A lo largo de su historia, Roma obtuvo innumerables
victorias, pero también sonoras derrotas. Algunas de ellas quedaron en la
memoria colectiva romana como grandes desastres. Así, por ejemplo, la derrota
en Alia que llevó a que los galos saquearan la ciudad era recordada como un día
nefasto. Asimismo, el desastre de Varo en Teutoburgo y la consiguiente pérdida
de tres legiones dejó desguarnecidas las fronteras del Rin, y de no ser por el
valor de las pocas tropas disponibles los germanos habrían invadido la Galia,
quién sabe con qué consecuencias.
Arqueros partos disparando hacia atrás |
El patito feo del
triunvirato
En el año 60 a.C. se formó en Roma el llamado Primer
triunvirato, formado por Gneo Pompeyo, Marco Licinio Craso y Julio César.
Pompeyo era un afamado general que había obtenido un triunfo tras aplastar la
rebelión de Sertorio en Hispania; Craso era considerado el hombre más rico de
Roma, además de haber derrotado a Espartaco en la batalla del río Silario
(aunque para su desgracia la victoria, al conseguirse frente a esclavos que
eran considerados seres inferiores, no fue premiada con un triunfo sino con una
distinción de segundo orden llamada ovatio);
César era el único que no tenía poder alguno, y en esos primeros momentos
actuaba como mediador entre los otros dos.
Marco Licinio Craso |
Pocos años después, la situación había dado un vuelco. César estaba
consiguiendo derrotar a las tribus galas y empezaba a anexionar a Roma la rica
provincia de la Galia, y el prestigio militar de Pompeyo se había mantenido
intacto con los años. El único al que le faltaba una gran victoria a juicio
de sus conciudadanos era a Craso. A sus ojos tenía dinero y poder, pero le
faltaba la gloria. Así pues, en el 56 a.C. los tres firmaron un acuerdo por el
que a César se le renovaba el proconsulado en la Galia y establecían una asistencia mutua para la elección de Pompeyo y Craso para el consulado (el
cargo más importante de la República romana). Además a Craso se le concedía el
gobierno de Siria. Era la oportunidad que buscaba para obtener la gloria
militar que tanto ansiaba. Su plan más ambicioso, derrotar al Imperio Parto,
acababa de ponerse en marcha.
El comienzo de la
campaña
Craso, que a la sazón contaba con 60 años y estaba medio
sordo, no tenía el apoyo del Senado para esta empresa. Así, Cicerón decía que
Roma estaba en paz con Partia y que no había causa para iniciar una guerra
contra ella. Asimismo, el tribuno de la plebe Capitón se opuso y llegó a hacer
una execración pública contra Craso. Sólo Julio César le apoyaba y le escribió
desde la Galia instándole a darse prisa, pues el Senado no tardaría en ponerle
impedimentos legales. Haciéndole caso, Craso utilizó sus inmensas riquezas y se
apresuró a reclutar cinco legiones. Partió hacia Siria en el otoño del año 55
a.C. y después de un viaje por mar hasta Anatolia y por tierra hasta su destino
reclutó 4.000 auxiliares (sobre todo arqueros) y 4.000 jinetes. A esta
considerable fuerza había que añadir las dos legiones ya estacionadas en la
provincia y los 6.000 jinetes que el rey de Armenia, Artavasdes II, le envió.
Imperio parto |
Sin embargo, Craso no aceptó el ofrecimiento de Artavasdes de
30.000 infantes y otros 10.000 jinetes a cambio de invadir Partia desde
territorio armenio. El plan del rey de Armenia era bueno, pues el terreno
montañoso estorbaría las maniobras del ejército parto, que basaba casi toda su
fuerza en la caballería. Posiblemente Craso no quiso saber nada de dicho plan
porque preveía una fácil victoria y no quería compartir la gloria con nadie.
Tras pasar el invierno entrenando a sus tropas y saqueando algunos templos de
la región para conseguir financiación (entre ellos el templo de Jerusalén), por
fin en la primavera del año 54 a.C. los romanos estaban listos para comenzar la
campaña.
Arco compuesto parto |
Y el comienzo no pudo ser mejor. Craso cruzó el Éufrates con
sus tropas y tomó varias ciudades sin lucha (sobre todo las de origen griego,
que veían en los romanos una liberación de los partos). La única ciudad que
ofreció resistencia fue Zenoditia, que tuvo que ser tomada al asalto; tras su
conquista, sus habitantes fueron vendidos como esclavos. El sátrapa parto de la
zona, Silaces, no pudo hacer nada contra el inmenso ejército romano y fue
derrotado y herido en Ichnas; sin embargo, pudo escapar y corrió hasta la
capital parta Seleucia a dar la noticia de la invasión personalmente a su rey. Craso
dejó 7.000 hombres como guarnición en las ciudades conquistadas y se retiró de
nuevo a Siria a pasar el invierno. Desde allí esperó la llegada de su hijo
Publio junto a 1.000 jinetes heduos escogidos para continuar la campaña en la
primavera siguiente (precisamente Cicerón apunta como una de las causas de la
campaña de Craso el deseo de promocionar a su hijo Publio en la carrera política).
