Cada 13 de julio se produce en un rincón de los Pirineos una
ceremonia sacada de otro tiempo. Representantes de dos valles, uno a cada lado
de la frontera hispano-francesa, y bajo la supervisión de las autoridades de
Ansó (Huesca), se reúnen para repetir una tradición centenaria. Se pronuncian
palabras de paz, se come en hermandad, y lo más extraño de todo: los franceses entregan
a los españoles tres vacas. Todo esto se realiza en cumplimiento de una
sentencia arbitral de 1375 que daba fin a un conflicto entre vecinos, conflicto
que empezó siendo una discusión de dos ganaderos sobre agua y pastos y acabó en
una guerra abierta entre los valles de uno y otro lado de la frontera.
Participantes de la ceremonia a principios del siglo XX |
La sentencia arbitral que establece esta ceremonia se considera
el tratado de paz en vigor más antiguo de Europa. Y aunque en dicha sentencia
se certifica su existencia histórica, la mayoría de historiadores afirma que la
entrega de estas tres vacas es bastante anterior. Con la excepción de algunos
años en los que las circunstancias políticas y bélicas hicieron imposible que
las vacas se entregaran, esta tradición se ha venido manteniendo en el tiempo,
siendo hoy muy visitada, ya que el Gobierno Navarro la declaró Bien de Interés
Cultural en 2011. Esta es la historia de esa ceremonia, de la guerra que la
motivó y de la sentencia arbitral que le puso fin.
Los antecedentes
Las disputas entre habitantes de los distintos valles de los
Pirineos por el uso de las fuentes de agua se llevaban produciendo desde
tiempos inmemoriales. De hecho, hay constancia escrita de ellas en el siglo
XIII. Estas disputas a veces se solucionaban con pactos orales y otras veces
con contratos escritos que recibían el nombre de facerías (de ahí que ahora se utilice ese término para designar los
contratos que regulan la explotación de un territorio por parte de varios
municipios). Pero fue a finales del siglo siguiente cuando los conflictos se
enconaron. Por entonces, el vizconde Gaston de Foix había conseguido la
independencia práctica del territorio de Bearn de las soberanías francesa e
inglesa, y se produjo un acercamiento al Reino de Navarra.
Gastón III de Foix |
La mayor parte de las veces los conflictos eran simples
reyertas entre pastores, pero hubo ocasiones en que se produjeron batallas
campales (aunque eso sí, entre ejércitos poco numerosos). Así, por ejemplo, se
cuenta que en la Batalla de Beotivar de 1321 apenas hubo unos 15 muertos y que
poco después hubo otra que se saldó con 35 bajas. El reducido número de
víctimas era debido a que los bandos contendientes apenas contaban con unos 200
hombres cada uno. Todos estos enfrentamientos dieron lugar a intentos de
mediación de los obispos de Bayona, Olorón, Pamplona y Jaca. Sin embargo, todos
los esfuerzos fueron inútiles.
La guerra entre los
valles
Todo estalló con mayor virulencia en 1372. Un ganadero del
valle del Roncal (en la Navarra española) llamado Pedro Karrika y otro del vecino
valle de Baretous (en la Navarra francesa) llamado Pierre Sansoler se
enzarzaron en una discusión por el aprovechamiento de una fuente de agua en el
monte Arlás. El motivo puede hoy parecernos trivial, pero en aquellos momentos
el agua era un bien fundamental para los ganaderos de la zona. La discusión
pasó a mayores y Karrika mató a Sansoler. La noticia no tardó en extenderse, y
un primo de Sansoler, de nombre Anginar, organizó una expedición para vengarse.
Él y unos cuantos amigos fueron a la casa de Karrika dispuestos a matarlo, pero
allí no estaba. La que sí estaba era su esposa, que se encontraba embarazada.
Después de preguntar sin respuesta por el paradero de su marido, los franceses
la mataron.
Roncaleses en traje tradicional |
Y la espiral siguió creciendo. Karrika y un grupo de
convecinos fueron a la casa de Anginar. Allí se encontraban él y sus compañeros
de expedición celebrando su éxito. Todos murieron a manos de los españoles a
excepción de una mujer y un niño pequeño, que fueron respetados. A pesar de la
masacre, pronto se enteraron los habitantes del pueblo vecino, que organizaron
una emboscada para el grupo de Karrika en un desfiladero. Gran parte de los integrantes
de la expedición de Karrika, unas veinticinco personas, murieron ese día. Para
entonces estaba claro que la macabra rutina de venganzas y contravenganzas iría
cada vez a peor, por lo que el rey de Navarra y el vizconde de Foix intentaron
infructuosamente arreglar la situación.
