"El Baile de los 41"

Los homosexuales nunca lo han tenido fácil en México. Ya desde los tiempos prehispánicos los mexicas castigaban violentamente la homosexualidad (aunque otros pueblos eran más tolerantes), algo que se continuó con la llegada de los muy católicos conquistadores. Los españoles instauraron la Inquisición, y una de sus misiones consistía en castigar con la muerte el llamado “pecado nefando”; es decir, la sodomía. Con el paso del tiempo esta actitud se fue relajando, hasta el punto de que durante el reinado del emperador Maximiliano I la homosexualidad dejó de ser un delito. Claro que una cosa es que no se castigara con el código penal en la mano y otra bien distinta que estuviera bien visto, sobre todo en un país tradicionalmente tan machista como el mexicano.

Grabado satírico del "Baile de los 41"
Este contexto no debe perderse de vista al analizar el episodio que hoy traemos aquí. En 1901 se produjo uno de los escándalos más sonados de la época en México cuando la policía irrumpió en una casa donde se estaba celebrando una fiesta de homosexuales. Más o menos la mitad de los asistentes vestían de mujer, y muchos de ellos eran de la alta sociedad. El trato dado a los detenidos (a aquellos que no pudieron comprar su libertad) fue denigrante; y aunque se trató de acallar todo el asunto, los rumores permanecieron mucho tiempo y sus consecuencias en el imaginario y las costumbres del país continúan hasta hoy en día. Esta es la historia del “Baile de los 41”.

La redada

A las 3 de la madrugada del 18 de noviembre de 1901, un policía se asomó por una ventana de la casa situada en el número 4 de la calle la Paz (hoy día Ezequiel Montes, en la colonia Tabacalera), en lo que entonces eran los límites de la Ciudad de México, y se escandalizó de lo que vio allí. Dentro había parejas bailando, pero lo escandaloso para el policía es que esas parejas eran exclusivamente de hombres, y algunos de ellos estaban vestidos de mujer. Llamó inmediatamente refuerzos, y cuando éstos llegaron, aporrearon repetidamente a la puerta. La excusa para ello era pedir el permiso de esa celebración (una excusa peregrina, ya que no se necesitaban permisos para celebraciones privadas).

Corrido del baile
Lo que pasó a continuación está mejor explicado en una nota del diario “El Popular” del día 21 de noviembre, donde se podía leer:

“(…) Salió a abrirles un afeminado vestido de mujer, con la falda recogida, la cara y los labios llenos de afeite y muy dulce y melindroso de habla. Con esa vista, que hasta al cansado guardián le revolvió el estómago, se introdujo éste a la accesoria, sospechando lo que aquello sería y se encontró con cuarenta y dos parejas de canallas de éstos, vestidos los unos de hombres y los otros de mujer que bailaban y se solazaban en aquel antro

Inmediatamente empezaron las carreras y los intentos de escapar. Los que iban vestidos de mujer trataron de esconderse o de encerrarse en alguna habitación para deshacerse de sus vestidos, pero ninguno lo consiguió. En una de las estancias se encontró tendido a un joven (un trabajador sexual al que las crónicas de la época llamaron “Bigotes rizados”) cuyos servicios al parecer eran el premio de una especie de sorteo conocida como “la rifa del Pepito”.

Ignacio de la Torre y Amada Díaz
La policía detuvo a 41 personas, 19 de ellas vestidas de mujer. Los esposaron y se los llevaron a varios cuarteles cercanos (los que iban vestidos de hombre al cuartel número 24 de la policía y los travestidos al de la policía montada) bajo la acusación de “ofensa a la moral y las buenas costumbres”, ya que como hemos mencionado la homosexualidad no era ya un delito penado por la ley. Allí les aplicaron el primer castigo arbitrario: barrer la calle con las ropas de fiesta puestas, ya fueran de hombre o de mujer. Sin embargo, el rumor generalizado es que en la fiesta no había 41 sino 42 personas, y que una de ellas había logrado escapar vestido de mujer sobornando a precio de oro a un policía y haciendo valer su identidad. Y es que ese hombre era nada menos que Ignacio de la Torre y Mier, el yerno del dictador y presidente de la nación Porfirio Díaz.