El camino al
desastre
El rey de Partia Orodes II aprovechó el parón para
reorganizarse. Dividió a su ejército, ordenando que la parte principal se
dirigiera a Armenia para castigar las intenciones de Artavasdes. Una fuerza
relativamente pequeña, de 9.000 arqueros a caballo y 1.000 catafractos, al
mando del Spahbod (Maestro de Armas)
Surena quedó en la región entre el Éufrates y el Tigris con la misión de
retrasar el avance romano hacia la capital parta hasta que la fuerza principal
retornara de Armenia. Paralelamente, envió embajadores a Craso pidiendo
explicaciones por una agresión sin causa alguna. Craso dijo que la respuesta la
tendría en Seleucia, a lo que el embajador parto respondió: “El pelo te crecerá antes de ver Seleucia”.
Surena |
En la primavera del año 53 a.C. Craso cruzó nuevamente el
Éufrates con la intención de conquistar Seleucia. A pesar de que su
lugarteniente Casio Longino recomendó un avance siguiendo el curso del río,
Craso confió en los consejos de Ariamnes, jefe de la tribu árabe de los
mardanos, quién aportaba 6.000 jinetes y le prometió llevarlo por una ruta de
mercaderes más directa hasta el corazón de Partia. Sin embargo, a pesar de
haber prestado servicios a Pompeyo con anterioridad, Ariamnes trabajaba en
secreto para los partos y llevaba a los romanos directamente a una emboscada.
Catafracto parto |
Las tropas de Craso se adentraron en el desierto, lejos de
cualquier fuente de agua. En el camino recibió una carta del rey armenio
Artavasdes informándole de que no podría prestarle apoyo, ya que los partos
estaban atacando su país, y recomendaba a los romanos retroceder hasta Armenia
para derrotar al cuerpo principal del ejército de Partia y luego invadir su
imperio desde allí. Craso no sólo ignoró el consejo, sino que se tomó esta
carta como una traición. El 6 de mayo sus cansadas tropas llegaron al río
Balicha; sin embargo, Craso sólo las dejó beber y descansar un rato antes de
seguir avanzando. Ariamnes le informó de que había localizado a la retaguardia
parta y que él y sus 6.000 jinetes irían a cortarles el paso. En realidad, se
unieron a los partos. Había cumplido su misión, guiando a los romanos a un
territorio desolado donde les aguardaba la trampa de Surena.
La batalla
Los exploradores romanos informaron de que un gran ejército
parto les estaba esperando más adelante. Craso perdió los nervios, y tras
reunirse con sus lugartenientes aceptó el consejo de Casio de formar al
ejército en línea con la caballería en las alas para evitar ser rodeado. Sin
embargo, cambió de opinión en el último momento y ordenó formar a sus tropas en
cuadro, con la caballería y los arqueros en su interior. Esta formación
aseguraba poder defenderse de ataques desde cualquier parte, pero reducía la
movilidad de las tropas al mínimo. Con el ejército así formado, ordenó avanzar
al encuentro de las tropas de Surena.
Batalla de Carras: primera fase |
Los partos, que contaban con 1.000 catafractos y 9.000
arqueros a caballo, formaron sus tropas en columna, de modo que la vanguardia
ocultara al resto detrás para que los romanos no supieran el volumen de su
ejército. Surena ordenó a sus catafractos (unas tropas donde tanto jinete como
caballo iban fuertemente acorazados y cuya carga era devastadora) que ocultaran
sus armaduras poniéndose la capa encima, y a continuación las tropas empezaron
a tocar los tambores para intimidar a los romanos. El general parto había
planeado atacar de frente con sus catafractos, pero en vista de la formación
romana se dio cuenta de que eso era inútil, de modo que planeó algo más astuto;
les ordenó que se quitaran las ropas que ocultaban sus armaduras y que cargaran
contra las tropas romanas para volver grupas en el último momento. Esta
maniobra, repetida varias veces, generó grandes nubes de polvo que ocultaron
los movimientos del resto del ejército. Surena ordenó entonces a sus arqueros
rodear completamente a los romanos.