Imagen antigua de la ceremonia de entrega |
La escalada continuó imparable, y el conflicto empezó a
involucrar a los habitantes de todos los pueblos de ambos valles (y no sólo a
los de los dos pueblos de donde eran Karrika y Sansoler). Aparecen entonces en
la historia elementos fantásticos. Así, por ejemplo, se cuenta que los
franceses estaban siendo dirigidos por un capitán agote de cuatro orejas que
ganaba todos los encuentros, hasta que un tal Lucas López de Garde logró
atravesarlo con su lanza, haciendo que sus tropas huyeran despavoridas. Finalmente,
se produjo la batalla de Aguincea, que se saldó con 53 españoles y 200
franceses muertos. La situación se descontrolaba, así que los habitantes del
lado francés pidieron una tregua.
El tratado
En vista de que nadie quería que lo que empezó como una
discusión por el agua se convirtiera en una guerra de grandes proporciones, se
decidió buscar un mediador que actuara como árbitro en el conflicto. La única
condición que se puso fue que dicho árbitro conociera bien las costumbres y las
leyes consuetudinarias de ambos valles. Fue así como se eligió para el papel al
pueblo de Ansó (Huesca). Como evidentemente todo un pueblo no puede convertirse
en mediador, se eligieron “seis omes
buenos” (seis hombres buenos) que dilucidarían la cuestión, presididos por
el alcalde del pueblo, Sancho García.
Iglesia y balcón de Isaba |
Con la autorización del rey de Navarra y del vizconde de
Foix, el comité se reunió en la iglesia de San Pedro de Ansó (se pensaba que así
estarían inspirados por el Espíritu Santo). Durante tres semanas (entre el 28
de julio y el 18 de agosto de 1375), los seis hombres estudiaron el problema,
consultaron los documentos y escucharon a los testigos de una y otra parte.
Finalmente llegaron a un acuerdo que fue leído el 16 de octubre en la iglesia
de San Pedro. La sentencia a la que se llegó regulaba el uso de las fuentes de
agua, establecía los periodos en los que los rebaños de ambos valles podían
pastar en el territorio e imponía severas penas a aquellos que incumplieran el
tratado. Pero había algo más: establecía la obligación de perdón mutua por las
muertes y que cada año, el 13 de julio, los franceses debían entregar a los
españoles tres vacas.
Vista de Isaba |
Para que todo quedara claro, en la sentencia se especificaba todo sobre las vacas. Habían de ser animales de dos años, no debían tener
defectos (“sine macula”) y debían ser
iguales (debían tener el mismo “astaje,
pelaje y dentaje”, es decir, hasta los cuernos, los pelos y los dientes
debían ser idénticos), y no tener tacha ni lesión alguna. Las vacas debían
entregarse en la “Piedra de San Martín” (“Pierre
de Saint Martin”, en el lado francés). Dicha piedra desapareció en 1858
tras el trazado de límites entre Francia y España, por lo que desde entonces se
realiza en el mojón 262 de la actual división fronteriza, junto a la Mesa de los Tres Reyes, cada cual en su
territorio. La sentencia especifica que dos de las vacas son para el pueblo de
Isaba y la otra se da cada año de forma rotatoria a uno de los tres pueblos del
valle del Roncal que participaron en la guerra: Uztárroz, Urzainki y Garde.
Los incidentes en la
aplicación del tratado
A pesar de que la sentencia se dictó “por ciento et un aynnos” (lo que en el lenguaje de la época
equivalía a decir “para siempre”), el
cumplimiento del tratado no ha estado exento de dificultades. Así, por ejemplo,
en 1389 hubo de redactarse un complemento tras algunos enfrentamientos entre
los vecinos de los dos valles. Asimismo, en 1427 un pavoroso incendio destruyó
Isaba (sólo quedaron en pie 25 casas) y los documentos originales se quemaron,
por lo que tuvieron que hacerse copias del pacto. Y en 1450 se produjo una
nueva crisis cuando los habitantes del Roncal robaron ganado a los baretoneses,
que respondieron de igual modo. Asimismo, durante el siglo XVII se produjeron
algunas dificultades derivadas de la pérdida de los documentos originales y de
la Guerra de los Treinta Años.