El “Yerno de la Nación

Hijo de uno de los más ricos hacendados de México, Ignacio de la Torre y Mier no era sin embargo el típico heredero que no hacía nada y vivía de las rentas. Había mejorado las tierras que había heredado, introduciendo en ellas los más modernos métodos de cultivo y explotación. Su finca de más de 15.000 hectáreas era la mejor y la más productiva del país. Hacía frecuente vida social, y aunque los rumores de “comportamientos inadecuados” no dejaban de crecer a su alrededor, su posición, su dinero y su encanto personal hacían que fuera uno de los solteros más codiciados de México.

Ignacio de la Torre
En 1887 conoció a Amada Díaz, la hija favorita del presidente de la nación Porfirio Díaz. La muchacha acababa de romper su compromiso matrimonial con el hijo de un general. Ambos empezaron a frecuentarse, y tras un corto noviazgo se casaron el 16 de enero de 1888. Fue la boda del año en México, y a Ignacio de la Torre se le empezó a conocer como “El Yerno de su Suegro” y “El Yerno de la Nación”, en referencia a su entrada en la familia más poderosa por entonces del país azteca. Sin embargo, desde el primer momento la convivencia fue difícil, ya que de la Torre prefería no hacer vida común con su esposa (vivían en alas distintas de su palacete) y hacía frecuentes salidas con sus compañeros de francachela.

Amada Díaz
Los rumores sobre la homosexualidad del yerno del presidente no hacían sino crecer. Sólo se veía a los cónyuges juntos en actos protocolarios, e incluso pretextaba cualquier excusa para no acudir a las comidas cuando su suegro visitaba a su hija. La afición favorita de Ignacio de la Torre era organizar fiestas sólo para hombres junto a su íntimo amigo Antonio Adalid, apodado “Toña la Mamonera” (nada menos que un ahijado del antiguo emperador Maximiliano). A esas fiestas algunos invitados acudían vestidos de mujer, pero solía pretextarse que tales bailes eran de disfraces, por lo que esos vestidos estaban justificados. Una de esas fiestas fue la que ocurrió en la madrugada del 18 de noviembre de 1901 y que estamos narrando aquí.

Había sólo 41

Al día siguiente del escándalo se le presentó a Porfirio Díaz la lista de los asistentes al baile. El presidente la leyó y preguntó “¿Cuántos estaban en la fiesta?”. Cuando le respondieron que había 42 personas, tachó de la lista el nombre de su yerno y dijo cortante “Había sólo 41”. A partir de ese momento se trató de acallar la participación de Ignacio de la Torre en todo el asunto, pero los rumores de que era uno de los asistentes eran cada vez mayores. De la Torre aseguró a su esposa que era todo mentira, pero Amada Díaz tuvo una conversación con su padre en la que el presidente le confirmó los hechos. En su diario anotó:

Un día mi padre me mandó llamar al despacho en su casa. Me quería informar que Nacho había sido capturado por la policía en una fiesta donde todos eran hombres pero muchos estaban vestidos de mujer. Ignacio -me dijo mi padre- fue dejado libre para impedir un escándalo social, pero quise prevenirte porque tienes derecho a saber del comportamiento con la persona con que vives

Las relaciones entre yerno y suegro se hicieron aún más tirantes si cabe. Porfirio Díaz, ante los rumores de homosexualidad de su yerno, ya había dado orden de que se vigilara a de la Torre cada vez que salía al extranjero; pero este episodio fue la gota que colmó el vaso y apenas se hablaron el resto de su vida.