Batalla de Carras: arqueros partos atacando |
Craso se dio cuenta de la maniobra y ordenó a sus tropas
auxiliares salir a perseguir a los catafractos, pero los arqueros partos los
liquidaron con mortal eficacia. Una vez que éstos habían rodeado a los romanos
a una distancia prudencial, empezaron a disparar sus flechas. Sus arcos
compuestos tenían más alcance que los arcos simples de los arqueros sirios, y
además sus disparos atravesaban armaduras y escudos romanos. La densidad de las
tropas romanas garantizaba que los disparos dieran en el blanco. Ante esto,
algunas cohortes salían en persecución de los arqueros, pero éstos se retiraban
rápidamente realizando el famoso “disparo
parto” (un disparo hacia atrás mientras huían). Otras cohortes optaron por
formar en testudo, pero entonces
sufrían la carga de los catafractos, que les causaban grandes bajas, y que se
retiraban antes de que llegaran más tropas romanas en su auxilio.
Batalla de Carras: salida de Publio |
Aunque Craso confiaba en aguantar hasta que a los partos se
les acabaran la munición, esto no parecía ocurrir. Y es que Surena llevaba
consigo una caravana de 1.000 camellos cargados hasta los topes de flechas, y
los arqueros partos iban de vez en cuando a recargar allí. En vista de que sus
hombres caían por doquier y sus líneas eran cada vez más delgadas, ordenó a su
hijo Publio que tomara el mando de la caballería y saliera en persecución de
los arqueros. Publio, junto a 1.300 jinetes, 500 arqueros y 8 cohortes (4.000
legionarios) hizo lo que le ordenó su padre. Los arqueros partos fingieron
retroceder (a la vez que causaban bajas romanas con el disparo parto) pero en realidad les llevaban a una trampa donde les
esperaban los catafractos de Surena. Allí fueron masacrados y Publio murió. Los
partos le cortaron la cabeza y la pusieron en una lanza, paseándose con ella
ante las tropas romanas.
Batalla de Carras: fase final |
La moral del ejército romano sufrió un duro golpe al ver
aquello, pero Craso tuvo un gesto de coraje (quizá el único) y les arengó
diciendo: “Seguid aguantando. La pérdida
es mía, no vuestra”. Los jinetes partos seguían causando grandes bajas
mientras los catafractos atacaban a pequeños grupos de legionarios que trataban
de huir. Sólo la llegada de la noche hizo que los partos se retiraran. Craso
sufrió una tremenda depresión y tuvieron que ser los legados Casio y Octavio
los que tomaran el mando, ordenando a las tropas que se encaminaran hacia la
ciudad de Carras para encontrar refugio. No todas llegaron, pues 4 cohortes se
extraviaron y al amanecer del día siguiente fueron aniquilados por los partos.
Además, sobre el campo de batalla quedaron 4.000 heridos que no podían caminar
y fueron rematados por las vengativas tropas de Surena.
Tras la batalla
El día 8 de mayo Surena envió un mensaje a los oficiales
romanos: les daría un salvoconducto hasta Siria a cambio de que le entregaran a
Craso y al legado Casio. Los romanos rechazaron la propuesta, y planearon
abandonar la ciudad esa noche. Decidieron dividir sus fuerzas y tratar de
llegar a la ciudad de Sinnaca, al pie de las montañas armenias. Octavio, junto
a 5.000 hombres logró llegar sin muchos problemas. Casio, que no veía clara la
maniobra, decidió dirigirse directamente hacia Siria junto a otros 5.000
infantes y 500 jinetes (en resumen, desertó). Consiguió llegar, a pesar de ser
acosado por los árabes durante el camino. Craso fue engañado nuevamente por un
guía local y fue llevado a una trampa, aunque logró rechazar a los partos con
la ayuda de Octavio, que acudió con sus tropas en su auxilio.
Casio Longino |
Surena hizo una nueva oferta de diálogo, garantizando la
retirada romana hasta Siria a cambio que se comprometieran a no volver a cruzar
el Éufrates. Craso no quería negociar, pero sus tropas amenazaron con
amotinarse si no hablaba con los partos. Finalmente Craso cedió (Plutarco
afirma que dijo “prefiero morir a manos
de mis enemigos que a las de mis hombres”) y acompañado de Octavio y un
tribuno llamado Petronio fue a negociar la paz. Los partos trajeron un caballo
para Craso a fin de que la conversación se produjera de igual a igual, pero
Octavio sospechó que era una estratagema para raptar a Craso y mató al parto
que llevaba las riendas. Los partos reaccionaron y mataron a la delegación
romana. Acto seguido vertieron oro fundido por la garganta de Craso, le
cortaron la cabeza y la mano derecha y las enviaron a la capital parta.