La ceremonia despierta gran expectación |
En 1793, en plena Revolución Francesa, estalló la Guerra de
la Convención (también llamada Guerra del Rosellón) entre España y Francia y la
entrega no pudo llevarse a cabo. Sin embargo, los baretoneses estaban
dispuestos a seguir la tradición y el 17 de agosto se presentaron con las tres
vacas en Isaba. Allí las dejaron junto a una carta en la que afirmaban que la
guerra no podía romper el pacto y lo ratificaban con las palabras “Y entre tanto, estamos y correremos con la
misma fraternidad o hermandad”. Asimismo, durante la Guerra de la
Independencia española fue imposible la entrega, pero se sustituyó por su
equivalente en dinero.
Mojón 262 de la frontera |
A finales del siglo XIX se empezaron a publicar en los
periódicos franceses unas descripciones de la ceremonia que buscaban sublevar a
la opinión pública francesa contra este tratado. Así, por ejemplo, “Le Figaro” escribía que todo formaba
parte de un tributo de guerra, que los españoles deseaban el conflicto mientras
los franceses la paz, que los franceses debían ir descubiertos y sin armas
mientras que los españoles iban con fusileros que apuntaban a territorio
francés… Todo esto motivó que unas 600 personas subieran para protestar lo que
consideraban un insulto. De hecho en 1895, y para evitar males mayores, se
intentaron sustituir las vacas por dinero, algo que los roncaleses no
aceptaron. Finalmente, las aguas se calmaron cuando los periódicos dejaron el
asunto.
Firmando el acta |
El último incidente se produjo durante la Segunda Guerra
Mundial. Los alemanes, temiendo que los franceses escaparan a España durante la
ceremonia, impidieron que se llevara a cabo. En compensación, y una vez acabado
el conflicto, los baretoneses dieron durante unos años cuatro vacas en lugar de
tres, para compensar las que no se habían entregado durante esos años. Hay que
reseñar que en la actualidad, después de la ceremonia que describimos a
continuación, las vacas vuelven a su territorio de origen y se paga con su
valor en el mercado.
La ceremonia
Toda la ceremonia sucede en el mojón 262 de la frontera (que
sustituye a la desaparecida Piedra de San Martín). Allí llegan los roncaleses
con su atuendo tradicional (sombrero roncalés, capote negro, valona y calzón
corto) y los baretoneses (con traje de domingo y con la banda tricolor francesa
cruzada al pecho). Cada parte se queda en su territorio. A continuación el
alcalde de Isaba, que preside el acto, pregunta tres veces a los franceses si
van a pagar el tributo y los preguntados responden que sí las tres veces. Seguidamente
uno de los alcaldes baretoneses coloca la mano derecha sobre la piedra o mojón, después va poniendo la suya encima un roncalés y así se van alternando los demás
representantes. El último en posar la suya es el alcalde de Isaba, que
pronuncia las palabras “Pax avant, pax
avant, pax avant” (Paz en adelante).
Examen de las vacas |
Es entonces cuando se entregan las vacas, que son examinadas
por el veterinario de Isaba para garantizar que cumplen los requisitos del
pacto. Finalmente, el alcalde de Isaba entrega un recibo al alcalde de
Baretous. Se levanta acta de toda la ceremonia y todo termina con los
roncaleses invitando a un banquete a los baretoneses, con cordero al chilindrón
como plato fuerte. Todo el acto transcurre en un ambiente festivo, demostrando
que la entrega de las vacas ya nada tiene que ver con la antigua enemistad de
siglos pasados y sí con el deseo de cumplir con la tradición del que se
considera el tratado de paz en vigor más antiguo de Europa. Y aunque algunos
historiadores remontan la entrega del ganado a los tiempos de los cimbrios y no
a la sentencia arbitral de 1375, toda la ceremonia nos demuestra que, en los
Pirineos, el valor de la palabra es muy fuerte.
INTERESANTE, SIEMPRE SE APRENDE ALGO NUEVO
ResponderEliminarMuy interesante ��
ResponderEliminarEsto me ha encantado, no he podido dejar de leer hasta el final. No conocía dicho tratado, que hoy por hoy se festeja fraternalmente. Gracias por compartir!
ResponderEliminar