Porfirio Díaz
Independientemente de que se trataran de acallar los rumores sobre el yerno del presidente, los periódicos se dieron un festín con la noticia. Aunque no se mostraron los detenidos a la prensa y sólo se supo la identidad de unos cuantos, empezaron a aparecer notas de prensa en la que se trataba el asunto con mayor o menor escarnio. Así, la “Gaceta Callejera”, una hoja suelta que se repartía de mano en mano, hizo una edición especial con el título “Los 41 maricones encontrados en un baile de la calle de La Paz el 20 de noviembre de 1901”, que incluía un corrido satírico junto a una caricatura que representaba la fiesta. Asimismo, periódicos como El Popular, El Diario del hogar, El Universal, La Patria o El hijo del Ahuizote empezaron a difundir todo tipo de burlas y sátiras sobre el asunto. Muchos de ellos fueron ilustrados con grabados de José Guadalupe Posadas hechos para la ocasión. Todos los diarios hacían hincapié en que muchos de los detenidos eran jóvenes de familias conocidas y de buena posición y expresaban su rechazo homofóbico. Empezó a hablarse de un “Círculo Rosa” alrededor del Porfiriato y se acuñó el término “La aristocracia de Sodoma” para definir a los detenidos.

Las consecuencias

Si bien se alzaron algunas voces que calificaron las detenciones como ilegales y arbitrarias, la inmensa mayoría de la opinión pública aplaudió la medida. Al día siguiente de las detenciones, 19 de ellos (aunque un periódico habló sólo de 12) fueron metidos en un tren que los llevó hasta el Yucatán donde se les obligó a alistarse en el ejército y a realizar trabajos forzados. Así, el diario “El Popular” decía el 25 de noviembre que “Los vagos, rateros y afeminados que han sido enviados a Yucatán, no han sido consignados a los batallones del Ejército que operan en la campaña contra los indios mayas, sino a las obras públicas en las poblaciones conquistadas al enemigo común de la civilización”.

Los detenidos obligados a barrer las calles
Estos condenados fueron los que no pudieron pagarse su libertad con dinero e influencias. El periódico “El Hijo del Ahuizote”, en su edición de 21 de noviembre, consignaba sarcásticamente esta diferencia de trato a los detenidos:

Dice la canción que en el pobre es borrachera y en el rico alegría, cuando se trata de trompetas, y en este caso, en el pobre es cochinada y en el rico refinamiento de coquetería y de buen tono. Si el gobernador violó la ley con aplauso general, debió haber jalado parejo, para que más se le hubiera agradecido, no que dejó la semilla y arrojó las hojitas de la mata. Ahora ya no puede andar en la calle acompañado de un amigo, porque luego lo tratan del Club de los 41

Algunos de los obligados a alistarse intentaron interponer un recurso de amparo ante tan arbitraria medida. Es por ello que se conocen sus nombres: Pascual Barrón, Felipe Martínez, Joaquín Moreno, Alejandro Pérez, Raúl Sevilla, Juan B. Sandoval y Jesús Solórzano. Se desconoce su destino final, pero no debió ser nada halagüeño. El resto de los detenidos siguió en el anonimato aunque los rumores sobre su identidad eran conocidos por todos. Con el tiempo, el asunto se fue olvidando.

El maldito número 41

Diez años después Porfirio Díaz fue derrocado por una revolución y abandonó el país. Ignacio de la Torre se quedó en México, y desde el primer momento mostró su oposición al nuevo régimen del presidente Francisco Ignacio Madero, e incluso se vio implicado en su asesinato. Detenido y encerrado en la prisión de Lecumberri, su esposa iba a visitarlo todos los días. Finalmente, a principios de 1915, fue transferido a la custodia de Emiliano Zapata, que se lo llevó con su ejército. Allí Zapata lo humillaba haciéndole servir a la tropa con ropas femeninas y entregándoselo a los soldados para que abusaran de él (una de las reglas que Zapata implantó fue ejecutar inmediatamente a cualquiera de sus soldados que fueran sorprendidos violando a alguna mujer, por lo que imaginamos que la tropa tenía necesidades sin cubrir).
 