Disparo Parto |
Los legionarios, sin mando al que acudir, decidieron en su
mayoría rendirse a cambio de que sus vidas se respetaran. Sólo unos pocos
decidieron intentar escapar, pero en su mayor parte fueron cazados como conejos y
muertos. Sólo un grupo reducido consiguió llegar a Siria. La campaña de Craso
se saldó, según Plutarco, con 20.000 legionarios muertos, 10.000 prisioneros y
la pérdida de 7 estandartes de las legiones. Sólo la retirada exitosa del grupo de Casio
logró evitar el desastre total. En total consiguió reagrupar 10.000 hombres,
con los que resistió y finalmente venció el intento parto de invadir Siria en
el 51 a.C. (como curiosidad, decir que la frase "Craso error" no proviene de esta derrota, a pesar de los muchos sitios de Internet donde se defiende este origen; la palabra craso significa grueso en latín, y ya se utilizaba mucho antes de este desastre).
Carga de catafractos (Angus McBride) |
La muerte de Craso supuso la ruptura del equilibrio de poder
en Roma. Pocos años después estallaría la guerra civil entre César y Pompeyo,
en la que venció César y se convirtió en dictador perpetuo de Roma.
Curiosamente el salvador de Siria Casio Longino fue, junto a Bruto, uno de los
cabecillas de la conspiración de los idus de marzo que asesinó a Julio César.
Tampoco el general parto Surena tuvo demasiada suerte, pues el rey parto Orodes
II tomó celos de él y ordenó asesinarle en el año 52 a.C.
La Legión perdida
Los 10.000 legionarios prisioneros eran demasiado valiosos
para acabar su vida como esclavos en las minas, así que los partos los
emplearon como soldados en la frontera oriental de su imperio. Plinio el Viejo
narró que fueron trasladados a la ciudad de Alejandría la Margiana, y de allí a
Bactria, la zona más oriental de Partia. Allí debían defender las fronteras de
las incursiones de los hunos. En 1957, el autor Homer Dubs afirmó en su libro “Una ciudad romana en la antigua China”
que esos legionarios se establecieron finalmente en la ciudad china de Liqian.
Posible ruta de los legionarios hasta Liqian |
La teoría de Dubs se basa en un libro chino del siglo I, las
crónicas de la dinastía Han. En él se dice que en el año 36 a.C. los chinos
lanzaron una campaña militar contra los hunos en Xinjiang, la provincia más
oriental de su imperio y limítrofe con Bactria. Los soldados chinos se
encontraron al cabecilla huno refugiado en un campamento cuadrangular protegido
por empalizadas de madera (algo totalmente inusual entre los hunos), y que
tuvieron que luchar contra unos soldados de infantería que combatían en
formación cerrada “como escamas de
pescado” (algo también extraño en los hunos, pues la mayoría de su ejército
iba a caballo y su escasa infantería combatía sin orden alguno). Dubs sostiene
que estas tropas eran legionarios de Craso que se habían pasado al bando huno.
Niña rubia de la región de Liqian |
Los chinos derrotaron finalmente a los hunos y tomaron 1.000
de estos extraños prisioneros. Los asentaron en la provincia de Gansu, con la
misión de proteger las fronteras. Allí fundaron la ciudad de Liqian (Li Jien), a la que se identifica con la
actual Zhelaizhai. Curiosamente, Li Jien
es uno de los nombres con los que los chinos llamaban al Imperio Romano.
Evidencias arqueológicas apoyan esta teoría. Se han encontrado restos de una
empalizada romana, monedas e incluso un casco de legionario, además de unas 100
tumbas con individuos muy altos para la época, de indudable origen caucásico.
Asimismo, un estudio de ADN realizado en 2005 revela que el 56 por ciento de
los habitantes de la región provienen de raza caucásica (piel blanca, ojos
verdes o azules y cabellos rubios o pelirrojos).
¿Fue Liqian el destino final de los legionarios perdidos de
Craso? Es pronto para aventurarlo y sólo el tiempo podrá despejar las dudas,
pero las evidencias indirectas son fuertes. Y desde luego, la teoría resulta de
lo más atractiva.
Estupendo, como siempre.
ResponderEliminarGracias Ramón
EliminarMuy buena nota.
ResponderEliminarGracias
EliminarEs importante incluir el origen de las investigaciones y evidencias arqueologicas, de tal manera que podamos profundizar acerca del tema. Por lo demas buen articulo.
ResponderEliminarEs un artículo divulgativo, no un trabajo académico. Gracias
EliminarMe tiene completamente pegada leyendo los temas tan INTERESANTES que nos expone. Muchas gracias.
ResponderEliminarA usted
EliminarNo se como llegue a esta pagina, pero de verdad es muy buena y completa. Sigan asi. Saludos
ResponderEliminarGracias
EliminarSiempre me había preguntado si había gente de rasgos orientales, rubios. En Georgia se da la circunstancia.
ResponderEliminarSí que los hay, pero eso no significa que la teoría sea cierta
EliminarExcelente...!!! Gracias por compartir.
ResponderEliminarGracias a usted
EliminarEstupendo. Gracias
ResponderEliminarGracias a usted
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