).
Base de Dutch Harbor |
La Marina decidió enviar al Porter a aguas en las que no pudiera hacer daño, así que lo destinó
a Dutch Harbor, en pleno Ártico. Allí patrullaría las heladas aguas de Alaska y las
Islas Aleutianas, donde no había posibilidad de que disparase a ningún
presidente. Aunque la Marina trató de silenciar el incidente del torpedo, la
noticia corrió como la pólvora y pronto todos los marinos estadounidenses la
conocieron, de modo que cuando veían al “Willie
Dee” siempre lo saludaban con “¡No
disparen, somos republicanos!” (Roosevelt era demócrata) o “¡Alto el fuego, nosotros no votamos a
Roosevelt!”. Ser destinado al Porter
era considerado casi un castigo. La tripulación llevaba con resignación la fama
de torpes, así que se esforzaron por hacer bien su trabajo para quitársela. Y
el caso es que lo fueron consiguiendo, ya que cada vez eran más expertos y los
errores se fueron convirtiendo en algo aislado. Todo iba bien… hasta el
incidente del cañón.
Y es que durante un permiso entre dos periodos de maniobras,
uno de los marineros regresó borracho al barco y no se le ocurrió mejor idea
que disparar la artillería principal del buque. Así que se subió a una de las
torretas, elevó un cañón y disparó antes de que pudiera ser detenido. El
destino, la mala suerte o como se quiera llamar hizo que dicho cañón estuviera
apuntando precisamente a la residencia del comandante de la base, que en ese
momento estaba celebrando una fiesta con los principales oficiales y sus
esposas. El proyectil estalló en el jardín delantero de la casa, y muchos de
los invitados salieron nerviosos a escrutar el cielo buscando bombarderos
japoneses. Afortunadamente nadie salió herido (salvo el césped de la casa),
pero la reputación del “Willie Dee”
volvió a caer bajo mínimos.
Gran final en el
Pacífico
Pero a pesar de esa reputación, la Marina no podía permitirse
el lujo de tener a un barco ocioso en el Ártico por muy gafe que fuera. La
guerra en el Pacífico estaba tocando a su fin, y todos los recursos disponibles
eran necesarios. Así que el Porter
tomó rumbo hacia el Pacífico occidental y empezó a participar en misiones de
escolta en Filipinas, y posteriormente en los desembarcos de Mindoro y el Golfo
de Lingayen. Su comportamiento fue normal, y aunque todos lo vigilaban por si
se le ocurría hacer de las suyas, por una vez el Porter estuvo a la altura de
las circunstancias. A finales de marzo de 1945 fue asignado como apoyo de las
fuerzas que invadirían la isla de Okinawa, y nuevamente la mala suerte se cebó
en nuestro destructor.
Y es que a pesar de haber cambiado de capitán (Charles M.
Keyes había sustituido al infortunado Wilfred Walter), la cabra siempre tira al
monte. En los primeros compases de la batalla de Okinawa, y teniendo la misión
de bombardear las defensas de la isla como preparación al desembarco, acribilló
accidentalmente al USS Luce. Poco
después fue asignado a la defensa contra los kamikazes que asolaban los barcos norteamericanos y que estaban
causando cuantiosas bajas entre la flota. Uno sólo de esos aviones llevaba a
bordo suficiente explosivo como para hundir un destructor medio, y derribarlos
era fundamental antes de que consiguieran acercarse siquiera a uno de los
barcos. El buque derribó cinco de ellos. Desafortunadamente, y fiel a su
desastrosa reputación, también derribó tres aviones propios.
El Porter hundiéndose |
El 10 de junio, una formación de kamikazes fue detectada por la barrera de destructores, y uno de
los aviones picó hacia el Porter. El
destructor formó inmediatamente una barrera antiaérea, pero el avión picó para
esquivarla y recuperó la sustentación a pocos metros de las olas. Finalmente,
los artilleros del Porter
consiguieron alcanzarle a menos de 50 metros del barco, y el avión cayó al mar.
Todo parecía estar solucionado… ¿O no? Y es que el avión (un D3A1 “Val”, obsoleto como avión de combate
pero no como kamikaze) había entrado
limpiamente en el agua sin explotar y continuaba su trayectoria por debajo de
las olas, con tan mala suerte que explotó justo debajo del “Willie Dee”. La explosión fue tan fuerte
que el barco saltó en el agua, y las grietas y los daños al destructor fueron
irreparables. Tres horas después, el USS
William D. Porter se hundía, no sin antes haber evacuado a toda su
tripulación.
Se escenificaba así un final a la altura del resto de la
trayectoria de este auténtico gafe de los mares. El Porter, fiel a su mala suerte, fue hundido por un avión que ya
había sido derribado. Curiosamente, siempre cuidó bien de su tripulación, y la
única baja que tuvo en su historia fue la del marinero que se perdió en el
Atlántico durante su misión de escolta a Roosevelt. Una misión que se mantuvo en
secreto hasta 1958, año en que se desclasificaron los documentos relativos al
caso. Y a pesar de recibir cuatro estrellas de combate por sus servicios
durante la Segunda Guerra Mundial, el nombre del USS William D. Porter fue borrado del registro naval el 11 de junio
de 1945. Nunca más ningún barco llevó ese nombre. Con lo supersticiosos que
son los marineros, no es de extrañar.
Muy buena historia
ResponderEliminarMuy bueno el artículo. Gracias.
ResponderEliminarEsto si que es ser gafe. Madre mía.
ResponderEliminarGafe e incompetente
EliminarExcelente trabajo.
ResponderEliminarGracias Juanjo
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