Emiliano Zapata
No sabemos a ciencia cierta la razón de que Zapata tratara así a Ignacio de la Torre. Quizás estaba vengando alguna ofensa personal. En 1906, éste lo había sacado del ejército y se lo había llevado a su finca como caballerango (mozo que ensilla y cuida los caballos), al parecer atraído por él. La mayoría de historiadores rechazan que hubiera una relación homosexual entre Zapata y de la Torre, aunque en el diario de Amada Díaz puede leerse que los sorprendió “revolcándose en un establo”, y una soldadera (mujer que acompañaba a los soldados, también llamadas Adelitas) de Zapata declaró que el caudillo revolucionario “era tan hombre, pero tan hombre, que se acostaba con otros hombres”. Es muy probable que sólo sean infundios contra Zapata, pero la semilla de la duda está presente. En cualquier caso, los continuos abusos hacia el otrora poderoso “Yerno de la Nación” le destrozaron el recto. Cuando finalmente fue liberado en 1918 se fue a Nueva York a operarse, y murió en la mesa de operaciones.

Soldaderas o Adelitas
Pero quizá la consecuencia más estrambótica de todo este escándalo que sacudió al país es que desde entonces el número 41 se convirtió en un tabú en México al asociarse a la homosexualidad. Uno de los mayores insultos en el país azteca es decirle a un hombre que “es de los 41”. El escritor militar Francisco Urquizo escribió:

"En México el número 41 no tiene ninguna validez y es ofensivo para los mexicanos (...) La influencia de esa tradición es tal que hasta en lo oficial se pasa por alto el número 41. No hay en el ejército División, Regimiento o Batallón que lleve el número 41. Llegan hasta el 40 y de ahí se salta al 42. No hay nómina que tenga renglón 41. No hay en las nomenclaturas municipales casas que ostenten el número 41. Si acaso y no hay remedio, el 40 bis. No hay cuarto de hotel o de Sanatorio que tenga el número 41. Nadie cumple 41 años, de los 40 se salta hasta los 42. No hay automóvil que lleve placa 41, ni policía o agente que acepte ese guarismo"

(Hay que aclarar que no es que se cumplan 40 años y al año siguiente 42, sino que el 41 cumpleaños no se celebra y los mexicanos dicen que tiene “40 años y 12 meses”).

Placa conmemorativa del baile
Dos curiosidades finales. Por un lado, las prisiones mexicanas tienen pabellones que no están numerados, sino que se les identifica con letras: A, B, C, etc. Los homosexuales eran encerrados en el pabellón J, y de ahí viene que en México (y en otros países sudamericanos) reciban el nombre de “jotos”. Por otro lado, en el baile de los 41 Ignacio de la Torre trató de esconderse en un armario (o closet), pero un policía lo vio y le ordenó que saliera, cosa que hizo maquillado y vestido de mujer; los mexicanos afirman que este episodio fue el origen de la frase “salir del armario” o “salir del closet”.
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16 comentarios:

  1. Q los hombres tenian necesidades q cubrir porq no podian violar a una mujer¿

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    1. Me he expresado mal. Los hombres tenían necesidades sin cubrir porque no tenían sexo. Tener relaciones con una mujer podía ser peligroso, ya que la mujer podía acusar de violación al soldado, y eso llevaba a su ejecución

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    2. ¿A pensado usted que también la posibilidad de que lo hicieran de manera elegida, consciente y por mero placer?

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  2. Un disfrute total la lectura, entretenida y de la que uno sale enriquecido.
    Felicitaciones.

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  3. Interesante historia, auque me queda la duda...exactamente en que paises suramericanos llaman "jotos" a los homosexuales?

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    1. En México y Honduras. Es posible que en alguno más, pero no lo tengo confirmado

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    2. En México cuando encarcelaban a un homosexual por algún delito, lo hacían en el Palacio Negro, la Cárcel de Lecumberri. En este lugar habían crujías en las que designaban a las personas según su delito. La Crujía "J" era para nosotros. Por eso dentro de esa cárcel cuando las demás personas privadas de su libertad se referían a alguien de nosotros, nos decían ahí vienen los "Jotos", haciendo alusión a la crujía en la que se nos había asignado. Pronto trascendió las rejas ese término y de ahí se nos quedó. Cabe mencionar que se usa de manera peyorativa e insultante, agresiva y que violenta nuestros Derechos Humanos.

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  4. Hola Juan Manuel, estoy organizando una mesa sobre le baile de los 41 en el Museo Universitario del Chopo y me gustaría contactarte.
    Dónde te puedo escribir?

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  5. muy interesante gracias por compartir

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